Nunca hay que perder de vista que la televisión es ante todo un negocio. Las televisoras son financiadas por sus empresas anunciantes. De esta forma, sus productos - sus programas de comedia, sus telenovelas y noticieros, sus escasos programas culturales, sus reality shows - tienen como finalidad primordial el que los espectadores mantengan encendidos sus televisores de tal forma que en las pausas entre la programación puedan ser expuestos a los anuncios comerciales de las empresas que financian el programa en turno. La televisión recibe sus ganancias de las empresas que exhiben sus anuncios comerciales entre su programación. A cambio de las cuantiosas sumas que estas empresas invierten para que sus spots de treinta segundos sean transmitidos continuamente a lo largo del día, las televisoras le retribuyen a sus anunciantes con consumidores. Le venden su auditorio a sus anunciantes.
Esta es la principal función de las televisoras: transformar a sus televidentes en potenciales compradores de lo que sea que se anuncie en su programación. Es la más grande fábrica de consumidores del planeta. Y esto no es una opinión personal, es un hecho evidente.
El único elemento insustituible en la ecuación del funcionamiento de la televisión es el empresario que invierte su dinero para que los anuncios comerciales de su producto lleguen masivamente a los ojos y oídos de la población. Después de él viene el publicista, quien esta encargado de diseñar una campaña de marketing eficaz que permita que en treinta segundos se despierte una necesidad en el televidente que lo convierta de un simple espectador a un potencial consumidor del producto. Y después del publicista vienen los productores de televisión, encargados de diseñar un programa que resulte lo suficientemente atractivo como para que el auditorio mantenga su televisor encendido durante toda su transmisión. Entre mas espectadores tenga el programa, más televidentes consumirán los productos anunciados, y más dinero podrán solicitarles a los anunciantes a cambio de transmitir sus anuncios durante el programa. Asi de simple. A aquellos que se pregunten la razón por la cual los productos mediáticos televisivos más exitosos suelen ser los de peor calidad, los más denigrantes, los más estúpidos, habra que recordarles que detrás de todo el mecanismo, lo único que persiguen las televisoras es el mayor número de ganacias al menor costo posible, como cualquier otra empresa capitalista. Detrás de la programación de una televisora hay demasiado dinero en juego, de tal forma que los productores dificilmente pueden darse el lujo de transmitir un programa que corra el riesgo de no gustarle a su auditorio, porque al no ser sintonizado, los productos anunciados no se venderán, y en consecuencia los anunciantes simple y sencillamente retirarán sus spots de ese horario con las cuantiosas pérdidas económicas que eso implica.
Si la televisión es una fábrica masiva de consumidores, es necesario también hacer una distinción entre los sectores de la población a los cuales van dirigidas las campañas publicitarias de sus anunciantes. Las grandes empresas que se anuncian en televisión no buscan llegar primordialmente a los sectores pobres de la población, que únicamente cuentan con el suficiente capital para solventar sus necesidades más básicas - una comida y un techo -, sino a aquellos sectores de la población que tienen sus necesidades básicas cubiertas y pueden darse el lujo de destinar parte de sus ingresos al consumo de productos superfluos -automóviles, ropa, fragancias, teléfonos celúlares y el último gadget tecnológico. Es por esta razón que la televisión se enfoca más a promover los lujos de los ricos que las necesidades de los pobres. Por el simple hecho de que son los ricos los que por obvias razones consumen más.