Hay dos formas de tratar de entender el arte. La primera es la que concibe el arte como un reflejo de la belleza que existe en el mundo, y la segunda es la que lo ve como una libre manifestación de la verdad en todas sus formas. Algunos podrían decir que las dos cosas terminan por fundirse hasta ser lo mismo. Y quizá tengan razón. Tienen razón, siempre y cuando estén dispuestos a renunciar a un concepto tradicional de la belleza.
Si estuviera en mis manos el elegir cual de estos dos conceptos debería privilegiarse a la hora de crear arte, eligiría la verdad. Creo que la autenticidad es el atributo mas importante quer debe poseer toda expresión artística. En mi opinión, es precisamente el que algo sea autentico y real, lo que le confiere el status artístico.
Basta con dar un breve vistazo al mundo en el que vivimos, para darnos cuenta que un arte verdaderamente auténtico, rara vez será agradable a los sentidos, o cumplirá con los rígidos estandares de la belleza, tal y como tradicionalmente la entendemos. La explicación es muy simple. La verdad rara vez resulta ser algo agradable o cómodo. Si el arte expresa la verdad sobre el mundo, necesariamente será desagradable e incómodo al espectador, por lo menos la mayor parte de las veces. El arte tiene el derecho de ser agresivo, chocante, antiestético, perturbador, poco complaciente, políticamente incorrecto o francamente desagradable. Si el arte tiene una función (Y no necesariamente tiene porque tenerla), probablemente es la de mostrarnos nuestro mundo, desprovisto de todo adorno y tal como es en realidad. El arte debe ser un testimonio fiel de la experiencia humana. Debe retratar nuestra identidad aún con sus mas oscuros matices.
Esta concepción del arte contrasta fuertemente con las reglas y los estandares en los que frecuentemente se intenta confinar a la expresión artística. El arte auténtico nos muestra tal y como somos, incluyendo todos aquellos aspectos incómodos que tanto nos esforzamos por ocultar. Esto provoca que el arte auténtico, siempre sea descalificado por todos aquellos que no desean ver expuestos sus defectos y debilidades de una forma tan cruda y directa. En su lugar, estas personas -que frecuentemente se autodenominan como los defensores de los "valores de la familia y de las buenas costumbres"- prefieren un arte complaciente e inofensivo que se limite a mostrar a conveniencia, solo aquella cara bonita del mundo que refuerce la hipocresía de sus valores morales. Lo que ellos llaman arte, no es mas que una visión digerida e incompleta de la realidad. Es el retrato de un mundo falso que muestra con precisión, un espectro opuesto del mundo real.