La libertad de expresión es una de las condiciones absolutamente necesarias para una democracia. Su ejercicio jamás debe ponerse a prueba, limitarse o condicionarse de ninguna forma.
Una sociedad que ejerce la censura, limita esta libertad de expresión o llega al extremo de suprimirla totalmente, desacredita automáticamente todos sus posibles méritos.
Ejemplos sobran. En Latinoamérica tenemos el caso de Cuba y más recientemente de Venezuela. En el resto del mundo tenemos casos como el de China o Irán.
Un gobernante que ejerce la censura o prohíbe y castiga la mención de opiniones en su contra convierte a su gobierno en un estado tiránico y aborrecible. Aunque solo sea por esta única razón.
Existen otros casos en los cuales teóricamente existe libertad de expresión en la sociedad. Tal es el caso de mi país. Sin embargo esta libertad de expresión no es irrestricta, como debería serlo, y como en tantos otros países, se encuentra secuestrada por el dinero y el poder de monstruos corporativos que le imponen sus reglas a los grandes medios de comunicación que monopolizan la opinión pública.
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