2001. A SPACE ODYSSEY
- Stanley Kubrick -
HAL: "I'm afraid. I'm afraid, Dave. Dave, my mind is going. I can feel it. I can feel it. My mind is going. There is no question about it. I can feel it. I can feel it. I can feel it. I'm a... fraid. Good afternoon, gentlemen. I am a HAL 9000 computer. I became operational at the H.A.L. plant in Urbana, Illinois on the 12th of January 1992. My instructor was Mr. Langley, and he taught me to sing a song. If you'd like to hear it I can sing it for you."
Solo un genio como Stanley Kubrick habría sido capaz de aceptar el reto de llevar al cine el libro de Arthur C. Clarke que le da título a esta película. Y solo el pudo haber logrado crear esta obra maestra inmortal en 1968. Un año antes de que el ser humano pisara siquiera la luna por primera vez.
Debo comenzar diciendo que sin lugar a dudas, mi director de cine favorito es Stanley Kubrick. Aún cuando esta lista no tiene ningún orden en particular me fue difícil dejar fuera por lo menos otras dos de sus películas (A clockwork orange y The shining).
Creo que leer el libro, ya sea antes o después de ver la película es imprescindible para poder comprender en toda su magnitud esta obra de arte.
La película (y el libro por supuesto) son un
viaje épico a través de la historia del ser humano y sobre todo una reflexión
fría – y por momentos aterradora – sobre nuestro origen, nuestro posible
destino y sobre todo sobre nuestra propia naturaleza.
Stanley
Kubrick, como es bien sabido, ostenta la fama de ser posiblemente el director
de cine más perfeccionista y obsesivo que alguna vez se haya colocado detrás de
una cámara.
Siempre que vuelvo a ver 2001 me pregunto que
es lo que podría haber hecho con esta película si hubiera tenido la oportunidad
de filmarla el día de hoy, teniendo a su disposición todo el arsenal de efectos
especiales de los cuales carecía en la época en que la filmó. Y pese a que
no deja de ser interesante imaginar una versión actual de 2001, siempre termino
llegando a la misma conclusión: La belleza visual de esta película es
atemporal. Es absolutamente perfecta e insuperable tal como la filmó en 1968.
Stanley Kubrick tenía un estilo absolutamente
inconfundible. Eso le otorga el derecho a pertenecer a ese reducidísimo club de
directores cuyas películas pueden ser reconocidas por su audiencia con solo
observar los ángulos y encuadres de la cámara por no más de quince
segundos. Tras un breve instante como ese, y aún sin saber ningún otro dato
sobre la película que se este viendo, cualquier fan de Kubrick puede reconocer su
sello.
Cuando pienso en la perfección técnica de todas
y cada una de las escenas de esta película son muchos los posibles adjetivos
que me vienen a la mente. Sin embargo, de entre todos ellos, el que más se
acerca a describir que es lo que me hace sentir el admirar la belleza visual de
esta película –no importa cuantas veces vuelva a verla- es éste: Intimidante.
Básicamente se reduce a eso. Me resulta
intimidante que un genio como Kubrick haya podido concebir la
belleza estética –fría y aterradora- que caracteriza a 2001 de principio a fin.
No se trata solamente de la perfección absoluta
de cada una de las tomas, de cada ángulo, de cada encuadre, de la edición, de la forma maestra
en que unió la música del filme con las escenas... 2001 es una película larga
pero eso es simple y sencillamente porqué dura exactamente el tiempo necesario
para provocar en el espectador la sensación de haber contemplado una obra
maestra de principio a fin. No dura un segundo más ni un segundo menos que eso.
Stanley Kubrick era un director comprometido únicamente con su visión creadora
y por tanto, poco le interesaba la posible recaudación en taquilla de sus
obras. Es por eso que 2001 es lenta por momentos. Pero no es lenta en un
sentido molesto o de una forma que vaya en detrimento de la narración de la
historia. Es lenta porque de haberse filmado de otra forma, no habría
conseguido el impacto emocional que generan sus calculadas pausas y el ritmo a
través del cual Kubrick va desarrollando la trama.
La película se basa no en el libro de Arthur C.
