Sunday, May 31, 2015

el ingenuo optimismo


Ante la actual descomposición social que permea todos los sectores de la sociedad de este país, yo prefiero pecar de inocencia ante los ojos de la gente y pasar como un optimista ingenuo, que sucumbir a la desesperanza y convertirme en un pesimista resignado.
La resignación y el pesimismo no solo son inútiles sino peligrosos. En el más inofensivo escenario, se limitan a permitir que las cosas permanezcan igual indefinidamente. En el peor, limpian el camino para que políticos mesiánicos y charlatanes aun más ambiciosos que los que tenemos ahora en el gobierno, lleguen al poder e introduzcan en la sociedad ideologías peligrosas. Los alemanes de la década de 1930 se encontraban resignados al desastre social. Por tal razón, cuando Hitler apareció, se aferraron a el como a un bote salvavidas, sin cuestionar sus métodos criminales ni analizar la ideología estúpida que pregonaba.
La apatía del descontento es el caldo de cultivo para que las cosas no solo permanezcan igual, sino para que empeoren.
A lo largo de la historia, no solo se les ha llamado ingenuos desde siempre a los grandes íconos de la lucha por la justicia y la libertad, sino a las millones de personas que constituyeron la plataforma desde la cual Mandela terminó con el Apartheid, Luther King con la segregación racial o Gandhi con el dominio británico en la India.
El crédito de esas grandes victorias de la humanidad no le corresponde únicamente a aquellos líderes que encabezaron esos movimientos libertarios, sino a la totalidad de los ciudadanos que compusieron esas sociedades unidas, participativas y esperanzadas que supieron cambiar el rumbo de sus destinos.
No hay rebeldía en donde no hay esperanza. Es por esa razón que los más pobres entre los pobres -aquellos que no conocen otra cosa más que la pobreza desde su nacimiento y se saben atrapados en ella hasta su muerte- raramente se rebelan. No tiene sentido alguno el rebelarse contra el sistema cuando no se tiene la esperanza de obtener la victoria.
Creo que la primera condición para generar cambios en la sociedad consiste en empezar por uno mísmo. Mantenerse informado y jamás perder la capacidad de indignación. Mantenerse aprendiendo durante toda la vida, día tras día, algo nuevo. "Estudia como si fueras a vivir para siempre", decia Gandhi. No rendirse al pesimismo. Y tratar en lo posible de generar un cambio en la mentalidad de las personas que nos rodean. Especialmente en aquellas que se encuentran cegadas por la propaganda oficial del Estado y sedadas por la estupidez de la televisión.
Los mexicanos acostumbramos a reirnos de nuestro infortunio. Es un rasgo típicamente propio de la idiosincracia mexicana. Y es una velada y sutil forma de protesta al fin de cuentas. Por lo menos indica que la sociedad se encuentra consciente de la banda de ladrones y asesinos que se encuentran en el poder. Y de eso a no estar siquiera conscientes de ese hecho es preferible la acción, por más pasiva que nos pueda parecer.
El no abandonar jamás nuestra capacidad de indignación, lleva implícita la obligación de protestar cuantas veces sea necesario. Con todo y los riesgos que ello representa.
La manifestación pública de nuestro descontento en las calles es solo una de las innumerables formas en las cuales podemos protestar.
El externar nuestras ideas y nuestra inconformodidad, ya sea por medio de la palabra, de la letra o de la imagen, es otra poderosa forma de generar un avance en la sociedad. Si podemos conscientizar a una sola persona acerca de la injusticia y la desigualdad que reinan en este país, y logramos sacar de su letargo a aquellos que aceptan la pobreza perpetua como un mal irremediable, estamos promoviendo el cambio.

Saturday, May 30, 2015

errare humanum est

Los grandes problemas que atormentan al ser humano se cuentan con los dedos de las manos. Solo varía el escenario, la epoca y los personajes. Por lo demás, no somos tan complejos ni impredecibles.

