Alfonso
Escudero López
21 de junio
del 2012.
Te escribo esto por lo misma razón que
escribí el relato anterior de tu vuelo. Porque la palabra es eterna. Nosotros
no. Pero quiero poner por escrito todo esto porque creo que hay cosas que no
sabes, aunque deberías saber.
Me hizo muy feliz el que te gustara tanto lo que te escribí. Pero debo admitir que me sorprendió que te pareciera algo raro
el hecho de que lo recordara. Eso es lo que creo que no sabes y quiero expresarte de una
vez y para siempre esta tarde. Hasta que punto tu compañía, tu ejemplo y tu
influencia me han ido marcando a lo largo de mi vida.
De entre los recuerdos más remotos de mi vida
esta Acapulco por la tarde. Amo el mar. Con esa excepción, casi todos los demás
tienen que ver contigo. Recuerdo cuando me llevabas al aeropuerto a ver los
aviones y los helicópteros. Para mí era lo más emocionante que podía existir en
el mundo. Tu fuiste la primera persona que me contó sobre la segunda guerra
mundial, sobre el sitio de Masada, sobre la conquista, sobre astronomía, sobre
música, sobre Newton, sobre Einstein. En pocas palabras tu me inculcaste el
amor –la devoción- por los libros, y es por eso que al igual que tu, yo valoro
mas un buen libro que un reloj rolex de oro.
Recuerdo cada relato de tus vuelos. Aquel que
escribí fue solo uno de ellos, y lo escribí porqué tu descubriste que eras
piloto ese día Yo descubrí que era médico en la sierra. Y afortunadamente, la
pasión que tu sientes por volar, yo la siento por la medicina. Hoy se que no
podría ser otra cosa que un médico, así como tu naciste para ser piloto.
Decidí entrar a Medicina para estudiar
psiquiatría. Gracias a la lectura de un libro de autor español que no necesito
siquiera mencionar. Sabes que libro es porqué tu me lo diste.
Por encima incluso de leer, desde hace unos dos años, me apasiona la guitarra. Tomé una guitarra por primera vez porqué un
día, a los 11 años, en un anuncio en televisión escuché una pieza de guitarra que me obsesionó. Pero solo estaba en el comercial por segundos. 2 años
después, estando en Pachuca, pasando de canal, me topé con un video en el cual
un guitarrista de lentes estaba tocando esa pieza. Cada nota de esa pieza me
hizo querer correr a comprar una guitarra. Sabía que al final del video, por fin
sabría como se llamaba esa pieza. No fue necesario. Llegaste antes y fue que
supe que aquella pieza se llamaba Asturias, que su autor era Isaac Albeniz, que
el interprete era Andrés Segovia y que aquel lugar era la Alhambra.
Por encima incluso de leer, desde hace unos dos años, me apasiona la guitarra.
Me tomó un año aprender Asturias y la primera
vez que la toqué de inicio a fin fue en aquellas vacaciones en Pachuca. Hasta
la fecha, he tocado Asturias tantas veces que se cada nota de inicio a fin.
Cada vez que hablamos, podríamos hacerlo todo el
día si nadie nos interrumpiera. Recuerdo un año nuevo en el cual comenzamos a
hablar a las 5 de la tarde y mi tía tuvo que subir unos 10 minutos antes de las
12 porque aquel día hablamos unas 7 u 8 horas de la segunda guerra mundial, de
Rommel, de la malinche, de las guerras floridas, de Hitler, de Einstein, de
Grecia, de las siete maravillas del mundo antiguo, de Mozart, de cien temas
más, para terminar con la batalla de Stalingrado. Es más correcto decir que tu me
hablaste de todo eso. Tu me enseñaste en esas 8
horas más historia que toda la que me habían enseñado en la escuela
hasta entonces. De ti heredé el
considerar una conversación eterna como esa uno de los mayores placeres
de la vida.
No heredé una memoria tan prodigiosa como la
tuya ni aspiro nunca a poseer la cultura que tu tienes. Pero todas las
personas importantes en mi vida me conocen por eso: Todos saben que amo hablar
de una y mil cosas por horas y horas. Y todos saben que es por ti.
Así como yo atesoro cada libro que me has dado
a leer, pocas cosas me hacen más feliz que ahora ser yo quien pueda llevarte
libros. Pero si yo te he llevado 20, tu me has dado a leer 100. Y varios de
ellos han marcado mi vida de muchas formas.
Jamás terminaría de enumerar las
cosas que me has enseñado, que me has inculcado y que me has mostrado aún sin
proponertelo. No solo eres la persona más inteligente y más culta que jamás
haya conocido. Admiro aún más otra cosa de ti. Siempre has elegido seguir el
camino más justo, el camino correcto. Y aún cuando todos somos humanos y
erramos, yo aspiro algún día tener tu
edad y poder decir que tengo la conciencia tranquila porque fui lo más justo
que pude llegar a ser.
Una de las tardes más memorables de mi vida vi
a José Saramago en la UNAM. El escuchar a una persona con una inteligencia como
la de el no solo me impactó. Lo último que dijo aquella tarde me marcó para
siempre. La última pregunta que alguien le hizo fue esta: Si pudiera elegir
solo una cosa, entre la inteligencia o la bondad, que eligiría. Saramago habló
media hora más pero su respuesta fue inmediata: La bondad.
Tu tienes ambas, y lo que más admiro de ti es
que por sobre todo, al igual que Saramago, ya sea que estes conciente o no de
ello, siempre has antepuesto la bondad. O has puesto tu inteligencia en
servicio de la bondad, que para mí es un concepto que contiene a la justicia, la humildad,
el respeto a los demás, la tolerancia, el aprender de los demás en vez de
juzgarlos, y ser feliz por tener una familia, un techo, comida y un
millón de cosas nuevas en el mundo que aprender cada día.
Los tres libros que más impacto han tenido en mi vida son "El
mundo y sus demonios", que me dio robert. El otro es
"Locos egregios", el cual es, ni mas ni menos, la razón por la cual soy médico. El tercero es la biografía de Gandhi de Louis Fisher. Yo se que a ti también te impactó. No
podría ser de otra forma. Pero recuerda algo:
Cada libro que te llevo es un gesto, un gesto
casi insignificante comparado con lo que tu me has enseñado. Y al final, hay
algo que no puedo devolverte de ninguna forma... los recuerdos de la primera vez
que vi un avión despegar, que fui al Anahuacalli, al museo de historia natural,
al museo tecnológico, al parque de los venados, al rancho.... esos recuerdos
jamás desaparecerán. Estoy seguro que nuevamente te sorprenderá que recuerde
que la primera vez que fui al museo de antropología e historia fue contigo. A
mi me sorprende que creas que alguna vez lo olvidé o lo voy a olvidar. Esos
recuerdos forjaron la persona que soy. Y aún falta lo más difícil: la persona
que aspiro ser y que tu ya eres.
JuNio, 2012.
Tu nieto.
Alejandro Angeles Escudero
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