10 días antes de que dieran inicio las olimpiadas de 1968 en la Ciudad de México -solo 10 días antes- una multitud de estudiantes se dirigía a un mitin de protesta pacífico a celebrarse en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada dentro del complejo de edificios de Tlatelolco.
Pocos de ellos le prestaron atención a los agentes militares de civil con la mano enfundada en un guante blanco que rondaban por la plaza -el tristemente célebre "Batallon Olimpia"- y por los techos de los edificios. Pocos advirtieron los tanques bloqueando los escasos accesos a la plaza. En el momento en que un helicoptero militar comenzó a sobrevolar el lugar, ninguno de ellos sabía que la plaza estaba sitiada y se había convertido en unos minutos en una trampa mortal.
Una bengala verde, disparada desde el helicoptero, era la señal convenida por los asesinos. A partir de ahí y hasta la mañana del día siguiente, Tlatelolco se convirtió en un infierno. El Batallon Olimpia abrió fuego contra la multitud y disparó a todo aquello que se moviera. Los francotiradores en los techos tenían a su merced a una multitud desarmada que en vano intentaba encontrar una vía de salida.
Pero no había niguna. En un ejemplo glorioso de estrategia militar, el ejercito mexicano había cerrado todas las salidas de la plaza y los accesos a los edificios de departamentos. Que valentía de estos soldados. Imaginen el coraje que se necesita para disparar desde un techo a una multitud de estudiantes desarmados. Los que aún viven deben estar tan orgullosos.
Los que no murieron aquel día fueron transportados en camiones a campos militares. Algunos fueron liberados. De otros no se volvió a saber.
A la mañana siguiente, en México no había pasado nada. La prensa oficial, comprada por el gobierno, no dedicaba una línea a la masacre. Los pocos medios que se atrevieron a tocar el asunto narraban tímidas crónicas y arrojaban aún más tímidas cifras sobre el número de estudiantes asesinados.
El número exacto no se sabrá nunca. Las especulaciones actuales mas cercanas situan la cifran en un número no menor de 300 muertos. Algunos elevan la cifra hasta 500.
No hay que olvidar que a la cifra de caídos en la plaza habría que sumarle los desaparecidos por el ejercito mexicano. Todos aquellos que subieron a los camiones del ejercito y de quienes no se volvió a saber nada.
Gustavo Diaz Ordaz -Presidente de México en turno- dijo que los muertos fueron 20.
Hoy es 2 de octubre. Hoy hace 40 años se perpetraba la masacre de Tlatelolco. Como cada año la Ciudad se desquiciará con las diversas marchas que bloquearán las principales avenidas. Como cada año se repetirá la misma vieja consigna: "2 de octubre, no se olvida".
Pero lo cierto es que los criminales que gestaron la masacre jamás fueron llevados ante un tribunal. La gran mayoría deben estar -felizmente- muertos a estas alturas.
Sólo nos queda recordar a los muertos y repudiar a los asesinos.
Si de verdad existe algo llamado "deber cívico", éste no consiste en plantarse ante un desfile militar, saludar y cantar las estrofas del himno nacional. Sobra decir que no se esta cumpliendo ningún deber cívico acudiendo a la plaza del Zócalo cada 15 de septiembre a embriagarse y ponerse en rídiculo gritando consignas estúpidas.
Si es un deber cívico en cambio, conocer nuestra historia y aprender de ella.
Cualquiera que viva en este país esta moralmente obligado a leer "La Noche de Tlatelolco" de Elena poniatowska, por ejemplo.