Saturday, May 23, 2015

orígenes

Ambos nacieron en lo profundo de la sierra hidalguense, y sobre sus cielos habrían de conocerse muchos años después. 
Mis abuelos fueron amigos antes de que mis padres fueran novios. De no haber trabado amistad, mis padres nunca se hubieran conocido y estas líneas no estarían plasmadas en ningún lugar. 
Mi abuelo Alfonso -padre de mi madre- volaba regularmente desde el aeropuerto de la Ciudad de México hacia la Huasteca Hidalguense, a bordo de su avioneta Cessna. 
Mi abuelo Graciano -padre de mi padre- fue un hombre de negocios que constantemente necesitaba viajar desde la capital a las tierras de Hidalgo. 
Se conocieron en el aeropuerto. Su amistad surgió en las alturas. 
Mi abuelo Graciano solo volaba en aquel avión cuya cabina de mando estuviera bajo el control de mi abuelo Alfonso. 
Reconstruyo en mi imaginación aquellas conversaciones en los cielos, con las memorias que ambos le contaron a sus respectivos hijos. Años después sus hijos serían mis padres. 
Mi abuelo Graciano confiaba en el padre de mi madre como piloto. Pero más allá de eso, sabía apreciar su honradez, su sencillez y su inteligencia. 
Durante aquellos vuelos sobre los cerros de la sierra, mi abuelo Alfonso le hablaba al padre de mi padre de historia, de libros y del resto de sus pasiones. 
Ambos poseían el don de gente y una conversación sin límites. 
Mi abuelo Graciano era huasteco de corazón y serrano de nacimiento.  Un error del destino. Fue un hombre que le daba gusto al gusto, que reía y hacía reir y que conocía el trabajo duro desde su  infancia. En recompensa a su esfuerzo -que fue su vida- el tiempo se encargo de otorgarle un raro don que muchas personas buscan sin encontrar jamás: Vivir y ser feliz en el intento. 
Mi abuelo Alfonso, transitando caminos -y vuelos-  distintos, también conoció el trabajo desde que llegó a la Ciudad de Mexico, proveniente de la sierra siendo aún un niño. Usaba el alcance de su inteligencia para procurarse felicidad, y lidiaba con el mundo mediante su honradez y su palabra. 
Una mirada rápida los hacía parecer dos hombres completamente distintos. Pero para todo aquel que se tomara el tiempo de observar más allá de las apariencias, resultaba evidente que el debate de sus diferencias nutría su amistad en la misma proporción que el encuentro de sus similitudes. 
Mi padre fue el primer hijo varón de mi abuelo, y por tanto, aquel a quien le tocó continuar la tarea de portar su nombre. 
La segunda hija de mi abuelo Alfonso, recibió su nombre de la Cruz de Lorraine, de la misma forma que Aída, la hermana que le siguió tras su llegada, le debe su nombre a una ópera de Puccini. 
**
Muchos años después de aquellas primeras conversaciones en los cielos de Hidalgo con las cuales mis abuelos iniciaron su amistad, una niña se encontraba en una acera de la Colonia Lindavista, en la Ciudad de México, rodeada por una multitud de amigas. Distraídas en sus pláticas, ninguna notó una camioneta que apareció a lo lejos y se fue acercando lentamente hacia donde estaban. Finalmente la camioneta se detuvo a unos cuantos metros de su acera y voltearon la mirada.
De la puerta descendió un joven delgado de porte serio y ojos penetrantes. Llevaba amarrado un paliacate alrededor del cuello y un sombrero ocultaba su cabello negro. Aquel era el atuendo que portaba por las mañanas tras ir a montar su caballo con sus hermanos. 
Aquel muchacho serio y delgado se llamaba Graciano, como su padre, por haber sido su primer hijo varón. Tras aproximarse con paso decidido al grupo de chicas que hablaban en la acera, se apresuró a lanzar sin mayor preámbulo una pregunta muy simple:
- ¿Quien de ustedes es Lorena?
Tras un breve silencio, tímidamente, mi madre levantó la mano.
La suma de aquel encuentro y el transcurso de doce años, hizo que un 12 de Septiembre, en un hospital al norte de la Ciudad de México, yo llegara al mundo. 
Cuatro y doce años después, me seguirían respectivamente mis hermanos, Luis Felipe y Andrés. 
Nuestro origen se encuentra en el interior de una avioneta que muchos años atrás surcó los cielos de Hidalgo. Una y otra y otra vez.