Clarke que lleva el mismo nombre que la película (el cual fue escrito al tiempo
que la obra fue filmada, ya que la creación de 2001 en su conjunto debe
atribuirse a Kubrick y a Clarke en la
misma proporción). Originalmente Kubrick tuvo la idea de llevar al cine un
relato corto de Arthur C. Clarke llamado “El Centinela”, que aborda la trama de
HAL y de las posibles y aterradoras consecuencias que la inteligencia
artificial trae de la mano. Después de que Kubrick decidiera contactar a Clarke
para comunicarle su idea es que comenzó la colaboración entre ambos que llevaría
finalmente a la culminación de la obra en su conjunto (tanto cinematográfica
como literaria)
2001: Odisea en el espacio es evidentemente una
de esas películas que deben verse más de una vez. De hecho debería verse las veces que sea necesario.
THE SILENCE OF THE LAMBS
- Johnattan Demme -
Hannibal Lecter: First principles, Clarice. Simplicity. Read Marcus Aurelius. Of each particular thing ask: what is it in itself? What is its nature? What does he do, this man you seek?
Hannibal Lecter: No. That is incidental. What is the first and principal thing he does? What needs does he serve by killing?
Clarice Starling: Anger, um, social acceptance, and, huh, sexual frustrations, sir...
Hannibal Lecter: No! He covets. That is his nature. And how do we begin to covet, Clarice? Do we seek out things to covet? Make an effort to answer now.
Clarice Starling: No. We just...
Hannibal Lecter: No. We begin by coveting what we see every day. Don't you feel eyes moving over your body, Clarice? And don't your eyes seek out the things you want?
- The silence of the lambs -
Las ideas
predominantes de una determinada época histórica dictan no solo el contenido temático
de las obras artísticas que surgen en dicho periodo de tiempo, sino también la
forma en la que el arte se expresa.
El arte siempre ha acompañado al ser humano.
Esa sublimación creadora, esa expresión de la realidad que el artista retrata
en su obra es una de las características primordiales que nos identifican como
seres humanos. Si bien no todos tenemos el don de poder crear arte, por lo
menos es seguro que todo ser humano puede percibir, reconocer y reaccionar ante
las expresiones artísticas.
Pero el arte no se expresa de la misma forma en
una atmosfera de libertad que bajo un clima de represión. En el primer caso, cuando
el arte florece sin obstáculos en épocas caracterizadas por la exaltación a la
vida y a la libertad de expresión, el arte suele ser más directo, mas inmediato
y más vital, que aquellas obras artísticas que surgen en tiempos de censura o
represión.
Tomemos como ejemplo del primer caso el
renacimiento italiano. Después de siglos de oscuridad, la civilización europea
despierta de la edad media para reencontrarse con sus raíces, con su pasado
grecolatino. La teocracia medieval comienza a desmoronarse cuando la imprenta de
Gutenberg permite el conocimiento masivo de los antiguos textos clásicos de los
grandes filósofos griegos y romanos.
Aquel olvidado precepto enunciado por el
filósofo griego Protágoras que enuncia que “el ser humano es la medida de todas
las cosas” no solo es rescatado del olvido, sino que se convierte en la piedra
angular del nuevo pensamiento renacentista.
La belleza del cuerpo humano, la sexualidad y
la vitalidad se apoderan de nuevo del arte, que en los cinceles y pinceles de
Rafael, Miguel Angel, Giotto y Da Vinci, transformaran a Italia en el gran
museo del mundo al que millones de turistas continúan peregrinando año tras año
hasta el día de hoy.
Aquella Italia era muy diferente de la que
conocemos hoy en día. No era una nación sino un conjunto de ciudades-estado en
pleno apogeo económico, en los cuales los grandes Mecenas de los genios
italianos del renacimiento promovían y financiaban la creación de obras de
arte.
Ahora vayamos al segundo escenario. El arte que
surge en épocas caracterizadas también por la presencia de un crecimiento en la
economía, pero una brutal represión de la vitalidad y la sexualidad del ser
humano dentro de la sociedad. Un caso que se ajusta como anillo al dedo a esta
descripción es la Inglaterra del siglo XIX. La Inglaterra caracterizada por el
frenético crecimiento económico impulsado internamente por la revolución
industrial y externamente por el imperialismo británico.
Si bien aquella Inglaterra no tenía un gobierno
totalitario o represor en el poder, sino una democracia parlamentaria firmemente establecida
desde fines del siglo XVII, lo cierto es
que se trataba de una sociedad regida
por una moral férrea en la cual la sexualidad en particular fue reprimida hasta
el punto de hacerla desaparecer por completo de toda conversación. Era la
Inglaterra victoriana. La sociedad en la cual la sexualidad desapareció
oficialmente de la faz de la tierra.
