Friday, December 28, 2007

"Fuego he venido a traer a la Tierra"



Whether you interpret the Bible as literature or as the final word of whatever God may be, Christianity has given us an image of death and sexuality that we have based our culture around. A half-naked dead man hangs in most homes and around our necks, and we have just taken that for granted all our lives. Is it a symbol of hope or hopelessness?


Marylin Manson



Vivo en México, uno de los principales bastiones de la Iglesia Católica, esa plaga voraz que después de 1800 años, aún se rehusa a morir. Mi gusto por la ciencia y mi ferviente creencia de que solo a través de ella podemos acceder a conocimiento verdadero y objetivo, hicieron que cuestionará por primera vez, hace mucho tiempo ya, la existencia de Dios. Mi desprecio por la Iglesia como institución y por sus miembros activos (Los papas, los sacerdotes, monjas, obispos, arzobispos, cardenales y demás parásitos) fue consecuencia de reflexiones mucho mas simples: Observaciones de la realidad y séntido común.


La cuestión de si Dios existe o no es un tema completamente diferente al desprecio hacia las religiones organizadas. Si Dios existe o no nunca lo sabremos. La ciencia no puede negar ni probar su existencia. Tesis que defienden los que se denominan agnósticos. Los filosofos pasan su vida entera tratando la cuestión sin resolver nada. Yo en lo personal creo que el ser humano en su infinita soledad se vió obligado a inventar a Dios para sobrellevar su existencia. Pero esa es mi opinión. Reconozco que científicamente es imposible negar su existencia (O probarla) por lo cual quedaría clasificado dentro del grupo de los agnósticos.


En fin, si Dios existe o no es una cuestión independiente al tema de las religiones organizadas. Nada tiene que ver una cosa con la otra. Las grandes religiones del mundo (A saber, el cristianismo, el judaismo, el Islam) fueron fundadas por oportunistas que vieron en la religión el medio perfecto para acceder al poder y mantenerlo indefinidamente. Sin lugar a dudas, la religión es el instrumento al servicio del poder mas eficiente que el ser humano haya concebido. La religión aplasta e idiotiza a sus subordinados, mientras estos en su ignorancia creen que en realidad estan siendo salvados (De que no lo se, pero salvados al fin y al cabo) Es la manipulación perfecta.


Estas tres religiones, que el día de hoy, por desgracia, agrupan a la mayor parte de la población del mundo, son en realidad monstruos depredadores. Son culpables de tratar de detener el progreso humano por todos los medios a su alcance, de diseminar la ignorancia, el miedo y la superstición sobre el mundo, de enfrentar a los seres humanos entre sí, de enemistar a los unos contra los otros a causa de nimiedades, de derramar sangre ininterrumpidamente a lo largo de toda la historia de la humanidad. ¿Cual es el propósito de las religiones aparte de mantener a sus cabecillas en la opulencia y la impunidad y al pueblo en la miseria? Dividir. Enfrentar a los humanos los unos contra los otros. Dividirlos e incitar su odio hacia aquellos que no profesan su fé. Ya lo dijo Jesus:








"Fuego he venido a traer a la Tierra, ¡y que quiero sino
que arda! Se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la
nuera contra la suegra"
(Lucas 12:49-53)


Las religiones se han encargado desde tiempos inmemoriales de sembrar las semillas del odio que han terminado provocando los mas atroces episodios de la especie humana. Por nombrar una breve lista de los crímenes perpetrados en nombre de Jesus y la cristiandad, recordemos a la Santa Inquisición, las Cruzadas, la quema de brujas en Europa (Y en casos aislados, en los Estados Unidos) , el genocidio indígena americano, mal llamado "evangelización", la complicidad de la Iglesia Católica con el infame comercio de esclavos africanos, la cooperación oportunista del Vaticano con los regímenes de los dementes mas notables del Siglo XX (Mussolini, Hitler, Franco) y su posterior silencio cobarde ante las atrocidades del Holocausto judío perpetrado por los nazis, la persecución, tortura y asesinato de algunas de las mentes mas brillantes que haya dado la historia (Giordano Bruno por nombrar uno), la redacción de algunos de los escritos mas infames que hayan sido producidos por mente humana alguna (El Malleus Maleficarum de Sprenger y Kramer por nombrar uno, responsable del asesinato de cientos de miles de mujeres inocentes durante la quema de brujas medieval y uno de los libros mas atroces y despreciables que hayan existido), la creación del Index librorum prohibitorum que pretendió mantener a la humanidad en las tinieblas y mandó a la hoguera algunas de las mas preciadas obras intelectuales de la humanidad así como a varios de sus autores, la complicidad de la Iglesia Católica con todas y cada una de las dictaduras militares que torturaron y asesinaron impunemente a miles y miles de latinoamericanos con la plena bendición del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La lista es interminable.


¿Como defender a las religiones? ¿Como perdonarlas por sus crímenes? No basta con disculpas tímidas de Juan Pablo II. Sus crímenes estan consumados y son absolutamente imperdonables. Una Institución que ha causado tanto daño a la Humanidad no merece segundas oportunidades. Merece desaparecer para siempre de la faz de la tierra.


Alinearse a alguna de estas religiones requiere de dos requisitos previos: ignorancia total de la historia y estupidez.


Pero en fin. No todo el panorama es negro. Justo es decir que existen algunas religiones que preconizan principios loables y de las cuales la Humanidad podría aprender mucho. No son muchas, pero existen. Una de ellas es el Jainismo, religión fundada por Mahavira en el siglo VI a.c. y actualmente practicada por pequeños grupos diseminados en algunas regiones de la India. Fue de esta religión de donde uno de los seres humanos mas grandes que hayan pisado la tierra tomó varios de los conceptos que posteriormente moldearían su pensamiento: Mahatma Gandhi.




El jainismo es único en el hecho de que durante su historia es la única religión que nunca ha transigido en el concepto de la no violencia ni en el principio ni en la práctica. Sostiene que la no violencia es la suprema religión (ahimsa paramo-dharma) y ha insistido en su observancia en pensamiento, palabra y acción a nivel individual y social. El texto sagrado Tattvartha Sutra lo resume con la frase “parasparopagraho jivanam” (toda la vida se sustenta mutuamente).




Para el jainismo el universo es una totalidad viviente; todo ser posee un alma, más o menos compleja, diáfana o pesada. Desde la tierra o el viento, a los insectos o los mamíferos, todos los seres reflejan el universo y son dignos de respeto. El mayor pecado para el jainismo es causar daño a un ser vivo, aunque también hay que evitar dañar a la tierra o a las almas del agua o del aire.




La religión jainista presenta una perspectiva igualitaria de las almas, sin importar las diferencias en las forma física: humanos, animales, y organismos vivientes microscópicos. Los humanos son los únicos poseedores de los seis sentidos: vista, oído, gusto, olfato, tacto y pensamiento; por lo tanto de los humanos se espera que actúen con responsabilidad hacia toda la vida siendo compasivos, sin egoísmo, sin miedo, racionales y misericordiosos.



Desde el punto de vista epistemológico, el jainismo es relativista, defiende que el conocimiento del mundo sólo puede ser aproximado y que, con el tiempo, incluso su propia religión acabará por desaparecer.



La comunidad jainista distingue entre monjes y seglares. Los monjes se someten a una disciplina ascética superior a la de los laicos, aunque no ejercen el monopolio de la religión. Viven en un jina-sadman (monasterio jainista). Un jina-rshi (asceta jainista) asume cuatro votos: la no violencia, la sinceridad, la rectitud y la renuncia a las cosas y a las personas.




Los jina-kalpa son las ordenanzas practicadas por los jinas (opuestas a aquellas de los sthaviras). Consiste en cinco votos:
ahimsa (no violencia)
satya (veracidad)
asteya (no robar),
brahmacharya (castidad) y
aparigraha (desapego de lo material).
La religión jainista pone mucha atención en el aparigraha, el desapego de las cosas materiales a través del control de uno mismo, penitencia, abstención de la indulgencia, limitación voluntaria de las necesidades y consecuente disminución de la agresividad.




El vegetarianismo es un modo de vida para un jainista, teniendo su origen en el concepto de jīva dāya (‘compasión por los seres vivos’) y el a-himsáá (la no violencia). La práctica del vegetarianismo es vista como un instrumento para la práctica de la no violencia y la coexistencia pacífica y cooperativa.



Los jainistas son vegetarianos estrictos (dieta veganaa) que consumen solamente seres sin sentidos, principalmente del reino vegetal. Si bien la dieta jainista por supuesto implica daño a las plantas, esto se ve como la forma de sobrevivir que causa el mínimo de violencia hacia los seres vivos (muchas formas vegetales incluyendo raíces y ciertas frutas también están excluidas de la dieta jainista, debido al gran número de seres vivos que contienen por el ambiente en que crecen).




Este respeto a los animales, dicho sea de paso, se encuentra completamente ausente en las religiones semíticas (Cristianismo, judaísmo, Islam) El Antiguo Testamento nos narra hasta la náusea como cada insignificante incidente en la vida de los hebreos terminaba invariablemente con un carnero desangrado consumiendose en el fuego. Al parecer Yavé, el sanguinario y rencoroso Dios de los Judíos, es particularmente afecto al olor de la carne asada. En el Génesis se nos informa que Dios, en su infinita sabiduría, le entrega al hombre el dominio total sobre el resto de los animales. Por carecer de alma, no son merecedores de compasión o respeto.


El Jainismo comparte con otras religiones hindúes la ausencia de jerarquias eclesiasticas. No hay personajes siniestros enclaustrados en palacios erigidos a costa de la sangre de inocentes, con miles de sirvientes a su servicio, viviendo en una opulencia obscena. No existe el equivalente al Papa en términos simples.


Lástima que estemos tan lejos del radio de influencia de dichas religiones. En el mundo occidental tenemos que conformarnos con tratar de sobrevivir a nuestras religiones.