mitos e historia


La verdad es que las historias narrradas en la Biblia me parecen fascinantes cuando no son interpretadas en forma literal. Sobre todo cuando se les compara con lo escrito en otras culturas y se encuentran las similitudes que nos van dando un poco de luz sobre el trasfondo histórico que las inspiraron. Por ejemplo, son increibles las similitudes entre el mito de Hércules y la historia de Jesús. Ambos son mortales (Hércules es un semidios) Ambos tienen como padre a un Dios. Ambos tienen que inmolarse al final de su vida para encontrarse con su padre. Después de completar los 12 trabajos, Hércules se inmola en una inmensa pira funeraria para poder reunirse con Zeus: Su padre. Jesús muere en la cruz básicamente con el mismo propósito.
Básicamente en todas las culturas que florecieron alrededor del Mediterraneo existe el mito del Diluvio. La primera mención proviene incluso de una de las fuentes escritas mas antiguas que conocemos.... 3000 años antes de Cristo, en la epopeya de Gilgamesh...
Tras sobrevivir al diluvio, Gilgamesh incluso conoce al único hombre que logro sobrevivir al diluvio, al construir un arca. Aproximadamente unos dos mil años después, sería bautizado como Noé en el Pentateuco hebreo.
La descripción del paraíso terrenal es increíblemente parecida a las crónicas que narran como era la "Tierra entre dos ríos"... la antigua Mesopotamia. Incluso, al sur de Irak, que hace tres mil años, a diferencia del desierto que es hoy, era un area fertil regada por el Tígris y el Eufrates, existe un lugar cuya traducción literal hebrea significa "Edén".
No existe el menor registro histórico de la presencia y esclavitud del pueblo judío en el antiguo Egipto. (cuando uno lo piensa bien se llega a la pregunta ¿Que demonios estarían haciendo los judíos -un pueblo semítico- en las tierras del antigio Egipto?) Los egipcios, que lo registraban absolutamente TODO, no mencionan una palabra relativa al éxodo judío. Solo existen dos lugares dudosos en Egipto que son considerados posibles asentamientos de un pueblo nómada semita. Esa es toda la evidencia arqueológica que sostiene lo dicho en el éxodo hebreo. Sin embargo, las diez plagas bíblicas no solo son mencionadas en la mitología hebrea. Los griegos también mencionan, alrededor de la misma era, los sucesos naturales que parecen haber seguido a una inmensa catástrofe natural.... que casualmente coincide con la erupción del Volcán Santorini, en el Mar Egeo, cuyas cenizas llegaron hasta lo que actualmente es china.
Una de las tantas divinas trinidades anteriores a la trinidad cristiana, proviene de Egipto. Osiris, el padre, Isis, la madre, y Horus, el hijo. Osiris al igual que Jesús presidiría un "juicio" al final de los tiempos que determinaría que almas se salvarían. La paloma que simboliza al espíritu santo cristiano proviene casi con toda seguridad de la iconografía egipcia.
El nacimiento del Mesías coincide con el solsticio de Invierno y con las saturnalias romanas, así como la crucifixíón cristiana coincide con la Pascua judía.
El jardín griego de las de las hespérides es practicamente idéntico al árbol del bien y el mal del edén hebreo. Su fruto es... la manzana.
Los milagros de Jesús son ya mencionados en el antiguo testamento, realizados por otros profetas, como Elías, incluyendo el mayor milagro que se le atribuye a Cristo: la resurreción de los muertos.
El fundador del mazdeísmo - una religión que floreció brevemente en Asia occidental- cuyo nombre es Zoroastro o Zaratustra, predicó algunos conceptos que siglos después serían pronunciados por Jesús de forma idéntica, en su tierra natal.
Y así hasta el infinito... la telaraña en la cual se cruzan las historias de las diversas mitologías de los pueblos que florecieron alrededor del mediterraneo, del Nilo, del Tigrís y del Eufrates es fascinante.
Por ese motivo se puede ser agnóstico y al mismo tiempo un apasionado del Antiguo y el Nuevo testamento. La historia es hermosa, sin duda.

