Saturday, May 30, 2009

satyagraha



El ser humano que más admiro de todos cuantos han existido nació en un pueblo hindú llamado Porbandar. Su nombre fue Mohandas Karamchand Gandhi. Un gran escritor de la India, Rabindranath Tagore, lo bautizó años después como Mahatma, es decir alma grande.

Conocer su vida y obra es una lección invaluable. Adentrarse en su mensaje es algo que cambia la vida.

Gracias a seres humanos como Mahatma Gandhi es posible recobrar la fé perdida en la bondad humana.

Otro gigante universal llamado Albert Einstein dijo una vez de él: "Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste caminó la tierra en carne y hueso".


La libertad de expresión es una de las condiciones absolutamente necesarias para una democracia. Su ejercicio jamás debe ponerse a prueba, limitarse o condicionarse de ninguna forma.

Una sociedad que ejerce la censura, limita esta libertad de expresión o llega al extremo de suprimirla totalmente, desacredita automáticamente todos sus posibles méritos.

Ejemplos sobran. En Latinoamérica tenemos el caso de Cuba y más recientemente de Venezuela. En el resto del mundo tenemos casos como el de China o Irán.

Un gobernante que ejerce la censura o prohíbe y castiga la mención de opiniones en su contra convierte a su gobierno en un estado tiránico y aborrecible. Aunque solo sea por esta única razón.

Existen otros casos en los cuales teóricamente existe libertad de expresión en la sociedad. Tal es el caso de mi país. Sin embargo esta libertad de expresión no es irrestricta, como debería serlo, y como en tantos otros países, se encuentra secuestrada por el dinero y el poder de monstruos corporativos que le imponen sus reglas a los grandes medios de comunicación que monopolizan la opinión pública.

Wednesday, May 27, 2009

sobre la cuestión de las drogas

William S. Burroughs

Según mi forma de ver las cosas, el Estado ideal sería uno que gobernara lo menos posible. Un gobierno compuesto por funcionarios eficientes y honestos, en oposición a la mezcla de oligofrénicos incompetentes y gangsters que componen la clase política de mi país. Si tan sólo los políticos pudieran ser capaces de reunir esas dos cualidades (no es mucho pedir ¿O si?) eso sería suficiente para mí.

Por supuesto, la cuestión no se limita a culpar al gobierno por todos los males de la sociedad y a quejarse del IQ de nuestros políticos. Los ciudadanos también tienen sus respectivas tareas y son los responsables de tener el gobierno que tienen.

No creo que sea tarea del gobierno el meterse con lo que sus ciudadanos hacen en su esfera privada. No creo en los gobiernos paternalistas que pretenden legislar y castigar lo que sus ciudadanos hacen en su ámbito privado.

Tomemos por ejemplo la cuestión del uso de las drogas y la histeria mediática y el repudio generalizado hacia su consumo. En lo personal, cuestiono el legítimo derecho que tiene el gobierno para penalizar lo que un individuo libre le hace a su propio cuerpo en pleno uso de sus facultades intelectuales.

La libertad es para mí el bien más preciado que posee un individuo y dicha libertad es -o debería ser- absolutamente irrestricta mientras el uso que el individuo haga de su libertad no afecte a un tercero de alguna forma. Es aqui donde la libertad termina o por lo menos se ve limitada.

Siendo así ¿En donde esta el delito a perseguir cuando se habla de una persona que consume drogas? ¿En donde esta el daño que esta cometiendo hacia un tercero? ¿No es cierto que todos los posibles daños son perpetrados única y exclusivamente hacia su persona?

Si, es cierto. Las drogas no son inocuas. Son peligrosas. Es aqui donde debería entrar el principal papel del gobierno en esta cuestión: impartir educación de calidad e informarle a sus potenciales consumidores, los riesgos a los que se exponen al hacer uso de las drogas. Y con esto me refiero a educación de calidad e información veraz y realista en relación a las drogas, y no la basura propagandística y la desinformación absoluta de la que estan compuestas en su mayor parte las campañas políticas que abordan el tema.

Por un lado, gran parte de la histeria y el rechazo que despierta el tema en la sociedad esta basado en información falsa, tendenciosa o en simple y llana ignorancia total del tema.

El consumo de drogas conlleva riesgos que todos conocemos -el abuso, la adicción, la muerte- y dicho riesgo va en función de la droga de la cual se hace uso. Si el gobierno esta obligado a algo es a informar y educar a su población.

Por otro lado, en la actualidad, el problema de las drogas es principalmente explotado por los gobiernos con el fin de autopromocionarse y hacerse ver ante la opinión pública como los heroes que salvarán a la sociedad del supuesto peligro mortal que representa el narcotráfico para su existencia. Lo cual es otra mentira. El narcotráfico ha existido siempre. Existe ahora a pesar de las inútiles y costosísimas campañas gubernamentales en su contra. Y seguirá existiendo en el futuro mientras haya una sola persona en la calle que este dispuesto a comprar droga.

