No se en que terminaré convirtiendome dentro de unos años. No se en que quiero convertirme. Tengo mas claro en cambio, en que es en lo que no quiero convertirme. No me interesa medir mi éxito futuro usando como estandar mi prosperidad económica. En lo que a mí respecta, la suma de una cuenta bancaria no aumenta en un ápice la trascendencia o el valor de la vida de una persona. La idea de convertir el dinero y la felicidad en sinónimos me resulta peligrosa. Conduce innevitablemente a dejar de vivir realmente. El tiempo se convierte únicamente en el instrumento necesario para acumular la mayor cantidad posible de bienes materiales. Cuando llega el momento en el que esa acumulación de bienes se vuelve incuantificable, la felicidad pasa a un segundo plano.
Se corre el riesgo de despegar los pies de la tierra. Aquel que coloca al dinero como el eje principal de su vida ya no piensa en nada mas. Cree absurdamente que el dinero sustituirá todo lo demás. Que será el parche que ocultará todas sus carencias. Otros mas, simple y secillamente, saben que solo tienen dinero, que no tienen nada mas que ofrecer, pero no les importa en absoluto. No están interesados en tener nada mas ni en ofrecerle nada a nadie.
Es algo que me obsesiona últimamente. ¿Porqué se cree que el dinero y el prestigio social son sinonimo de calidad humana? ¿Porqué se han convertido en la única meta que la sociedad nos anima a alcanzar? ¿Porqué el millonario es reverenciado como un Dios? ¿Porqué no hay nadie interesado en juzgar los medios por los cuales el millonario consiguió su dinero?
El dinero no compra inteligencia, ni cultura, ni bondad, ni autoridad moral. El dinero no equivale a calidad humana. El dinero es solo eso. Dinero. Y se puede conseguir por medio del trabajo o matando a alguien en una esquina para quitarle la cartera.
Woody Allen dijo alguna vez que el dinero no compra la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que hace falta un especialista muy avanzado para notar la diferencia. Esa sensación tan parecida, probablemente sea felicidad auténtica algunas veces. De cualquier forma, la felicidad es un concepto personal y subjetivo. Tampoco me opongo a disfrutar del dinero. Después de todo, este nos abre las puertas para tomar oportunidades que por otros medios dificilmente conseguiríamos. A lo que me opongo es a vivir por y para el dinero. A lo que me opongo es a comprar la idea de que necesito un automóvil alemán o un traje italiano para ser verdaderamente feliz. Me rehuso a comprar mi felicidad, o a colocarle tras de sí, lastres asfixiantes. Si debo de sufrir ansiedad o sentir precupación por algo, no será por una banalidad tan estúpida como es mantener un cierto status social frente a la mirada de los demás o mantener mi guardarropa a tono con las últimas tendencias que dicta alguna oscura diseñadora italoamericana adicta a la cocaína.
Se dice que las cosas que posees terminan por poseerte. Creo que es mas libre aquel que no posee nada, que el que es dueño de todos los tesoros de la tierra. El primero se basta solamente con su riqueza interior, ese concepto tan olvidado que nadie parece estar interesado en rescatar. El segundo depende de una riqueza exterior, con la cual muchas veces esperará rellenar todos aquellos huecos que resultan de la carencia absoluta de cualquier otro tipo de riqueza diferente a la monetaria. Algunas veces logrará montar a su alrededor esa fachada de fantasía. Los ignorantes se deslumbrarán por un tiempo con el brillo de sus monedas de oro. Pero invariablemente, el tiempo se encargará de que las cosas caigan por su propio peso y que los engaños queden al descubierto.
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