Tuesday, September 27, 2011

sensación de presencia

Dice el ateo que Dios es el silencio del universo.
Dice el poeta que por el contrario, Dios se encuentra en el silencio, y que podríamos escucharlo... si solo el hombre se callase.
Dice la muerte que ambos se equivocan, y que es ella la única que reina sobre el silencio.

Mientras el filósofo reflexionaba sobre ésto, se hacia una pregunta al aire: ¿En donde terminan los sueños rotos?

"En la fosa común", dijo la muerte, tan claramente que el filósofo volteó rapidamente y se topo de frente con sus ojos negros y vacíos.

"Junto con sus respectivos dueños", sentenció.

disección del dolor negro






Es muy dificil determinar si se trata o no del acto más cobarde o valiente de todos. Sabemos que es un recurso del cual echan mano aquellas personas que se encuentran desesperanzadas o desesperadas. El fín último en los dos casos es el mísmo, sin embargo las motivaciones son diferentes.



Es muy dificil, si no imposible, el explicarle a una persona sana, lo que significa experimentar el dolor producido por una depresión. Es un dolor distinto a cualquier otro que el ser humano sea capaz de experimentar.



Al contrario de como sucede normalmente cuando el medio nos es adverso, cuando enfrentamos una pérdida de cualquier especie, sea la muerte de un ser querido, la pérdida de un estatus, la pérdida de nuestro lugar en la sociedad o de nuestra utilidad en la mísma, el dolor en la depresión no es la consecuencia de ninguna de estas cuestiones. Puede ir causando algunas de ellas con el paso del tiempo, pero lo primero que hay que precisar es que en la mayoría de los casos se trata de un dolor que la persona experimenta como inexplicable. De entrada no parece haber una causa aparente para sufrirlo, sin embargo la persona siente un dolor debilitante. ¿Podemos definirlo como un dolor? En ocasiones creo que sí. Cuando llega a ser muy intenso, casi puede experimentarse como un dolor físico, vago, localizado en todas partes y en ninguna, acompañado de una ansiedad, de una angustia paralizante que le impide a la persona funcionar, hasta el punto de postrarlo en la cama. Porque esa tristeza derivada de la depresión rara vez aparece sola, sino que frecuentemente se acompaña de angustia. En mi opinión, la tristeza y la angustia son dos polos de una misma condición de malestar, que en conjunto o no, debilitan a la persona.



A veces gradualmente. A veces, cuando el dolor es intenso, de una forma tan acelerada que la persona en cuestión no tiene oportunidad de reaccionar de forma alguna. Sus defensas personales son sobrepasadas y la intensidad de sus síntomas lo llevan en el mejor de los casos a la parálisis, o en el peor, a la acción. La tristeza y la angustia patológicas conducen de forma natural, de no hacer uso de algún medio a nuestro alcance, a que la persona que las padece vaya poco a poco siendo tan desgastado hasta el punto en el cual llega a la desesperación, un estado en el cual la persona, de forma impulsiva desea por cualquier medio frenar ese sufrimiento interno. Y la gravedad de los métodos que utilice para lograr ese objetivo varían y pueden ir desde el incurrir en actos peligrosos (Como el tomar un exceso de somníferos con el fín de dejar el dolor, aunque sea de forma momentánea) hasta el recurrir al último recurso posible, que consiste en terminar con la propia vida.



El otro posible destino al que conducen las principales emociones de la melancolía es a un estado quizá más peligroso en ciertos aspectos que la propia desesperación: la desesperanza. La persona se va debilitando gradualmente, hasta el punto en el cual una idea se instala en la psique del individuo: la idea de que pase lo que pase, no existe ya un remedio posible a la situación presente.



Por muchas razones, la desesperanza es quizá más peligrosa aún que la desesperación. Al igual que ésta, también puede llevar al individuo a realizar actos peligrosos con el fín de frenar el dolor, sin embargo, en la desesperanza es más común que la persona recurra a la solución final, ya que sabe, aunque se trate de un error cognitivo, que aún cuando los somníferos -por seguir el mismo ejemplo- atenuarán el dolor por un momento, eventualmente se despertará de nuevo y todo seguirá igual, o peor. Es éste el nucleo de la desesperanza que se instala en la mente de la persona sumida en la melancolía. Por esta razón, la persona desesperanzada normalmente recurrirá con más frecuencia a la solución final e irremediable de terminar con la propia vida, que la persona desesperada.



La desesperanza es también más peligrosa porque a menudo, una persona que alcanza este estado, lleva más tiempo sumida en la melancolía que una persona desesperada. La desesperación puede llegar en un lapso menor a un día. La desesperanza por el contrario, requiere más tiempo. No existe un estandar de éste, pero lo que sabemos es que el tiempo que se necesita para alcanzar la desesperanza es mayor.



Una persona desesperada recurrirá a conductas de riesgo rapidamente, pero a diferencia del desesperanzado, tendrá menos tiempo para planearlas, lo cual frecuentemente conduce a actos menos peligrosos o intentos suicidas menos letales.



La persona desesperanzada, por el contrario, ha permanecido ya mucho tiempo sumida en la melancolía, por lo que ha tenido muchísimo más tiempo para planear algo más dañino o letal. Y al estar más debilitado que la persona desesperada, a menudo se verá obligado a utilizar la poca energía que tiene en planear con mas detenimiento el acto. El desesperado tiene más energía, sin embargo planifica menos y a menudo no utiliza toda la energía que tiene en la conducta de riesgo en la que incurre.



Por el contrario, la persona desesperanzada, al carecer ya prácticamente de energía, se verá obligada a utilizar más su inteligencia, ya que su acto será probablemente menos espectacular que el de el desesperado, sin embargo será más letal.

Monday, September 26, 2011

la única utopía posible






El concepto de Utopía proviene de la novela de Tomas Moro, ese brillante escritor ingles al que Enrique VIII decapitó e hizo colgar su cabeza en las almenas de la Torre de Londres. Una desaveniencia con respecto al divorcio del rey. Nada de importancia.




No es mi objetivo el hablar sobre ese mundo idílico que imaginó Moro (Y que curiosamente es parecido en muchos aspectos al mundo ideal que años después Marx y Engels imaginarían en su estado comunista) sino sobre donde decidió ubicarlo el escritor inglés. La utopía, ese mundo paradisiaco que imagino Moro, se encuentra situado, según las raíces etimológicas de la palabra, en ninguna parte. En la nada.