Wednesday, May 20, 2015

indio

Aquel que usa la palabra indio  como un insulto no está denostado el termino sino delatando su ignorancia.

Monday, May 18, 2015

dos caminos hacia la vida eterna

 El Panteón
Roma


*
Hay dos características que le son intrínsecas al ser humano desde el inicio de los tiempos y que no conocen ninguna frontera ni límite: La ambición de poder y la megalomanía que se apodera de todo aquel que lo consigue. Esta megalomanía es directamente proporcional al poder de la persona que la ostenta.
El ser humano es adicto al poder. El motor que hasta la fecha continúa impulsando la historia de la humanidad es la búsqueda, obtención y preservación del poder. No existe ninguna civilización ni actual ni pasada que escape a este principio. Cuando Maquiavelo puso en tinta por primera vez este concepto básico derivado de la observación y el sentido común, escandalizó a Europa, que aún se aferraba a creer que la historia de los hombres y las mujeres -vivos y muertos- de todas las épocas se había ido moldeando siguiendo elevados principios morales. Maquiavelo no inventó nada. Solo plasmó en "El Príncipe" una verdad tan cruda como evidente.
Las guerras y las religiones no son fínes en sí mismos sino meras instituciones al servicio del poder.
Esta eterna búsqueda del poder y del enaltecimiento personal no es una cuestión moral. Es una cuestión que se encuentrá más alla del biel y el mal. Es la naturaleza del ser humano. Solo eso. La moral es un concepto relativo como el resto de las ideas humanas -con excepción de aquellos enunciados que la ciencia nos va otorgando con el paso del tiempo-, por lo cual considero absurdo simplificar y reducir la historia a un burdo cuento de buenos y malos.
Nadie puede negar que innumerables monumentos históricos de la humanidad no son más que símbolos para representar la magnitud del poder del Estado: el Kremlin en Moscú, el Capitolio en Washington, el Palacio de Versalles en París o la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Lord Acton es recordado por haber acuñado esta frase: "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". Los ejemplos están a la vista de todo aquel que quiera ver. Desde el monstruoso Palacio de Ceaucescu en Rumanía, hasta aquellos edificios que no pasaron de ser planos arquitectónicos ideados por individuos -absolutamente corrompidos- que intentaron construir edificios de una magnitud directamente proporcional a su ego y su locura. Tal es el caso del Palacio de los Soviets en Moscú o de la Germania, que Albert Speer ideó para Hitler.
A fin de cuentas creo que el arte -y por tanto la arquitectura- de los grandes monumentos de nuestra historia no son más que intentos de exhibir en una forma tangible, la magnitud del poder de sus constructores, quienes de esta forma aspiraban -y aspiran- a burlar a la muerte. O negarla, mediante el engaño de la vida eterna.
Mausolo, rey de Halicarnaso, ubicado en la actual Turquía, es recordado únicamente por el inmenso y majestuoso monumento que erigió para servir como su morada en la muerte. Mausolo le dio su nombre al Mausoleo, el cual por cierto ya no existe en la actualidad.
Evidentemente no fue el primer gobernante en diseñar y construir edificios que funcionaran como símbolos de su poderío y de su trascendencia después de la muerte.
La gran pirámide de Guiza (la unica de las siete maravillas del mundo antiguo que aun sigue en pie) es evidentemente uno de los monumentos más colosales y perfectamente construídos por el ser humano. Y es también la tumba del Faraón Keops -de la misma forma que sus dos compañeras menores lo son de Kefren y Micerinos.
El majestuoso templo de Abu Simbel -también egipcio- continúa siendo, tras casi cinco mil años de haber sido construido, el monumento tallado en piedra más grande del mundo. El monte Rushmore en Estados Unidos palidece ante la majestuosidad de Abu Simbel, que Ramsés II erigió como su templo y tumba a orillas del Nilo. En vida, su poderío era visible para todo aquel que navegara por el río y contemplara el templo. Tras su muerte se aseguraba la inmortalidad.
El Taj Mahal -esa "lágrima del Cielo" que cayó en la India- es también el Mausoleo en donde reside Mumtaz Mahal. La esposa favorita del emperador musulmán Shan Ahan.
