Recientemente en la Ciudad de México, la asamblea legislativa aprobó leyes que permiten el matrimonio entre homosexuales así como el derecho de estas parejas a recibir niños en adopción. Considero que tal noticia es un importante logro en hacer llegar las garantías de los derechos humanos más básicos hacia un sector de la sociedad que históricamente ha vivido desde tiempos inmemoriales y en prácticamente todas las sociedades del mundo bajo el sello de la discriminación, la persecución y la condena.
Personalmente no esperaba que dichos cambios tuvieran lugar tan rápidamente en mi país, el cual como sabemos, se encuentra aún sumido en un nivel educativo muy deficiente y bajo la eterna marca medieval de la iglesia católica. Por tal motivo considero un orgullo que México sea el primer país en Latinoamérica en dar este importante paso. Sin embargo, el dar un paso tan grande en un país en el cual amplios sectores de la sociedad aún se encuentran ideológicamente marcados por la discriminación y el prejuicio está dando ya sus primeras señales de alarma.
Como era de esperarse, la iglesia católica tomó esto como un profundo agravio y socavo a su supuesta autoridad moral, por lo cual los primeros pasos de estos cambios sociales no se darán sin una profunda y obstinada resistencia por parte del Cardenal Norberto Rivera y los sacerdotes a lo largo y ancho del país.
La iglesia se ha pronunciado en contra de los cambios utilizando toda esa innumerable gama de argumentos gastados y soporíferos que dicen que el matrimonio entre homosexuales constituye un atentado contra la "sagrada" institución de la familia, debido a que la unión entre dos personas del mismo sexo constituye una violación de las normas naturales, morales, divinas, etc... etc... etc...
La feroz oposición de la iglesia en este tema es como de costumbre una muestra más de que los sacerdotes no terminan de entender que el país en el que viven es un estado laico en el cual el clero no tiene el derecho de entrometerse en temas de índole jurídico.
En sus más recientes declaraciones, el Cardenal se lamenta profundamente de la "prepotencia" de la asamblea legislativa del Distrito Federal al atreverse a aprobar leyes que a pesar de encontrarse plenamente sustentadas por la ley, los derechos humanos y el sentido común, contradicen los "sagrados" principios de la Iglesia.
En otras palabras, para la Iglesia, la prepotencia consiste en sustentar ideas que contradigan la ideología católica. No deja de resultar curioso que una institución que históricamente se encuentra manchada por la sangre de millones y millones de inocentes se atreva a acusar a una asamblea democráticamente constituida de prepotencia por cometer el imperdonable error de promulgar leyes que pugnan por la igualdad de derechos entre los ciudadanos, sin importar su género, preferencia religiosa u orientación sexual. Como de costumbre, la ironía del asunto escapa a la obtusa mente de nuestro querídisimo cardenal.
Recientemente, emitió un comunicado titulado "Asamblea legislativa sin control" en la cual, entre muchas otras, nos ilumina con estas perlas de estupidez:
"De la misma forma han actuado en la reciente legislación sobre el reconocimiento de las uniones homosexuales en calidad de “matrimonios”. La misma Asamblea había ya aprobado un contrato civil para tales uniones, denominado “sociedad de convivencia”, y aunque podría haber algunos cuestionamientos, finalmente pasó sin pena ni gloria. La situación actual es distinta, los legisladores perredistas pasan por encima de una institución fundamental de la sociedad y además ponen en entredicho los derechos humanos al aceptar que las uniones de personas del mismo sexo, como matrimonio, tengan la posibilidad de adopción de infantes, sin tomar en cuenta, una vez más, el respeto a la vida humana en la persona de los más pequeños. Si no le ha importado el valor de la vida en gestación (Ley del aborto), tampoco les importa ahora el respeto a la vida de los niños, por lo que no debe extrañarnos que pronto propongan el extermino de la vida de los enfermos y ancianos bajo la mal llamada eutanasia. Vamos dando pasos agigantados hacia la deshumanización. "
Detrás de toda esta innumerable pila de argumentos retrógradas y prejuicios me parece importante destacar la increíble agresividad ímplicitamente expuesta en el término con el que cierra su queja. Para el Cardenal, el que dos homosexuales contraígan matrimonio constituye un paso hacia la deshumanización. Con lo cual debemos entender que la forma de vida de los homosexuales no solo constituye un distanciamiento de los valores cristianos sino de aquellas cualidades y valores que nos otorgan nuestra más básica condición humana.
¿Que son entonces para el Cardenal los homosexuales? ¿Un término medio entre los seres humanos y los animales? ¿Será que los animales tienen mas valía ante sus ojos ya que estos por lo menos acatan las "leyes divinas" que dictan que la sexualidad únicamente puede practicarse de forma natural entre sexos opuestos ya que su fín último es la procreación? Quien sabe. Todo puede esperarse de la mente de este hombre medieval que sin embargo se sirve del internet para propagar estas joyas de lucidez.
