Saturday, June 17, 2006

doble moral

¿Cual es la diferencia entre una prostituta y ciertas "esposas respetables"? Aparentemente representan los dos polos opuestos del destino, que en el pasado, la sociedad pretendía otorgarle a las mujeres. Pero si se mira con detenimiento, esa supuesta diferencia se desvanece.
Si le seguimos un poco el juego a esa doble moral hipócrita que por tantos años dictó la forma en que una persona podía conducir sus relaciones sentimentales en este país, sin correr el riesgo de ser despreciado por la opinión pública o de ser linchado por multitudes iracundas, la cosa era más o menos así: Por un lado estaban los hombres. Heterosexuales y homosexuales. Los homosexuales eran naturalmente repudiados y temidos en partes iguales por esa frágil virilidad de los heterosexuales homófobos. Los heterosexuales por otro lado, constituían un solo grupo, y podían hacer lo que les viniera en gana. La "Sagrada Institución" del matrimonio no los limitaba en ningún aspecto, de manera que eran libres de acostarse con todas las mujeres que desearan antes de casarse. Y aún después de hacerlo, pues el adulterio es mas tolerado y mejor visto en los hombres que en las mujeres. Las mujeres, por su parte, se encontraban en la situación opuesta. El mal llamado grupo de las "mujeres decentes" estaba compuesto por adorables señoritas que esperaban (Siempre vírgenes) la llegada de su Príncipe Azul (Eufemismo empleado para referirse a aquel hombre con el suficiente nombre y poder financiero como para ser digno de conducirlas al Altar). Lo que las mujeres buscaban en su esposo, era alguien que pudiera mantenerlas cómodamente por el resto de sus días. En la gran mayoría de los casos, si no en todos, el amor no tenía nada que ver en el asunto. Había tanto amor involucrado en estos matrimonios, como el que existe entre esas uniones hindúes arregladas, en las que la pareja correcta es aquella que pueda aportar el mayor número de vacas a la dote matrimonial.
Pero si por un lado estaban los hombres, y por el otro las "mujeres decentes", hay algo que permanece en el misterio. ¿Con que mujeres se acostaban los hombres antes de casarse? Recordemos que, por regla general, los hombres no llegaban vírgenes al matrimonio, y las "señoritas decentes" sí (No olvidemos que este es un simple ejercicio de imaginación y fantasía que pretende seguirle el juego a la estupidez de la doble moral que aún nos rige) De esto se deduce que existía otro grupo compuesto por todas aquellas mujeres con quienes se acostaban los hombres solteros, antes de establecerse definitivamente a lado de las "señoritas decentes". Este tercer grupo estaba constituido por las prostitutas, y por todas aquellas mujeres que se negaban a limitar su sexualidad por la hipocresía de estas normas sociales. A consecuencia de esto, eran repudiadas por sus semejantes, al ser catalogadas como "mujeres fáciles".
¿Que es una prostituta? Una mujer que recibe dinero de un hombre a cambio de sexo. ¿Que es lo que hacían -y aún hacen- la gran mayoría de las mujeres casadas? Acostarse con su esposo -un hombre a quien en la mayor parte de las ocasiones ya no aman- para cumplir con el requisito que les permitirá mantener ciertos derechos sobre sus ingresos financieros.
Me pregunto. ¿Donde esta la diferencia? A mi manera de ver las cosas, yo solo veo una sola diferencia entre la prostituta y la reverenciada esposa -"Pilar de la Familia, "sostén y compañía de su esposo"-, y es esta: La prostituta se gana la vida mas honestamente que la esposa.
Mientras que la prostituta no le oculta a nadie que es lo que ofrece y que es lo que recibe a cambio, la "esposa respetable" al hacer técnicamente lo mismo, disfraza el acto bajo el barniz de la decencia y se escuda bajo la seguridad de una institución socialmente respetada, como lo es el matrimonio.

pena de muerte


No creo en la pena de muerte. Dejando a un lado el dilema ético que representa el poder establecer si un ser humano tiene el derecho de quitarle la vida a otro, no creo en la pena de muerte porque no es una solución real a ningún problema. Es solo una medida inmediata y simple que no ataca el problema de raiz sino que lo perpetúa.
Cuando una sociedad juzga y condena a un delincuente, en realidad, y sin saberlo, se esta juzgando y condenando a sí misma. Los delincuentes no aparecen por generación espontánea. Son la consecuencia de los problemas, injusticias y equivocaciones de la sociedad en su conjunto.
Y sin embargo, cuando la sociedad juzga al delincuente, lo convierte en el chivo expiatorio que cargará con las culpas de todos los demás. Asume una lógica hipócrita y falsa que afirma que todo marcha perfectamente bien, con la excepción de unas cuantas manzanas podridas, que aparecen misteriosamente, y a pesar de -nunca en consecuencia de- la supuesta perfección del sistema social.
Así, el problema acaba cuando se aplasta a la manzana podrida. Aunque esto no haga absolutamente nada por evitar que estas continúen apareciendo en el futuro. El verdadero cambio debe darse en la educación, la procuración de justicia, la repartición de la riqueza, la mejoría en la calidad de vida... Debe darse en el núcleo mismo de la sociedad.
No hay manzanas podridas. No hay hombres buenos por un lado y malos por el otro. No es tan simple como eso. Lo que hay son hombres forjados por las circunstancias que les tocó vivir. Si queremos buenas personas, necesitamos crear el medio apropiado para que estas aparezcan.