Y así es como se usa el término hasta la actualidad. Al referirnos a una utopía tambien nos refrimos a algo inalcanzable. El mundo que imagino Moro se perdió en la noche de los tiempos, pero no la palabra y sus implicaciones. El ser humano esta siempre en busca de la utopía -o de un mundo utópico- el cual varía de una cultura y época a otra pero es siempre constante en un punto: ese mundo ideal siempre se encuentra fuera de nuestro alcance. No por su lejanía. Sería esto un concepto más esperanzador que el que en realidad tiene la palabra ya que si fuera la lejanía lo que nos impidiera la utopía, por lo menos la esperanza de alcanzarla permanecerá viva. Pero no es así. Lo que nos impide llegar a la utopía no es la distancia -many years ago, in a galaxy far, far away...- sino su inexistencia. No podemos alcanzar algo que no existe en ninguna parte.




Trasladando esto a un ambiente mas terrenal y cotidiano, tomemos por utopía el alcanzar nuestras metas particulares y específicas. Personales. Subjetivas.




Lo primero que habríamos de hacer para tener la oportunidad de conseguir dicha meta es no considerarla utópica -que de hecho en nuestro vocabulario se va cada vez más convirtiendo en sinónimo de "imposible" o "irrealizable".




La utopía sin embargo, y siguiendo la novela de Moro, constituye un lugar mejor - lo cual no era muy dificil de imaginar, supongo, en la Inglaterra de Enrique VIII- que en el cual vivimos actualmente. Esta es la parte del concepto que debemos conservar, sin embargo, una buena forma de comenzar a forjar ese lugar o estado mejor que buscamos alcanzar es no situarlo en la distancia, ni en un futuro lejano -ni mucho menos en la nada, como lo hizo Moro- sino en el aqui y en el ahora.




De esta forma la utopía se ubica solamente en el presente si es que en verdad esperamos que ésta se realice. El situarla en un futuro constituye la mejor forma de postergar infefinidamente su consecución.




En este punto radica el porque admiro a personajes históricos como Mahatma Gandhi o el Ché Guevara.




Mahatma Gandhi inició su carrera en la historia universal como un gris abogado hindú, graduado en Inglaterra, que regresó brevemente a su país natal para trasladarse en poco tiempo a Sudáfica. Es impactante el contraste entre este Gandhi y el Gandhi que recuerda la historia universal, un ser casi sobrehumano, que fue admirado por igual por orientales y occidentales, hindús, cristianos, judíos y musulmanes (Con algunas excepciones claro está). Creo que uno de los puntos más importantes que llevaron al pequeño Gandhi que llegó a Sudáfrica como un abogado inexperto y tán tímido que a menudo era incapaz de hablar en pleno juicio, fue el hecho de que su indignación ante el trato que recibían los africanos y los hindús por la minoría sudafricana blanca le llevó rápidamente a la acción. Tomando extractos del pensamiento de Thoreau y Tolstoi para la formación de su propia ideología, dio un paso más allá de Tolstoi -que solo imagino su mundo ideal y lo plasmó en El Reino de Dios está en Vosotros- y se dedicó casi inmediatamente a llevar a la práctica los preceptos emanados de Tolstoi -principalmente contenidos en dicha obra- y los principios ideológicos de Thoreau, qye dejó plasmados en el Tratado sobre la desobediencia civil -Thoreau, al igual que Gandhi también fue un pensador activo que fue varias veces a la carcel siguiendo sus principios ideológicos y contribuyendo a que Gandhi posteriormente afirmara que en un estado injusto, el único lugar posible para un hombre justo es la carcel.



El principal discípulo del Mahatma -el reverendo Martin Luther King- también siguió este precepto, el cual pronunció en su famoso discurso al pie del memorial a Lincoln: "Con esta fe, seremos capaces de luchar juntos, de ir a prisión juntos, sabiendo que seremos libres un día".




Gandhi, quien incialmente iba a pasar en Sudafrica menos de cuatro meses, terminó quedandose 22 años, los cuales dedicó a la lucha no violenta en contra de la represión hacia los hindús y africanos nativos.




De esta forma Gandhi nunca colocó sus ideales en el futuro o en la lejanía, sino siempre en el presente. Fue un ser activo por excelencia que logró hazañas inenarrables por medio de métodos tan aparentemente endebles como la satyagraha, su doctrina de la no-violencia.






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Es este un punto importante que distingue a los verdaderos líderes ideológicos de los líderes religiosos.



El líder religioso ubica siempre su utopía en el mismo lugar que Moro: en ninguna parte, es decir, en la nada. ¿Donde está el paraíso? Quizá en el Vaticano lo sepan, pero el resto de la humanidad, por lo que se, no.



Los líderes activos como Gandhi ubican su utopia en el día a día, haciendo ese objetivo, de entrada, realizable. Porque se argumentará que Hitler también fue un lider activo y con razón, pero no hay que olvidar que hitler, si bien también llevó rapidamente sus dementes preceptos a la práctica, también basaba sus acciones en la consecución de esa aberración llamada Germania: el estado ario, cuya capital sería Berlin, el cual sería reconstruido hasta erigir los delirios megalómanos de Albert Speer.



Thursday, September 22, 2011

No creo en las religiones ni en los preceptos que predican. ¿Que defensa nos queda a quienes renunciamos a esa negación a aceptar verdades, que es como Nietzsche definía a la fe?


No mucho.


El tratar de describir estas emociones mediante la escritura es uno de los pocos "exorcismos" que tenemos los que renunciamos al consuelo fácil de la religión.

los ojos de la muerte






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En una interpretación poética, nos dice Carlos Fuentes que el amor constituye nuestra mirada a Dios. Como cualquier interpretación humana de la realidad, es esta una frase subjetiva que se presta a muchas lecturas. El arte refleja la verdad del mundo, pero desde una perspectiva necesariamente subjetiva. No es esta una debilidad sino precisamente la característica del arte que le otorga su matiz elevado.



Siguiendo por un momento a Carlos Fuentes, no es muy dificil llegar al otro lado del espectro. Si existe una mirada a Dios, y es esta el amor, necesariamente existe una mirada a la muerte. Puede decirse obviamente que será entonces el desamor, pero en una acepción más amplia, nuestra mirada a la muerte es esa emoción tan característicamente humana como lo es el amor: la melancolía. Nuestra acercamiento en vida a la muerte. Aquella persona sumida en la melancolía es la que se acerca con más claridad a la muerte.



Evidentemente, si el amor es la pulsión de vida por excelencia, y por tal razón es el amor la emoción que nos hace sentir más vivos y es también el principal motor que le permite a la vida abrirse camino y regenerarse en un nuevo ser -el principal motor y creador de la siguiente generación de vida- la muerte también tiene una pulsión por excelencia y es la melancolía.