Una ingenua proposición

Shopenhauer dijo alguna vez que el hombre creó la convivencia social porque prefirió soportar a los demás que soportarse a sí mismo. Tal vez la afirmación es demasiado exagerada. Sin embargo, creo que la felicidad debería estar dictada predominantemente por un bienestar interno que por uno externo.
En la práctica esto sucede al revés. La felicidad se obtiene mediante la adquisición de bienes materiales. Solo después de que se obtiene el bienestar económico se puede aspirar a tener un bienestar interno.
Esta concepción de la felicidad provoca que su busqueda se deshumanice. Si la felicidad se obtiene mediante el bienestar económico y la adquisición de bienes materiales, poco importan los medios que se empleen para obtenerlos. La moralidad de los métodos que empleemos para obtener el dinero queda relegada a un segundo plano con respecto a la necesidad apremiante de conseguirlo a toda costa. El capitalismo sustituyó la riqueza interior por la superficialidad y la riqueza exterior. El materialismo y la frivolidad de nuestros estilos de vida son una pantalla que pretende enmascarar los defectos de la vida moderna y la insatisfacción que esta nos produce.
El dinero se ha erigido como el máximo bien a alcanzar, debido a la dificultad que representa el obtener cualquier clase de bien distinto a este. Idealmente, nuestra felicidad debería estar cimentada en toda una gama de bienes diferentes. Si estos faltan o resulta muy dificil obtenerlos, aquel bien que esté más facilmente disponible adquirirá la mayor importancia y sobre el recaerá el peso de todos aquellos bienes que han desaparecido.
La decadencia de nuestras virtudes y el fracaso de nuestra inteligencia nos han orillado a refugiarnos en el consuelo fácil de la prosperidad material.

Wednesday, December 26, 2007

"Mata a los infieles donde los encuentres"




La mayor amenaza que acecha a la humanidad en el siglo XXI es la creciente e imparable expansión del Islam. Esta religión atroz que fundara por el siglo VI después de Cristo un asaltante de caravanas psicópata llamado Mahoma, y que a su muerte agrupaba únicamente a unas mil personas, hoy suma mil quinientos millones de adeptos distribuidos en la mayor parte de África, Sur y Este de Asia, Europa y Estados Unidos. En Latinoamérica aún son una minoría afortunadamente (Con los católicos ya tenemos bastantes problemas en que ocuparnos por el momento)


De todas las religiones que el hombre, en su infinita maldad y estupidez ha concebido, la musulmana se erige como la mas atroz y abominable de cuantas han existido. Se necesita tener un dedo de frente para negar una verdad tan evidente: el Islam es una peste.


La religión musulmana fue fundada por Mahoma, un asaltante de caravanas venido a menos proveniente de la península arábica, quien en algún momento de su malnacida existencia descubrió que la gente a su alrededor era lo suficientemente idiota como para creer que Alá se le aparecía periódicamente, lo proclamaba su profeta en la Tierra y le encomendaba tomar dictado de su palabra. Durate el Ramadán, en el interior de una cueva y como en el aura de un ataque epiléptico, escuchaba sonidos extraños y fingía entrar en trance. Era entonces cuando Alá se manifestaba ante el para dictarle los versos de ese compendio infame e ilegible de estupideces que hoy conocemos con el nombre de Corán.


Libro atroz como ninguno, el Corán no sirve ni como lectura de emergencia para conciliar el sueño en una desesperante noche de insomnio. Si acaso se lograra conciliar el sueño leyendo sus páginas, sería solo para pasar una larga noche de pesadillas. A lo largo de su inútil existencia, Mahoma se dedicó a redactar una serie de versos espantosos en los que dictó la forma en que sus adeptos debían regir sus vidas hasta en el mas ínfimo e insignificante detalle. Consiguió convencer a un rebaño de imbéciles de la veracidad de su palabra con una estrategia simple que se ha usado un millón de veces a lo largo de la historia de la Humanidad: Sus enseñanzas no provenían de su mente obtusa, sino que eran nada más y nada menos que la palabra de Dios. Eran por tanto infalibles e inatacables. Quien se opusiera a los mandatos contenidos en sus versos, no se oponía pues a Mahoma, sino a Dios, y era por tanto un hereje que debía morir por su crimen. Como ya dije, es evidente que Mahoma no fue el inventor de esta estrategia tan simple en apariencia y que sin embargo, sigue siendo hasta el día de hoy el pilar sobre el que descansa la estructura de toda religión. Las “escrituras sagradas” de todas las religiones se sostienen en el mismo concepto.


Para adentrarse a las páginas del Corán sin horrorizarse, dormirse o vomitar en el intento, es preciso entender el contexto en el cual fue redactado. Y tomarlo como lo que es: un compendio de todos los vicios, amenazas y prejuicios que una mente medieval tenía a su alcance para sedar a un pueblo y obtener el poder y dominio absoluto sobre el. Solo de esta forma es posible leer estas aberraciones sin suicidarse en el intento:


“Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, no os caséis más que con dos,
tres o cuatro mujeres” (sura 4, versículo3)
“En el reparto de los bienes
entre vuestros hijos Alá os manda dar al varón la porción de dos hijas” (sura 2,
versículo 12)
“Jamás ha sido dado a un profeta hacer prisioneros sin haberlos
degollado ni cometer grandes sacrificios en la Tierra” (sura 8, versículo
68)
“Felices son los creyentes que limitan sus goces a sus mujeres y a las
esclavas que les procuran sus manos diestras” (sura 23, versículo 6)
“¿Hemos
creado acaso ángeles hembras?” (sura 37, versículo 150)
“Las peores bestias
de la Tierra ante Alá son los mudos y los sordos, que no entienden nada. Si Alá
hubiese visto en ellos alguna buena disposición, les habría dado el oído. Pero
si lo tuvieran, se extraviarían y se alejarían de él” (sura 8, versículos 22 y
23)
“Mata a los infieles donde los encuentres” (sura 9, versículo5)
“Yo
sembraré el terror en los infieles y vosotros cortadles las cabezas” (sura 8
versículo 12)
“A los que les hacen la guerra a Alá y a su Profeta mátalos,
crucifícalos, córtales las manos y los pies” (sura 5, versículo 37)
“Cuando
os encontréis con infieles, mátalos y haz con ellos una carnicería” (sura 47,
versículo 5)


Esto es pues el Corán: Un compendio insufrible de maldad y estupidez humanas. En sus páginas se encuentra quizá el peor intento de la humanidad de dar legitimidad dívina a la intolerancia religiosa, el oscurantismo, la homofobia, la violencia, la misoginia, el esclavismo y la unión inseparable de la religión y el Estado.


Sabemos que para el Islam la coexistencia con otras religiones es imposible: “Mata a los infieles donde los encuentres”. Mas claro ni el agua. De ahí nace su precepto sagrado de emprender la jihad o guerra santa en contra de toda religión, país, pueblo o persona que se atraviese en su camino. Es este el único secreto de su éxito: la espada. Una religión tan estúpida se habría extinguido hace siglos si no fuera por los asesinos entre sus filas que se han dedicado a imponerla con la muerte y el terror sobre la faz de la Tierra. Como otras religiones, aplasta a los infieles en sus dominios, pero exige tolerancia religiosa en aquellos países en los cuales aún no esta al mando. De esta forma, en Europa, los buenos maridos musulmanes defienden su derecho divino de mantener encerradas a sus esposas en casa, hasta su regreso del trabajo, argumentando que sus creencias religiosas así lo permiten. ¿Creerán estos imbéciles que los preceptos de su religión se encuentran por encima de los derechos humanos?


El musulmán se siente libre de estrellar aviones en edificios o de atarse explosivos y volar en mil pedazos en un mercado atestado, sin el temor de ser juzgado. Después de todo solo esta siguiendo los preceptos de su religión. ¿Cierto? Después de todo no bebe alcohol, no come cerdo y reza cinco veces al día. ¿Qué tan malo puede ser alguien que no come cerdo?


El Islam nació en la Edad Media y como tal pretende estancar a sus adeptos en el oscurantismo medieval indefinidamente y arrastrar de paso al mismo destino, a todos aquellos países que toleren su infiltración. La homosexualidad esta institucionalmente prohibida por el Estado en los países musulmanes y aquellos que incurren en ella son presa de tortura y en última instancia de la pena capital. Para el Islam, la mujer, en términos simples, es escoria humana. Institucionalmente inferior, vale menos que una mesa. Carece de alma y su propósito en la Tierra es entretener sexualmente al hombre, darle descendencia y hacerle de comer. Cualquier desviación de estas simples tareas la expone a castigos desagradables como son por ejemplo, el morir apedreada por una chusma de débiles mentales. Pero el más peligroso aspecto que esconde el Islam es esa desviación que liga inextricablemente el gobierno de sus súbditos con su religión. De esta forma se fomenta la constante aparición de tiranos y psicópatas oportunistas que legitiman sus gobiernos en el Corán y dictan sus mandatos a la población como quien proclama la palabra de Dios. El veneno del Islam tiene en el Estado la más peligrosa arma para aplastar a sus pueblos y someter por todos los medios a otros. Le hace posible por ejemplo, intimidar a otros pueblos con la reciente amenaza de fabricar o usar armas atómicas, haciendo uso, dicho sea de paso, de ciencia y tecnología prestadas del Occidente. Las armas atómicas son una aberración en manos de cualquiera, pero para que la competencia fuera justa, los musulmanes deberían llegar a la tecnología para fabricarlas por sus propios medios. De esta forma tendríamos que esperar un millón de años para ver a un país musulmán en posesión de un arma nuclear.


