En la actualidad, las normas de caballerosidad
que por tanto tiempo rigieron la convivencia de los hombres con las mujeres están
desapareciendo una a una. Cada vez parece ir ganando más terreno la concepción
que dice que esas reglas no escritas de cortesía y respeto que por tanto tiempo
han marcado la pauta en la forma en que muchos hombres se relacionan con las
mujeres, van cayendo en desuso o comienzan a considerarse anticuadas (noción
compartida tanto por hombres como por mujeres)
Me parece que la gran mayoría de las mujeres
que se oponen a seguir siendo tratadas con excesiva caballerosidad por parte de
sus parejas y de los hombres en general, consideran que detrás de esta
caballerosidad masculina se esconde una trampa que lleva implícito el precio de
la sumisión. El perpetuar el yugo masculino a través del disfraz amistoso de la
cortesía.
Sin embargo, en mi opinión, la caballerosidad
no consiste en un anquilosado código de conducta que se ha ido inventando a lo
largo de generaciones con el fin de cortejar mujeres. Ni siquiera creo que ese
sea su fin en absoluto aunque muchas personas de ambos géneros parezcan verlo
de esa forma.
El grado de civilización con el que siempre se
ha medido a una sociedad es el respeto con el que esta trata a sus mujeres. No
me opongo ni a la existencia ni a la persistencia de las normas de la
caballerosidad dentro de la sociedad simplemente porque son un reflejo más de
ese respeto que toda sociedad que se llame a sí misma civilizada debe
prodigarle a la mujer, en todo momento, en todo lugar y a cualquier edad.
Lo que si me parece hipócrita es que algunos
hombres solo entren en el juego de las reglas de caballerosidad bajo ciertas
situaciones y se olviden de ellas después y con
el paso del tiempo. O sean selectivos y solo se permitan ser
caballerosos –y en un sentido más amplio, respetuosos- con una mujer,
únicamente si ésta les resulta atractiva.
Si, es cierto. La caballerosidad es un
convencionalismo social. Una regla no escrita en la cual cada quien puede
decidir si entra o no en el juego. Pero es una parte muy importante de las
normas básicas de educación y respeto con las que los hombres se deben conducir
con las mujeres, por lo cual lo que se está eligiendo básicamente es si entrar
o no en el juego de la civilización.
Si la caballerosidad no es más que una muestra
de educación y respeto sería una pena que sus normas de conducta se fueran
perdiendo con el paso del tiempo, pues es bien sabido que es sumamente difícil
alcanzar un grado alto de civilización, pero el perderlo no lleva más que un
instante.
En pleno siglo XXI ninguna persona medianamente
civilizada duda el hecho de que el
hombre y la mujer son iguales en inteligencia, capacidad y derechos, pero nada
de eso cambia el hecho de que el hombre le debe respeto a la mujer.
Ese respeto, que es el al fin de cuentas lo que
le ha ido confiriendo a la mujer su igualdad de derechos y oportunidades en la
sociedad, es en última instancia una de las medidas más confiables que tenemos
para evaluar hasta que punto la sociedad en la que vivimos puede llamarse a si
misma civilizada.