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La melancolía ha tenido y tiene muchos nombres, y aunque no es una emoción tan visible como el amor -ya que el ser humano, al temerle, la oculta e ignora como puede- es tan inherente a nuestra condición como el amor y tan frecuente también.



Desde la antigua Grecia tenemos registros del interés del ser humano por la melancolía. Hipócrates hablo de ella y el propio término proviene de la vieja teoría de los humores corporales, sienda la melancolía, la bilis negra, y ya desde entonces considerada el reflejo de una enfermedad.



En 1621, Robert Burton, bibliotecario de la Universidad de Oxford, publicaría el mas grande intento humano de disecccionar esta emoción emprendido hasta entonces: "Anatomía de la melancolía", una de las obras capitales de las letras inglesas.



Basicamente cada cultura y sociedad humana le ha dado su propia interpretación a la melancolía y en general siempre ha sido considerado un estado patológico. Una pulsión cuyo destino final es la muerte.



Porque la melancolía puede generar obras artísticas de todo tipo, pero a fin de cuentas, aquel que la padece, mas tarde o temprano, esta destinado a morir, a menos que espontaneamente desapareazca o se libre de ella por algún medio.






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El ser humano es fragil y no existe nada que le genere mas temor que la muerte. El hombre común le teme a la muerte. Es una respuesta casi universal. Y es por esta razón que el ser humano trata de huir de la melancolía por todos los medios a su alcance.



Podríamos afirmar que la religión es en esencia, un dulce engaño que el hombre creo con dos fines principales. A reserva de la diversidad entre cada religión, existen por lo menos dos objetivos claramente definidos que todas comparten: Prometer una vida eterna basada en la fe, lo cual le otorga un sentido a nuestras vidas. Un sentido artificial e inconsistente que sin embargo el ser humano tuvo que crear para disminuir la emoción derivada de el no encontrarle un sentido a la propia existencia: Angustia. El segundo objetivo que persigue la promesa de la vida eterna es evidentemente el no morir: el negar la existencia de la muerte mediante la dulce visión de una vida idílica que nos espera tras nuestra penosa vida terrenal. Este segundo objetivo tiene como fín el disminuir la emoción que la muerte le provoca al hombre: Miedo.



Es esta la base de casi toda religión: Engañarse fervorosamente mediante la creencia ciega de preceptos insostenibles que sin embargo atenuan nuestra angustia al sin sentido de nuestra existencia y nuestro miedo a la muerte.

Wednesday, September 21, 2011

la última carta





La última carta por jugar. La última carta que escribir.




El dolor es una emoción humana por excelencia. No refiriendome al dolor físico inflingido por una herida o ena enfermedad, sino al dolor como sinónimo de melancolía. Ese dolor que tortura la mente de quien la padece, ya sea por medio de la angustia o la tristeza.




Solos los seres humanos experimentan ese dolor. Los animales sufren dolor físico, más no experimentan melancolía, por lo menos ya hasta donde sabemos, en un nivel tan intenso como el ser humano.




Irónicamente, los ancestros del actual homo sapiens eran igualmente incapaces de experimentar ese dolor. Fue en el momento en el cual el ser humano adquirió inteligencia, que fue capaz de sufrir el dolor derivado de la melancolía, de la tristeza y de la angustia.




El suicido no existe en los animales. Porque el acto del suicidio es el más claro ejemplo del ir en contra del instinto de sobrevivencia. Los animales, que son regidos unicamente por sus instintos, son incapaces de incurrir en algo que va en contra del más básico de todos los intitntos, el de conservación y sobreviviencia.




El ser humano por el contrario también es regido por sus instintos, sin embargo, además de sus instintos básicos cuenta por supuesto co esa cualidad que le da precisamente su condici+on humana: su inteligencia. Su capacidad de razonamiento.




Se argumentara que el suicidio no es un acto de inteligencia. Evidentemente. Pero con "inteligencia" no me refiero a esa capacidad de razonamiento enfocada a la resolución de problemas básicos de la vida cotidiana, o a las capacidades del ser humano de crear (arte) y de explicar las leyes que rigen el mundo que le rodea (ciencia), sino simplemente al hecho de ser capaz de razonar y degenerar pensamientos infinitamente más complejos que el resto de las especies.




La ironía es que sea precisamente la característica humana más elevada, la que le permita al ser humano incurrir en el acto mas antinatural de todos cuantos existen.




El suicidio evidentemente nunca es el resultado de un razonamiento adecuado. Es el reflejo de una patología. La depresión provoca que los pensamientos del enfermo se tornen en su contra con tal violencia, que son capaces de derrotar los instintos más básicos de su especie y de cualquier ser vivo en general. La vida se proteje a sí misma. Tal es el intinto de conservación de sobrevivencia y de procreación: proteger la vda propia y engendrar otro ser vivo, trascender la propia muerte mediante el paso de nuestra carga genética a la siguiente generación.




Solo después de que el ser humano cae en un estado patológico como la depresión (Que no es el único, pero es del cual hablo en este caso), sus pensamientos se vuelcan en su contra y le hacen llegar a ese punto en el cual el enfermo se encuentra dispuesto a realizar algún acto que termine con su propia vida.


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Cualquier persona que haya sobrevivido una depresión sabe que el desear la muerte mientras se encuentra ésta presente no es la excepción, sino la regla. En parte por el conjunto de los síntomas. Y también porque en sí misma, esta es una característica de la depresión. Nuestros más básicos instintos nos traicionan y nos llevan a desear la muerte.


Por esa razón, es importante nunca olvidar que una persona deprimida no es la persona que conocemos, sino una versión de esa personalidad que se encuentra sufriendo intensamente y que no piensa con claridad, no actúa como normalmente lo haría, ni tiene el juicio ni la lucidez para actuar de otro modo.

En otras palabras, si conocemos a alguien que esta pasando por una depresión es preciso tomar en cuenta que esta padeciendo un trastorno debilitante y doloroso como pocos, y que no podemos tratar a esa persona como la trataríamos normalmente. Porque esa persona que conocemos tan bien, en ese momento esta sufriendo, esta debilitada, y esta librando una batalla interior a traves de la cual su personalidad puede tener cambios tan drásticos que puedan llegar a provocar que por momentos la desconozcamos.

Jamás hay que caer en el error de juzgar a una persona que atraviesa una depresión, o el culparla o sumarle más retos de los que ya esta enfrentando. Es algo fundamental, y sin embargo es precisamente lo que casi invariablemente ocurre.

