“Política: Conflicto de intereses disfrazado de lucha de
principios.”
- Diccionario del Diablo -
Ambrose
Bierce
“La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y
el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros”"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos"Louis Dumur
Si el partido principal, sea el pueblo, el ejército o la nobleza, que os
parece más útil y más conveniente para la conservación de vuestra
dignidad está corrompido, debéis seguirle el humor y disculparlo. En tal
caso, la honradez y la virtud son perniciosas.
"El Príncipe"
-Maquiavelo -
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Hasta el día de hoy, la Biblia de todo político que se precie de conocer bien su profesión sigue siendo un texto italiano publicado en 1513 titulado “El Principe”. Dicho libro es una obra maestra del intelecto humano y su autoría corresponde a Nicolás Maquiavelo. Desde el momento de su publicación y aún hasta nuestros días el libro goza de mala fama y un aura oscura, al grado de haber sido necesario el acuñamiento de un adjetivo propio para describir lo que el texto representa. El término “maquiavélico” sigue siendo hasta nuestros días un sinónimo para designar la falta absoluta de escrúpulos en el ejercicio del poder. Uno de los conceptos más influyentes del libro y probablemente el más arraigado en la conciencia colectiva es aquel que dice que el fin justifica todos los medios.
Sin embargo Maquiavelo no fue un ser oscuro y perverso, y no es el creador de una ideología propia. Lo único que hizo fue plasmar sin adornos el funcionamiento del poder, usando como inspiración su amplia experiencia como consejero en las diferentes cortes del convulso panorama político de las ciudades estado italianas del siglo XV. Su libro esta dedicado a Cesar Borgia, uno de los más recordados personajes que nos legó esa época.
Borgia, al igual que su hermana Lucrecia y su padre, el Papa Alejandro VI, goza actualmente de una mala fama, en su mayor parte bien merecida, y se le suele usar como un perfecto ejemplo del político desalmado y carente de escrúpulos que es capaz de mentir, sobornar, destruir y asesinar a cualquier adversario político que ose interponerse en su camino con el fin de mantener su poder.
El escándalo que causó el libro es bastante comprensible. Maquiavelo dijo en repetidas ocasiones que su texto no pretendía ser en absoluto una guía de moral sino un compendio de métodos y consejos para aquel político que deseara obtener y conservar el poder. No fue un hombre siniestro sino un brillante observador de la realidad con el suficiente valor e inteligencia para plasmar por primera vez los verdaderos mecanismos del poder.
Hasta antes de Maquiavelo aún se creía ingenuamente que el ejercicio de la política y la función publica iban inextricablemente unidas a la defensa de elevados ideales morales. Maquiavelo le abrió los ojos al mundo al refutar esa falsa concepción de la política. Aquel político que aspirarara a llegar al poder y mantenerlo debía ser inteligente, frío, calculador y debía estar preparado para mentirle al pueblo, traicionar a sus amigos y destruir por todos los medios –llegando incluso al extremo del asesinato- a sus adversarios. Maquiavelo le designó a este modelo de político ideal su propio término: “Príncipe”.
Libros van, libros vienen. Ideologías van, ideologías vienen. Pero la obra de Maquiavelo es inmune al paso del tiempo y sigue conservando intacta la misma vigencia y validez que tenía el día que se publicó.
La política no es tierra fértil para elevados principios morales. Por el contrario, es el terreno en el cual algunas de las mas bajas y repugnantes facetas del ser humano salen a flote. No puede ser de otra forma. La política consiste básicamente en el arte de obtener el poder. Para obtenerlo, el ser humano es capaz de cualquier cosa imaginable. Para justificar toda la inmundicia y pestilencia que emanan del ejercicio de la política es preciso disfrazarla de una elevada lucha de ideales y principios que tienen como único fin obtener el bienestar del pueblo. En la realidad, el poder corrompe al político a grados inimaginables, y toda esta palabrería vacía es solo un intento desesperado por ocultarle al pueblo las injustificables acciones en las que continuamente esta incurriendo.
La política de mi país por ejemplo, y para decirlo en términos simples, es en esencia una cloaca. El albergue de algunos de los más despreciables hombres y mujeres que caminan por nuestras calles.
Por un breve periodo de tiempo me entusiasmo la política. De cuando en cuando aparecen líderes políticos que parecen ser la excepción a la regla. Pero después de una decepción tras otra mi concepción de la política y de aquellos que la ejercen descendió hasta el lodo. Actualmente me considero apolítico y no me interesa nada que tenga que ver con ella. Esta actitud sin embargo no es sensata ni útil y es incluso peligrosa.