¿Qué decir a favor de aquellos que rigen sus vidas con el Corán? Su esperanza mas indulgente es que el resto de la humanidad se compadezca de su retraso mental. O se ría de su estupidez. Pero eso no basta. Es preciso que la civilización occidental emplee todos los recursos pacíficos a su alcance para frenarlo, en este momento en que todavía hay tiempo. Si no lo hace, en el futuro no tendrá mas que dos opciones: Someterse a la barbarie musulmana o defenderse por la fuerza. La historia del siglo XXI estará marcada por el choque de estas dos civilizaciones (Empleamos aquí el término “civilización” para referirnos al Islam como un decir)


Según algunas estadísticas, y de continuar la tendencia actual, en unas cuantas décadas Europa será mayoritariamente musulmana. Eso es un dato ATERRADOR. La civilización occidental se acerca silenciosamente a un abismo y aún no se da cuenta de ello. Es cierto que dicha civilización occidental no es perfecta, y que ha conseguido sus mas preciados avances (La democracia, la libertad de pensamiento, la ciencia) a pesar de, y no gracias a sus respectivas religiones mayoritarias (Es decir, el cristianismo y el judaísmo), pero la prefiero infinitamente a la ausencia de civilización que nos propone el Islam. Si permite que el Islam la doblegue, sufrirá un retroceso irreparable y un golpe mortal del cual difícilmente podrá reponerse.

Sunday, September 30, 2007

Darfur




Desde los safaris de Hemingway, África ha cambiado. Ahora es básicamente un continente que el mundo occidental deja agonizar (en 1998 el sida mató a dos millones de personas, principalmente porque los laboratorios farmacéuticos que fabrican los triterapéuticos -el americano Bristol-Myers-Squyinn, por ejemplo- se niegan a rebajar los precios de sus medicamentos). El lugar ideal para que el personal bien pagado recargue sus pilas: en esta tierra saqueada por el virus y la corrupción, en pleno corazón de guerras absurdas y genocidios recurrentes, el insignificante personal capitalista recupera la confianza en el sistema que le mantiene. Se compran máscaras típicas de madera de ébano, se crean recuerdos, se creen a veces, que intercambian puntos de vista con los índigenas, mandan soleadas postales para provocar la envidia de las familias atrapadas en el invierno parisino. A la fáuna publicista se le enseña África como un contraejemplo para que tengan prisa por regresar a casa, aliviados de haber comprobado que en otros sitios las cosas todavía están peor. De ese modo, el resto del año se convierte en algo aceptable: África sirve de antipiso-muestra. Que los pobres se mueran significa que los ricos tienen una razón para vivir.


En África, un blanco que se dirige a un negro ya no lo hace con la condescendencia racista de los colonizadores de antaño; ahora todo resulta mucho mas violento. Ahora el blanco tiene la mirada piadosa del sacerdote que administra la extremaunción a un condenado a muerte.


-13.99 euros-

Frederic Beigbeder




En 1994, mientras el mundo entero estaba al tanto de lo que pasaba en el Mundial de Football, en África, en un remoto y hasta entonces desconocido país llamado Ruanda, se estaba perpetrando uno de los episodios mas aterradores de la historia del Siglo XX. Muy poca gente se enteró de ello, en gran parte debido a que la cobertura mediática que se le dió al incidente fue practicamente inexistente.

En Abril de 1994, se desencadenó una multitud de masacres de parte de la etnia de los hutus sobre los tutsis, obligando a un desplazamiento masivo de personas hacia campos de refugiados situados en la frontera de los países vecinos, en especial el Zaire (Hoy República Democrática del Congo). En Agosto de 1995, tropas zaireñas intentan desplazar a estos refugiados a Ruanda, Catorce mil personas son devueltas a Ruanda, mientras que otras 150,000 se refugian en las montañas. Se calcula que entre 800,000 y 1,000,000 de personas fueron asesinadas y casi cada una de las mujeres que sobrevivieron al genocidio fueron violadas. Muchos de los 5000 niños nacidos fruto de esas violaciones fueron asesinados.

Algunos testimonios de esos horrores:




Emma es original de Kibuye, pero se encontraba en Kimihurura,
Kigali, en Abril de 1994, visitando a unos amigos de la familia. Consciente de
que sus vidas corrían peligro, una amiga le recomendó que se prostituyera. Nos
cuenta Emma: «Probablemente una semana antes de que comenzara el genocidio, los
vecinos ya sabían que me encontraba con esta familia. El criado fue uno de los
que delataron mi estancia allí. A partir de ese momento, todos los chicos de la
zona, amigos del criado, venían a violarme. No estoy segura de cuántos, o del
número de veces que me violaron. Había muchos y venían varias veces al día. La
dueña de la casa no se preocupó por mí para nada. Dijo que incluso si miles de
hombres venían a violarme, al menos seguiría aún con vida. Sufrí esta situación
durante toda mi estancia en Kigali».




Paul, natural de Rwamagana en Kibungo. Su testimonio es
un recordatorio de que las violaciones y sus consecuencias no sólo perjudicaron
a mujeres. Paul fue obligado por la fuerza por los Interahamwe a mantener
relaciones sexuales con una mujer que ellos sospechaban pudiera estar infectada
de VIH/SIDA, en este caso la intención era el provocarle una muerte lenta y
dolorosa.
Su hijo mayor fue asesinado en su ciudad natal así como su mujer,
sin embargo, Paul logró escapar. Aun así, fue capturado por otra milicia que
traía con ellos a una mujer.

«Me pidieron que tuviera relaciones sexuales con ella. Estaba
tumbada en el suelo y ellos me dijeron que les enseñara las cosas que hacía con
mi mujer. Cuando me opuse, uno de aquellos hombres me golpeó con un palo y no
tuve otra opción que hacer lo que ellos querían. Permanecieron de pie
observando, lanzándome insultos que no repetiré aquí. Ellos poseían lanzas y
palos.
Cuando hubimos terminado, ellos me dijeron que no había una muerte
similar a acostarse con una mujer enferma de SIDA. Ellos sabían muy bien que el
marido de esta mujer había muerto a causa del SIDA, pero yo no lo sabía, ni
siquiera conocía a aquella señora".




También, en la entrevista concedida por el general Romeo
Dallaire a Sol Alameda, éste recuerda hechos que aún no ha logrado olvidar y que
le han mantenido bajo tratamiento psquiátrico durante varios años:
Sol
Alameda: De todas las atrocidades que vio, ¿cuáles le han perseguido más
después?
Romeo Dallaire: Las escenas de violaciones. Les introducían palos y
botellas que rompían; les cortaban los pechos. Todas esas escenas con mujeres,
para mí, con mi cultura, me parecían lo peor que se puede imaginar. Aun muertas,
veías en los ojos de esas mujeres el horror y el sufrimiento, la indignidad que
habían padecido. Muchas veces mataban a los niños delante de sus padres, les
cortaban las extremidades y los órganos genitales, y les dejaban desangrarse.
Luego también mataban a los padres. Había gente que pagaba para que les pegaran
un tiro en vez de ser matados con machete. «Pagar por cómo morir...».



El genocidio ruandés trajo consigo graves consecuencias para la región de los Grandes Lagos. Poco tiempo después del término de la crisis local, ésta se transladó a los vecinos Zaire, Burundi y Uganda. El más afectado por esto fue Zaire, que ya vivía una crisis interna producto de la desestabilización generada por el desastroso gobierno de Mobutu Sese Seko. La llegada de millones de refugiados se convirtió en el caldo de cultivo que desataría la Primera y la Segunda Guerra del Congo, que dejaría el trágico saldo de 3.8 millones de muertos.

Darfur es una región situada en el Sudán occidental. El conflicto de Darfur entre los Janjaweed y los africanos negros de la región ha derivado en la limpieza étnica de miles de personas y el desplazamiento forzoso de varios millones. Se trata de un genocidio que esta sucediendo en este preciso momento.

El genocidio es un conflicto militar en curso en la región de Darfur, en el oeste de Sudán, principalmente entre los Yanyauid, un grupo de milicianos formados por miembros de las tribus de los Abbala (criadores de camellos de etnia árabe) y los pueblos no Baggara, principalmente agricultores. El gobierno sudanés, aunque públicamente ha negado su apoyo a los Yanyauid, les ha proporcionado armas y asistencia, y ha participado junto con ellos en varios ataques contra los pueblos Fur, Zaghawa y Masalit. El inicio del conflicto suele situarse en febrero de 2003.

No existe acuerdo en cuanto al número de muertes producidas por el conflicto. Generalmente se considera creíble la cifra de 400.000 víctimas dada por la organización no gubernamental Coalición para la Justicia Internacional, que ha sido también implícitamente dada por válida por la ONU. Se cree que más de dos millones de personas se han visto desplazadas de sus hogares a causa del conflicto.

El conflicto ha sido descrito como un genocidio por los medios de comunicación internacionales y por el gobierno de Estados Unidos, aunque no por la ONU.

Es difícil calcular con precisión el número de bajas producidas a consecuencia del conflicto, en gran parte porque el gobierno sudanés impone serias trabas a los periodistas que intentan documentar los hechos. En septiembre de 2004, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo pública la cifra de 50.000 muertes en Darfur desde el comienzo del conflicto, 18 meses atrás. La mayoría de estas víctimas habrían fallecido por inanición. Al mes siguiente, se calcularon 70.000 fallecidos por inanición y enfermedades entre marzo y octubre de 2004. Estas cifras fueron muy criticadas, ya que se referían a cortos períodos de tiempo, y no tenían en cuenta las muertes violentas. Un informe del Parlamento Británico asegura que más de 300.000 personas han fallecido, y otros consideran cifras aún más elevadas.

En marzo de 2005, el Subsecretario General de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Jan Egeland, calculó que se estaban produciendo unas 10.000 muertes mensuales, sin contar aquellas producidas por la violencia étnica. Han sido desplazadas de sus hogares alrededor de dos millones de personas, la mayoría de los cuales han buscado refugio en campos cercanos a las principales ciudades del territorio. Unos 200.000 han huido a Chad.
En un informe de abril de 2005 que representa el análisis estadístico más completo hasta la fecha, la Coalición para la Justicia Internacional calculó que 400.000 personas habían muerto en Darfur desde el inicio del conflicto. Esta es la cifra utilizada por la mayoría de las organizaciones humanitarias y de derechos humanos.
El 28 de abril de 2006, Eric Reeves aventuró una cifra de más de 450.000 muertos, que no ha sido verificada de forma independiente. El 21 de septiembre del mismo año, un artículo del Servicio de Noticias de Naciones Unidas aseguraba que la organización considera que unas 400.000 personas han muerto y unos 2.000.000 han debido abandonar sus hogares, lo que parece indicar que la cifra de 400.000 muertes es considerada creíble por la ONU. A pesar de las cifras oficiales, muchos medios independientes y oenegés consideran que el número de víctimas es considerablemente mayor.
En el ultimo dato oficial generado el 1 de Agosto de 2007 se considera que el numero de muertes por el conflicto se aproxima a las 750.000.

