Sunday, November 16, 2008

el continente invisible



“Los pobres suelen ser silenciosos. La pobreza no llora, la pobreza no tiene
voz. La pobreza sufre, pero sufre en silencio. La pobreza no se rebela.
Encontraréis situaciones de rebeldía solo cuando la gente pobre alberga alguna
esperanza. Entonces se rebela, porque espera mejorar algo. En la mayor parte de
los casos se equivoca; pero el componente de la esperanza es fundamental para
que la gente reaccione. En las situaciones de pobreza perenne, la característica
principal es la falta de esperanza.”

“Africa, antes de 1989, era el
campo de batalla entre dos potencias que se desafiaban en cualquier lugar del
mundo: tras la caída del muro de Berlin, es como si África hubiera dejado de
existir. Nadie en el año 2000 tiene ya intereses en África. Se trata tan solo de
un continente en los confines del planeta. En los últimos diez años se han ido
reduciendo los apoyos internacionales: la ayuda del desarrollo ha descendido por
debajo del 1%. Esto quiere decir que cada africano recibe menos de dos dólares
al mes. Es decir, nada”

Ryszard
Kapuscinski
- “Los cínicos no
sirven para este oficio” –

 While you make pretty speeches,
I'm being cut to shreds...
You feed me to the lions,
a delicate balance...

