Sin embargo, de regreso, al pasar frente al monte de Piedad, vi toda una serie de personas con carteles anunciando el ofrecerse a comprar todo tipo de artículos.
Sabía por donde iba el asunto. Cuando le sugerí el precio estimado de la guitarra (3 mil pesos), el sujeto se volteó con un brillo en los ojos preguntandome "¿300 pesos?"
Para ese punto creí que era una broma. Cuando este sujeto se dio aún el lujo de molestarse al decirle que me refería a 3 mil pesos ya que su valor comercial era el doble de esa suma, me contestó que así no negociaba y que "¿Pedía demasiado'"
Aún me volvió a frecer los 300 pesos.
Pero eso no fue lo que en realidad me impactó, sino un anciano con una cacerola en la mano, yendo de puesto en puesto ofreciendola por 20 o 30 pesos.
Estos sujetos aún se daban el lujo de regatear, caundo detrás de ellos tenían refrogeradores y microondas de un valor de entre 3 a 10 mil pesos.
Por la expresión de su rostro, al entregar su cacerola y recibir unas monedas, no quiero imaginarlo.
Es cierto que tal como alguna vez dijo Monsivais, durante las semanas siguientes al terremoto de 1985 la sociedad civil fue el gobierno de facto del país, en contraste a la parálisis absoluta del regimen de Miguel de la Madrid.
lástima que esta generosidad en masa solo se manifieste a escalas cósmicas, cada 10 o 15 mil años que se presenta un terremototo 8.1 grados richter.
La norma es esa mezquindad con la que muchos mexicanos se sirven de la miseria ajena para obtener el mayor beneficio posible.
No se trata de una teoria. El simple análisis de la historia nos muestra una y otra vez que en aquellas sociedades más prósperas, los individuos normalmente encuentran un cierto equilibrio entre el logro de sus beneficios y la cooperación con los demás. En contraste, muchos mexicanos van por la vida pisando a todo aquel que se les pone enfrente, valiendose de cualquier medio a su alcance, asi sea la miseria o la desgracia ajena. Aun sabiendo que al actuar de esta forma, también aceptan el riesgo constante de ser víctimas del mismo trato.
Nos quejamos de nuestro gobierno.
Sin embargo, nada es más cierto que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Y si queremos un mejor gobierno, necesitamos ser una mejor sociedad.
La imagen de ese anciano con su cacerola es algo que he tenido en mente todo el día.
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