Quizás una de las facetas mas escalofriantes del Conflicto de Darfur es aquella que se refiere al trato que se le ha dado a las mujeres de la región. En diversos testimonios se ha constatado el uso de la violencia sexual como un arma sistemática de tortura y humillación. Las mujeres de Darfur son consideradas un botín de guerra. Decenas de miles de mujeres han sido violadas, lo que ademas deriva en una escalofriante cifra de nacimientos de niños que en su mayor parte son abandonados al nacer o mueren en pocos días a causa de la inanición.

Los milicianos Yanyauid atacan a sus víctimas utilizando rápidas incursiones en las aldeas, asesinando a la gran mayoría de los hombres y niños, y violando sistemáticamente a las mujeres, sea cual sea su edad. Después incendian las villas hasta los cimientos. Esto obliga a los sobrevivientes ha desplazarse a campos de refugiados en los cuales carecen de las mas mínimas condiciones necesarias para subsistir. Mueren de hambre o a causa de las enfermedades. A aquellos que intentan llegar a los campamentos de los pocos organismos internacionales de ayuda humanitaria emplazados en la región -como los campamentos de Médicos sin Fronteras- se les amenaza de muerte o simplemente se les asesina en el intento.

Lo que esta sucediendo en este preciso momento en Sudán es un crimen contra la humanidad, comparable en horror con el Holocausto judío, los gulags soviéticos o el genocidio de Ruanda.

Es preciso informarse. Este texto fue extraído en su mayor parte de los siguientes links:












La información esta ahí. Solo es preciso buscarla. Es necesario usar el Internet para informarse de esto. En 1994 practicamente nadie se enteró que en un remoto rincón de África un millón de personas fueron asesinadas en el transcurso de unas cuantas semanas. En el 2007 no es justificable cerrar los ojos ante estos horrores.

Sunday, September 09, 2007

índice

lecciones de esas temporadas


el país de las maravillas


el discurso de Denise Dresser





No podrás morir







el ensayo y el dogma

































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































un libro puede cambiar al mundo









Muchos de los mas preciados avances intelectuales de la historia de la humanidad aparecieron inicialmente plasmados en la pluma de un solo hombre. De hecho, la gran mayoría de las ideas revolucionarias de la historia han visto la luz en un puñado de obras geniales que con el paso del tiempo la memoria colectiva va olvidando.



En 1543, Nicolás Copérnico publicó “ De revolutionibus orbis coelestium”, y comenzó las bases que terminarían desmoronando a la teoría ptolemáica vigente por más de mil años, que afirmaba erroneamente que la Tierra se encontraba situada en el centro del Universo. Fue un durísimo golpe para la Iglesia Católica y una de las principales razones por las cuales el Vaticano se defendió de los ataques intelectuales de la época creando el trístemente célebre Index Librorum Prohibitorum, o índice de libros prohíbidos, que terminaría llevando a la hoguera a varias de las mas brillantes mentes de la Historia.



En 1859, Charles Darwin daría el tiro de gracia a la concepción católica del hombre, considerado como un ser hecho a imagen y semejanza de Dios, al publicar "El origen de las especies", responsable de introducir la revolucionaria teoría de la evolución y la selección natural. Con la aparición de sólo dos obras, el ser humano se había quedado solo. No sólo había perdido su lugar central en el Universo, quedando reducido a ser sólo una mota de polvo flotando erráticamente en un universo inconmesurablemente solitario, sino que había sido reducido a ser otra especie de vida como cualquier otra, que por una afortunada y totalmente aleatoria sucesión de casualidades, había adquirido una inteligencia superior a la de las demás formas de vida de su planeta.



Un poco antes, en 1687, Isaac Newton había publicado su "Philosophiae Naturalis Principia Mathematica", en el cual había demostrado sin lugar a dudas, que la rotación de los astros en el sistema solar y en el resto del Universo, podían ser explicados por medio de la razón y las matemáticas, sin la necesidad de recurrir a misterios divinos. Newton, quien siempre fue un hombre religioso, había contribuído también inadvertidamente a la desacreditación de las concepciones religiosas como una forma válida y confiable para explicar los fenómenos de la naturaleza.



En 1905, un modesto y totalmente desconocido empleado de una oficina de patentes en Suiza -llamado Albert Einstein- publicaría dos legendarios artículos que terminarían modificando aún mas nuestra concepción de la realidad, esta vez demostrando que ni aún el tiempo era un concepto inmutable y eterno, sino que también era susceptible de ser modificado por la posición y velocidad del observador.



En el campo de la política, una obra publicada en 1513 por un modesto diplomático florentino, llamado Nicolás Maquiavelo, llamado "El Príncipe", continúa siendo hasta nuestros días el libro de cabecera de todo aquel político que aspire a alcanzar y mantener el poder. En 1651, Thomas Hobbes establecería las bases intelectuales del absolutismo, con la publicación de su "Leviatan". Y en 1690, John Locke publicaría el "Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil", que vendría a sentar las bases de la forma en que se organizarían los gobiernos parlamentarios hasta nuestros días. También sería esta la obra responsable de legimitar intelectualmente la idea de la revolución como un medio necesario para derrocar a los gobiernos tiránicos. Sin esta obra, la Revolución Francesa quiza no se habría llevado a cabo.



Una más de estas obras colosales del pensamiento humano fue publicada en 1859 por un filosofo, político y economista inglés llamado John Stuart Mill. Es un ensayo breve titulado simplemente "Sobre la Libertad". Su impacto en la forma en que vino a modificar nuestra concepción de la individualidad y los derechos de todo ser humano, es incalculable. Trístemente, su verdadero valor no ha sido aún asimilado por la gran mayoría de los sectores de la sociedad. Si así fuera, viviríamos desde hace mucho tiempo en un mundo mucho mas justo y sensato.



El espíritu del libro podría ser resumido en este simple parrafo del primer capítulo:












La única parte de la conducta de cada uno por la que él es
responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás. En la parte que
le concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí
mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano.



Mill defendió la libertad del individuo como su mas preciada posesión. Una libertad absoluta e irrestricta en lo que concierne a su propia conducta, y que podía ser limitada unicamente en el momento en el que esta comenzaba a interferir con la libertad de otro ser humano. Si se llegara a introducir este simple concepto en la conciencia de las personas, se vendrían abajo todos aquellos prejuicios que envenenenan nuestro mundo. Se vería con una claridad irrebatible, que la homofobia es errónea y contraria a la razón, puesto que ataca un modo de vida que no interfiere en absoluto con la libertad de nadie mas ni perjudica los intereses de persona alguna. ¿A quien se supone que estan perjudicando los homosexuales cuando exigen su derecho a que se acepte legalmente su unión como una institución legítima ante la sociedad? ¿No están unicamente exigiendo que se respete su libertad y sus derechos de la misma forma en que se les respeta a las personas heterosexuales? En el caso de la eutanasia ¿De que forma interfiere en la libertad y los interes de las demás personas el que una persona libre y en posesión plena de sus facultades decida terminar con su vida y su sufrimiento -como es el caso de un enfermo terminal de Cáncer- de la forma en que ella considera más digna? En el caso de la intolerancia religiosa ¿En que forma interfiere en la libertad o los intereses del fanático religioso el que su vecino profese una fé distinta a la suya o no profesé ninguna creencia religiosa en absoluto? La respuesta es simple e irrebatible: de ninguna forma. Con esta simple observación queda al descubierto que los argumentos que se esgrimen en contra de los derechos de los homosexuales y de todos los demás sectores alienados de la sociedad o en contra de la tolerancia religiosa, no son racionales, sino irracionales. No son ideas sino dogmas.



Algunos extractos más de este libro:












Todos aquellos que reciben la protección de la sociedad le
deben algo por este
beneficio. El simple hecho de vivir en sociedad impone a
cada uno una cierta
línea de conducta hacia los demás. Esta conducta
consiste, primero, en no
perjudicar los intereses de los demás, o más bien,
ciertos intereses que, sea por
una disposición legal expresa, sea por un
acuerdo tácito, deben ser considerados como derechos; segundo, en tomar cada uno
su parte de los trabajos y los sacrificios necesarios para defender a la
sociedad o a sus miembros de cualquier daño o vejación. Los actos de un
individuo
pueden ser perjudiciales a los demás, o no tomar en consideración
suficiente su
bienestar, sin llegar hasta la violación de sus derechos
constituidos. El culpable
puede entonces ser castigado por la opinión con
toda justicia, aunque no lo sea
por la ley. Desde el momento en que la
conducta de una persona es perjudicial a
los intereses de otra, la sociedad
tiene el derecho de juzgarla, y la pregunta
sobre si esta intervención
favorecerá o no el bienestar general se convierte en
tema de discusión. Pero
no hay ocasión de discutir este problema cuando la
conducta de una persona no
afecta más que a sus propios intereses, o a los de los
demás en cuanto que
ellos lo quieren (siempre que se trate de personas de edad
madura y dotadas
de una inteligencia común). En tales casos debería existir
libertad
completa, legal o social, de ejecutar una acción y de afrontar las
consecuencias.






ni una persona, ni cierto número de personas,
tienen
derecho para decir a un hombre de edad madura que no conduzca su vida,
en
beneficio propio, como a él le convenga. Él es la persona más interesada
en su propio bienestar; el interés que pueda tener en ello un extraño, es
insignificante comparado con el que tiene el
interesado; el modo de
interesarse de la sociedad (excepto en lo que toca a su
conducta hacia los
demás) es fragmentario y también indirecto; mientras que,
para todo lo que
se refiere a los propios sentimientos y circunstancias, aun el
hombre o la
mujer de nivel más corriente saben, infinitamente mejor que las
personas
ajenas, a qué atenerse.