Sin embargo, aún bajo estas condiciones tan
aparentemente adversas y poco favorables para el arte, éste siempre termina abriéndose
paso de entre la rígida moral de la mayoría, para funcionar como una válvula de
escape que libere todas esas pulsiones vitales que permanecen escondidas en
nuestro inconsciente, listas para salir a flote – a veces en formas codificadas
y crípticas – a través de las obras de los artistas de la época.
Es bajo el gélido clima victoriano que la
fantasía de Lewis Carroll se desborda en el momento en que Alicia cae
dentro de la madriguera del conejo. La maravillosa locura de “Alicia en el país
de las maravillas” y “Al otro lado del espejo” pone al mundo de cabeza hasta el
grado de convertirse en la semilla que
unas pocas generaciones después llevaría al nacimiento del surrealismo de Bretón,
Dalí y Buñuel.
Charles Dickens describe hasta el más mínimo
detalle, cada aspecto de la sociedad londinense de la era victoriana, y lo hace
principalmente a través de la mirada inocente y pura de los niños. Dickens describe por primera vez en la literatura a los niños no como una especie de
adultos pequeños en formación o criaturas que rocen en inteligencia con los animales
inferiores, sino como seres humanos plenos y singulares que conciben el
mundo de una forma totalmente distinta a los adultos. Les dota además del derecho a gozar de su infancia sin verse obligados a ser esclavizados en las
fábricas de las grandes ciudades.
Sin embargo, quizás sean dos los libros más
representativos de este arte escapista y catártico que la era victoriana generó
inintencionadamente. Esos dos libros en mi opinión son “Drácula” de Bram Stoker
y “El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson.
Bajo una lectura superficial, Drácula parece
tratarse de una simple novela epistolar de terror, en la cual, un demonio de
los Cárpatos se traslada a Londres para aterrorizar a un conjunto de personajes
victorianos prototípicos quienes finalmente lo persiguen de vuelta a su
castillo en las lejanas y tenebrosas tierras de Transilvania en donde terminan
dándole muerte.
Sin embargo no hace falta mucha imaginación
para develar los temas que Bram Stoker realmente abordó en su novela, bajo el
disfraz de un cuento de vampiros.
Drácula es una novela de sexo. En una sociedad
en la cual el sexo era tratado como un tema que
no existía, Stoker concibió una novela en la cual depositó en su personaje
principal -el Conde Drácula- toda la carga de la lascivia, la lujuria y el
deseo sexual que pesaba sobre aquellos reprimidos ingleses victorianos. Las
vampiresas que acosan a Johnathan Harker al inicio de la novela, cuando es huésped
del Conde en su castillo, no es más que la libido masculina de los hombres
victorianos, despojada de las cadenas de la sociedad. Lucy representa el deseo
sexual femenino. Pero Drácula es también una novela moralista, por lo que Stoker
deja muy en claro cual es la suerte que les espera a las mujeres que se atrevan
a expresar esa sexualidad de forma irreprimida. Mina, por el contrario, representa
el modelo perfecto de la virtud de la
mujer victoriana, que a lo largo de la novela lucha constantemente contra sus
deseos reprimidos por satisfacer su sexualidad o atenerse a las reglas morales
de conducta de la época en la que vive.
En Drácula podemos ver entre líneas imágenes de
penetraciones y de felación, convenientemente disfrazadas bajo elementos
distractores como estacas o “heridas en el pecho”. Pero lo cierto es que la síntesis
de la represión sexual de la era victoriana esta ahí en la novela, a la vista
de todos. Solo hace falta leer entre líneas.
“El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr Hyde” es,
junto con los libros de Dickens, la obra
maestra de la literatura victoriana. La novela aborda el caso del afable y
refinado Dr. Jekyll, y ese otro personaje oscuro, malvado y desagradable a la
vista –pese a que nadie pueda determinar con exactitud en que radica la repugnancia
que produce su presencia- es decir, Mr Hyde.
No pretendo contar la trama del libro. Basta
con decir que la novela aborda un tema más universal que la novela de Stoker –la
cual se limita a narrar la represión que pesaba en la Inglaterra victoriana
sobre la sexualidad.
Dr. Jekyll representa quienes somos cuando
estamos ante la presencia de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros
colegas, de nuestra pareja... Mr Hyde, por el contrario, es esa parte oscura y
secreta de nuestro ser que todos escondemos en mayor o menor medida de los demás.