Sunday, September 18, 2011

la casa a la orilla del mar / el dolor negro

















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Inicia con una reflexión sobre el amor de Carlos Fuentes.

















"El amor quiere ser, por el mayor tiempo posible, plenitud de placer. Es cuando el deseo florece por dentro y se prolonga en las manos, los dedos, los muslos, las cinturas, las caricias y el pulso ansioso, el universo de la piel amorosa, reducidos los amantes al encuentro del mundo, a las voces que se nombran en silencio, al bautizo interno de todas las cosas. Es cuando no pensamos en nada para que esto no termine nunca. O cuando pensamos en todo para no pensar en esto y darle su libertad y su más larga brevedad al placer cuando le damos la razón a San Agustín, sí, el amor es more bestiarum, pero con una diferencia: sólo los seres humanos hacemos el amor dándonos la cara. Para el animal no hay excepciones. Para nosotros, la excepción animal es la regla humana.
¡Cuando es mayor la felicidad del amor? ¿En el acto del amor o en el salto adelante, en la imaginación de lo que sería la siguiente unión amorosa?¿La alegría fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad? Este placer del amor nos deja asombrados. ¿Como es posible que el ser entero, sin desperdicio o abandono alguno, se pierda en la mirada en la carne y en la mirada del ser amado y pierda, al mismo tiempo, todo sentido del mundo eterior al amor? ¿Como es posible? ¿Como se paga este amor, este placer, esta ilusión?
Los precios que el mundo le cobra al amor son múltiples. Cuando amamos, todo el mundo huye de nuestra mirada. Sólo tenemos ojos para el ser amado.
El crepúscuo interior nos enseña también, con el tiempo, que se puede amar la imperfección del ser amado. No a pesar de ser imperfecto, sino por ser imperfecto. Porque una cierta falla, un defecto conmensurable, nos hace más entrañable a la persona querida. No porque nos haga creer nuestra propia superioridad, sino por el contrario, porque nos permite admitir nuestras propias carencias y, estrictamente, emparejarnos.
Voluntad o costumbre, generosidad o imperfección, belleza y plenitud, intimidad y separación, el amor, acto humano, paga, como todo lo humano, el precio de la finitud. Si del amor hacemos la meta más cierta y el más cierto placer de nuestras vidas, ello se debe a que por serlo, o para serlo, debe soñarse ilimitado solo porque es, fatalmente, limitado. El amor solo se concibe a sí mismo sin límite. Al mismo tiempo los amantes saben (aunque apasionadamente se cieguen negándolo) que su amor tendrá límites, si no en la vida, en la muerte.
Si fuesemos infinitos, seríamos Dios, dice el poeta. Pero queremos al menos amar infinitamente. Es nuestro acercamiento posible a la divinidad. Es nuestra mirada de Adiós y nuestra mirada de Dios."
- En esto creo -
Carlos Fuentes

















Estas palabras siempre me han acompañado y me han ayudado a mi propia definición. La muerte no es la ausencia de la vida sino del amor. Si nuestro acercamiento a la divinidad, por usar el termino de Carlos Fuentes y nuestra mirada de Dios es el amor, nuestra acercamiento a la muerte es el desamor. No la ausencia de amor. En todo caso, por más aterrador que sea mirar al abismo y a la muerte a los ojos en el desamor, es quizá preferible que la ausencia del amor y el no haber amado nunca, lo cual equivale a no haber vivido tampoco. Duele infinitamente más, pero en todo caso creo que es mejor el haber amado, aunque una decepción amorosa nos cueste un poco de vida, que el haber evadido el riesgo y no haber amado nunca.
Shopenhauer dijo algo parecido también: El amor es lo contrario a la muerte, su contraparte esencial.









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¿Tiene el arte que ser bello para poder ser considerado realmente arte? por supuesto que no, comenzando por el hecho de que la belleza es un término subjetivo que solo existe para el observador y depende absolutamente de los canones estéticos de la época y el sujeto.
En mi opinión, el requisito que si tiene que cumplir el arte es ser una representación interesante, auténtica y honesta de la verdad.
¿Existe la verdad? No existe la verdad absoluta, pero si podemos aproximarnos razonablemente a la verdad y el arte es la representación intelectual (la representación elevada y propiamente humana) de la realidad que rodea al artista.
Esto puede evidenciarse en cada rama del arte. 8 de cada 10 personas dirán que el grito de Edvard Munch no es bello. Si es bello o no, depende de quien lo observe. Lo que es innegable es que el grito representa una verdad universal de la naturaleza humana. Lo mismo puede decirse del Guernica de Picasso. ¿Puede considerarse bello la representación abstracta de la masacre de un pueblo entero? Puede que si, puede que no, depende de los gustos ndividuales. lo que no puede negarse es que el Guernica es una representación honesta de los horrores de la guerra y el fracaso de la inteligencia humana.
Lo mismo puede decirse de cada una de las ramas del arte. La complejidad de la obra no es lo que le otorga autenticidad o relevancia. De esta forma, hay personas que prefieren a Bethovenn que a Bach, el arquetipo de la complejidad musical. Y habrá quienes n gusten de Bach pero si del blues o del Jazz, infinitamente más sencillos en su estructura.
El arte es la verdad vista a traves de los ojos del artista. Es la verdad sublimada -no filtrada o reducida- del mundo que rodea al artista. De su realidad. Sea esta una realidad cómoda -como fue el caso de los grandes artistas del renacimiento italiano, que disfrutaron de fama en vida- o una realidad atroz - como es el caso de Van Gogh, quien vendió dos cuadros en su vida y murió en un sanatorio solitario.
Entre los artistas estas quienes son representantes de un movimiento determinado -como Dalí por ejemplo, quien fue un representante del surrealismo al gual que Buñuel o Bretón- y están aquellos artistas que son un movimiento en sí mismos.
Estos artistas suelen ser voces solitarias e incomprendidas en su momento, y frecuentemente no pretenden ser artistas ni retratar nada. Ironicamente, son ellos los que frecuentemente tiene más importancia cultural. Son esas figuras, a menudo trágicas, de las que suele decirse, vienen una vez cada 50 o 100 años.









Con K de Kafka.
Siendo el año 2011, aún no se vislumbra algún escritor que pueda ser el representante más trascendente de la última década. Quizá es necesario el paso del tiempo para poder saberlo. Vivimos recluidos y limitados por nuestro breve paso por el mundo.
Sin embargo, al hablar del siglo XX, si podemos establecer con toda certeza que el escritor más importante del siglo nació en la républica checa. Su nombre: Franz Kafka. Su mérito: A través de su breve obra, retrató como nadie la realidad del ser humano en su paso por el siglo XX.

















