"Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate"
("Abandonad toda esperanza al traspasar mis puertas")
Inscripción en las puertas del Infierno
La Divina Comedia
- Dante Alighieri -
Existen dos tipos de lectores de la Divina Comedia. Los primeros son los eruditos que leen ediciones kilométricas con los versos en el italiano antiguo original acompañado de su correspondiente traducción y de algún análisis de 500 páginas como prólogo o epílogo a la obra. Este tipo de lectores suelen realizar tesis doctorales sobre la obra con temas como "La influencia de Dante Alighieri en el desarrollo de la lengua italiana en el renacimiento y la época moderna" o "La concepción cosmológica católica en la Alta Edad Media representada en la divina comedia".
Por lo que se son los únicos que leen las tres partes que componen la obra y acompañan a Dante hasta el final del viaje, en donde se reune con Beatriz y ve a Dios rodeado de ángeles luminosos que cantan alabanzas en el paraíso, donde todo es felicidad y demás.
El resto de los lectores, que son la mayoría y entre quienes me cuento, nos basta y sobra con leer los primeros 33 cantos de la obra, que corresponden al descenso de Virgilio y Dante a traves de los nueve círculos infernales.
El infierno es representado en la obra como un gigantesco cráter que fue oradado en la tierra por la caída de Lucifer. Al descender por los nueve círculos del Infierno, cada tipo de pecador recibe su merecido castigo. Y cada uno de estos va aumentando en intensidad y resulta más aterrador a medida que el descenso continúa (Si alguien tiene curiosidad acerca de que es lo que depara a los condenados el noveno círculo, éste esta habitado por los tres traidores más grandes de la historia: Bruto, Casio y Judas, cuyos cráneos son roídos por Satanas, representado como un monstruo de tres cabezas que habita un lago congelado)
Antes de llegar al fondo, Virgilio y Dante conocen el séptimo círculo, reservado para los suicidas.
Los poetas cruzan por el séptimo círculo infernal, el de las almas
violentas. De pronto arriban al segundo recinto. En ese lugar se
encuentra una fronda densa y agreste. Virgilio le informa a Dante que
ese lugar es el bosque de los suicidas, el cual se encuentra vigilado
por las feroces Arpías. Las almas de los que atentaron contra su vida,
por su propia mano, son enviadas por Minos a este áspero paraje. Allí,
justo en el sitio en donde caen las almas condenadas, crecen formaciones
arbóreas, mismas en donde yacen cautivas. Las Arpías, al trozarlas, les
hacen emitir agudos lamentos.
Mientras Dante habla con el alma de
Pier Della Vigna, aparecen huyendo, desnudos y perseguidos por voraces
perras, los espíritus de Lano da Siena y Giacomo da Sant´Andrea. En su
frenética fuga, destrozan varios arbustos, los cuales gimen
desconsolados, uno de ellos, tal vez Rocco dei Mozzi, dialoga con Dante
acerca del modo en el que, luego de dilapidar su fortuna, se ahorcó en
su propia casa.
Tal es el castigo que Dante reserva a los suicidas. Si bien en este caso, la obra de Dante refleja el absoluto rechazo de la iglesia Católica hacia el suicidio, el hecho es que prácticamente todas las religiones del mundo, incluyendo a las orientales -las cuales suelen ser menos moralistas que las tres principales religiones judeocristianas- rechazan y prohiben el suicidio.
Esto tiene una ventaja: la profunda devoción a una religión puede hacer que un potencial suicida desista de realizar el acto ya sea por considerlo una ofensa a su Dios o por temor al castigo eterno que supuestamente le esperaría en el infierno de llevarlo a cabo.
El problema por otro lado es que esta concepción sobre el suicidio solo contribuye a estigmatizar un acto que es la consecuencia de varias enfermedades psiquiátricas -principalmente la depresión-, por lo cual contribuye a perpetuar el tabú y la ignorancia que rodean el tema. Lejos de ser una cuestión de moral o un problema teológico, el suicidio es un problema de salud pública, resultado de un padecimiento médico no diagnosticado o mal tratado.
¿Cuantas veces hemos escuchado ese eterno debate que pretende zanjar la cuestión relativa a si el suicidio constituye el acto más valiente o más cobarde de todos?
Lo que yo pienso cada vez que leo algo al respecto, o me encuentro frente a alguien que aborda esta cuestión es ¿A quien le importa? Me importa un comino determinar si el suicida es un valiente o un cobarde. Lo que realmente debería interesarnos es determinar cuales fueron los factores que llevaron al suicida a hacer lo que hizo y que pudimos hacer para evitar que dicho enfermo llegara a ese grado.
Seamos prácticos. Al abordar el suicidio de esta forma podemos salvar vidas. Y podemos mejorar la calidad de vida de las millones de personas que se encuentran considerando el suicidio como una salida al sufrimiento derivado de una depresión, del trastorno bipolar, del consumo de sustancias o de cualquier otro padecimiento psiquiátrico cuyo riesgo en última instancia sea el suicidio.
En lo personal esto es todo lo que me interesa. Abordar el tema referente a si el suicidio es moralmente aceptable o no me parece ridículo, inutil y pretencioso. Después de todo ¿Con que autoridad moral habrá de abordar este debate una persona que no sabe lo que es la depresión y que jamás ha considerado siquiera imaginar a que magnitud debe llegar el sufrimiento de un paciente como para que éste elija terminar con su propia vida a seguir soportando el dolor que lo atormenta?
