Saturday, May 19, 2012

Mi deuda con Carlos Fuentes


Este texto es para las tres personas a quienes le debo mi amor por la literatura: En orden de importancia, a mi madre, Lorena, a mi abuelo, Alfonso y a mi primo, Roberto.

Durante un viaje en automovil a Acapulco, un joven escritor colombiano que llevaba ya cierto tiempo viviendo en México, tuvo repentinamente una revelación. Llegaron a su mente las siguientes palabras:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Aureliano Buendía habría de rocardar aquella tarde remota en que su padre lo llevo a conocer el hielo.

No bien llegaron estas palabras a su mente, tomó una decisión que seguramente no fue del agrado de su familia, ya que dio media vuelta y regresó a la Ciudad de México, y con ese parrafo comenzó a escribir "la novela que siempre quiso escribir", y que mi madre me regalaría muchos años después cuando cumplí 13 años. Aquel libro como muchos saben ya es "Cien años de soledad", y para mi fue uno de los tantos libros que me llevaron a esa pasión eterna por las letras.
Cuando estaba en segundo de primaria, fue mi madre quien me dio a leer -antes de que unos años más tarde me asignaran algunos de esos títulos en la escuela- El Principito de Antoine de Saint Exupery, Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne y Alicia en el país de las maravillas y Al otro lado del Espejo de Lewis Carroll.
Con el paso del tiempo, la lectura del hombre ilustrado de Ray Bradbury me llevaría a tomar de los estantes de mi casa las Crónicas Marcianas del mismo autor, dos de los libros que terminarían de cerrar mi adicción por leer.
No recuerdo que edad tenía exactamente cuando mi madre me dio por primera vez a leer una edición argentina de los sesentas de El guardian entre el Centeno, de Jerome Salinger. Aquella edición llevaba por título El Cazador oculto y fue una de las primeras traducciones al español de la obra de Salinger por lo que sospecho que es más antigua. Ese libro no solo aumentó mi amor por las letras, sino que es uno de los tres libros que más han marcado mi vida.
Con la lectura de Cien años de Soledad, tuve la suerte de tener estantes llenos de libros en los cuales encontré casi el resto de la obra de García Marquez y de toda esa generación de escritores latinoamericanos geniales que hasta el momento no ha encontrado un relevo.
Ahí en los estantes de mi casa estaban las obras completas de Borges, Historias de cronopios y de famas, Bestiario y Rayuela de Cortázar, La ciudad y los perros, Conversaciones en la Catedral y mas tarde La fiesta del Chivo de Vargas Llosa, Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo, La noche de tlatelolco de Elena Poniatowska, Los pasos de López y Relámpagos de Agosto de Jorge Ibargüengiotia,  El laberinto de la soledad y postdata de Octavio Paz, De Perfil, de Jose Agustín, así como Cristobal Nonato, La región más transparente, Agua Quemada y el primer libro de Carlos Fuentes que habría de leer: Aura.
Todo aquel que ama la literatura sabe que ese amor es una cadena sin fin y que cada libro te lleva al siguiente y al siguiente y al siguiente. 
Muchos años después, cuando cierto secretario de educación, en un intento por reinaugurar el index librorum prohibitorum de la inquisición condenó este libro, lo releí, lo aprecie más que la primera vez y no encontré por mas que lo intenté ningún motivo de escandalo aún al tratar de ponerme en el lugar de este siniestro personaje y de paso confirmé su estupidez así como el genio de Carlos Fuentes.
Dos de mis otras pasiones en la vida -odio utilizar el término de hobbie al referirme a ellos- son la música y la guitarra. Específicamente amo tocar blues.
Creo que existen ciertas similitudes entre el tocar blues, sobre todo al improvisar y tocar un solo, y la huella que deja cada libro que lees en tu forma de pensar y de ver la vida.
Cuando una persona toca un solo de blues, si bien necesita saber por lo menos la escala pentatónica mayor y menor de los 7 acordes, al momento de tocar -y en eso radica la belleza de escuchar y tocar blues- aquel que toca improvisa y toma diferentes caminos que son completamente impredecibles y diferentes cada vez. Es por eso que no hay dos solos de blues que sean iguales. Y es por eso que suele decirse que no existe un instrumento musical que refleje de forma más fiel las emociones de aquel que toca que la guitarra eléctrica, ni un género que se presté más al mismo propósito que el blues.
Pero, si bien, al improvisar se toman diferentes caminos, los grandes guitarristas de blues como Eric Clapton, Jimmi Hendrix o Stevie Ray Vaughan, enriquecen sus solos en base al uso de licks (Un lick es una secuencia de notas que se repite a lo largo de la canción y suele darle inicio, como  las primeras notas de Whole Lota Love de Led Zeppelin o Sunshine of your love de Cream) que han oído antes en canciones de BB King, Muddy Waters, Howlin Wolf, Freddie King, Son House, Buddy Guy o Albert King, quienes son algunos de los padres del blues.
La música de BB King hizo que Santana tomará una guitarra. Eric Clapton lo hizo por la música de Robert Johnson. Joe Bonamassa lo haría tras escuchar Further up on the road del mismo Claton, Stevie Ray Vaughan basó su estilo en la forma en que tocaba Albert King y Jimmi Hendrix fue influenciado, al igual que todos, por decenas de guitarristas, y en especial por Buddy Guy.
No solo fue la música de estos maestros del blues lo que inspiró a la siguiente generación. Su propia música y sus propias ejecuciones tomaron prestados riffs y el estilo de tocar de sus maestros.
La literatura hace algo muy similar en la vida del lector.
Cada libro que lees te deja algo. No siempre es una lección. También es necesario leer aquellos libros que nos muestran los peores errores del pasado si aspiramos a no repetirlos. Pero nuestra forma de concebir el mundo, de concebir la amistad, el amor, el trabajo, nuestra propia profesión, la sociedad en la que vivimos, nuestras metas, nuestros aciertos y errores esta influenciada, ya sea que estemos concientes o no de ello, por los libros que hemos leído -y releído (Alguna vez Borges dijo "Que otros se onrgullezcan de las páginas que han escrito, yo me enorgullezco de las que he leído y aún más de aquellas que he releído")
Y es en este punto en donde está mi deuda con Carlos Fuentes. Si bien he leído Aura y la Región mas transparente, existe un libro que publicó hace unos diez años que he releído por lo menos 4 o 5 veces. Es una recopilación de ensayos, que es el género que más leo, pero no es esa la única razón por la cual lo he leído tantas veces (Y citado otras tantas en este blog)
Ese libro lleva por título "En esto Creo", y en base a las letras del abecedario, Fuentes aborda todo tipo de temas, desde la amistad, el amor, el sexo, la literatura, Kafka, la muerte y la sociedad mexicana.
Los tres capítulos que más recuerdo son los que hablan de la amistad, de Silvia (Silvia Lemus, su ahora viuda), ya que no concibo un amor más grande que el que Fuentes le profesaba a su esposa en base a lo que escribió de ella en esas páginas, pero por encima de todo, el capítulo que habla del amor, el cual de hecho ya había citado -no en su totalidad- en este blog.
Las enseñanzas, las lecciones y la observación de la vida de una inteligencia tan colosal como la de Carlos Fuentes es algo invaluable. Y equivale a la inspiración y a los licks que los grandes maestros del blues le darían a todos los músicos que les siguieron en la creación de sus propias obras.
El arte imita a la vida y la vida imita al arte.
La muerte de Carlos Fuentes deja un vacío irremediable y definitivo, como todos los genios.

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