La interferencia de las sociedades para dirigir los juicios y
propósitos de un
hombre, que sólo a él importan, tiene que fundarse en
presunciones generales:
las cuales, no sólo pueden ser completamente
erróneas, sino que, aun siendo
justas, corren el riesgo de ser aplicadas
erradamente en casos individuales por las personas que no conocen más que la
superficie de los hechos. Es ésta, pues,
una zona, en la que la
individualidad tiene su adecuado campo de acción. Con
respecto a la conducta
de los hombres hacia sus semejantes, la observancia de
las reglas generales
es necesaria, a fin de que cada uno sepa lo que debe
esperar; pero, con
respecto a los intereses particulares de cada persona, la
espontaneidad
individual tiene derecho a ejercerse libremente. La sociedad
puede ofrecer e
incluso imponer al individuo ciertas consideraciones para ayudar
a su propio
juicio, algunas exhortaciones para fortificar su voluntad, pero,
después de
todo, él es juez supremo. Cuantos errores pueda cometer a pesar de
esos
consejos y advertencias, constituirán siempre un mal menor que el de
permitir a los demás que le impongan lo que ellos estiman ha de ser
beneficioso
para él.






Los llamados
deberes para con nosotros mismos no
constituyen una obligación social, a menos que las circunstancias los conviertan
en deberes para con los demás.






Existe una gran diferencia, tanto en nuestros sentimientos
como en nuestra conducta en relación a una persona, según que ella
nos
desagrade en cosas en que pensamos tenemos derecho a controlarla, o en
cosas
en que sabemos que no lo tenemos. Si nos desagrada, podemos expresar
nuestro
disgusto y también mantenernos a distancia de un ser, o de una cosa,
que nos
enfada; pero no nos sentiremos llamados por ello a hacerle la vida
insoportable.






Con respecto al daño
simplemente contingente o
"constructivo", por así decir, que una persona puede
causar a la sociedad,
sin violar ningún deber preciso hacia el público, y sin herir
de manera
visible a ningún otro individuo más que a sí mismo, la sociedad puede
y debe
soportar este inconveniente por amor de ese bien superior que es la libertad
humana.






el argumento más fuerte contra la intervención del público en
la conducta
personal es que, cuando él interviene, lo hace inadecuadamente y
fuera de
lugar. Sobre cuestiones de moralidad social o de deberes para con
los demás, la
opinión del público (es decir, la de la mayoría dominante),
aunque errónea a
menudo, tiene grandes oportunidades de acertar, ya que en
tales cuestiones el
público no hace más que juzgar sus propios intereses: es
decir, de qué manera le
afectaría un determinado tipo de conducta, si fuera
llevado a la práctica. Pero la
opinión de una tal mayoría impuesta como ley
a la minoría, cuando se trata de la
conducta personal, lo mismo puede ser
errónea que justa; pues en tales casos,
"opinión pública" significa, lo más,
la opinión de unos cuantos sobre lo que es
bueno o malo para otros; y, muy a
menudo, ni siquiera eso significa, pasando el
público con la más perfecta
indiferencia por encima del placer o la conveniencia
de aquellos cuya
conducta censura, no atendiendo más que a su exclusiva
inclinación. Existen
muchas personas que consideran como una ofensa cualquier
conducta que no les
place, teniéndola por un ultraje a sus sentimientos; como
aquel fanático
que, acusado de tratar con demasiado desprecio los sentimientos
religiosos
de los demás, respondía que eran ellos los que trataban los suyos
con
desprecio al persistir en sus abominables creencias. Pero no hay paridad
alguna
entre el sentimiento de una persona hacia su propia opinión y el de
otra que se
sienta ofendida de que tal opinión sea profesada; como tampoco
la hay entre el
deseo de un ladrón de poseer una bolsa y el deseo que su
poseedor legítimo tiene
de guardarla. Y las preferencias de una persona son
tan suyas como su opinión o su bolsa.






No es difícil probar con numerosos ejemplos que una de las
inclinaciones más
universales de la humanidad es la de extender los límites
de lo que se puede
llamar policía moral, hasta el punto de invadir las
libertades más legítimas del
individuo. Como primer ejemplo, veamos las
antipatías que muestran los hombres,
basándose en un motivo tan ligero como
la diferencia de prácticas y sobre todo de abstinencias religiosas. (...) El
ejemplo
siguiente será tomado, sin embargo, de un atentado a la libertad
cuyo peligro no
ha pasado en absoluto.Dondequiera que los puritanos han
contado con fuerza suficiente han intentado con
gran éxito suprimir las
diversiones públicas y casi todas las diversiones privadas,
particularmente
la música, el baile, el teatro, los juegos públicos o cualquier otra reunión
hecha con fines de esparcimiento.






Las máximas son: primera, que el individuo no debe cuentas a
la sociedad por sus actos, en cuanto éstos no se refieren a los intereses de
ninguna otra persona sino él mismo. El consejo, la instrucción o la persuasión,
si los demás lo consideran necesario para su propio bien, son las unicas médidas
por las cuales la sociedad puede, justificadamente, expresar el disgusto o la
desaprobación de su conducta. Segunda, que de los actos perjudiciales para los
intereses de los demás es responsable el individuo, el cual puede ser sometido a
un castigo legal o social, si la sociedad es de opinión que uno u otro es
necesario para su protección.

Monday, August 06, 2007

el hombre es el lobo del hombre

Homo Homini Lupus
("El hombre es el lobo del hombre")
- Leviatán -
Thomas Hobbes, 1651
Siempre he pensado que el ser humano es corruptible. Demonizar a un determinado grupo social por las atrocidades que ha cometido en el pasado o por la estupidez con la que se comporta en el presente es a veces necesario, pero no resuelve el problema de fondo: el ser humano es una criatura que en las circunstancias propicias se convierte invariablemente en un monstruo capaz de actuar con una crueldad inimaginable en su busqueda por saciar su sed de poder.
Ningun grupo social, étnico o religioso esta exento de ser arrastrado hacia la locura y la barbarie si se presenta la determinada combinación de circunstancias para que así suceda. La Alemania Nazi y los horrores del Holocausto fueron el resultado de una funesta y desafortunada sucesión de accidentes y circunstancias absolutamente casuales. Los alemanes no son seres mas proclives a la perversidad y la estupidez que el resto de nosotros. En las circunstancias apropiadas, cualquier país pudo haber actuado de la forma en que lo hicieron los alemanes. Esta observación no exenta de culpa a aquellos que cometen atrocidades, pero nos sirve para aceptar una realidad dolorosa e incómoda Resulta una solución fácil e hipócrita el pretender culpar a otros por los males que nos aquejan sin voltear primero a revisar nuestros propios errores.
No puedo evitar sentir lástima por los grupos racistas que sostienen que su raza es superior a las demás sin mas fundamento que argumentos irracionales y dogmas gastados. En su esfuerzo por tratar de sacar adelante su causa solo consiguen exhibir su profunda estupidez e ignorancia. Es el caso del patético movimiento estadounidense en pro de la Supremacía de la Raza Blanca, el Ku Klux Klan o los grupos neonazis. Lo mismo me sucede con los fanáticos religiosos. No pretendo hacer distinción alguna entre los diversos tipos de intolerancia religiosa que podemos atestiguar en nuestros días. Tan absurdos y repulsivos me resultan los ejemplos obvios de idiotez y psicosis ("fervor religioso" en su acepción amigable) como aquella que exhiben los extremistas islámicos que lapidan mujeres y se atan explosivos para después volarse en pedazos en algún mercado, como la hipocresía y el insoportable elitismo de los fanáticos de la ultraderecha cristiana que pretenden evitar que se enseñe la teoría de la evolución de Darwin en las escuelas secundarias porque esta contradice una interpretación literal de los versículos de la Biblia. En mi opinión, poco importa la nacionalidad y el nombre con el que se nos presente el fanatismo religioso (Hamás, Opus Dei, Legión de Cristo, Aum Shinrikiyo, Hezbolá, sionismo) Todas las religiones sin excepción acarrean el riesgo de arrastrar a sus adeptos a la xenofobia, la intolerancia, la misoginia, la homofobia y el odio irracional hacia todos aquellos que no compartan sus mismas creencias. Es por esta sencilla razón que no soy adepto a ninguna creencia religiosa. El agnostiscismo me parece una postura más humilde. Aunque no conozca la verdad, al menos tampoco cree poseerla.
La siguiente cita la extraigo de un libro bastante interesante que se encuentra por mis manos por estos días. Su título original en ingles es Secret History: The Hidden Forces that shaped the Past. Su traducción en español resulta un tanto desatinada Todo lo que te han contado es falso. Su autor es Joel Levy.
En sociedades sometidas a tensiones, segmentos de la
población que se sienten afligidos o alienados siempre estarán listos para
culpar a "otro" y ansiosos por aceptar que la responsabilidad por sus males y
sufrimientos no reside en nadie perteneciente a su grupo, sino en un conjunto
siniestro de elementos subversivos. Al mismo tiempo, los gobernantes y los
poderes institucionales encuentran conveniente desviar la ira de sus súbditos
apuntando a grupos vulnerables y prescindibles.
La editorial es MR Ediciones.

Tuesday, March 27, 2007

Aborto. Entre la vida y la elección. .- Carl Sagan

"La humanidad gusta de pensar en términos de extremos
opuestos.
Está acostumbrada a formular sus creencias bajo la forma de esto ‘o
lo otro’, entre los que no reconoce posibilidades intermedias. Cuando se la
fuerza a reconocer que no cabe optar por los extremos, todavía sigue inclinada a
mantener que son válidos en teoría, pero que en las cuestiones prácticas las
circunstancias nos obligan a llegar a un compromiso".
John
Dewey, Experience and Education, I, 1938.