Esta por demás decir que es prácticamente una certeza absoluta que el Cardenal ignora que la etología ha demostrado desde hace décadas que la homosexualidad existe entre innumerables especies animales, lo cual echa por tierra el tan socorrido argumento homófobo que establece que los homosexuales van en contra de las leyes de la propia naturaleza. Sin duda ignora que en múltiples países europeos en los cuales se les permite la adopción a matrimonios homosexuales se ha comprobado desde hace años que los niños criados en el seno de estas familias no corren el riesgo de corromper su mente y condenar su alma al infierno mediante el perverso contacto con parejas homosexuales.
¿Porque el hecho de que los homosexuales deseen contraer matrimonio ha de constituir un atentado contra la "sagrada" institución de la familia? ¿Que acaso no solo estan luchando por poder ser parte de la misma institución que el mismo Cardenal defiende como un pilar básico de la sociedad? ¿Que esto no estaría simplemente ampliando la base demográfica de las personas dentro de la sociedad que viven en el núcleo y bajo el amparo de una familia?
¿Con que posible derecho o bajo que argumento racionalmente sustentado habría de negárseles a los homosexuales su legítimo derecho a fundar una familia tomando en cuenta que su preferencia sexual es únicamente una faceta más de diversidad humana? ¿Que no resulta obvio ante cualquier persona medianamente racional que toda sociedad que aspire a llamarse a sí misma justa y democrática debe garantizarle como primer requisito a todos sus ciudadanos el gozar de los mismos derechos básicos sin importar su género, ideología, clase social, preferencia religiosa u orientación sexual? ¿Y entre estos derechos básicos no se encuentra acaso el unirse en matrimonio con todas las garantías legales que esto implica así como el derecho de formar una familia?
En una muestra más de desesperación, el Cardenal esta haciendo uso de toda gama de técnicas repulsivas en su batalla contra la igualdad y la defensa de los derechos humanos. Una muestra de esto es esta nota en el periódico del día de hoy:
"Como parte de su campaña contra los matrimonios de homosexuales y la adopción de hijos, la Arquidiócesis Primada de México se dio a la tarea de buscar pruebas para demostrar que no son convenientes.
En su semanario "Desde la fe" presentó ayer el testimonio de un adulto -del cual no se proporciona ningún dato personal-, titulado "Mi padre era homosexual", que dice haber padecido abusos sexuales de su padre y la pareja de éste, también hombre.
Detalla cómo, cuando era niño, fue dado en adopción por su madre, debido a problemas económicos. Según el testimonio, el niño vio con normalidad que su padrastro sostuviera relaciones sexuales con él, pues, dice, "no lo vi extraño porque no sabía cómo era la relación papá-hijo.
Pensé que eso era normal".
Sin embargo, agrega, la anormalidad fue que su padre llevó a vivir a su pareja a casa y ambos violentaban la sexualidad del menor."
En su semanario "Desde la fe" presentó ayer el testimonio de un adulto -del cual no se proporciona ningún dato personal-, titulado "Mi padre era homosexual", que dice haber padecido abusos sexuales de su padre y la pareja de éste, también hombre.
Detalla cómo, cuando era niño, fue dado en adopción por su madre, debido a problemas económicos. Según el testimonio, el niño vio con normalidad que su padrastro sostuviera relaciones sexuales con él, pues, dice, "no lo vi extraño porque no sabía cómo era la relación papá-hijo.
Pensé que eso era normal".
Sin embargo, agrega, la anormalidad fue que su padre llevó a vivir a su pareja a casa y ambos violentaban la sexualidad del menor."
A este grado de inmundicia moral se estan rebajando los argumentos que la iglesia católica esta empleando para desinformar a la ciudadanía en su afán de convencerla de que los matrimonios homosexuales constituyen un paso seguro hacia la condena de la humanidad a arder en el fuego eterno del infierno. Una vez más es preciso leer entre líneas un mensaje no tan velado detrás de este "comunicado", en el cual nuevamente se pretende hacernos creer que los homosexuales son seres infrahumanos proclives a dudosos placeres como el abuso sexual de menores. Se trata nuevamente de confundir a la sociedad al tratar de fundir en un solo concepto la homosexualidad, la perversión y la corrupción moral y física de "niños inocentes". A modo de sugerencia y si de eso es de lo que en verdad estamos hablando, le sugeriría a la Arquidiócesis que en futuros comunicados nos ilustre con la innumerable lista de abusos sexuales que han perpetrado los miembros de sus propias filas. ¿Que tal todo un comunicado dedicado a los exóticos gustos eróticos de uno de sus miembros más distinguidos: Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo?
Al final, toda esta serie de comunicados y declaraciones imbéciles, no solo del cardenal Norberto Rivera sino de otros sacerdotes -como es el caso del arzobispo de Morelia quien no hace mucho declaro que "ni los perros mantienen relaciones entre su mismo sexo"- solo contribuyen a continuar desacreditando la supuesta autoridad moral de una Iglesia cada día mas desprestigiada que al empeñarse en sostener estos argumentos dogmáticos y homofóbicos no hace sino continuar perdiendo adeptos entre los miembros más jovenes de una sociedad que a paso lento pero seguro, da señales de ir avanzando en materia de tolerancia a las diversas manifestaciones de esa diversidad humana que la religión pretende reducir y anular.
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