EL PROCESO
"Alguien debió haber calumniado a Joseph K, porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido..."









De esta forma inicia esa larga pesadilla llamada "El Proceso", probablemente la novela más emb´lemática no solo de su autor sino del siglo en el cual vivió. Como en todas sus obras, lo más importante en las historias de Kafka no es el desarrollo de la trama sino el argumento.
Samsa, el hombre que al dejar de poder trabajar despierta una mañana convertido en un monstruoso insecto. Representa al ser humano del siglo XX, medido por su productividad, despojado de cualquier otra virtud, o por lo menos ignorado en cualquier otro aspecto que no sea su capacidad de trabajar. Gregorio Samsa es cualquier hombre o mujer del siglo XX.
Como si no fuera suficiente, el destino de Josef K es más trágico. Samsa deja de producir y como tal sufre su metamorfosis. Josef K por el contrario, sigue trabajando, lo cual no impide su detención y su proceso, en el cual ya esta condenado desde un principio, de tal forma que el inevitable final que le espera es la ironía más corrosiva que pueda imaginarse: los trámites previos a su ejecución. ¿De que se le acusa? En medio de la pesadilla, nunca se le explica de que se le acusa, ni quien le acusa. No hay defensa posible ya que no hay delito que perseguir, por lo menos no hasta que K descubra de que se le acusa, algo que nunca llega a hacer.
Mientras el proceso se lleva a cabo, K es obligado a recorrer los pasillos laberínticos de las infinitas oficinas del juzgado -un ambienteencerrado, confuso, laberíntico, higiénico y no despojado de cierto aire siniestro, es decir, la definición de aquello a lo que hoy nos referimos con el adjetivo "kafkiano".
El proceso tiene un final que todos conocen, inevitable, sin embargo durante el mísmo, K sigue trabajando como siempre, bajo la atenta mirada de sus compañeros. K es juzgado, no por algo que no cometió, sino por algo que nunca llega a conocer, y el proceso no es más que un mero trámite de una condena que está escrita desde la mañana en que acuden a detenerlo.
Acaso sea posible que "El Proceso" sea la pesadilla más larga jamás contada, y la metáfora de la situación en la cual vive el ser humano a su paso por el siglo XX. Josef K es Kafka por supuesto, pero también representa a todos los demás contemporáneos del escritor checo.
Debemos la publicación de la novela más importante del siglo a su íntimo amigo, Max Brod, quien, en beneficio de la humanidad, desobedeció la última voluntad de Franz, quien al igual que Josef, termina "El Proceso" tras pasar por una larga enfermedad y pone el punto final solo para morir poco después.
El Proceso es la novela la que Kafka dedicó más energías. Al terminar el libro, el mismo kafka también estaba acabado. Antes de morir, le dio a Brod una instrucción muy simple con respecto a su entonces desconocida obra literaria: "Quémalo todo". Felizmente, Brod desobedeció.
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Kafka es el arquetipo del artista del siglo XX. Realiza su obra en las breves pausas de su tedioso trabajo. No espera ningún tipo de reconocimiento por la misma -a diferencia de los grandes maestros del renacimiento italiano. Y al igual que los primeros músicos de blues, o el resto de los grandes autores del siglo (Camus, Samuel Beckett, TS Elliot), realiza su obra sin ningún tipo de esperanza o deseo de darla a conocer, ni mucho menos la expectativa o creencía de que esta tenga algún tipo de valor. Simplemente escribe para sobrevivir y sobrellevar su realidad.
Pero, ¿Que es lo que lleva a una persona a escribir algo tan aterrador y desesperanzador como "El Proceso"? ¿Que tiene que estar viviendo alguien para necesitar escribir alg así con el fin de seguir viviendo?









***
Como todos saben, "El Proceso" es publicado por cientos de editoriales. En ocasiones, antes de la novela vienen ensayos o introducciones que normalmente nadie lee. El ejemplar que yo tengo no es la excepción y contiene un prólogo. Resulto ser un análisis brillante de la vida de Kafka y de la relación entre ésta y su obra.
Este fragmento en particular me impactó mucho.

















A finales de Julio había regresado de Maryenlyst, donde en vano había tratado de descansar y de olvidarse de Felice Bauer. La noche del 29 de Julio, en Praga, en casa de sus padres, escribía al azar en su diario íntimo. Tenía la costumbre de recurris a este diario para reencontrarse consigo mismo cuando las tribulaciones interiores y la compañ+ia de seguros no le dejaban ejercer libremente su oficio de escritor, y aquella noche la inspiración brillaba por su ausencia y tenía el ánimo por los suelos. Sin convicción le salieron unos renglones sobre un tal Josef K, un joven de vida perezosa y disoluta que sufría las reconvenciones de su padre. La noche del 29 de Julio, el escritor se aburrió enseguida de josef K (...) y acabó escribiendo sobre sí mismo. "No me doy por vencido, a pesar del insomnio, los dolores de cabeza y mi incapacidad general. Son mis últimas fuerzas vitales decididas a un esfuerzo conjunto. Anteriormente observé que no eludo a la gente para vivir tránquilo, sino para poder morir tranquilo. Pero ahora me defenderé. Con un mes, aprovechando la ausencia de mi jefe tengo tiempo." Se ia a defender tercamente y para ello recurriría una vez más a la escritura. Quince días más tarde, Josef se convertiría, como por ensalmo y con fuerza propia, en el protagonista de El Proceso.
(...)
En su diario íntimo, Kafka había escrito sobre sí mismo: "Si estoy condenado, entonces estoy no solamente condenado a muerte, sino también condenado a defenderme hasta la muerte". No otra cosa hará con mayor o menor fortuna, el protagonista de la novela. También había escrito: "Mi camino no es nada bueno y terminará, por muchocuidado que ponga, como un perro". Y este será, desde luego, el caso de Josef K.
(...)
En 1912, "La condena" había sellado el destino de Kafka. Enamorado de Felice Bauer, en un estado de extrema snsibilidad, gozó del extraño placer de la inspiración creadora en una plenitud que se resiste a ser descrita. Esa lenitud le marcó definitvamente, hasta el punto de que, en su nombre, estaría dispuesto a renunciar a casi todo.
Mediante la escritura, el excéntrico Kafka -que se sentía como un forastero en un mundo enigmático- lograba reconciliar lo interior con lo exterior, lo subjetivo con lo objetivo y comunicable. lo que equivalía a romper, siquiera por momentos, el paralizante aislamiento que le había torturado desde la infancia.
Las experiencias que habían determiando su visión del mundo habían sido muy dolorosas. Ahora, sin embargo, al expresar esa visión, no sufría, gozaba. Y el gozo fue la trampa en la que cayó Kafka. De forma tan irremediable que cuando quiso salir no pudo de ninguna manera. Creyó que gozando de la escritura se liberaría de la angustia.
(...)
En la segunda mitad de 1912, por primera vez enamorado de verdad, por primera vez inspirado al máximo, Kafka estuvo más cerca que nunca de reconciliarse con la vida. Felice contribuía no poco a que se atreviera a correr el riesgo de escribir lo que llevaba dentro. Pensando en ella, Kafka podía creer que sus horribles visiones del mundo eran simples pesadillas -la ingenua Felice situada al margen, demostraba la existencia de otra dimensión de la realidad-, y por lo mismo podía cultivarlas cuando se quedaba a solas con sus papeles. Cuando esas pesadillas se tornaban insoportables y el placer creador cesaba, bastaba con volver la vista hacia Felice, estableciéndose un ritmo de creación que le permitiría -solo en teoría desde luego- durar más tiempo sobre la tierra. Felice parecía capaz -y en esto se equivocó el interesado- de convertir a Kafka en un auténtico ciudadano de la Tierra, con mujer, casa propia e hijos. La conquista de estos triunfos garantizaría la liquidación de esa culpa informe y aplastante que siempre había torturado a Kafka. Pero cuando Kafka comprendió que Felice, por medios directos o sinuosos, le laejaría de sí mismo -de la escritura- , huyó del matrimonio como pudo. Podría huir de Felice pero no de sí mismo.
(...)
Renunciando a Felice, daba por fracasado su mayor esfuerzo de adaptación a la realidad, se sentía expulsado del mundo de las personas "normales" y al mismo tiempo sin el menor deseo de reconciliarse con el. , sin el menor deseo de transigir y sediento en cambio, de su fatal destino individual.

















