La resignación y el pesimismo no solo son inútiles sino peligrosos. En el más inofensivo escenario, se limitan a permitir que las cosas permanezcan igual indefinidamente. En el peor, limpian el camino para que políticos mesiánicos y charlatanes aun más ambiciosos que los que tenemos ahora en el gobierno, lleguen al poder e introduzcan en la sociedad ideologías peligrosas. Los alemanes de la década de 1930 se encontraban resignados al desastre social. Por tal razón, cuando Hitler apareció, se aferraron a el como a un bote salvavidas, sin cuestionar sus métodos criminales ni analizar la ideología estúpida que pregonaba.
La apatía del descontento es el caldo de cultivo para que las cosas no solo permanezcan igual, sino para que empeoren.
A lo largo de la historia, no solo se les ha llamado ingenuos desde siempre a los grandes íconos de la lucha por la justicia y la libertad, sino a las millones de personas que constituyeron la plataforma desde la cual Mandela terminó con el Apartheid, Luther King con la segregación racial o Gandhi con el dominio británico en la India.
El crédito de esas grandes victorias de la humanidad no le corresponde únicamente a aquellos líderes que encabezaron esos movimientos libertarios, sino a la totalidad de los ciudadanos que compusieron esas sociedades unidas, participativas y esperanzadas que supieron cambiar el rumbo de sus destinos.
No hay rebeldía en donde no hay esperanza. Es por esa razón que los más pobres entre los pobres -aquellos que no conocen otra cosa más que la pobreza desde su nacimiento y se saben atrapados en ella hasta su muerte- raramente se rebelan. No tiene sentido alguno el rebelarse contra el sistema cuando no se tiene la esperanza de obtener la victoria.
Creo que la primera condición para generar cambios en la sociedad consiste en empezar por uno mísmo. Mantenerse informado y jamás perder la capacidad de indignación. Mantenerse aprendiendo durante toda la vida, día tras día, algo nuevo. "Estudia como si fueras a vivir para siempre", decia Gandhi. No rendirse al pesimismo. Y tratar en lo posible de generar un cambio en la mentalidad de las personas que nos rodean. Especialmente en aquellas que se encuentran cegadas por la propaganda oficial del Estado y sedadas por la estupidez de la televisión.
Los mexicanos acostumbramos a reirnos de nuestro infortunio. Es un rasgo típicamente propio de la idiosincracia mexicana. Y es una velada y sutil forma de protesta al fin de cuentas. Por lo menos indica que la sociedad se encuentra consciente de la banda de ladrones y asesinos que se encuentran en el poder. Y de eso a no estar siquiera conscientes de ese hecho es preferible la acción, por más pasiva que nos pueda parecer.
El no abandonar jamás nuestra capacidad de indignación, lleva implícita la obligación de protestar cuantas veces sea necesario. Con todo y los riesgos que ello representa.
La manifestación pública de nuestro descontento en las calles es solo una de las innumerables formas en las cuales podemos protestar.
El externar nuestras ideas y nuestra inconformodidad, ya
sea por medio de la palabra, de la letra o de la imagen, es otra
poderosa forma de generar un avance en la sociedad. Si podemos
conscientizar a una sola persona acerca de la injusticia y la
desigualdad que reinan en este país, y logramos sacar de su letargo a
aquellos que aceptan la pobreza perpetua como un mal irremediable,
estamos promoviendo el cambio.
2 comments:
Continuación... www.lostscripttum.blogspot.com
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