Es necesario separar los ideales de la realidad. Una cosa es decepcionarse por el estado actual de las cosas y estar concientes de que la política es en esencia el albergue de delincuentes legalizados. Otra muy diferente es atacar al sistema que tristemente los alberga y del que estos traidores se nutren y aprovechan, que es la democracia, uno de los más grandes triunfos del intelecto humano.
Yo creo sin reservas en la democracia. Creo que, si bien no es perfecta, es sin duda el mejor de los sistemas de gobierno con los que contamos.
Tristemente, la democracia en su concepción ideal parece estar destinada siempre a ser obstaculizada por la estupidez, la maldad y la corrupción inherentes al ser humano. El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo que es lo que idealmente debería ser, termina siendo casi invariablemente el gobierno de unos cuantos maleantes que en vez de servir al pueblo que los colocó en donde están –en el supuesto de que los comicios electorales que ganaron hayan estado exentos de corrupción, cosa que también suele ser rara- se sirven de él en beneficio de sus intereses. En la práctica es el gobierno de unos cuantos a costa del pueblo.
De entre todas las cosas repugnantes en las que incurren los políticos, entre las que se cuentan el enriquecimiento ilícito a costa del erario público, el tráfico de influencias, la prepotencia, la impunidad o la sarta de promesas vacías y mentiras que le dicen al pueblo, especialmente en tiempos electorales, la peor de todas a mi manera de ver las cosas, es minar la confianza de la gente en las instituciones democráticas mediante el ejemplo de sus acciones.
La democracia es frágil. El ejemplo de una sola manzana podrida puede provocar que una persona pierda la confianza en ella. Sin embargo, aquel que duda de la democracia por el ejemplo de un ser humano corrompido esta incurriendo en un error. La democracia es un gran triunfo y debe ser defendida a toda costa. Sin ella nos encontramos a la deriva y a merced de la aparición de todos esos sistemas políticos aberrantes del pasado que pueden reaparecer de nuevo en un abrir y cerrar de ojos. Ahí en donde la gente despreció a la democracia fue en donde pudieron florecer el régimen totalitario de la desaparecida Unión Soviética, el fascismo italiano o el Nacional Socialismo alemán del siglo XX.
La apatía política que caracteriza a la generación joven actual es perfectamente explicable pero no es justificable y es peligrosa. Permite que los gobiernos ineficaces y corruptos permanezcan tranquilamente en la impunidad, robando y enriqueciéndose a costa de la pobreza de su pueblo. En el peor de los casos, la apatía política es también la condición que permite que la democracia se debilite lenta y gradualmente, hasta el grado de desaparecer y ser suplantada por regímenes aberrantes. Los historiadores de Europa saben perfectamente que la apatía política que Alemania arrastró durante siglos fue lo que eventualmente produjo la ascensión de Hitler.
La democracia es frágil. Se obtiene a costa de enormes esfuerzos y se pierde en un instante. Y una vez que se pierde puede abandonarnos para siempre. De ahí por ejemplo que la actual situación política de Europa sea tan peligrosa y delicada.
Es necesario mantenerse informados. Solo así podemos castigar la corrupción y exigirle a los políticos que cumplan con el trabajo que la democracia les exige. De otra forma la supuesta democracia en la cual vivimos no dejar de ser más que una caricatura y un refugio de delincuentes.
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Por supuesto, la excepción confirma la regla. No todo el panorama es negro y la historia nos demuestra que la política si puede ser compatible con la defensa de elevados ideales. Aún cuando esto suceda casi por error y con muy poca frecuencia.
Quizás el ejemplo más notable lo encontramos al examinar la vida de uno de los hombres más ilustres y dignos de admiración que han caminado por el mundo desde que el hombre es hombre: Mohandas Karamchand Gandhi, mejor conocido como el Mahatma Gandhi, el “alma grande” de la India.
De el, Albert Einstein, otro gigante de la hmanidad, dijo lo siguiente:
“Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre
como éste caminó la Tierra en carne y hueso”.
Pero Gandhi merece una reflexión aparte.
3 comments:
me agrada tu cabeza
Me puede indicar por favor en que parte del libro de Maquiavelo sale la famosa cita: "el fin justifca los medios". Yo tengo varias obras del autor y en ninguna de ellas parece estar presente tal afirmación. El que inventó tal frase debía tener una traducción bastante especial-
morton
tienes toda la razón. La cita textual jamaás se menciona.
Sin embargo todo mundo sabe que el libro predica la idea de que para mantener el poder es necesario hacer uso de cualquier medio.
gracias por la corrección
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