Oriana Fallaci, la legendaria periodista italiana, estuvo presente en Tlatelolco aquella tarde. He aqui lo que dijo a los medios el siguiente día:
No, no voy a dar ninguna entrevista, ninguna, no después de lo que me pasó; me han disparado, me han robado mi reloj, me dejaron desangrarme ahí en el suelo del Chihuahua, me negaron el derecho a llamar a mi embajada... Quiero que la delegación italiana se retire de los Juegos Olimpicos; es lo menos que pueden hacer. Mi asunto va a ir al Parlamento, el mundo entero se va a enterar de lo que pasa en México, de la clase de democracia que impera en este país, el mundo entero. ¡Qué salvajada! Yo he estado en Vietnam y puedo asegurar que en Vietnam durante los tiroteos y los bombardeos (también en Vietnam señalan los sitios que se van a bombardear con luces de bengala) hay barricadas, refugios, trincheras, agujeros, qué sé yo, a donde correr a guarecerse. Aquí no hay la más remota posibilidad de escape. Al contrario. Yo estaba tirada boca abajo en el suelo y cuando quise cubrir mi cabeza con mi bolsa para protegerme de las esquirlas un policía apuntó el cañon de su pistola a unos centímetros de mi cabeza: “No se mueva.” Yo veía las balas incrustarse en el piso de la terraza a mi alrededor. También vi cómo la policía arrastraba de los cabellos a estudiantes y a jóvenes y los arrestaban. Vi a muchos heridos, mucha sangre, hasta que me hirieron a mí y permanecí tirada en un charco de mi propia sangre durante cuarenta y cinco minutos. Un estudiante junto a mí repetía: “Valor Oriana, valor.” La policía jamás atendió a mi petición: “Avísenle a mi embajada, avísenle a mi embajada.” Todos se negaron hasta que una mujer me dijo: “Yo voy a hacerlo.”
He llamado a mi hermana que sale hoy en avión, he llamado a Londres, a Paris, a Nueva York, a Roma. Hoy en la mañana cuando me llevaron a rayos X unos periodistas me preguntaron qué hacía en Tlatelolco: ¿Qué hacía, Dios mío? Mi trabajo. Soy una periodista profesional. Tuve contacto con los líderes del Consejo Nacional de Huelga porque el Movimiento es lo más interesante que sucede ahora en su país. Los estudiantes me hablaron el viernes a mi hotel y me dijeron que habría un gran mitin en la Plaza de las Tres Culturas el miércoles 2 de octubre a las cinco de la tarde. Como no conocía la Plaza y sé que es un centro arqueológico pensé combinar las dos cosas. Por eso fui. Desde que llegué a México me llamó la atención la lucha de los estudiantes contra la represión policiaca. Me asombran también las noticias en sus periódicos. ¡Qué malos son sus periódicos, qué timoratos, qué poca capacidad de indignación! ¡Qué Olimpiadas ni qué nada! Apenas me den de alta en este hospital, me largo.
He llamado a mi hermana que sale hoy en avión, he llamado a Londres, a Paris, a Nueva York, a Roma. Hoy en la mañana cuando me llevaron a rayos X unos periodistas me preguntaron qué hacía en Tlatelolco: ¿Qué hacía, Dios mío? Mi trabajo. Soy una periodista profesional. Tuve contacto con los líderes del Consejo Nacional de Huelga porque el Movimiento es lo más interesante que sucede ahora en su país. Los estudiantes me hablaron el viernes a mi hotel y me dijeron que habría un gran mitin en la Plaza de las Tres Culturas el miércoles 2 de octubre a las cinco de la tarde. Como no conocía la Plaza y sé que es un centro arqueológico pensé combinar las dos cosas. Por eso fui. Desde que llegué a México me llamó la atención la lucha de los estudiantes contra la represión policiaca. Me asombran también las noticias en sus periódicos. ¡Qué malos son sus periódicos, qué timoratos, qué poca capacidad de indignación! ¡Qué Olimpiadas ni qué nada! Apenas me den de alta en este hospital, me largo.
He aqui más testimonios:
3 comments:
KE MAL PLAN DEL PUTO GOBIERNO DE MIERDA HIJO DE SU PUTISISISIMA MADRE _PINCHE HIJO DE MIERDA _
Muii deacuerdo con ese comentario ,pinche puto gustavo diax ordaz hijo de mierda a y k descanze en paz pinche tronpudo PUTO
Muii deacuerdo con ese comentario ,pinche puto gustavo diax ordaz hijo de mierda a y k descanze en paz pinche tronpudo PUTO
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