- Like spinning plates - 
Radiohead


La pobreza siempre es un tema incómodo. Cuando miramos de frente y sin adornos la cruda y brutal realidad de la pobreza extrema muy pocos son los que protestan, muestran su indignación o se interesan por el asunto. Menos son los que buscan la forma de hacer algo por remediar la situación. El resto, que es la gran mayoría, prefiere simplemente voltear la mirada hacia otro lado.
La razón es simple. La pobreza nos muestra la peor cara de nuestro mundo y nos encara con una verdad desagradable e irrebatible. Que vivimos en un mundo regido por leyes políticas y económicas profundamente injustas.
Durante siglos, los teólogos han perdido su tiempo en discusiones absurdas e inútiles referentes a si existe o no el infierno. En el siglo XXI, como una verdad que cada día se hace más evidente, la cuestión ha quedado finalmente saldada: el infierno si existe: se llama África.
El tercer mundo puede definirse e interpretarse de muchas formas. Por razones prácticas yo entiendo al llamado tercer mundo como la población mundial, en donde quiera que esta habite, que vive sumida en condiciones de pobreza. Resulta obvio que existen ejemplos igualmente atroces de pobreza no solo en África sino en Latinoamérica y en Asia. Pero el continente africano es el ejemplo más visible e inmediato de la inadmisible condición de la pobreza en su faceta más extrema.
África, un continente entero de la tierra, se encuentra agonizando. Sumida en una pobreza inenarrable y casi inimaginable para un ciudadano promedio del primer mundo, África se encuentra azotada día tras día por guerras civiles, genocidios, esclavitud, hambre y enfermedades. El SIDA en el África subsahariana tiene la incidencia mas alta a nivel mundial por un amplio margen. En algunos países 1 de cada 4 africanos esta contagiado. Para decirlo sin adornos y en términos simples y crudos, el SIDA esta exterminando regiones enteras de la población africana. Sabemos que el SIDA no tiene cura ni en el tercer ni en el primer mundo. Pero sabemos también que existen fármacos retrovirales que mejoran la calidad de vida del enfermo y aumentan en un cierto margen su esperanza de vida. En un ejemplo de brutal inhumanidad, las grandes empresas farmacéuticas productoras de los cocteles retrovirales se niegan a abaratar el precio de sus medicamentos –aunque solo fuera en estas regiones africanas y por razones humanitarias elementales- por lo que para el africano promedio infectado con el virus, la posibilidad de someterse a un tratamiento retroviral es un sueño absolutamente imposible.
Los africanos tienen la apremiante necesidad de conseguir alimento día a día con el simple propósito de no morir y esta tarea les impide ponerse a analizar las razones que llevaron a su continente a un estado inhabitable. El resto de nosotros podemos –y debemos- estar conscientes de las razones que condujeron a África al desastre. Aunque solo sea por razones éticas debemos saber que la actual situación de África es una consecuencia directa de la brutal explotación a la que ha sido sometido el continente desde hace siglos por las grandes potencias económicas europeas, por los Estados Unidos, y por la extinta Unión sovietica.
Podemos rastrear el inicio del desastre en uno de los más infames y negros episodios de la humanidad. Me refiero por supuesto al comercio de esclavos africanos que tantas ganancias le dieron a las grandes potencias económicas europeas y que se prolongó desde el Siglo XVI hasta el siglo XIX. Durante cuatro siglos Europa financió una cacería humana a lo largo y ancho del continente con el propósito de enviar africanos a trabajar como esclavos a los campos de Brasil, el Caribe y los Estados Unidos. Millones de africanos fueron arrancados de sus hogares y transportados hacia el lejano continente americano bajo condiciones infrahumanas que resultan inimaginables para cualquier persona que tenga la mas mínima capacidad de indignación. Culturas enteras fueron arrasadas. Civilizaciones y pueblos africanos desaparecieron por completo de la faz de la tierra debido a la voraz e insaciable sed de ganancias de los comerciantes –criminales- europeos que financiaron el comercio de esclavos. Como en tantos otros casos, los piadosos cristianos europeos responsables de estos crímenes tranquilizaron la voz de sus conciencias con ese argumento estúpido que decía que los africanos carecían de alma y eran por tanto dignos de ser tratados como bestias salvajes. En realidad, los animales gozaron de mejores condiciones de traslado que los africanos que partían de las costas occidentales de África hacia las plantaciones americanas.
Algunos cálculos fijan en sesenta millones el número de africanos que fueron esclavizados y trasladados a América durante esos cuatro siglos de infamia. Otros llegan a cien millones. La debacle del continente comenzó con el comercio de esclavos, que exterminó a gran parte de su población total y borró de la faz de la tierra sus pueblos y culturas locales.
El comercio de esclavos se prolongó casi cuatro siglos de forma ininterrumpida y solo fue abolido cuando se hizo evidente a los ojos de cualquier ser humano racional, que se trataba de un crimen horrendo en contra de la humanidad que no podía seguir siendo tolerado. El último país que se aferró hasta el final por mantener a africanos trabajando como esclavos fue los estados Unidos de América, el supuesto campeón de la democracia y la libertad del mundo.
