"La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo.
Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión."
Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión."
-Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel-
Karl Marx, 1844
Dicha afirmación fue formulada por Marx en 1844. Su vigencia en estos días permanece intacta.
Hace pocos días, pasando de canal en canal, casualmente me topé con un programa local dedicado en su totalidad a la virgen de Guadalupe. La trama no es muy complicada. Los protagonistas se encuentran en algún conflicto y encuentran la solución a sus problemas mediante la divina ayuda e intervención de la virgen. Al final, en los créditos, aparece un cantante de los años ochenta caído en desgracia interpretando una versión moderna de la canción tradicional de "La guadalupana". Un asco total.
Tal como decía Marx desde el siglo XIX, creo que la devoción religiosa de un pueblo es directamente proporcional a su miseria e ignorancia. En un país tan ignorante como el nuestro, el pueblo necesita desesperadamente de la religión para llenar el vacío y la frustración de su existencia.
Lo que es indignante es que las televisoras nacionales - las cuales como sabemos, se caracterizan po cualquier cosa menos por su decencia- lucren con la fe y la ignorancia de la población de este país con el único objetivo de generar más rating.
Yo, al igual que muchísimas más personas en este país, creo que el mito de la virgen de Guadalupe fue un exitosísimo ardid publicitario que los españoles idearon para facilitar la evagelización de la población indígena mexicana. El éxito que tuvo esta estratagema fue brutal y supongo que ni sus mismos diseñadores llegaron a prever el increíble alcance de su invención.
Hasta el día de hoy decenas de millones de mexicanos profesan una fe ciega y absoluta a la virgen de Guadalupe. Es quizá uno de los símbolos más representativos de mi país y un reflejo directo de la ignorancia y la desesperación en la cual se encuentra sumida la inmensa mayoría de la población mexicana.
La virgen de Guadalupe, al igual que cualquier otro ícono religioso es un símbolo. La representación perceptible de una idea. En sus orígenes y hasta el día de hoy representa la supuesta alianza de la divinidad con la población mexicana y la esperanza de alcanzar una mejor vida. Un consuelo fácil para soportar una realidad atroz marcada por la pobreza, la soledad y el desprecio.
Un pueblo sumido en la ignorancia y en la pobreza crónica siempre se verá expuesto a regodearse en la religión como único consuelo y sustituto a la felicidad real.
El opio produce un estado ilusorio y efímero de bienestar total. Es el acceso a un paraíso artificial, tal y como decía Baudelaire. Como sabemos, el opio y sus derivados son las drogas con el potencial adictivo más alto que se conoce. La razón es muy simple: el ser humano pasa toda su vida tratando de alcanzar la felicidad a traves de cada uno de sus actos y esfuerzos. Un solo miligramo de heroína produce una felicidad de una magnitud inalcanzable por cualquier otro método con solo presionar el contenido de la jeringa hacia el torrente sanguíneo. Dicho estado dura seis horas al cabo de las cuales el junkie no pensará en otra cosa más que en la siguiente dosis. Tal y como decía Burroughs, el adicto es un ser con una necesidad absoluta de droga. Todos los actos de su vida se superditan a esa simple premisa.
El papel de la religión en la sociedad es por tanto el equivalente a lo que la heroína es para el junkie.
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