Nuestros más profundos secretos, nuestros más oscuros deseos, aquello que
ocasionalmente hacemos, pensamos y deseamos cuando nadie nos ve.
**
Hannibal Lecter resulta ser un personaje tan
fascinante porque en el, la dualidad que une al afable Dr. Jekyll y al
siniestro Mr. Hyde (y que tanto atormenta al primero) no existe.
Hannibal es Jekyll Y Hyde al mismo tiempo y sin
división alguna.
En el se une el refinamiento y la cortesía de
Dr. Jekyll (quien al fin y al cabo
representa al perfecto caballero victoriano) ya no digamos con el desagradable Mr. Hyde, sino con otro personaje victoriano
infinitamente más aterrador que no pertenece al mundo de la ficción
literaria: Hannibal es Dr. Jekyll al mismo tiempo que es Jack el destripador, ese asesino brutal que
aterrorizó el distrito londinense de Whitechapel, acuchillando y degollando
prostitutas en la fría niebla de la madrugada. Ese asesino que nunca fue
capturado y que enviaba sus cartas a Scotland Yard remitidas “desde el infierno”
y firmadas simplemente como “Jack the Ripper”.
Hannibal es el mal personificado, amplificado
por una aguda y colosal inteligencia. Es la disolución total entre aquel ser
socialmente respetado que anhelamos ser y el posible monstruo que inevitablemente
habita bajo nuestra naturaleza humana. Es por eso que el simple hecho de concebir la existencia de un ser como Hannibal en la realidad nos resulte un pensamiento profundamente perturbador.
Posee el genio de Sherlock Holmes, la clase y
refinamiento de un perfecto caballero y la brutalidad homicida del Marqués de
Sade. Todo concentrado en un solo ser, que representa cada una de estas facetas
al mismo tiempo y en todo momento.
Es por eso que el personaje de Hannibal Lecter puede aterrorizar, repugnar o
atraer... pero nunca ser indiferente.
FIGHT CLUB
- David Fincher -
"You're not your job. You're not how much money you have in the bank.
You're not the car you drive. You're not the contents of your wallet.
You're not your fucking khakis. You're the all-singing, all-dancing crap
of the world. "
Tyler Durden (B. Pitt)
“Compramos cosas que no necesitamos, con dinero
que no tenemos, para impresionar a personas que no nos agradan”. “Las cosas que
posees terminan poseyéndote”. “Esta es tu vida... y está terminando con cada
minuto que pasa”. “Veo en el club de la pelea a los hombres más fuertes y más
listos que han existido. Veo todo este potencial y lo veo desperdiciándose. Maldita sea. Una generación
entera cargando combustible en las gasolineras y sirviendo mesas en cafeterías; esclavos de cuello blanco. La publicidad nos ha hecho querer comprar autos y ropa de
marca, trabajando en cosas que odiamos para poder comprar toda esa mierda que
no necesitamos. Somos los
hijos intermedios de la historia. Sin propósito ni lugar. No vivimos la gran Guerra.
No vivimos la gran depresión. Nuestra gran Guerra es espiritual… nuestra
gran depresión es nuestra vida. Fuimos criados por la televisión para creer
que algún día seríamos millonarios, estrellas de cine y rockstars. Pero no lo seremos. Vamos
aprendiendo eso poco a poco. Y estamos muy, pero muy molestos….” Palabra de
Tyler.
Douglas Coupland bautizó a la
generación de jóvenes de inicios de los años 90 con su novela: “Generación X”. Esos
sucesores de los “yuppies” de los ochenta (Acrónimo de “young urban
professionals”): Los jóvenes de Wall Street vestidos con trajes italianos
hechos a la medida, adictos a la cocaína y al dinero, y a quienes Bret Easton Ellis también inmortalizaría en su libro "Psicópata Americano" (que años más tarde sería adaptada al cine en una película interpretada por Christian Bale en el papel de Patrick Bateman)
A inicios de los 90, la prosperidad económica de la era de Reagan y Tatcher y todas las oportunidades que anunciaba el inicio de la vida laboral se fueron por el excusado. En su lugar solo quedó la apatía, el tedio, el sarcasmo y la opción de laborar en un “McJob” de sol a sol. Trabajos mal remunerados, poco satisfactorios, y con una nula perspectiva a futuro o prestigio presente. Esclavitud disfrazada.