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Kafka fue el escritor del siglo XX, sin embargo, las penas y grilletes que cayeron sobre el ser humano de su siglo permanecen firmemente fijos en el ser humano que vive en al año 2011.
Al mirar detenidamente, pocas cosas han cambiado. El ser humano pierde gran parte de su valía ante la sociedad en el momento en el cual, por el motivo que sea, deja de ser productivo en su medio. No importando si lo que le impide funcionar es algo que escapa del alcance de la víctima, como es el caso de una enfermedad.
La enfermedad, la pérdida de la salud o sea cual sea el termino que desee usarse son quizá la prueba mas irrebatible de que lo que controlamos a nuestro alrededor es casi insignificante, comparado al verdadero rector de nuestras vidas: el azar. Podemos tenerlo todo el día de hoy, perderlo todo mañana por un accidente o una enfermedad. Y no existe nada que podamos hacer para evitar esa realidad. Mas que evadirla y no pensar en ello o refugiarse en el consuelo de protecciones artificiales e inexistentes, como el encomendarse a una entidad sobrenatural con el fin de que ésta nos salve de la desgracia.
Al final el resultado es el mismo: terminaremos con la enfermedad usando todo lo que esté a nuestro alcance o la enfermedad será la que termine con nosotros.

















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el dolor negro
Descrita por primera vez por Hipocrates de Cos, la bilis negra, la melancolía, el dolor del alma, es tan antigua como la humanidad. A pesar de haber sido descita ampliamente en todas las épocas, a pesar de haber inspirado innumerables tratados académicos, obras literarias, pictóricas, músicales o filosóficas, la melancolía: la tristeza patológica, el síndrome que actualmente conocemos como depresión, continúa siendo la enfermedad grave mas menospreciada de todas. Continúa siendo un estigma sobre aquel desgraciado que la padece.
La depresión es una doble muerte en vida. Por un lado, quien la padece sufre constantemente una tristeza carente de sentido, ya que no esta motivada por ninguna causa, y a menudo de tal intensidad que es imposible describirsela con palabras a aquel que no la ha experimentado.
La depresión es la pérdida de todas las pulsiones vitales. Es un llamado prematuro que la muerte deja caer sobre una persona que en circunstancias normales aún no debería morir. Enfermedad curiosa, la depresión le va arrebatando la vida a su víctima aunque el funcionamiento de sus sistemas parece normal. No es evidente ningún dolor físico. Es peor. El dolor es interno. El sufrimiento es permanente. La mente de una persona deprimida se encuentra constantemente torturada, a tal punto que el enfermo poco a poco va debilitandose y va perdiendo una a una todas las posibles defensas con las que cuenta para defenderse de ese abandono gradual de las funciones vitales.
La depresión es un vampiro que va drenando lentamente la vitalidad de su víctima, hasta que ésta que reducida a un despojo humano, vivo en el sentido más básico, muerto en el sentido propiamente humano del término.
La persona con depresión se encuentra debilitada física y mentalmente. A menudo el daño es tan grande y su personalidad ha sido tan mancillada que el enfermo es dificilmente reconocible para quienes conocieron su verdadera esencia. A la persona que era antes de que la enfermedad cayera sobre ella.
No solo eso. El deprimido debe soportar el ver como todas las personas a su alrededor se van alejando una a una, hasta dejarlo solo.
La depresión es una pulsión de muerte y como tal, ahuyenta a la vida. La depresión aisla a su víctima y la despoja no solo de sus propias defensas, sino del apoyo que otras personas puedan darle.
Nunca hay que olvidar que la depresión es una enfermedad que más tarde o temprano tiene un solo destino, que es la muerte del enfermo.
En ese sentido se trata de una enfermedad tan grave como cualquier otra. No hay nada que la persona pueda hacer para sacudirse de encima el peso de la melancolía. La depresión es implacable, y como un parásito tenaz, una vez que se instala en su víctima se aferra a ella y se alimenta de su vitalidad hasta que acaba con ella.
Franz Kafka escribió: "Si estoy condenado, estoy entonces condenado no solo a muerte sino a defenderme hasta la muerte".
La enfermedad es implacable. No solamente provoca efectivamente una insoportable sensación de soledad en su víctima, sino que poco a poco, efectivamente la va dejando sola hasta que esta soledad no es una percepción sino una realidad.
Tal como Samsa, el mundo no comprende la depresión. Afirma comprenderla en la teoría, sin embargo, en la práctica, a menudo el enfermo tiene que "probar" la veracidad de su sufrimiento llegando hasta el suicidio. Mientras tanto tiene encima que soportar toda una serie de prejuicios e ideas falsas preconcebidas en torno a la depresión.
Las personas que nunca han padecido una depresión a menudo niegan su existencia. No hay nada peor para un deprimido que el tener que soportar que las personas que le rodean le juzguen y duden de la veracidad de su sufrimiento ya que no hay una herida visible ni un dolor físico detrás, sino solo el espantoso dolor que pesa sobre el alma (la mente, la psique) del enfermo.
Existen muchas aberraciones que persisten hasta la fecha en torno a la depresión. La depresión a menudo es aceptada en personas poco productivas. Pero si el enfermo es una persona que tenga a su cargo un alto nivel de responsabilidad, la depresión se convierte también en un lastre que termina por destruir sus capacidades. Porque la depresión detiene la productividad de su víctima, y en este mundo, eso es un lujo que nadie puede darse.
El nivel de ignorancia que termina deviniendo en crueldad, que padece una persona con depresión es de tal magnitud, que antes de que alguien crea en su sufrimiento debe escuchar argumentos tan imbéciles como el que un psiquiatra por ejemplo no puede deprimirse, lo cual es tan estúpido como el afirmar que un cardiólogo es inmune a las cardiopatías por la profesión que eligió.
Antes de que la persona aquejada con depresión llegue a ser aceptada como lo que es: una persona enferma, a menudo tiene que soportar que se dude su honestidad, que se le acuse de fingir o simplemente que se le ignore o se le abandone a su suerte, justo cuando la persona, aún con las dificultades que esto le representa, necesita con mas urgencia la ayuda, la compañía y la empatía de las personas que le rodean.

