Friday, March 31, 2006

la verdad es mas importante que la belleza


Hay dos formas de tratar de entender el arte. La primera es la que concibe el arte como un reflejo de la belleza que existe en el mundo, y la segunda es la que lo ve como una libre manifestación de la verdad en todas sus formas. Algunos podrían decir que las dos cosas terminan por fundirse hasta ser lo mismo. Y quizá tengan razón. Tienen razón, siempre y cuando estén dispuestos a renunciar a un concepto tradicional de la belleza.
Si estuviera en mis manos el elegir cual de estos dos conceptos debería privilegiarse a la hora de crear arte, eligiría la verdad. Creo que la autenticidad es el atributo mas importante quer debe poseer toda expresión artística. En mi opinión, es precisamente el que algo sea autentico y real, lo que le confiere el status artístico.
Basta con dar un breve vistazo al mundo en el que vivimos, para darnos cuenta que un arte verdaderamente auténtico, rara vez será agradable a los sentidos, o cumplirá con los rígidos estandares de la belleza, tal y como tradicionalmente la entendemos. La explicación es muy simple. La verdad rara vez resulta ser algo agradable o cómodo. Si el arte expresa la verdad sobre el mundo, necesariamente será desagradable e incómodo al espectador, por lo menos la mayor parte de las veces. El arte tiene el derecho de ser agresivo, chocante, antiestético, perturbador, poco complaciente, políticamente incorrecto o francamente desagradable. Si el arte tiene una función (Y no necesariamente tiene porque tenerla), probablemente es la de mostrarnos nuestro mundo, desprovisto de todo adorno y tal como es en realidad. El arte debe ser un testimonio fiel de la experiencia humana. Debe retratar nuestra identidad aún con sus mas oscuros matices.
Esta concepción del arte contrasta fuertemente con las reglas y los estandares en los que frecuentemente se intenta confinar a la expresión artística. El arte auténtico nos muestra tal y como somos, incluyendo todos aquellos aspectos incómodos que tanto nos esforzamos por ocultar. Esto provoca que el arte auténtico, siempre sea descalificado por todos aquellos que no desean ver expuestos sus defectos y debilidades de una forma tan cruda y directa. En su lugar, estas personas -que frecuentemente se autodenominan como los defensores de los "valores de la familia y de las buenas costumbres"- prefieren un arte complaciente e inofensivo que se limite a mostrar a conveniencia, solo aquella cara bonita del mundo que refuerce la hipocresía de sus valores morales. Lo que ellos llaman arte, no es mas que una visión digerida e incompleta de la realidad. Es el retrato de un mundo falso que muestra con precisión, un espectro opuesto del mundo real.

Sunday, March 12, 2006

el discreto encanto de la hipocresía


"Caridad: Noble impulso del corazón que me lleva a perdonar a otros los pecados y vicios que practico yo."
- DICCIONARIO DEL DIABLO -
Ambrose Bierce
No creo en el Cielo. De tal manera que tampoco creo en los métodos que usan los católicos para tratar de alcanzarlo. Uno de los que me resultan mas desagradables es ese que gustan de practicar las damas de la "alta sociedad". Me refiero a la caridad y a las labores de beneficiencia.
Nada hay de malo en ayudar al prójimo en desgracia. Eso es obvio. Pero en este caso en particular, lo que menos le importa a la señora en cuestión, es la ayuda que esta proporcionando o quienes se beneficien de ella. No. Lo que importa es la foto en la sección de sociales del periodico dominical y el prestigio que se deriva de esta actividad.
Me pregunto cual es el mérito de dar lo que a uno le sobra. En mi opinión, ninguno. Cuando realmente se ayuda por el simple deseo de hacer una buena acción, poco importa que alguien se entere de que se esta ayudando. Es un placer personal. Privado. Si lo que esperamos es una fotografía y el reconocimiento social, no se trata de una ayuda auténtica, sino de un acto egoísta y mezquino que no merece el menor aplauso. Quienes asi actúan, en realidad están explotando a quienes supuestamente ayudan. Los utilizan para autoengrandecerse y en el fondo los desprecian o les son absolutamente indiferentes.
Es por eso que no puedo evitar sentir náuseas, cada vez que veo alguna de esas mujeres de alta sociedad, que fingen preocuparse por el destino de la gente pobre, al tiempo que visten un vestido Versacce de mas de dos mil dólares. Resulta aún mas desagradable que, en su estupidez, terminen creyendo sus propias mentiras y actuen como si fueran candidatas seguras a la canonización.
La verdad es que en la gran mayoría de los casos, estas mujeres terminan dedicando su tiempo libre a esta clase de actividades, porque al no haber estudiado nada, no sirven para absolutamente ninguna otra clase de "trabajo". La filantropía no tiene nada que ver en el asunto. Me parece que es una especie de tradición. Aquellas mujeres de clase social alta que no se distinguen precisamente por su alto desarrollo cerebral (Y vaya que son muchas las que entran en esta categoría) terminan encomendando su destino a la emocionante tarea de conseguirse un esposo adinerado que las mantenga el resto de sus días. Ya que han conseguido a un pobre infeliz para satisfacer estos propósitos, dedican los primeros años de su matrimonio a llevar una tranquila y apacible vida en una especie de estado vegetativo. Pero como hasta el no hacer absolutamente nada, llega a cansar en ocasiones, cuando la mujer en cuestión llega a la decada de los cuarenta, le asalta de repente ese "noble impulso del corazón" del que hablaba Ambrose Bierce, que le lleva a usar el dinero de su esposo para "ayudar" a los pobres. Se cree entonces una santa, y se convence a si misma de que repartir esas limosnas es un acto que de alguna forma le restituye a su vida un sentido del cual había carecido hasta entonces. En realidad se engaña, pues su vida sigue careciendo de todo tipo de utilidad, aunque ella piense lo contrario.