La cuestión quedó zanjada hace años. El poder judicial optó por el término medio. Uno pensaría que la polémica había concluido, pero sigue habiendo concentraciones masivas, bombas e intimidación, muertes de trabajadores de clínicas abortistas, detenciones, intensas campañas, drama legislativo, audiencias del Congreso, decisiones del Tribunal Supremo, grandes partidos políticos que casi se definen sobre la materia y eclesiásticos que amenazan con la perdición a los políticos. Los adversarios se lanzan acusaciones de hipocresía y asesinato. Se invocan por igual el espíritu de la Constitución y la voluntad de Dios. Se recurre a argumentos dudosos como si fueran certidumbres. Los bandos en liza apelan a la ciencia para fortalecer sus posiciones. Se dividen las familias, maridos y mujeres deciden no hablar del asunto, viejos amigos dejan de hablarse. Los políticos examinan los últimos sondeos para descubrir qué les dicta la conciencia. Entre tanto grito, resulta difícil que los adversarios se escuchen.

Las opiniones se polarizan. Las mentes se cierran.

¿ Es ilícito interrumpir un embarazo? ¿Siempre? ¿A veces? ¿Nunca? ¿Cómo decidir? Escribimos este artículo para entender mejor cuáles son las posturas enfrentadas y para ver si conseguimos hallar una posición que satisfaga ambas. ¿No existe término medio? Hay que sopesar los argumentos de uno y otro bando para determinar su consistencia y plantear supuestos prácticos, puramente hipotéticos en más de un caso. Si pareciera que algunos de estos supuestos van demasiado lejos, solicitamos del lector que tenga paciencia, pues estamos tratando de forzar las diversas posturas hasta su punto de ruptura a fin de advertir sus debilidades y fallos.

Cuando se reflexiona sobre ello, casi todo el mundo reconoce que no hay una respuesta tajante. Vemos que muchos partidarios de posturas divergentes experimentan cierta inquietud o incomodidad cuando se dualiza lo que hay detrás de los argumentos enfrentados (en parte por eso se rehúyen tales confrontaciones). La cuestión afecta con seguridad a interrogantes más hondos: ¿cuáles son nuestras responsabilidades mutuas?, ¿debemos permitir que el Estado intervenga en los aspectos más íntimos y personales de nuestra vida? ¿dónde están los límites de la libertad? ¿qué significa ser humano?

Respecto de los múltiples puntos de vista, existe la extendida opinión, sobre todo en los medios de comunicación que rara vez tienen el tiempo o la inclinación debidos para establecer distinciones sutiles de que sólo existen dos, "pro elección" y "pro vida". Así es como se autodenominan los dos bandos contendientes y así los llamaremos aquí. En la caracterización más simple, un partidario de la elección sostendrá que la decisión de interrumpir un embarazo sólo corresponde a la mujer y que el Estado no tiene derecho a intervenir, en tanto que un antiabortista mantendrá que el embrión o feto está vivo desde el momento de la concepción, que está vida nos impone la obligación moral de preservarla y que el aborto equivale a un asesinato.
Ambas denominaciones (pro elección y pro vida) se eligieron pensando en influir sobre quienes aún no se habían decidido: pocos desearán ser incluidos entre los adversarios de la libertad de elección o los enemigos de la vida. La libertad y la vida son, desde luego, dos de nuestros valores más apreciados, y aquí parecen hallarse en un conflicto fundamental.

Consideraremos sucesivamente estas dos posiciones absolutistas.

Un bebé recién nacido es con seguridad el mismo ser que justo antes de nacer. Existen pruebas sólidas de que un feto ya bien desarrollado reacciona a los sonidos, incluyendo la música, pero en especial a la voz de su madre. Puede chuparse el pulgar o sobresaltarse. De vez en cuando genera ondas cerebrales de adultos. Hay quienes afirman recordar su nacimiento o incluso el entorno uterino. Quizá se piense dentro del útero. Resulta difícil sostener que en el momento del parto sobreviene abruptamente una transformación hacia la personalidad plena. ¿Por qué, pues, debería considerarse asesinato matar un bebé el día después de nacer pero no el día antes?

En términos prácticos, esto es poco importante. Menos del 1% de los abortos registrados en Estados Unidos tienen lugar en los tres últimos meses del embarazo (y tras una investigación más atenta se descubre que la mayoría corresponden a abortos naturales o errores de cálculos), sin embargo, los abortos realizados durante el tercer trimestre proporcionan una prueba de los límites del punto de vista "pro elección". ¿Abarca el "derecho innato de una mujer a controlar su propio cuerpo" el de matar un feto casi completamente desarrollado y que, a todos los fines, resulta idéntico a un recién nacido?

Creemos que muchos de quienes defienden la libertad reproductiva se sienten, al menos en ocasiones, inquietos ante esta pregunta, pero son reacios a planteársela porque es el comienzo de una pendiente resbaladiza. Si resulta inadmisible suspender un embarazo el noveno mes, ¿qué sucede con el octavo, el séptimo, el sexto...? ¿No cabe deducir que el Estado puede intervenir en cualquier momento si reconocemos su capacidad para actuar en un determinado momento del embarazo? Esto invoca el espectro de unos legisladores, predominantemente varones y opulentos, decidiendo que mujeres que viven en la pobreza carguen con unos niños que no pueden permitirse el lujo de criar; obligando a adolescentes a traer al mundo hijos para los que no están emocionalmente preparadas; diciendo a las mujeres que aspiran a una carrera profesional que deben renunciar a sus sueños, quedarse en casa y criar niños; y, lo peor de todo, condenando a las víctimas de violaciones e incestos a aceptar sin más la prole de sus agresores. Las prohibiciones legislativas del aborto suscitan la sospecha de que su auténtico propósito sea controlar la independencia y la sexualidad de las mujeres.

¿Con qué derecho los legisladores se permiten decir a las mujeres qué deben hacer con su cuerpo? La privación de la libertad de reproducción es degradante. Las mujeres ya están hartas de ser avasalladas. Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que es justo que se prohiba el asesinato y que se imponga una pena a quien lo comete. Muy débil sería la defensa del asesino si alegara que se trataba de algo entre su víctima y él, y que eso no concernía a los poderes públicos. ¿No es deber del Estado impedir que se elimine un feto si ese acto constituye de hecho el asesinato de un ser humano? Se supone que una de las funciones del Estado es proteger al débil frente al fuerte.

Si no nos oponemos al aborto en alguna etapa del embarazo, ¿no existe el peligro de considerar a toda una categoría de seres humanos indigna de nuestra protección y respeto? ¿No es ésa una de las características del sexismo, el racismo, el nacionalismo y el fanatismo? ¿Acaso quienes se dedican a combatir tales injusticias no deberían evitar escrupulosamente que se cometa otra?

Hoy por hoy no existe el derecho a la vida en ninguna sociedad de la Tierra, ni ha existido en el pasado (con unas pocas excepciones, como los jainistas de la India): criamos animales de granja para su sacrificio, destruimos bosques, contaminamos ríos y lagos hasta que ningún pez puede vivir en ellos, matamos ciervos y alces por deporte, leopardos por su piel y ballenas para hacer abono, atrapamos delfines que se debaten faltos de aire en las grandes redes para atunes, matamos cachorros de foca a palos, y cada día provocamos la extinción de una especie. Todas esas bestias y plantas son seres vivos como nosotros. Lo que (supuestamente) está protegido no es la vida en sí, sino la vida humana.

Aun con esa protección, el homicidio ocasional es un hecho corriente en las ciudades y libramos guerras "convencionales" con un costo tan elevado que por lo general preferimos no pensar demasiado en ello. (Significativamente, suelen justificarse las matanzas en masa organizadas por los estados redefiniendo como subhumanos a nuestros adversarios de raza, nacionalidad, religión, e ideología). Esa protección, ese derecho a la vida, no reza para los 40.000 niños menores de 5 años que mueren cada día en el planeta por causa de inanición, deshidratación, enfermedades y negligencias que habrían podido evitarse.

La mayoría de quienes defienden el "derecho a la vida" no se refieren a cualquier tipo de vida, sino, especial y singularmente, a la vida humana. También ellos, como los partidarios de la elección, deben decidir qué distingue a un ser humano de otros animales y en qué momento de la gestación emergen esas cualidades específicamente humanas, sean cuales fueren.

Pese a las numerosas afirmaciones en contra, la vida no comienza en el momento de la concepción; es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de la Tierra, hace 4.600 millones de años.

Tampoco la vida humana comienza en la concepción, sino que es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de nuestra especie, hace cientos de miles de años. Más allá de toda duda, cada espermatozoide y cada óvulo humano están vivos. Es obvio que no son seres humanos, pero lo mismo podría decirse de un óvulo fecundado.

En algunos animales, un óvulo puede desarrollarse hasta convertirse en un adulto sano sin la contribución de un espermatozoide. No sucede así, por lo que sabemos, entre los seres humanos, Un espermatozoide y un óvulo no fecundado comprenden conjuntamente toda la donación genética de una persona. En ciertas circunstancias, tras la fecundación pueden llegar a convertirse en un bebé. Sin embargo, la mayoría de óvulos fecundados aborta de modo espontáneo. La conclusión del desarrollo no está garantizada. Ni el espermatozoide ni el óvulo aislados, como así tampoco el óvulo fecundado, pasan de ser un bebé o un adulto potenciales. ¿Por qué, pues, no se considera asesinato destruir un espermatozoide o un óvulo si uno y otro son tan humanos como el óvulo fecundado producido por su unión, y en cambio sí se considera asesinato destruir un óvulo fecundado, aunque sólo sea un bebé en potencia?