Antes de sucumbir a la muerte, el deprimido habrá que soportar el convertirse en un monstruoso insecto, improductivo y carente de todo valor para la sociedad que le rodea, incapaz de comprender que esa improductividad es temporal. De cualquier forma, aunque no fuera temporal, vivmos en un mundo tan despojado de empatía que termina al final de cuentas por medir la valía de una persona por su productividad laboral.

La depresión no mata al enfermo, sino una sobredosis, una bala o una hoja de afeitar, que atacan a su propio ser. motivadas por la soledad, la desesperación, la desesperanza y la decepción que el deprimido ha pasado por los largos meses que ha durado su enfermedad.
No se necesita ser un personaje trágico de una novela romántica como el werther de goethe, para llegar a la conclusión de que la única solución posible a ese sufrimiento es el terminar con su propia vida. La depresión es tan aterradora, que quien la padece, prefiere terminar con su propia vida y dejar de existir para siempre, a seguir sufriendo esa pesadilla constante que le rodea.


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La depresión existe desde que el hombre es hombre y la interpretación que este le ha dado ha variado de una época y lugar a otro. En la Alemania (Que entonces no era Alemania) de Goethe, en medio del sturm und drang, la melancolía esta relacionada con un cierto aire de romanticismo. Era vista como la representación de un alma sensible ante los problemas de la vida y el amor estaba intimamente ligado a la melancolía, al grado de que aquel que amaba, era capaz de preferir la muerte al desamor. El caso más conocido de esto es el werther de Goethe, quien al comprender que Lotte nunca le amará, es incapaz de resistir ese dolor y prefiere sacrificar su vida.

Una constante a lo largo de la historia es el interpretar erroneamente como un castigo divino o terrenal, la aparición de los síntomas de una depresión. De esta forma, el estigma para aquel sumido en una depresión ha exisitido desde siempre, y ahí radica la crueldad de la enfermedad. El deprimido no solo tiene que soportar ese dolor paralizante que le corroe el alma, sino el desprecio, el abandono o la indiferencia de las personas que le rodean. Nada contribuye mas a que los síntomas se agraven que este otro aspecto de la depresión.


Se trata de un demonio tan cruel que no solo se contenta con drenar lentamente la vida de su víctima, sino que también la aisla del mundo que le rodea.




En mayor o menor grado, este aislamiento es una constante de la depresión. Habrá quien requiera más tiempo de evolución del padecimiento para llegar a el o habrá quien desde el inicio del padecimiento se aísle. Pero no hay que olvidar que es la norma y no la excepción.




Una persona con depresión se aisla por muchas razones diferentes, y en este terreno, como en todo que toca a la mente humana, las variables son infintas e impredecibles. En ocasiones la persona se siente débil y no desea salir de casa. En otras, además de experimentar tristeza, también experimenta una irritabilidad exagerada (disforia) que le va aislando de los demás (las personas que le rodean frecuentemente no saben que esa irritabilidad es un síntoma de un trastorno) y le lleva también a la persona a preferir el aislamiento al riesgo de herir a las personas que le rodean.




Los rasgos de personalidad influyen también, sin embargo, nunca hay que olvidar que los rasgos de personalidad que definen los trastornos de personalidad del eje II psiquiátrico, son poco relevantes en una persona con depresión.




Un psiquiatra debe reconocer esos rasgos, y emplearlos unicamente como una forma de facilitar el abordaje de su paciente, jamás con el fín de juzgarlo -que es en donde puede acercarse al peligro de incurrir en los juicios fáciles y frecuentemete injustos de un sacerdote, por poner un ejemplo. Esto no solamente es válido en una depresión grave, sino en en cualquier persona con depresión y con cualquier padecimiento psiquiátrico en última instancia.




Los rasgos de personalidad del cluster que sean siempre deben ser vistos como una herramienta para ayudar al paciente, ya sea para abordarlo de una forma mas eficaz y oportuna, o para guiar un proceso psicoterapéutico. Son una herramienta, jamás un arma. Y de hecho un buen médico -psiquiátra en este caso- solo abordará esos rasgos en el consultorio frente al paciente, y los dejará a un lado al quitarse la bata y salir del consultorio. El abordar esos rasgos en cualquier otra situación es una desviación de la meta final de la psiquiatría y la medicina en general, que es el beneficiar, no dañar y no juzgar al paciente. Desafortunadamente, es éste el error más frecuente en el cual suelen caer los psiquiatras, quienes suelen abordarlos no solo con sus pacientes sino con su misma familia, amigos, compañeros, colegas etc... lo cual es válido -porque hasta cierto punto es inevitable que la formación psiquiátrica determine esta visión- siempre y cuando el psiquiatra no incurra en hacer juicios de valor de ningún tipo sobre nadie. Es en estos casos en donde el psiquiatra cae en el riesgo de acercarse a la arrogancia de un sacerdote.