A lo largo de la historia de la humanidad son también incontables los grandes monumentos que nacieron de la conmemoración de la victoria en la guerra. Usualmente estos monumentos no solo estaban dedicados a recordar una batalla, sino que servían para refrendar el poderío de los Dioses de sus respectivas culturas. Los cuales eran a fin de cuentas un reflejo simbólico del poder terrenal de los gobernantes que los erigieron.
El Partenón -templo consagrado a la Diosa Atenea en la Ciudad que lleva su nombre- fue erigido para conmemorar la derrota que los griegos le inflingieron a Dario y su ejercito persa en la batalla de Maratón.
El Panteón en Roma -el monumento más sorprendente del mundo en mi muy humilde opinión- fue iniciado por el Emperador Trajano y concluido por su sucesor Adriano. Al igual que el Partenón griego, el Panteón fue edificado para conmemorar las victorias militares romanas en Dacia. Y tal como su nombre lo indica, fue consagrado para honrar a todos los dioses romanos.
La lista es interminable. A manera de un último ejemplo, habremos de recordar que la Catedral de San Basilio en Moscú fue erigida por Ivan "el terrible" -el primer autoproclamado Zar (César)- para conmemorar su victoria sobre los tártaros y la conquista de Kazan. La misma fórmula se repite una y otra vez. Una victoria militar le otorga un inmenso poder al gobernante que edifica estos monumentos, los cuales utiliza tanto para recordar e inmortalizar sus conquistas, como para simbolizar la fusión de su tangible poder terrenal con el intangible poder divino. En el caso de la catedral de San Basilio, el Dios honrado es el Dios de la cristiandad.
Al final de cuentas, esta fórmula fue emulada una y otra vez a lo largo de la historia y de las barreras geográficas porque simple y sencillamente funciona. Ivan "el terrible" fue con toda seguridad un psicópata que inició su carrera arrojando animales vivos desde las murallas del Kremlin en su tierna infancia, solo para terminar asesinando a su propio hijo, en los últimos días de su vida. Gracias a su ilimitada megalomanía, y pese a su inmundicia moral, la Catedral de San Basilio se erige en la Plaza Roja de Moscú como un eterno recordatorio de su nombre y su legado.
Todos estos icónicos monumentos fueron erigidos por los gobernantes más poderosos que hayan existido en la historia. Sin embargo, el poder de Keops, Ramsés, Adriano o Ivan, ilimitado en lo terrenal, tenía las mismas limitaciones que cualquier otro mortal tras la muerte. Los grandes monumentos -así como el resto del arte que ha creado el ser humano desde que nuestros ancestros comenzaran a decorar sus cavernas con las pinturas rupestres- no son más que el perpetuo reflejo del miedo y la angustia que nos genera la muerte.
**
En contraste a los grandes gobernantes de la Historia, que siempre han tratado de alcanzar intencionadamente la inmortalidad a través de la edificación de majestuosos monumentos, templos y tumbas, los grandes pensadores de la humanidad lo han hecho inintencionadamente, no en el plano físico, sino en esa arena intangible en donde habitan las ideas. Que también trascienden tras su muerte y les confieren a sus nombres no solo la inmortalidad, sino la posibilidad de brindar un legado de muchísimo más alcance que aquellos que han dejado tras su paso por este mundo incluso los más poderosos hombres y mujeres de la historia.
John Locke, Isaac Newton o Albert Einstein no dejaron monumentos físicos tras su muerte, ni los necesitaron para alcanzar su inmortalidad. Esta les fue conferida por las ideas intangibles que le legaron a la humanidad.
Los gobernantes erigen monumentos. Los pensadores proponen ideas.
Las ideas son inmortales precisamente por ser intangibles y no pertenecer a nuestro efímero plano terrenal, en el cual incluso las más grandes obras arquitectónicas del ser humano están condenadas por el tiempo a la destrucción.
Sin embargo, la inmortalidad de nuestro conocimiento esta condicionada a que nuestra especie nunca abandone la razón, ni deje de considerar nuestro acervo ideológico como nuestro más preciado tesoro.
Nuestra civilización sería profundamente distinta -para bien o para mal- si la Biblioteca de Alejandría no hubiera sido consumida por el fuego.
Nunca debemos olvidar que son las ideas las que transforman el mundo en el que vivimos.

