Wednesday, April 01, 2015

apuntes de medianoche: Sobre la depresión y el estigma


Creo que dentro de las sociedades humanas, en todo lugar y época, una característica que siempre ha estado presente en mayor o menor medida, es la tendencia que tiene el sector mayoritario de la población a discriminar, estigmatizar y culpar a ciertos sectores minoritarios, atribuyendoles la supuesta responsabilidad de toda clase de problemas sociales de los cuales  no son responsables.
Creo que esto es algo intrínseco a la naturaleza humana y no una característica que posean únicamente ciertas culturas o épocas. 
¿Por qué la necesidad de estigmatizar y atacar a aquellos grupos que tradicionalmente dentro de la sociedad son minoritarios en número y que además suelen apartarse de la ideología predominante del canon de la sociedad? Resulta más comodo juzgar a otros que juzgarse a sí mísmo.  Aquellos que se apresuran a juzgar y condenar a los miembros de las minorías, a discriminarlos y a culparlos de todos los males de la sociedad, tienen terror de voltear la mirada y juzgarse a sí mísmos. O a reconocer las evidentes fallas del funcionamiento de la sociedad mayoritaria a la cual pertenecen y veneran. Se discrimina aquello que es diferente. Aquello que no se comprende. O simplemente aquello que va en contra de la corriente predominante del pensamiento socialmente aceptado.
Estos grupos minoritarios generalmente se encuentran en la indefensión o por lo menos tienen muy pocos recursos para defenderse de los ataques del grueso de la población. Adicionalmente, es muy poca la gente dentro de los sectores mayoritarios que se unen a su lucha y denuncian  esta discriminación, a pesar de no ser víctimas directas de ella.
No basta con no discriminar. Creo que es una obligación moral de todo miembro de la sociedad el denunciar y combatir la discriminación aún si esta no recae directamente en la persona. La discriminación solo puede ser vencida con un esfuerzo conjunto y titánico de toda la sociedad. Difícilmente se logrará algo si únicamente se le encomienda la tarea de librar la batalla a los sujetos discriminados. 
Los grupos minoritarios tradicionalmente carecen de influencia en la sociedad y de poder político. Y sus ideas y posibles apologías tienen una escasa penetración en la sociedad debido al silencio cómplice de los grandes medios de  comunicación, que transmiten aquello que en último término resultará útil a sus intereses. Los medios de comunicación son empresas como cualquier otras. De tal forma que no debería sorprendernos el hecho de que censuren toda manifestación considerada herética y contraria al Status Quo de la sociedad. 
La depresión es una enfermedad particularmente problemática porque es la causa de un altísimo índice de discapacidad laboral entre quienes la padecen. El rendimiento va disminuyendo y conforme la enfermedad va progresando, mas tarde o teprano se llegará al punto en el cual la disfunción será total y el individuo simple y sencillamente sea incapaz de seguir realizando su trabajo. 
El problema es que a pesar de vivir en el siglo XXI, la depresión sigue siendo vista por el grueso de la población, como una falta de carácter, en lugar de un desorden en la bioquímica cerebral del paciente, que es de lo que realmente se trata. De esta manera  la depresión no genera empatía ni comprensión, sino una mezcla apenas oculta de desprecio y suspicacia. De sospechas de estar únicamente fingiendo los síntomas de una enfermedad con el objetivo de conseguir una incapacidad laboral. 
Pocas cosas duelen tanto como el ser objeto de discriminación, por la razón que sea. 
Sin realizar un profundo juicio de valor, sino únicamente basandonos en la observación cotidiana de la realidad que desfila ante nuestros ojos día a día, actualmente vivimos en una sociedad de consumo capitalista que prioriza la productividad sobre la salud. El dinero sobre el individuo. 
Esta sociedad de consumo, en términos muy simplificados, no espera mucho de cada uno de los individuos que la componen. Básicamente se espera que cada sujeto sea productivo. Que gane dinero. Y posteriormente lo utilice para comprar los productos que el infinito escaparate de la sociedad de consumo coloca ante sus ojos. 
Trabajar para producir. Producir para ganar dinero. Ganar dinero para gastarlo comprando productos que bien pueden sernos útiles o completamente prescindibles. 
Y en una sociedad como esta, una persona que no produce no sirve. Una persona que no gana dinero no vale. Y una persona que no consume no existe.
He ahí una de las peores complicaciones que la depresión produce en la actualidad, en aquellas personas que la padecen. Al ir disminuyendo su rendimiento hasta llegar a la disfunción total, el paciente corre el riesgo de perder su trabajo y por tanto su fuente de ingresos. Y por consiguiente, de ser clasificado por la sociedad como un ser improductivo, inútil y carente de todo valor, ya que la valía de una persona en la actualidad trístemente se mide por la cifra presente en su cuenta bancaria.
La depresión lleva al paciente a presentar una marcada tendencia al aislamiento. Por si esto fuera poco, la mayor parte de la sociedad también aisla al sujeto, lo señala o simplemente lo anula. Lo reduce a la nada. Lo degrada o lo condena a convertirse en aquel monstruoso insecto en el cual Gregorio Samsa despertó convertido una mañana. La mañana en que fue incapaz de presentarse a trabajar. 
Este aislamiento y esa discriminación actúa por supuesto en detrimento de la salud del paciente. Contribuye a que el cuadro empeore y llegue a la gravedad. Y de la disfunción laboral y la pérdida del status social al suicidio ya no hay una gran distancia. 
Si el paciente llega a suicidarse, será entonces y solo entonces que las personas que le rodean admitiran en silencio que en efecto, aquella persona padecía una grave depresión. Pero no pasará mucho más, ya que el suicidio sigue siendo un tabú. El suicida se quita la vida y se priva de su existencia física. La gente que le conoció se encarga de borrar su memoria para siempre, ya que nadie desea volver a hablar de un suicida. 
Entre los hombres jovenes, las muertes atribuibles a suicidios por depresión se cuentan entre las tres principales causas de muerte dentro de este grupo etario. Muy por encima del cáncer por ejemplo. 
Sin embargo el estigma que pesa no solo sobre la depresión sino sobre todas las enfermedades psiquiátricas es una gigantesca y pesadísima losa que impide que los sistemas públicos y privados de salud comiencen a lanzar campañas masivas con el fin de informar a la población acerca de lo que realmente es la depresión (asi como lo que no es), de como y donde  pedir ayuda, y de combatir y desmitificar todos aquellos prejuicios que pesan sobre este padecimiento.

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