Wednesday, January 07, 2015

divertida extravagancia


"Aparte de este beneficio de estos escritos sobre mí, espero otro: que, si llega a ocurrir que mis sentimientos y opiniones agraden y convengan a algún hombre de bien antes de que yo muera, intente reunirse conmigo; le estoy dando mucho por adelantado, pues todo cuanto una larga relación y una larga familiaridad podría hacerle adquirir en muchos años, él lo ve en tres días de registro, y con más seguridad y exactitud. Divertida extravagancia: muchas cosas que no me gustaría contar a nadie las digo en público y, en lo que respecta a mis conocimientos o pensamientos más secretos remito a mis amigos más íntimos a la tienda de un librero."

Michel de Montaigne
- Ensayos -

 Tal como escribió Montaigne -el creador del ensayo literario-, resulta al final una divertida extravagancia esta costumbre  de dejar plasmados por escrito nuestros pensamientos más íntimos y más importantes. 
Estos escritos reflejan de una forma bastante fiel mi forma de pensar con respecto a un millón de cosas. Sin embargo, sería hipócrita de mi parte  presumir que estos pensamientos siempre se han traducido en actos o han nacido como consecuencia de ellos. 
Hipócrita es aquel que le aplica a las demás personas estándares morales que no se aplica a sí mísmo. 
Montaigne también escribio que el escribir sus ensayos le servía de una especie de guía. 
Ignoro si mis pensamientos -plasmados en estos textos- sean correctos o incorrectos. Ignoro también quien tiene la autoridad moral para decidir que pensamiento es correcto o incorrecto. Entiendo en todo caso que existen ciertos principios morales básicos que debemos seguir, no tanto por aclarar la cuestión de que es bueno y que es malo sino por motivos puramente pragmáticos: facilitan nuestra convivencia con nuestros semejantes.
En todo caso, esto es en lo que creo. Estas letras son el reflejo de mi pensamiento en muchas cuestiones. Tantas como las que he alcanzado a tratar en estos años. 
Sin embargo también estoy consciente que los pensamientos, a fin de cuentas, deben de traducirse en actos. O nuestros actos deben generar una reflexión que ordene nuestras ideas y nos ayude a poner por escrito nuestros pensamientos. Y es en este punto en el cual debo decir que mi forma de pensar probablemente esté más influida por los errores que he cometido en mi vida que por mis posibles aciertos. 
Estoy verdaderamente lejos de ser una persona perfecta. No pretendo serlo ni en el momento presente ni en algún momento futuro. Tal pensamiento sería una aberración megalómana. Todos los seres humanos somos falibles, y a pesar del dolor que nos provocan nuestros errores -y peor aún, que éstos provocan en alguien más- es en esa adversidad en donde se encuentra la clave para conocer cierta parte de nuestra naturaleza que simplemente no nos es posible ver en tiempos de bonanza. 
Todos los seres humanos tenemos el derecho de cometer errores sin ser juzgados, siempre y cuando esos errores no afecten a un tercero. De cualquier forma, es inevitable: en esta vida, tarde o temprano alguién nos lastimará y lastimaremos a alguien. Esa es la cruda realidad. Nadie pasará por este mundo sin lastimar o ser lastimado. Pero no solo es una parte de la vida. Es algo que necesitamos para crecer. Aquel que nunca llega a conocer el sufrimiento, jamás llegará a conocerse a sí mismo, ni a sus semejantes ni al mundo que le rodea. 
Es necesario pasar por muchas pruebas y conocer la adversidad para conocernos y conocer a los demás. Esta es la lección que pretende transmitir la historia de Buda, cuando abandona su vida de lujo, placer y comodidad en la corte para conocer el mundo real, con su pobreza y sufrimiento. Solo de esa forma le será posible crecer y alcanzar la iluminación. En la comodidad de su palacio no viviría realmente. Se limitaría a existir.
Yo por otro lado soy un humilde mortal como cualquier otro que no aspira  alcanzar la iluminación ni mucho menos. El modesto propósito de muchos de estos escritos es asimilar las enseñanzas que he podido vislumbrar de mis errores -y también de mis posibles aciertos. En ocasiones es un proceso consciente. La mayor parte de las veces no lo es. 
Desafortunadamente, la ironía con respecto a esas lecciones de la adversidad es que las más valiosas son aquellas que se obtienen en los tiempos más difíciles. Y solo podemos obtenerlas tras haber cometido un millón de estupideces, tras el paso de ese considerable lapso de tiempo necesario para que vuelva la calma necesaria para vislumbrar las cosas con claridad y recapitular los daños. 
La desesperación y la desesperanza que suelen acompañar los tiempos más difíciles nos ciegan temporalmente. Con frecuencia no somos capaces de ver ni nuestros errores de pensamiento ni nuestros actos erráticos en el momento de la tormenta. Solo tras el regreso de la calma.
Para entonces los daños ya están consumados. Si tenemos suerte esa calma llegará rápido y podremos reparar aún algunos de los daños. Otros son irreparables y lo único que nos queda es pedir perdón por ellos.  Al final, tras el paso del tiempo necesario y si tenemos la suficiente fuerza y claridad mental podremos asimilar nuestro error y aprender de el.
Caer en el mismo error de nuevo es torpeza. Caer una tercera vez no suele ser ya una casualidad.

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