Wednesday, May 02, 2012

La felicidad y el dinero

Los grilletes de oro son mucho peor que los de hierro.

Gandhi

Creo que pasamos demasiado tiempo de nuestras vidas preocupandonos por trivialidades que consideramos importantes en base a haber sido educados y posteriormente adoctrinados por la sociedad para creer que existe una formula única que nos conduce a la felicidad. A menudo buscamos la felicidad en base a esa fórmula que nos impone la sociedad. Frecuentemente confundimos la felicidad que buscamos con una serie de  metas a alcanzar que más que reflejar un concepto propio e individual de bienestar, en esencia no es más que un compendio de convencionalismos sociales que aceptamos más por miedo al fracaso que por anhelo de la felicidad. Un concepto de fracaso que nos es impuesto por la presión de una sociedad que mide el éxito tomando como parámetro la prosperidad material, el status y el dinero.
Se suele usar la frase: "El dinero no compra la felicidad", sin embargo, en base a la observación, el dinero no compra la felicidad. El dinero es la felicidad.  Y si el dinero es el parámetro primordial, todos sus símbolos, equivalentes y medios para alcanzarlo son parte de una definición más amplia de esta felicidad.
Vamos a la escuela, estudiamos, cursamos una carrera universitaria, acumulamos dinero, consumimos bienes que le reflejan a  la sociedad nuestro éxito económico, con lo cual esperamos aceptación social y el  evitar el ser rechazados bajo la marca del fracaso.
Hasta aqui, la felicidad es un concepto dictado por la sociedad y equivale a la prosperidad material, de la misma forma que el fracaso es el miedo al rechazo y el rechazo a su vez el fracaso. Mediante el dinero buscamos también respeto. También lo buscamos mediante logros académicos como el terminar una carrera universitaria.
A fin de cuentas nada tiene de malo el procurarnos prosperidad material. No se trata de que el mundo entero practique la vida de un asceta. Nada tiene de malo ganarnos el respeto de los demás.
El problema, en mi opinión,  es buscar estos logros equiparandolos a la felicidad sin cuestionarnos si en verdad seremos felices -entendiendo la felicidad como un concepto individual que representa bienestar, satisfacción y el disfrutar lo que hacemos-  o solo socialmente aceptados.
No discuto ni critico si a alguien le basta la aceptación social para ser feliz.  Sin embargo, a menudo el miedo al fracaso que nos impone la sociedad nos lleva a consagrar nuestras vidas a conseguir dinero y aceptación social, solo para darnos cuenta que cuando llegamos a la meta, no somos más felices de lo que eramos hace unos años.
Es entonces cuando algunas personas se dan cuenta que en el pasado, pese a tener menos dinero solían ser más felices. Solo entonces, tras años de preocuparse por cumplir con las normas sociales caemos en la cuenta que el dinero no es la medida del bienestar personal, sino solo el parámetro con el que la sociedad mide el éxito.
La felicidad no es un fin que se alcanza cierto día para conservarse a perpetuidad. Es cambiante. Es posible. Existe. Pero creo que se compone de fragmentos de nuestra vida que van y vienen. A menudo, durante aquellos momentos de nuestra vida en que hemos sido más felices, no fuimos más conscientes de ello, ya que estabamos demasiado preocupados por alcanzar una felicidad que sin darnos cuenta, teníamos precisamente frente a nosotros.

Mi concepto de la felicidad es subjetivo, al igual que el de todos los demás. Creo que la prosperidad material juega un papel, pero solo hasta el punto de tener el suficiente dinero para no pensar en el. El bienestar es interno. Poco importa en donde nos encontremos. Importa más lo que hagamos. Disfrutar, o mejor dicho amar lo que hacemos parece algo facil, sin embargo es uno de los privilegios más raros y dificiles de alcanzar. Cuando llegamos a tenerlo, lo demás se facilita.
Dedicarnos a algo que amamos es algo que en mi  opinión es un requisito ineludible de la felicidad. La compañía de alguien también lo es. Siempre y cuando hayamos llegado a  ser felices solos. Solo entonces estamos en condiciones de complementar a otra persona. Este complemento no consiste en buscar aquello de lo que  carecemos - y que debemos tener- en alguién más, sino en esa compañía, en ese respeto mutuo, en esas experiencias, vivencias y enseñanzas que una y otra persona comparten. Enriquecer la vida del otro al tiempo que uno recibe lo mismo. No llenar las carencias propias mediante la busqueda de alguien que pueda darnos aquello que si bien nos falta, debemos construir nosotros, y no buscarlo en alguien más.
Es un concepto complicado. Lograr esto es dificil. Sin embargo creo que en ello radica la felicidad. El dinero es un parámetro muy pobre para definir la felicidad.
Es más fácil conseguir la prosperidad material y ser miserable en el intento, que ser feliz haciendo aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo, aún cuando no nos repare una cantidad de dinero tan grande como aquel que vive para ello aunque odie lo que hace.

La felicidad es un espejismo. Existe. Pero cuando por un figaz momento nos damos cuenta de su presencia se ha ido y debemos comenzar de nuevo. Sin embargo, el haber sido feliz, por esos breves y fugaces momentos en los cuales habita la felicidad, basta para poder decir que todo valió la pena.
No es lo mismo vivir que matar el tiempo. El ser humano busca la felicidad. Es paciente. Pero en ocasiones las cosas parecen salirse de nuestro control. En ocasiones la paciencia tiene un límite. Y el cansancio un precio. La espera parece eterna. En ocasiones todo se conjunta. Y solo cabe esperar que la paciencia dure el tiempo suficiente para recuperar la confianza en que las cosas mejoraran.


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