De una eyaculación humana media surgen centenares de millones de espermatozoides (agitando la cola y a una velocidad de 12 cm por hora). Un hombre joven y sano puede producir en una o dos semanas espermatozoides suficientes para doblar la población humana de la tierra. ¿Significa esto que la masturbación es un asesinato en masa? ¿Qué decir, entonces, de las poluciones nocturnas o del simple acto sexual? ¿Muere alguien cuando cada mes se expulsa el óvulo no fecundado? ¿Deberíamos llorar todos esos abortos espontáneos? Muchos animales inferiores pueden desarrollarse en laboratorio a partir de una sola célula corporal. Las células humanas pueden ser objeto de clonación. (La cepa más famosa quizá sea la He La, bautizada así por Helen Lane, su donante.) a la luz de tal tecnología, ¿sería un crimen en masa la destrucción de células potencialmente clonables? ¿Y el derramamiento de una gota de sangre?

Todos los espermatozoides y óvulos son mitades genéticas de seres humanos potenciales.

¿Es preciso hacer esfuerzos heroicos por salvar y preservar a todos y cada uno, en razón de ese "potencial"? Existe desde luego, una diferencia entre suprimir una vida y no salvarla. También es muy distinta la probabilidad de supervivencia de un espermatozoide de la de un óvulo fecundado. Sin embargo, el absurdo de un cuerpo de ínclitos conservadores de semen nos lleva a preguntarnos si es el simple "potencial" que tiene un óvulo fecundado de convertirse en un bebé convierte realmente su destrucción en un asesinato.

A los enemigos del aborto les preocupa que, una vez autorizado el inmediato a la concepción, ninguna argumentación lo impida en cualquier momento subsiguiente del embarazo. Temen que un día resulte admisible matar a un feto que sea, inequívocamente, un ser humano. Tanto los partidarios de la elección como los de la vida (al menos algunos) se ven empujados a posiciones tajantes por su temor compartido a esa pendiente resbaladiza.

Otra pendiente resbaladiza es aquella a la que llegan los antiabortistas dispuestos a hacer una excepción en el caso angustioso de un embarazo fruto de la violación del incesto.
Ahora bien, ¿por qué debería depender el derecho a la vida de circunstancias de la concepción?
¿Puede el Estado decidir la vida para la prole de una unión legítima y la muerte para la concebida por la fuerza o la coerción, cuando en ambos casos se trata de la vida de un niño? ¿Cómo puede ser esto justo? Por otra parte, ¿por qué no hacer extensiva a cualquier otro feto la excepción que se aplica a éstos?

A tal motivo se debe en parte el que algunos antiabortistas adopten la postura, considerada indignante por muchas otras personas, de oponerse al aborto en cualquier circunstancia (excepto, quizá, cuando corre peligro la vida de la madre).

En todo el mundo, la causa más frecuente de aborto es, con mucho, el control de la natalidad. ¿No deberían, entonces, los adversarios del aborto distribuir anticonceptivos y enseñar su uso a los escolares?

Ése sería un medio eficaz de reducir los abortos. Por el contrario, Estados Unidos se halla muy por detrás de otras naciones en el desarrollo de métodos seguros y eficaces de control de la natalidad y, en muchos casos, la oposición a tales investigaciones (y a la educación sexual) ha procedido de las mismas personas que se oponen al aborto.

La búsqueda de un criterio éticamente sólido y no ambiguo acerca de si el aborto es admisible en algún momento tienen profundas raíces históricas. Con frecuencia, y sobre todo en la tradición cristiana, esta búsqueda estuvo ligada a la cuestión del instante en que el alma penetra en el cuerpo, materia no demasiado susceptible de investigación científica y tema polémico incluso entre teólogos eruditos. Se ha afirmado que la infusión del alma tenía lugar en el semen antes de la concepción, durante ésta, en el momento en que la madre percibe por vez primera los movimientos del feto en su seno y el nacimiento mismo o incluso más tarde.

Cada religión tiene su doctrina.

Entre los cazadores-recolectores no suele haber prohibiciones contra el aborto, y también era corriente en la Grecia y la Roma antiguas.

Por el contrario, los asirios, más severos, empalaban en estacas a las mujeres que trataban de abortar. El Talmud judío enseña que el feto no es una persona y, en consecuencia, carece de derechos. Tanto en el antiguo Testamento como en el Nuevo, (que abundan en prohibiciones en extremo minuciosas, con respecto a la indumentaria, dieta y palabras) no aparece una sola mención que prohíba de modo específico el aborto. El único pasaje que menciona algo relevante en ese sentido (Éxodo 21:22) declara que si surge una pelea y una mujer resulta accidentalmente lesionada y aborta, el responsable debe pagar una multa.

Ni San Agustín ni Santo Tomás de Aquino consideraban homicidio el aborto en fase temprana (el último basándose en que el embrión no "parece" humano). Esta idea fue adoptada por la iglesia en el Concilio de Vienne (Francia) en 1312 y nunca ha sido repudiada. La primera recopilación de derecho canónico de la Iglesia Católica, vigente durante mucho tiempo (de acuerdo con el notable historiador de las enseñanzas eclesiásticas sobre el aborto, John Connery, S.J.) sostenía que el aborto era homicidio sólo después de que el feto estuviese ya "formado", aproximadamente hacia el final del primer trimestre.

Sin embargo, cuando en el siglo XVII se examinaron los espermatozoides a través de los primeros microscopios, parecían mostrar un ser humano plenamente formado.

Se resucitó así la vieja idea del homúnculo, según la cual cada espermatozoide era un minúsculo ser humano plenamente formado, dentro de cuyos testículos había otros innumerables homúnculos, y así ad infinitum.

En parte por obra de esta mala interpretación de datos científicos, el aborto, en cualquier momento y por cualquier razón, se convirtió en motivo de excomunión a partir de 1869. Para la mayoría de los católicos resulta sorprendente que la fecha no sea más remota.

Desde la época colonial hasta el siglo XIX, en Estados Unidos la mujer era libre de decidir hasta que "el feto se movía". Un aborto en el primer trimestre de embarazo, e incluso en el segundo, constituía, en el peor de los casos, una infracción. Rara vez se solicitaba una condena al respecto, y resultaba casi imposible de obtener, en parte porque dependía por entero del propio testimonio de la mujer acerca de si había sentido los movimientos del feto, y en parte por la repugnancia del jurado a declararla culpable por haber ejercido su derecho a elegir. Se sabe que en 1800 no existía en Estados Unidos una sola disposición concerniente al aborto. En la práctica totalidad de los periódicos (ya hasta en muchas publicaciones eclesiásticas) aparecían anuncios de productos abortivos, aunque el lenguaje empleado fuese convenientemente eufemístico.

Hacia 1900, en cambio, en todos los estados de la Unión, el aborto estaba vedado en cualquier momento del embarazo, excepto cuando fuese necesario para salvar la vida de la mujer. ¿Qué sucedió para que se produjera un cambio tan extraordinario? La religión tuvo poco que ver. Las drásticas transformaciones económicas y sociales que se producían en Estados Unidos estaban transformando la sociedad agraria en otra urbana e industrializada. Norteamérica estaba pasando de una de las tasas más altas de natalidad del mundo a una de las más bajas. Es innegable que el aborto desempeñó un papel en ello y estimuló fuerzas para su supresión.

Una de las más significativas fue la profesión médica. Hasta mediados del siglo XIX la medicina constituía una actividad sin reconocimiento oficial y sin supervisión.

Cualquiera podía colocar un cartel a la puerta de su casa y autotitularse médico. Con el auge de una nueva elite médica de formación universitaria, ansiosa de incrementar el rango y la influencia de los facultativos, se constituyó la asociación Médica Americana. Durante su primera década la AMA empezó a presionar para que el aborto sólo pudiera ser efectuado por quienes poseyesen título facultativo. Los nuevos conocimientos en embriología, afirmaban los médicos, habían revelado que el feto era humano incluso antes de que la madre sintiese su presencia.

El asalto de la profesión médica contra el aborto no se debió a una inquietud por la salud de la mujer, sino, según se decía, por el bienestar del feto. Había que ser médico para saber cuándo resultaba moralmente justificable un aborto, porque la cuestión dependía de hechos científicos y médicos que sólo los facultativos comprendían. Al mismo tiempo, las mujeres quedaban excluidas de las facultades de medicina, donde habrían podido adquirir conocimientos tan arcanos.

Tal como se desarrollaban las cosas, las mujeres nada tenían que decir acerca de la interrupción de sus propios embarazos. También correspondía a los médicos determinar si la gestación planteaba un riesgo para la mujer y quedaba enteramente a su discreción decidir qué era arriesgado y qué no lo era.

Para la mujer rica, podía tratarse de un peligro para su tranquilidad emocional o incluso para su estilo de vida. La mujer pobre se veía a menudo obligada a recurrir al aborto clandestino.
Así fue la ley hasta la década de los sesenta de este siglo, cuando una coalición de individuos y organizaciones, entre las que figuraba la AMA, trató de abolirla y restablecer los valores más tradicionales que se encarnarían en el caso Roe contra Wade.

Si uno mata deliberadamente a un ser humano, se dice que ha cometido un asesinato. Si el muerto es un chimpancé (nuestro más próximo pariente biológico, con el que compartimos el 99,6% de genes activos) cualquiera, entonces no es asesinato. Hasta la fecha, el asesinato se aplica sólo al hecho de matar seres humanos. Por eso resulta clave en el debate sobre el aborto la cuestión del momento en que surge la personalidad (o, si se prefiere, el alma). ¿Cuándo se hace humano el feto? ¿Cuándo emergen las cualidades distintivamente humanas?

Reconocemos que la fijación de un momento exacto tiene que pasar por alto las diferencias individuales. Por este motivo, si hay que trazar una línea, se debe proceder con cautela, es decir, pecar más por exceso que por defecto. Hay personas que se oponen al establecimiento de un límite numérico, y compartimos su inquietud, pero si tiene que existir una ley sobre esta materia, que represente un compromiso útil entre las dos posiciones extremas, hay que determinar, al menos aproximadamente, un período de transición hacia la personalidad.