En el caso de la depresión, los rasgos de personalidad son importantes en la medida que pueden influir en el riesgo de una persona -predispuesta de forma biológica- en caer en cuadros depresivos. Pero una vez instalado el cuadro, el abordaje cambia de forma drástica. Durante e inmediatamente después de un cuadro depresivo, los rasgos de personalidad le ayudan al médico a predecir el riesgo de que la persona incurra en autolesiones o en intentos suicidas, en como abordarlo en consulta y en como abordar a su red de apoyo para hacerla una aliada y no la principal enémiga del paciente - lo cual ocurre con frecuencia.




Por supuesto, esto no es constante y se va modificando en función del tiempo de evolución del cuadro y su gravedad.




Personalmente, creo que nunca hay que olvidar que los pensamientos y conductas suicidas en cualquier depresión son una constante, aún en el caso del más leve cuadro. Evidentemente, a mayor tiempo de evolución o gravedad del cuadro, la conducta suicida debe ser considerada un riesgo constante en cualquier momento. De hecho, durante una depresión grave o inmediatamente después de la remisión de los síntomas más aparatosos, los rasgos de personalidad practicamente carecen de cualquier validez. Es aqui cuando el intento de abordar los rasgos de personalidad de un paciente entra en el terreno más peligroso, ya que de poco nos sirven en beneficio del mismo, por lo que con frecuencia es aqui cuando se incurre más en el riesgo de emitir juicios.




Nunca hay que olvidar que alguien que cursa con una depresión grave jamás debe ser abordada desde la perspectiva de sus rasgos de personalidad, ni durante el episodio ni inmediatamente después del mismo.




No hay que olvidar que una persona con una depresión grave, con frecuencia y a diferencia de un cuadro leve, lleva muchísimo más tiempo de evolución de sus síntomas, los cuales a su vez son más severos. Se encuentra debilitada no solo en el aspecto físico, por la deprivación de sueño o alimento. Se encuentra debilitada en su juicio, en su capacidad de raciocinio y tolerancia a retos.


Lo anterior, en una depresión grave, es válido durante e inmediatamente después de que la persona cursa con el cuadro afectivo.




La depresión, cuando llega a tal severidad, es una vivencia tan intensa y tan aterradora, que necesariamente cobra un precio. Y esto no solo a nivel del daño cognitivo que produce un cuadro afectivo. Una depresión grave es capaz de cambiar la forma de ver la vida de una persona. Lo cual tiene un aspecto positivo, en cuanto a que aquel que sobrevive una depresión grave puede canalizar esa experiencia en afrontar los retos del futuro con más calma -por nombrar un ejemplo.




Y es aqui donde esa experiencia puede canalizarse para beneficiar un proceso psicoterapéutico. Pero durante el cuadro e inmediatamente después, el abordaje de estos rasgos no solo es inutil, sino a menudo cruelmente innecesario.




Porque una persona con depresión no experimenta la realidad como una persona sin ésta, sencillamente porque se encuentra en un estado patológico. Por lo cual el juzgar sus actos, palabras, errores u omisiones no solo es inútil, sino que se presta con mucha facilidad a emitir juicios inexactos y sobre todo carentes de toda posible relevancia clínica.









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En este mundo, aquel que sufre una depresión, tiene que pasar por situaciones que rayan en el surrealismo. Tarde o temprano, cuando una depresión llega a ser grave, llega el día en cual la persona es incapaz de levanrse de la cama. No solo no puede ya acudir a su trabajo. No puede salir de su cuarto.










Sin embargo, en este mundo nadie puede darse el lujo de dejar de trabajar o de faltar. Por lo que cuando esa persona explique que la razón por la cual no se presentó a su trabajo es que se siente tan mal como para ser incapaz de levantarse de su cama, se le pedira una justificación "oficial" que ampare su falta. O se le reclamará el no haber ido al lugar correspondiente a pedir un estúpido papel que ampare su falta.










La persona que reprende y pide esto no se da cuenta del increíble absurdo que está diciendo. Básicamente, lo que le está pidiendo al deprimido es que le explique porque no se levantó de la cama y se dirigió a una instancia burocrática por una justificación.










Y que es lo que se supone que tendría que haber dicho esa persona: "Vengo por una incapacidad; ¿Motivo?; Me siento tan mal que no pude levantarme de la cama en la mañana, estoy pasando por una depresión y pienso constantemente en la muerte."










En este mundo, hasta el perder los deseos de vivir o el desear la muerte requiere ser justificado por un burócrata. ¿Que puede interesarle a una persona con depresión que se debate entre el resistir a esos pensamientos infernales que poblan su mente en haber acudido a una clínica para obtener un papel que le evitara problemas en el trabajo cuando lo que piensa es en la muerte?










Cuando la vida pasa a un segundo plano y entra en juego el perder los impulsos vitales o el desear la muerte -que son 2 cosas diferentes que a menudo se toman como una sola cosa, cuando en realidad implican ideas distintas con repercusiones también completamente distintas- todo deja de importar. Todas las preocupaciones terrenales adquieren un matiz de trivialidad y de irrelevancia absoluta cuando lo que esta en juego es el soportar el dolor interno que lleva a la persona a desear la muerte o el sucumbir ante ese pensamiento.





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La casa a la orilla del mar es la casa de mi infancia. Ese departamento en lo alto de una pequeña colina que conducía directamente a la playa y al oceano.

Es el recuerdo de mi infancia.

Thursday, September 15, 2011

Santa Inés, Querétaro

La única foto que conservo de Santa Inés, Querétaro, el poblado en el cual hice mi servicio social. Creo que la foto basta para aclarar lo aislado de la zona. En medio de esas montañas, 15 kilometros a lo lejos se encuentra Tilaco, el poblado más cercano hasta donde hay una carretera pavimentada. A partir de ahí, recorrí ese camino innumerables veces. Mas de 100 supongo.

En el fondo de ese cañón corre el Rio Moctezuma, frontera con el estado de Hidalgo. Hacia el Norte podía verse San Luís Potosí. En la cima de estas montañas viví un año, en mi clínica, como el único médico a 30 kilómetros a la redonda.

Cuando ese año llegó a su fín, conocía de memoria el nombre de todos los habitantes de las tres comunidades a mi cargo. En ese año, sin haber estudiado nada, hice el examen nacional. No prendí medicina, pero aprendí la abismal diferencia entre la vida en una comunidad rural y la vida en esta ciudad monstruosa que amo y odio por partes iguales.

Hace casi 3 años ya que dejé ese lugar, en donde viví el año 2008.