Sunday, May 10, 2015

ajedrez




"Chess is Life"

- Bobby Fischer -

Aprendí a jugar ajedrez a los 15 años de edad. En realidad, antes de jugar mi primera partida nunca me había interesado aprender a jugarlo. Los juegos de mesa me aburren. Y tras aprender los movimientos de cada una de las piezas y perder una partida tras otra en contra de mi primo, no llegaba a encontrar en el ajedrez nada que lo diferenciara de cualquier otro juego de mesa que hubiera aprendido antes. 
Al igual que con muchas otras actividades -como el tocar una guitarra por ejemplo- para enamorarse del ajedrez es necesario haber superado unos 50 juegos o más. Al inicio, esos 50 juegos son con toda probabilidad 50 derrotas. Pero en cada una de esas derrotas vas aprendiendo -como en la vida- a detectar tus errores y no repetirlos en el siguiente juego. 
Si después de este periodo de aplastantes y desastrosas derrotas, aún no te has rendido y sigues jugando, llega un momento en el cual la belleza del juego comienza a revelarse ante tus ojos no solo en cada juego sino en cada movimiento propio y de tu oponente. Es entonces que caes en la cuenta que el ajedrez es mucho más que un simple juego de mesa. Es un reto intelectual complejo y absolutamente único. 
Cuando aprendes a evitar caer en los errores obvios de todo jugador principiante, y tu nivel de juego se va acercando al de tu oponente, es entonces cuando realmente estás jugando ajedrez. 
El ajedrez no es solamente la alegoría de una batalla. En muchos aspectos imita a la vida mísma, de tal forma que muchas de sus lecciones más básicas pueden aplicarse sin ningún problema a los problemas cotidianos que tenemos frente a nosotros constantemente. 
El ajedrez es frio y claro. Como la batalla que ejemplifica. Es tu ingenio contra el de tu oponente (Cuando se trata de dos jugadores con el mismo nivel de juego). 
Para derrotar a tu oponente necesitas desarrollar la capacidad de idear tácticas, crear estrategias, anticipar movimientos, fabricar jugadas y calcular una innumerable cantidad de escenarios posibles en los cuales el juego puede ir desarrollandose. Requiere de innumerables habilidades intelectuales tales como la planificación mediante la táctica y la estrategia, la memoria, el cálculo, la improvisación, la adaptación y el ingenio. Pero también ayuda a desarrollar la paciencia, la prudencia y la constante busqueda de  nuevas estrategias que reemplacen a las anteriores, cuando  una sola jugada de tu oponente  echa abajo todo el plan con el que ibas desarrollando tu juego. 
No me gusta ni me es posible jugar ajedrez contra reloj. Jamás he jugado de forma profesional por lo cual nunca me ha sido impuesto el jugarlo de esta forma. Pero en mi opinión el juego pierde mucha de su esencia y encanto cuando lo limitas temporalmente. Entiendo que en competencias profesionales el controlar esta variable es necesario. Pero para los que jugamos ajedrez por el simple gusto de hacerlo, la mayor parte de las veces nos tiene sin cuidado cuanto dure el juego. El juego durará lo que tenga que durar. No importa si son quince minutos o dos horas y media. 
Cuando la pasión por el ajedrez se ha despertado en tí, puedes jugar por horas y horas una partida tras otra, sin que el juego llegue a aburrirte jamás. 
Sesenta y cuatro casillas en un tablero en el cual se enfrentan en proporciones iguales, ocho peones, dos torres, dos caballos, dos alfiles, una reina y el rey son suficientes para que el computo de posibles jugadas en un juego sea una cifra astronómica que roce el infinito. Tras jugar mil partidos, nunca repetirás el mismo juego dos veces. Esta es otra de las cualidades que hacen del ajedrez una disciplina tan apasionante y adictiva. 
Para aquellos que no saben jugar, o que únicamente conocen las reglas del juego, pero no han jugado lo suficiente como para llegar a ese momento en el cual la belleza del ajedrez se descubre ante tus ojos, el observar a dos oponentes jugar una partida tras otra, durante un día entero si es posible, con esa mirada de absoluta abstracción y desconexión del mundo externo que caracteriza  los semblantes de ambos jugadores durante el desarrollo de la batalla, todo el escenario les resulta completamente incomprensible. 
El ajederez te exige una concentración absoluta que te desconecta del mundo externo durante el tiempo que dura la partida. Ese es otro de los secretos de su belleza. El ajedrez es un escapismo intelectual que reta a tu mente a dar todo de sí por unos minutos, y  el atravesar  ese proceso produce una sensación de euforia y satisfacción que solo se experimenta a través de este juego.
En el ajedrez no hay cabida alguna para el azar. Es intelecto en estado puro.