Cada uno de nosotros partió de un punto. Un óvulo fecundado tiene aproximadamente el tamaño del punto que hay al final de esta frase. La unión trascendental de espermatozoide y óvulo suele tener lugar en una de las dos trompas de Falopio. Una célula se convierte en dos, dos se convierten en cuatro, etcétera (una aritmética exponencial de base 2). Hacia el décimo día el óvulo fecundado se ha trocado en una especie de esfera hueca que se encamina hacia otro reino, el útero. A su paso destruye tejidos, absorbe sangre de los vasos capilares, se baña en la sangre materna, de la que extrae oxígeno y nutrientes, y se fija como una especie de parásito a la pared del útero.

Hacia la tercera semana, para cuando se produce la primera falta, el embrión en formación tiene dos milímetros de longitud y desarrolla varias partes del cuerpo.
Sólo en esta etapa comienza a depender de una placenta rudimentaria. Recuerda algo a un gusano segmentado.
Hacia el final de la cuarta semana ya mide unos cinco milímetros.
Es reconocible ahora como vertebrado, su corazón en forma de tubo comienza a latir, se advierte algo parecido a los arcos branquiales de un pez o un anfibio, y una cola pronunciada. Parece más bien una lagartija acuática o un renacuajo. Este es el final del primer mes de gestación.
Hacia la quinta semana, cabe distinguir las grandes divisiones del cerebro. Se evidencia lo que más tarde serán los ojos y aparecen unos pequeños brotes que luego se transformarán en brazos y piernas.
Hacia la sexta semana el embrión mide 13 milímetros. Los ojos permanecen todavía a los lados de la cabeza, como en la mayor parte de los animales, y la cara reptiliana posee unas hendiduras unidas que más tarde darán lugar a la boca y la nariz.
Hacia el final de la séptima semana la cola casi ha desaparecido y se advierten ya caracteres sexuales (aunque ambos sexos parecen femeninos). La cara es de mamífero, pero un tanto porcina.
Hacia el final de la octava semana la cara semeja la de un primate, si bien aún no es del todo humana.

En sus elementos esenciales ya están presentes la mayoría de las partes del cuerpo. La anatomía del cerebro inferior está bien desarrollada. El feto revela respuestas reflejas a estímulos sutiles.
Hacia la décima semana la cara tiene ya un aspecto inconfundiblemente humano. Comienza a ser posible distinguir niños de niñas. Las uñas y las grandes estructuras óseas no resultan evidentes hasta el tercer mes.

Hacia el cuarto mes se puede diferenciar la cara de un feto de la de otro. En el quinto mes la madre suele sentir sus movimientos. Los bronquiolos pulmonares no empiezan a desarrollarse hasta aproximadamente el sexto mes y los alvéolos aún más tarde.

¿Cuándo accede, pues, un feto a la personalidad, habida cuenta de que sólo una persona puede ser asesinada? ¿Cuándo la cara se torna claramente humana, cerca del final del primer trimestre? ¿Cuándo reacciona ante estímulos, también al final del primer trimestre? ¿Cuándo se torna lo bastante activo para que la madre lo sienta, hacia la mitad del segundo trimestre? ¿Cuándo los pulmones alcanzan un grado de desarrollo suficiente para que el feto pueda respirar por sí mismo, llegado el caso, el aire exterior?

Lo malo de estos hitos del desarrollo no es sólo que sean arbitrarios: más inquietante resulta el hecho de que ninguno implica características exclusivamente humanas, al margen de la cuestión superficial de la apariencia facial. Todos los animales reaccionan ante los estímulos y se mueven a su antojo. Muchos son capaces de respirar. Sin embargo, eso no impide que los matemos por miles de millones. Los reflejos, el movimiento y la respiración no son lo que nos hace humanos.

Otros animales nos superan en velocidad, fuerza, resistencia, a la hora de trepar, excavar o camuflarse, en vista, olfato, oído, o en el dominio del aire o del agua. Nuestra única gran ventaja es el pensamiento. Somos capaces de reflexionar, de imaginar acontecimientos que todavía no han sucedido, de concebir cosas. Así fue como inventamos la agricultura y la civilización. El pensamiento es nuestra bendición y nuestra maldición, y nos hace ser lo que somos.

El pensamiento tiene lugar, desde luego, en el cerebro, sobre todo en las capas superiores de la "materia gris" replegada que llamamos corteza cerebral. Cerca de 100.000 millones de neuronas cerebrales constituyen la base material del pensamiento. Las neuronas están unidas entre sí y sus conexiones desempeñan un papel crucial en lo que llamamos pensamiento, pero la conexión a gran escala de las neuronas no empieza hasta el sexto mes de embarazo.

Mediante la colocación de electrodos inofensivos en la cabeza de un individuo, los científicos pueden medir la actividad eléctrica emanada de la red de neuronas cerebrales.
Diferentes tipos de acción mental revelan distintas clases de ondas cerebrales, pero las pautas regulares típicas del cerebro humano de un adulto no aparecen en el feto hasta cerca de la trigésima semana del embarazo, hacia el comienzo del tercer trimestre. Hasta entonces, los fetos, por vivos y activos que parezcan, carecen de la necesaria arquitectura cerebral. Todavía no pueden pensar.

Aceptar que se puede matar cualquier criatura viva, en especial una que más tarde tal vez se convierta en un bebé, es problemático y doloroso, pero hemos rechazado los extremos "siempre" y "nunca", y eso nos coloca, querámoslo o no, en la pendiente resbaladiza. Si tenemos que optar por un criterio de desarrollo, aquí es donde hay que trazar la raya: cuando se hace posible un mínimo asomo de pensamiento característicamente humano.

Se trata, en realidad, de una definición muy conservadora, rara vez se encuentran en un feto ondas cerebrales regulares. Serían útiles nuevas investigaciones (también comienzan tardíamente las ondas cerebrales bien definidas durante la gestación de fetos babuinos y ovejas). Si pretendemos que el criterio sea todavía más estricto para tomar en consideración el desarrollo cerebral precoz de algún feto, podemos trazar la raya a los seis meses. Ahí es en donde la trazó el Tribunal Supremo de Estados Unidos en 1973, aunque por razones completamente diferentes.

Su decisión en el caso Roe contra Wade modificó la legislación estadounidense sobre el aborto, que lo permite a petición de la mujer sin limitaciones durante el primer trimestre y, con ciertas restricciones encaminadas a proteger su salud, en el segundo trimestre y autoriza a los estados a prohibir el aborto en el tercer trimestre, excepto cuando exista una seria amenaza para la vida o la salud de la mujer. En la decisión de Webster de 1989, el Tribunal Supremo se negó explícitamente a revocar la sentencia del caso Roe contra Wade, pero de hecho invitó a las 50 legislaturas estatales a que decidiesen por su cuenta.

¿Cuál fue el razonamiento en el caso Roe contra Wade? No reconocía peso legal a lo que suceda con los niños una vez nacidos o con la familia. El tribunal determinó, en cambio, que el derecho de una mujer a la libertad de reproducción se halla protegido por la garantía constitucional de su intimidad. Ahora bien, ese derecho no es omnímodo. Hay que sopesar la garantía de intimidad de la mujer y el derecho a la vida del feto, y cuando el tribunal consideró la cuestión otorgó prioridad a la intimidad en el primer trimestre y a la vida en el tercero. La transición no se estableció según las consideraciones tratadas hasta ahora en este capítulo: cuándo sucede la "infusión del alma" o en qué momento reviste el feto suficientes rasgos humanos para ser protegido por la legislación contra el asesinato. El criterio adoptado fue, por el contrario, si el feto podía vivir fuera de la madre. Esto es lo que se denomina "viabilidad ", y depende en parte de la capacidad de respirar. Sencillamente, los pulmones no están desarrollados y el feto no puede respirar (por muy perfeccionado que fuese el pulmón artificial de que se le dotase) hasta cerca de la vigésimo cuarta semana, hacia el comienzo del sexto mes. Es por esto por lo que la legislación estadounidense permite a los estados prohibir los abortos en el tercer trimestre.
Se trata de un criterio muy pragmático.

Según la argumentación, si en una cierta etapa de la gestación pudiese ser viable el feto fuera del útero, entonces su derecho a la vida se impondría al derecho de la mujer a la intimidad. Ahora bien, ¿qué significa "viable"? Incluso un recién nacido a término no es viable sin cuidado y cariño considerables. Hace tan solo unas décadas, antes de las incubadoras, la viabilidad de los bebés nacidos en el séptimo mes era improbable. ¿Hubiera sido admisible entonces abortar en el séptimo mes?

¿Se tornaron de repente inmorales los abortos en el séptimo mes tras la invención de las incubadoras? ¿Qué sucederá si en el futuro se desarrolla una nueva tecnología que permita a un útero artificial mantener un feto vivo incluso antes del sexto mes, proporcionándole oxígeno y nutrientes a través de la sangre (como hace la madre a través de la placenta)? Reconocemos que es improbable que vaya a existir esa tecnología a corto plazo o que llegue a estar al alcance de gran número de personas, pero ¿sería entonces inmoral abortar antes del sexto mes cuando antes no lo era? Una moralidad que depende de la tecnología y cambia con ésta es una moralidad frágil y, para algunos, inaceptable.

Es más, ¿por qué han de ser la respiración, el funcionamiento de los riñones o la capacidad de resistir las enfermedades, por ejemplo, justificativos de la protección legal? ¿Sería admisible matar un feto que revelase pensamientos y sentimientos pero que no fuera capaz de respirar? A nuestro juicio, el argumento de la viabilidad no puede determinar de manera coherente cuándo son admisibles los abortos. Se requiere otro criterio. Una vez más, ofrecemos la consideración del primer atisbo de pensamiento humano.

Puesto que, por término medio, el pensamiento fetal comienza a manifestarse incluso después del desarrollo fetal de los pulmones, creemos que la sentencia del caso Roe contra Wade fue una decisión buena y prudente respecto de una cuestión compleja y difícil. Con la prohibición del aborto en el último trimestre (excepto en los casos de grave necesidad médica ) se alcanza un equilibrio justo entre las reivindicaciones enfrentadas de la libertad y de la vida.