Cuando terminó el comercio de esclavos, Europa implementó otra forma de explotación en África cuando, durante el siglo XIX, las grandes potencias europeas se repartieron sin escrúpulos el continente africano iniciando la era colonial. A lo largo de todo el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX Europa se aprovechó indiscriminadamente de todos los recursos naturales del continente que alcanzó a saquear. En la gran mayoría de los países africanos, los europeos continuaron con la implementación de la esclavitud de la población nativa. Sudáfrica fue uno de tantos de esos países, sin embargo pasó a la historia por implementar una serie de leyes y estatutos racistas e inhumanos que se prolongaron hasta bien entrada la década de los 90 del siglo XX –el llamado apartheid. El Apartheid cayó finalmente por la presión internacional unánime en contra del racismo del estado sudafricano y por la figura de uno de los más grandes héroes del siglo XX: Nelson Mandela.
Cuando el colonialismo fue desapareciendo a partir de la década de los sesenta, los estados libres africanos nacieron acarreando cinco siglos de brutal e ininterrumpida explotación europea.
La independencia llegó pero las cosas no mejoraron. Hoy, África se desangra cada día en medio de feroces guerras civiles –invisibles al mundo, ya que no aparecen en TV- que han cobrado y siguen cobrando la vida de millones de seres humanos, como es el caso de las guerras civiles del Congo. Se han perpetrado y se están perpetrando en el momento presente verdaderos genocidios y crímenes contra la humanidad. Basta con recordar el genocidio en Ruanda durante la década pasada, en el cual el conflicto entre dos etnias locales –hutus y tutsis- cobró la vida de más de un millón de personas en cuestión de unos meses. Otro genocidio esta ocurriendo en este mismo instante en una región de Sudan llamada Darfur. Como es costumbre, la opinión pública se interesó brevemente en el tema para darle paso después a temas menos incómodos. Los medios de comunicación por su parte, no dan testimonio de ninguna de las atrocidades que están sucediendo en África día con día y de esta forma es como si simple y sencillamente no existieran ante los ojos del resto del mundo.
Finalizada la era colonial, en la actualidad, la explotación europea y estadounidense no ha hecho más que transformarse y adoptar la forma de empresas transnacionales que continúan con la interminable explotación y ruina de África. Shell, Elf y otras empresas petroleras saquean despiadadamente a los países africanos con reservas de petróleo y gas natural, como es el caso de Nigeria. Mientras lo hacen, devastan ecosistemas enteros y dejan a la población nativa sumida en la miseria, viviendo en zonas inhabitables. El comercio de diamantes financia guerras civiles atroces en el Äfrica subsahariana, y solo en tiempos recientes se han implementado ciertas medidas para evitar que estos diamantes de sangre lleguen a las joyerías y terminen reluciendo en el anillo de compromiso de alguna adolescente rica de Beverly Hills. Los chocolates que tantos ingresos le dan a Austria y Suiza provienen en su mayoría de plantaciones de Malí y Costa de Marfil, en las cuales el cacao es cosechado por niños que viven en condiciones de esclavitud. Esclavitud en el sentido literal y más crudo de la palabra. Mira alrededor de tu cuarto y busca tu teléfono celular. Existe una inmensa posibilidad de que el tántalo –un elemento metálico raro y escaso- con el que fue fabricada la batería de tu celular provenga de alguna mina de coltan –aleación de columnita y talantita de la cual posteriormente se extrae el tántalo en su forma pura- ubicada en el Congo, que cuenta con las reservas más grandes de este mineral en el planeta. . El comercio del coltan es hasta el día de hoy motivo de guerras civiles sangrientas en la región y las condiciones en las que los trabajadores de dichas minas extraen el mineral es inhumano. La lista es interminable.
De esta forma, es fácil darse cuenta que la actual situación de desastre en la cual se encuentra inmersa la población del continente africano es cualquier cosa menos una casualidad. Es el resultado directo de la depredación voraz y despiadada que Europa y los Estados Unidos de América han perpetrado ininterrumpidamente en el curso de casi cinco siglos.
La solución al problema africano es compleja y es una tarea titánica. Respeto a cualquiera que se interese en el tema y lo ponga sobre la mesa. Es mejor que el silencio y la indiferencia. Sin embargo, algunas de las campañas actuales que hablan del problema (Como Make Poverty History), si bien cumplen con la valiosa tarea de poner frente a los ojos de la gente una verdad incómoda, no proponen soluciones reales al problema de África. Un concierto de rock no va a terminar con la pobreza de África. La caridad del primer mundo no va a terminar con la pobreza de África.
El problema es enorme y requiere medidas extraordinarias. Requiere replantear las políticas económicas que nos rigen. Hacerlas mas justas y más humanas. Se requiere una distribución justa de la riqueza del mundo. Se requiere que el capitalismo voraz de las grandes corporaciones transnacionales del primer mundo sea sustituido por políticas económicas justas que le permitan a los países pobres competir en igualdad de condiciones –y no como simple mano de obra barata- en el mercado mundial, con el fin de que puedan desarrollar economías sustentables y valerse por sí mismos.
África no necesita caridad, necesita justicia.
El problema es gigantesco y la solución no se encuentra ni a corto ni a mediano plazo. Pero es urgente dar el primer paso. No solo por los africanos sino por todos y cado uno de los seres humanos que viven en la pobreza.