Sunday, March 12, 2006

el discreto encanto de la hipocresía


"Caridad: Noble impulso del corazón que me lleva a perdonar a otros los pecados y vicios que practico yo."
- DICCIONARIO DEL DIABLO -
Ambrose Bierce
No creo en el Cielo. De tal manera que tampoco creo en los métodos que usan los católicos para tratar de alcanzarlo. Uno de los que me resultan mas desagradables es ese que gustan de practicar las damas de la "alta sociedad". Me refiero a la caridad y a las labores de beneficiencia.
Nada hay de malo en ayudar al prójimo en desgracia. Eso es obvio. Pero en este caso en particular, lo que menos le importa a la señora en cuestión, es la ayuda que esta proporcionando o quienes se beneficien de ella. No. Lo que importa es la foto en la sección de sociales del periodico dominical y el prestigio que se deriva de esta actividad.
Me pregunto cual es el mérito de dar lo que a uno le sobra. En mi opinión, ninguno. Cuando realmente se ayuda por el simple deseo de hacer una buena acción, poco importa que alguien se entere de que se esta ayudando. Es un placer personal. Privado. Si lo que esperamos es una fotografía y el reconocimiento social, no se trata de una ayuda auténtica, sino de un acto egoísta y mezquino que no merece el menor aplauso. Quienes asi actúan, en realidad están explotando a quienes supuestamente ayudan. Los utilizan para autoengrandecerse y en el fondo los desprecian o les son absolutamente indiferentes.
Es por eso que no puedo evitar sentir náuseas, cada vez que veo alguna de esas mujeres de alta sociedad, que fingen preocuparse por el destino de la gente pobre, al tiempo que visten un vestido Versacce de mas de dos mil dólares. Resulta aún mas desagradable que, en su estupidez, terminen creyendo sus propias mentiras y actuen como si fueran candidatas seguras a la canonización.
La verdad es que en la gran mayoría de los casos, estas mujeres terminan dedicando su tiempo libre a esta clase de actividades, porque al no haber estudiado nada, no sirven para absolutamente ninguna otra clase de "trabajo". La filantropía no tiene nada que ver en el asunto. Me parece que es una especie de tradición. Aquellas mujeres de clase social alta que no se distinguen precisamente por su alto desarrollo cerebral (Y vaya que son muchas las que entran en esta categoría) terminan encomendando su destino a la emocionante tarea de conseguirse un esposo adinerado que las mantenga el resto de sus días. Ya que han conseguido a un pobre infeliz para satisfacer estos propósitos, dedican los primeros años de su matrimonio a llevar una tranquila y apacible vida en una especie de estado vegetativo. Pero como hasta el no hacer absolutamente nada, llega a cansar en ocasiones, cuando la mujer en cuestión llega a la decada de los cuarenta, le asalta de repente ese "noble impulso del corazón" del que hablaba Ambrose Bierce, que le lleva a usar el dinero de su esposo para "ayudar" a los pobres. Se cree entonces una santa, y se convence a si misma de que repartir esas limosnas es un acto que de alguna forma le restituye a su vida un sentido del cual había carecido hasta entonces. En realidad se engaña, pues su vida sigue careciendo de todo tipo de utilidad, aunque ella piense lo contrario.

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