"The electric guitar was to be shaped like a woman... was going to be shaped like something you wish to hold, that you love, something that you couldnt wait to go home and put it in your lap and play it... and that will be respond with beautiful sounds"
Les Paul
"guitar is the way our soul speak"
Ana Popovic
En ocasiones necesitamos expresar nuestras ideas de una forma intelectual a través de un canal adecuado. Hay quienes tienen la oratoria o la poesía. Yo no encuentro una mejor forma de expresar mis ideas que a través de el lenguaje hablado y los ensayos cortos que componen este blog.
Sin embargo, también llega ese momento en el cual se necesita expresar algo indefinible que viene desde el fondo de nuestro ser y no puede ser descrito con letras o palabras. Se trata -supongo- de la expresión de emociones que no son descriptibles a través del lenguaje del habla y de la escritura.
Estas dos guitarras son el vehículo a través del cual -sin proponermelo- encontré la forma de expresar esas emociones inexpresables a través de la letra y la palabra.
Verdaderamente, el sonido que emerge a través del amplificador es una segunda voz para alguien que toca y ama tocar la guitarra. Es algo que uno sabe bien pero no puede expresarle a los demás.
Lo mismo sucede -supongo- con cualquier otro instrumento musical o con cualquier otra manifestación artística como la pintura o la escultura.
Creo que frecuentemente encumbramos al arte, manteniendo el término lejos del alcance de las personas ordinarias que como yo tocan una guitarra o un piano, o dibujan o expresan sus emociones a través de otros medios diferentes al habla.
El arte no está necesariamente reservado a los grandes genios. Es una propiedad intrínsecamente humana que todos, de diversas formas, introducimos dentro de nuestras vidas.
Mi forma más cercana de expresarme emocionalmente en el nivel más básico, sin usar letras ni palabras, es a través de las cuerdas de esa pequeña guitarra azul y de esa gran guitarra negra. El timbre que producen esas seis cuerdas amplificadas es una segunda voz para mí.
***
Me gusta leer para después contarle historias a las personas que me rodean. Una característica que heredé de mi abuelo. Me gusta escribir y expresar mis ideas a traves de ensayos cortos. Un gusto que adquirí tras leer El laberinto de la soledad y maravillarme por el poder que puede alcanzar la letra en una simple y bien construida construcción gramatical.
Sin embargo, lo que siento al tocar la guitarra es algo muy dificil de definir en un papel o a través del lenguaje hablado. No se que trató de comunicar. Ni siquiera se si se trata de un diálogo. El tocar la guitarra es un acto solitario en su mayor parte. Y no persigue ningún objetivo en particular.
Solo llega un día en el cual tu guitarra se vuelve una compañía indispensable e irremplazable.
Existe un elemento en la estética de una guitarra eléctrica que es innegable. Es dificil de definir y aún más de expresar, pero aquellas personas que tocan la guitarra sienten una fascinación por toda una serie de cosas que pasan desapercibidas para los demás. Se trata de encontrar el tono correcto a través de los controles de la propia guitarra, del amplificador y los pedales. Pero también se trata de admirar a la guitarra como objeto.
Para mi, la stratocaster es una escultura. Es una herramiento, cierto, pero la belleza de su diseño la hace una herramienta que es al mismo tiempo una obra de arte.
Cada pequeño detalle de la guitarra favorita de un guitarrista entra en el tono que emana del amplificador.
Uno conoce su guitarra en cada mínimo aspecto. La textura y la forma del cuello, del cuerpo, las imperfecciones, la respuesta del tono a los controles de la guitarra y del amplificador, la tensión de las cuerdas... cada mínimo aspecto esta ahí.
Si la stratocaster es para mí una obra estéticamente hermosa, una strat en el color en particular que tiene la mía con el diapasón claro de maple es, de entre toda la inmensa gama de versiones de la guitarra, aquella que me gusta más.
Nuevamente es algo dificil de explicar.
Esta guitarra azul contiene una parte de mi ser. No solo es mi posesión material más preciada. En ella está el recuerdo de las cientos de horas que he pasado tocando los acrodes y las notas de las canciones que de una forma u otra forman la banda sonora de mi vida.
Me gusta saber que esta guitarra tiene una historia que desconozco, antes de que llegara a mis manos desde Nashville, Tennesse. Desconozco si su dueño allá fue su primer propietario. Lo que se es que continuará siendo una compañera para mí indefinidamente.
Para mi, la stratocaster es una escultura. Es una herramiento, cierto, pero la belleza de su diseño la hace una herramienta que es al mismo tiempo una obra de arte.
Cada pequeño detalle de la guitarra favorita de un guitarrista entra en el tono que emana del amplificador.
Uno conoce su guitarra en cada mínimo aspecto. La textura y la forma del cuello, del cuerpo, las imperfecciones, la respuesta del tono a los controles de la guitarra y del amplificador, la tensión de las cuerdas... cada mínimo aspecto esta ahí.
Si la stratocaster es para mí una obra estéticamente hermosa, una strat en el color en particular que tiene la mía con el diapasón claro de maple es, de entre toda la inmensa gama de versiones de la guitarra, aquella que me gusta más.
Nuevamente es algo dificil de explicar.
Esta guitarra azul contiene una parte de mi ser. No solo es mi posesión material más preciada. En ella está el recuerdo de las cientos de horas que he pasado tocando los acrodes y las notas de las canciones que de una forma u otra forman la banda sonora de mi vida.
Me gusta saber que esta guitarra tiene una historia que desconozco, antes de que llegara a mis manos desde Nashville, Tennesse. Desconozco si su dueño allá fue su primer propietario. Lo que se es que continuará siendo una compañera para mí indefinidamente.
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