Sobre la justicia social


La valentía es una cualidad vacía e inconsistente en el ser humano cuando ésta no es enarbolada por una persona justa.
La valentía en manos de un político corrupto o de un asesino, lejos de ser un atributo entraña un terrible peligro. 
Por otra parte, el valor es un bien preciado y obligatorio para luchar a favor de una causa justa. 
A pesar de lo que diga el discurso oficial, lo cierto es que vivimos en un mundo profundamente injusto. Y la lucha para cambiar todas aquellas afrentas a la justicia dentro de la sociedad, requiere siempre de una enorme valentía. Solo a través de ella nos es posible encarar los obstáculos, los ataques y los riesgos que en último término pueden concluir en el martirio. Un riesgo inevitable para aquel que desea justicia en un mundo injusto.
Gandhi dijo alguna vez que el único lugar digno para un hombre justo dentro de una sociedad injusta era la cárcel. Como sabemos, históricamente, la prisión ha fungido como una antesala a la muerte para innumerables luchadores sociales: El mismo Gandhi, su discípulo, Martin Luther King, Malcolm X, Harvey Milk, Ernesto Guevara, Salvador Allende y Steve Biko son solo algunos ejemplos. De ahí que el caso de Mandela  sea una rareza tan excepcional. 
Malcolm X incluso dijo en una ocasión -con todas sus letras- que el precio de la libertad es la muerte. Mucho se podrá decir  a favor o en contra de esta afirmación, sin embargo, lo cierto es que la simple observación de la historia nos confirma que por lo menos en múltiples ocasiones, esto ha sido y sigue siendo cierto.
Actualmente, en mi país, tenemos frente a nosotros la titánica tarea de frenar la violencia indiscriminada y brutal que desangra a la sociedad, la cual se debe por lo menos parcialmente a la ineptitud y la complicidad del gobierno corrupto que nos rige.
Los 43 estudiantes "desaparecidos" en Ayotzinapa, Guerrero, en Septiembre del 2014, fue solo la gota que derramó el vaso dentro de una sociedad que simplemente ya no puede ni quiere seguir tolerando la violencia y la corrupción que corroen a este país como un cáncer, y que ha transformado nuestro territorio en la fosa común más grande del mundo. 
El luchar por colocar nuestro grano de arena para cambiar las cosas en nuestro país, lleva implícitamente una enorme cantidad de riesgos que en último término pueden costare la vida a aquella persona que acepte el reto. Sin embargo, si no hacemos nada, no solamente no pasará nada y la actual situación social seguirá igual. 
Ojalá esos fueran los únicos riesgos de no contribuir de ninguna forma a luchar por una sociedad más justa, en donde la repartición equitativa de la riqueza y la seguridad le permitieran a sus ciudadanos vivir con dignidad. 
Pero el no hacer nada no solo mantendrá viva a la impunidad que reina en este país, sino que despejará el camino a los criminales -dentro y fuera del gobierno- para conducir al país hacia un abismo tan aterrador y sombrío, que aunque hoy nos parezca un escenario casi inimaginable, dentro de diez, quince o veinte años bien puede convertirse en el panorama cotidiano del país.
¿Como luchar? No callando, protestando cuantas veces sea necesario, vigilando a nuestros gobernantes, no cooperando con el crimen organizado de ninguna forma posible -ya sea directa o indirectamente- y por sobre todo, no caer en la  desesperanza y abandonar la lucha por construir esa democracia que hoy por hoy no existe en este país.