Sunday, December 28, 2014

mantra


La felicidad no radica en poseer más sino en desear menos cosas materiales.

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Creo en este precepto y me parece un buen punto de partida para contrarrestar el vacío al cual nos conduce la vida moderna. Estoy consciente de que este principio va absolutamente en contra de lo que nos dicta la sociedad de consumo en la cual estamos inmersos. Y es precisamente por eso que me parece útil para tratar de ser más feliz: porque la sociedad de consumo -contrario a lo que predica- no genera felicidad. Solo genera angustia y vacío.
Las cosas materiales no generan felicidad. Esa idea es una trampa. Y no se trata de vivir como un asceta. Solo se trata de comprender que de cada diez productos que vemos en los anuncios de la televisión o en los aparadores de los centros comerciales, hay nueve de ellos que en realidad no necesitamos. Creemos necesitarlos porque los publicistas han hecho bien su trabajo y han logrado generar en el mente de una persona cualquiera la idea de que necesita algo que jamás hubiera buscado adquirir si no fuera por un anuncio de televisión. 
En una primera instancia pareciera que la motivación que utiliza la sociedad de consumo para alentar a las personas a gastar su dinero y comprar es positiva: Generar una imagen de éxito. En mi opinión el aliciente que en realidad alimenta al consumismo es, como en tantos otros  casos, el miedo. Miedo a proyectar una imagen de fracaso.
Porque en un mundo en el cual Dios es el dólar, la moral se simplifica hasta principios ridículamente sencillos. El único pecado es ser pobre. La única aspiración es ser rico. El único deber es ganar y gastar dinero. El fín último es consumir.  
Sin embargo, aquel que siga este juego y trate de edificar su felicidad en la acumulación de bienes materiales tarde o temprano llegará a un punto en el cual se dará cuenta de que todas las supuestas promesas que nos ofrece la sociedad de consumo no son mas que farsas y espejismos. 

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Las cosas que verdaderamente importan no son materiales. No se pueden tocar. Son intangibles. Y no tienen costo ni relación alguna con el dinero: el amor a nuestra familia... el amor paternal, el amor fraternal, el amor que sentimos por nuestra pareja y por nuestros amigos, la pasión que sentimos no solo por la simple remuneración económica de nuestro trabajo sino principalmente por el simple hecho de realizarlo.
Creo que es ahi y solo ahi en donde cada quien, con sus recursos y a su manera, debería buscar ese elusivo estado de bienestar al que llamamos felicidad. La felicidad no se adquiere en un centro comercial como se adquiere un reloj o una loción. La felicidad se construye y se elige. Y ya sea que se encuentre cimentada en bienes materiales o en bienes intangibles, la felicidad nunca es eterna. Pero creo que en el segundo caso tenemos una mejor oportunidad de construir esa felicidad cuando no la tenemos, de recuperarla cuando la perdemos y de preservarla cuando la alcanzamos por esos breves momentos que la vida nos lo permite.

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