La lengua es, sin discusión, la forma, el cuerpo y el envoltorio del
pensamiento [...], y, por decirlo de algún modo, la palabra última y
definitiva de la evolución orgánica. De donde se deduce que, cuanto más
ricos sean los materiales y las formas que adquiero para expresar mi
pensamiento, más feliz seré en la vida, más precisas y comprensibles
serán mis razones tanto para mí mismo como para los demás, más
facilidades tendré para dominar y vencer; podré decirme más rápidamente a
mí mismo lo que quiero decir, lo expresaré con mayor profundidad y con
mayor profundidad también comprenderé lo que quería decir; mi espíritu
será más fuerte y más sereno y, por supuesto, seré más inteligente.
[...] Ni qué decir tiene que cuanto más rico, flexible y variado sea
nuestro conocimiento de la lengua en que hemos decidido pensar, más
facilidad, variedad y riqueza habrá en la expresión de nuestro
pensamiento.
Fiodor Dostoyevski
- Diario de un escritor -
El siguiente texto fue escrito por Dietrich Schwanitz y puede encontrársele en su libro más conocido. El libro se consigue desde hace unos quince años en cualquier librería y se titula simplemente "La Cultura". Se trata de un libro excepcional. Uno de esos libros que se convierten automáticamente en relecturas obligadas para los años por venir, una vez finalizada la primera lectura completa.
El análisis del escritor alemán resulta tan brillante que no requiere mayor explicación.
"Hoy, antes de saber leer, los niños ven la televisión. Este hecho no deja de ser problemático, pues lo cierto es que la cultura sigue estando ligada a los libros o al menos a los textos que aparecen en pantalla, esto es, la escritura ¿Por qué es así?¿Por que no pueden la imágenes transmitir cultura? ¿Por qué no es posible comenzar a formarse viendo la televisión? ¿Que tiene de especial la escritura?
(...) Sólo la escritura desliga el lenguaje de la situación concreta y lo vuelve independiente de su contexto inmediato. Llamamos sentido a aquello que permanece idéntico durante este proceso: por eso, la transformación del lenguaje hablado en escritura es lo único que nos permite captar el sentido. Éste es el motivo por el que las religiones mas evolucionadas (judaísmo, cristianismo e Islám) identificaran sentido y escritura (Sagradas escrituras)
(...) A medida que la televisión ha ido ganando terreno, los maestros se quejan siempre de lo mismo: en los niños, el nivel de tolerancia ante la frustración ha ido disminuyendo, hasta el punto de que ya no son capaces de soportar la demora que comportan los procesos de formación de sentido. De ahí que no puedan concebir la clase como un proceso de aprendizaje, sino como un entretenimiento.
Víctimas de la ofuscación colectiva, los sucesivos ministros de educación han reducido progresivamente el valor de la expresión escrita en la escuela y en la evaluación de los alumnos, primando la expresión oral. En una época en la cual la comunicación oral gana cada vez más terreno, descuidan el caracter modélico de la comunicación escrita. De este modo han ido reduciendo lo que constituye la función más específica de la escuela frente a la familia. Solamente siguen adquiriendo el hábito de la lectura y la escritura aquellos niños en cuyos hogares estas actividades son algo obvio: los niños de las capas cultas de la burguesía. En estos hogares, los padres vigilan y limitan el consumo de televisión de sus hijos intentando que sean fundamentalmente los libros los que satisfagan su necesidad de fantasía. Los niños solo deberían ver la tele cuando la lectura haya dejado de ser para ellos una actividad penosa y se haya convertido en un placer; de lo contrario, la lectura les resultará una actividad fastidiosa durante toda su vida. Quien crezca en estas circunstancias, después sólo leerá lo que se le ordene leer, y de mala gana.
De este modo, la política educativa está produciendo dos clases de personas: por una parte están las personas habituadas a la lectura, que absorben continuamente informaciones nuevas y están acostumbradas a estructurar mejor sus ideas tomando como modelo la escritura, lo que les permite tener una visión más clara de la construcción de la oración, de la lógica del pensamiento que en ella se expresa y de las partes que la componen. Al mismo tiempo, adquieren la capacidad de construir disitintos tipos de textos (informes, exposiciones, relatos, ensayos, etc...). Todo ello les proporciona una mayor facilidad para la escritura, al tiempo que les permite estructurar su expresión oral tomando como modelo los textos escritos.
Por otra parte están quienes leen únicamente cuando están obligados a hacerlo; de lo contrario se ponen a ver la televisión. Pero las imágenes televisivas son sincrónicas con la necesidad de estimulación del cerebro, y a quien se acostumbra a la televisión le resulta luego muy difícil desligar la percepción interna de la externa, es decir: no logra concentrarse. Cualquier texto que sobrepase el nivel expresivo de los cómics y de sus característicos "wham" y "boing", es para el un auténtico embrollo. Los individuos que pertenecen al grupo de los no lectores ven en los libros arduas tareas. Como no logran comprender a quienes aman la lectura, acaban por desconfiar de ellos. Conciben el mundo de los libros como una conspiración cuyo único objetivo parece consistir en crearles a ellos remordimientos de conciencia. De este modo desarrollan una auténtica aversión a los libros y, como también los libros técnicos los leen con desgana, en su trabajo se ven relegados a un segundo plano, lo que les lleva a incubar un odio hacia los molestos sabelotodo y a glorificar la práctica. Al ignorar también que su déficit de lectura y su hostilidad hacia los textos ha acabando afectando el estilo de su expresión oral, no se explican por qué obtienen tan poco reconocimiento de los demás, y tienden a interpretar como un atentado contra su autoestima el hecho de que una persona intente desarrollar y expresar adecuadamente un pensamiento complejo. Como resultado, tienden a evitar cualquier contacto con el mundo de los lectores y se van hundiendo lentamente en el el reino de las sombras de un nuevo analfabetismo.
Quien lea de mala gana, debería plantearse seriamente si no vale la pena superar su aversión a la lectura; de lo contrario, los manjares de la cultura le resultarán tan inaccesibles como la posibilidad de una mejor remuneración económica, . Quien todavía no haya adquirido el hábito de la lectura (...) debería considerar esta práctica como un entrenamiento destinado a mantener en forma su espíritu. "