En mi opinión, lo inmoral resulta juzgar a los suicidas y condenarlos a vagar por siempre en un infierno, convertidos en "arbustos que habitan una selva de espinas que sangran", por citar a Dante. Tal como dijo Nabokov "¿Porque juzgar a los suicidas? ¿Para que romperle el corazón a aquel que ya lo tenía roto de antemano?"
**
ADD.
Dos cuestiones estúpidamente fáciles de comprender
(que sin embargo permanecen en la incomprensión desde el inicio de los tiempos...)
LA DEPRESION ES UNA ENFERMEDAD.
La depresión es una enfermedad. No es ésta una cuestión en la cual exista aún algún tipo de debate. Desde hace décadas la medicina moderna clasifica al trastorno depresivo mayor como un padecimiento médico bien caracterizado, para el cual existe tratamiento y que se manifiesta a traves de alteraciones en la esfera afectiva del enfermo, en su capacidad por disfrutar de sus actividades, así como en sus hábitos de sueño, de apetito, de energía, en su voluntad, en su autoestima y en la presencia de ideas de muerte, que en última instancia pueden llevar al enfermo a la muerte.
La depresión no es una "enfermedad nueva", ni una consecuencia de la modernidad. La depresión fue descrita desde los tiempos de Hipócrates de Cos y se sabe de ella desde épocas tan antiguas como aquellas en las cuales fue formulada la teoría de los "humores corporales". De ahí que las raíces griegas del término "bilis negra" constituyan el origen de la palabra melancolía (del griego clásico μέλας "negro" y χολή " bilis") Robert Burton publicó su inmensa "Anatomía de la melancolía" en 1621. La depresión existe desde que el ser humano existe.
Una persona que sufre depresión esta enferma. De la misma forma que un cardiopata o un paciente con el diagnóstico de cáncer, de Diabetes Mellitus o de hipertensión arterial sistémica. No existe ninguna diferencia.
LA DEPRESIÓN PUEDE MATAR A QUIEN LA PADECE.
La severidad de una depresión varía de paciente en paciente. Usualmente -aunque no sea la norma necesariamente- una depresión no diagnosticada o mal tratada irá empeorando con el paso del tiempo y puede llegar a la gravedad. Cuando esto sucede la vida del paciente está en un alto riesgo.
La depresión es un padecimiento potencialmente mortal y la forma en la cual mata al enfermo es mediante la consumación de un suicidio. De tal forma que el suicidio es un problema que debería ser abordado por la salud pública y la medicina, no por filósofos, teólogos o sacerdotes.
El suicidio es el síntoma más grave de un padecimiento que al igual que el cáncer o el VIH-SIDA puede llegar a ser mortal. En este caso dicho padecimiento es con frecuencia la depresión (O trastorno depresivo mayor), aunque existe una gran variedad de padecimientos psiquiátricos que también acarrean el riesgo del suicidio, como lo es el trastorno bipolar, la esquizofrenia, el consumo de sustancias o los desordenes de la conducta alimentaria.
ADD.
Dos cuestiones estúpidamente fáciles de comprender
(que sin embargo permanecen en la incomprensión desde el inicio de los tiempos...)
LA DEPRESION ES UNA ENFERMEDAD.
La depresión es una enfermedad. No es ésta una cuestión en la cual exista aún algún tipo de debate. Desde hace décadas la medicina moderna clasifica al trastorno depresivo mayor como un padecimiento médico bien caracterizado, para el cual existe tratamiento y que se manifiesta a traves de alteraciones en la esfera afectiva del enfermo, en su capacidad por disfrutar de sus actividades, así como en sus hábitos de sueño, de apetito, de energía, en su voluntad, en su autoestima y en la presencia de ideas de muerte, que en última instancia pueden llevar al enfermo a la muerte.
La depresión no es una "enfermedad nueva", ni una consecuencia de la modernidad. La depresión fue descrita desde los tiempos de Hipócrates de Cos y se sabe de ella desde épocas tan antiguas como aquellas en las cuales fue formulada la teoría de los "humores corporales". De ahí que las raíces griegas del término "bilis negra" constituyan el origen de la palabra melancolía (del griego clásico μέλας "negro" y χολή "
Una persona que sufre depresión esta enferma. De la misma forma que un cardiopata o un paciente con el diagnóstico de cáncer, de Diabetes Mellitus o de hipertensión arterial sistémica. No existe ninguna diferencia.
LA DEPRESIÓN PUEDE MATAR A QUIEN LA PADECE.
La severidad de una depresión varía de paciente en paciente. Usualmente -aunque no sea la norma necesariamente- una depresión no diagnosticada o mal tratada irá empeorando con el paso del tiempo y puede llegar a la gravedad. Cuando esto sucede la vida del paciente está en un alto riesgo.
La depresión es un padecimiento potencialmente mortal y la forma en la cual mata al enfermo es mediante la consumación de un suicidio. De tal forma que el suicidio es un problema que debería ser abordado por la salud pública y la medicina, no por filósofos, teólogos o sacerdotes.
El suicidio es el síntoma más grave de un padecimiento que al igual que el cáncer o el VIH-SIDA puede llegar a ser mortal. En este caso dicho padecimiento es con frecuencia la depresión (O trastorno depresivo mayor), aunque existe una gran variedad de padecimientos psiquiátricos que también acarrean el riesgo del suicidio, como lo es el trastorno bipolar, la esquizofrenia, el consumo de sustancias o los desordenes de la conducta alimentaria.