Si de verdad pretende combatirse el tráfico y consumo de las drogas debe hacerse comenzando desde la base de la pirámide - que es el adicto de la calle- y dejar de lado las cacerías tan espectaculares como inútiles hacia los grandes capos. Dichas cacerías no tienen otro propósito que promocionar a los gobiernos que las emprenden. Su eficacia real es nula. Al día siguiente que un gran capo del narcotráfico es capturado su lugar es tomado por alguien más. Eso es algo sabido por todos o debería serlo, ya que es una cuestión de sentido común.

Y con empezar con el adicto de la calle no me refiero a perseguirlo, estigmatizarlo y confinarlo en la carcel hasta el fín de sus días, sino en rehabilitarlo. El resto de la población tiene el derecho de ser informada verazmente por su gobierno pero también tiene la ineludible responsabilidad de informarse por su cuenta al respecto, y en base a eso decidir si va a consumir drogas o no.

Una población sumida en la ignorancia esta condenada a vivir bajo el yugo de gobiernos incompetentes o despóticos. Los gobiernos paternalistas solo funcionan en sociedades desinformadas que carecen del criterio para tomar decisiones por sí mismas. Dichas sociedades se ven en la triste necesidad de delegar esa responsabilidad a sus gobernantes. Y esta fórmula es una garantía de desastre.

La penalización del uso de las drogas me parece una intrusión inadmisible del gobierno en la libertad de sus ciudadanos.

Thursday, May 21, 2009

la doctrina del shock



La doctrina del shock es el título del último libro de Naomi Klein, autora canadiense que alcanzó la celebridad en la decada de los 90 gracias a la publicación de No logo, una obra que terminó convirtiendose en uno de los pilares ideológicos del llamado movimiento altermundista.

En esta nueva obra, Klein aborda los mecanismos de los que se sirven los gobiernos del mundo para imponer ideologías dañinas o cambios radicales en sus poblaciones. La tesis de Klein afirma que para lograr que estos cambios sean aceptados o llevados a la práctica, el gobierno suele aprovechar periodos de gran inestabilidad social o servirse de factores distractores que obliguen a la población a mirar a otro lado mientras los verdaderos cambios se están llevando a cabo. De esta forma, para cuando la población se da cuenta del desastre ocurrido es demasiado tarde para reaccionar o hacer algo al respecto.

Los gobiernos del mundo se han servido de este tipo de prácticas desde tiempos inmemoriales.

En su faceta más amigable e "inofensiva" por decirlo de alguna forma, los gobiernos suelen aprovechar noticias o sucesos irrelevantes para desviar la atención pública e imponer grandes e impopulares cambios en la sociedad. En otros casos el estado puede llegar incluso a inventar dichas historias para mantener a la población distraida en otras cuestiones.

La variedad de posibles distractores de los que puede servirse el gobierno es infinita. Por nombrar un ejemplo relativamente reciente de mi país podemos tomar el patético episodio de la histeria colectiva causada por el "chupacabras". Cualquiera que viva en este país lo recuerda, y para aquellos que no están familiarizados con la historia, basta decir que resulta algo tan ridículo y vergonzoso que no tengo la intención de narrar la historia.

Los gobiernos suelen utilizar otros métodos con el fin de ocultar la implantación de cambios dañinos en la sociedad o de disimular su incompetencia. Para tal fin suelen exagerar la peligrosidad de ciertos "enemigos públicos" o bien crear supuestas amenazas terribles con el fin de mantener a la población sumida en el terror.

Tomemos el ejemplo del gobierno de los Estados Unidos de Ámerica, quien a lo largo del siglo XX utilizó sucesivamente al comunismo soviético, el narcotráfico latinoamericano y en fechas más recientes al terrorismo islámico para lograr este fin.

El objetivo de esta estrategia es simple: Cuando se mantiene a la población permanentemente atormentada por el miedo a supuestos enemigos que amenazan la estabilidad e incluso la existencia de la sociedad se logra que todo cambio local parezca trivial e insignificante. La opinión pública permanece constantemente distraida ante el supuesto peligro que representan las amenazas que el gobierno pone delante de sus ojos, permitiendole a éste el desviar la atención de los verdaderos problemas sociales y la incompetencia e incapacidad del estado para resolverlos.

Por otro lado, la creación gubernamental de siniestros enemigos de la sociedad permite que múltiples sectores de la población se unan con la esperanza de crear un frente común y más poderoso para enfrentar la temible amenaza que se cierne sobre ellos. De esta forma se promueve el tan dañino patriotismo y se exalta el orgullo nacional, que erroneamente termina identificandose con la necesidad de alinearse a los mandatos del gobierno que supuestamente lo representa.

El miedo es el principal aliado de los gobiernos despóticos e incompetentes.

El gobierno de mi país ha utilizado como el principal y casi único argumento a su favor sus supuestos logros en la "gran guerra contra el narcotráfico". De esta forma pretende desviar la atención pública de la corrupción e incompetencia que ha caracterizado la administración del actual presidente desde el día que asumió el mando.