A inicios de los 90, la prosperidad económica de la era de Reagan y Tatcher y todas las oportunidades que anunciaba el inicio de la vida laboral se fueron por el excusado. En su lugar solo quedó la apatía, el tedio, el sarcasmo y la opción de laborar en un “McJob” de sol a sol. Trabajos mal remunerados, poco satisfactorios, y con una nula perspectiva a futuro o prestigio presente. Esclavitud disfrazada.
Aquellos hombres que ocupaban los
turnos diurnos de los McJobs en Estados Unidos, eran los mismos que noche tras
noche se reunían en un sótano pestilente y mal iluminado, y sin zapatos ni camisa, peleaban hasta
desfallecer.
Personalmente no soy muy
aficionado a etiquetar películas, música o libros, clasificándolos bajo ciertos
géneros. Es útil para ciertos fines. Pero en la práctica, las únicas personas
para las cuales es absolutamente necesario etiquetar sus productos comerciales
en géneros -con el objetivo de posicionarlos en un cierto mercado para de esta
forma poder llegar a cierto target
demográfico- son aquellas que laboran en disqueras y compañías cinematográficas.
Sin embargo en el caso particular
de Fight Club resulta interesante hacer el ejercicio de tratar de etiquetar la
película en un género. No importa desde que ángulo trates de abordarla. Nunca
encontrarás la forma de hacerlo. Fight Club es un género en sí mismo.
Sucede lo mismo con el libro de
Chuck Palahniuk que con la película de David Fincher.
Es increíblemente raro que aún la
mejor película posible, filmada por el mejor director en la escena logren
superar a un buen libro. Trainspotting de Danny Boyle es excelente. Es un clásico
de principio a fin... y aún así no logra superar la genialidad de la novela de
Irvine Welsh.
En el caso de Fight Club, David
Fincher logra la proeza de superar la brillante novela de Palahniuk, al filmar
una película que se convirtió en un instantáneo clásico de culto -aún a pesar de su fracaso en taquilla (Lo cual a
fin de cuentas no refleja ni significa absolutamente nada)
Cuando se ve Fight Club por
primera vez, se tiene la oportunidad rara de poder observar una película que no
se parece a absolutamente nada que puedas haber visto antes o que vayas a ver
después.
¿De que trata la película? No
abordaré en absoluto la trama principal de
Tyler y Jack –ni mucho menos hablaré de
la vuelta de tuerca al final de la película que te deja boquiabierto. A
fin de cuentas ésta es una película a la que se está obligado a ver por lo menos una vez. Es
parte ya de la cultura popular. Haberla visto y tener una opinión de ella es ya
cultura general.
Dejando a un lado la trama
principal que gira en torno a la historia que protagonizan Brad Pitt y Edward
Norton, Fight Club es un ataque salvaje al consumismo que rige la sociedad hoy
en día. Es una sátira de esta vida moderna en la cual, catálogos que llegan por correo pretenden venderte muebles suecos que "te definirán como persona”. De botes de basura
atiborrados de productos chatarra con el logo impreso de las verdaderas dueñas del
mundo: las corporaciones multinacionales. De esta sociedad en la cual el comfort, el
dinero y el status constituyen la nueva versión de la Divina Trinidad.
En Fight Club escuché por primera vez a un personaje -de cine o televisión- decir que tu eres algo más que el contenido de tu
cartera, que el título y los diplomas que cuelgan de tu pared, del auto que
conduces y de tus pantalones khaki. We are the all-singing, all-dancing crap of the World.
Tyler Durden (B. Pitt) conoce a
Jack (E. Norton) a bordo de un avión. Como primer tema de conversación elige el
contarle como es posible fabricar Napalm casero usando nada más que jugo de naranja y
gasolina.
Jack es un hijo más de la
generación X. Aquellos jóvenes de inicios de los años noventa a los cuales la
sociedad lanzó a la cloaca “por haber perdido en la lotería demográfica de la
historia y haber nacido en el momento equivocado” (Tal como dice Coupland en
Generación X, en boca de uno de sus personajes)
¿Cuál es el objetivo del club de
la pelea? Ninguno. No hay ningún premio al final de la noche. Si hay reglas. La
primera y segunda de ellas: “No hablarás del Club de la Pelea”.
Los miembros del club acuden
noche tras noche a ese sótano oscuro y pestilente, repleto de manchas de sudor
seco y sangre cicatrizada, con el único fin de sacudirse el sopor de su
asqueroso día de trabajo y poder sentirse vivos por los breves instantes en que
pelean hasta desfallecer con otro miembro del club. Se trata de sentirse vivos
a costa de lo que sea. Y en una sociedad en la cual las grandes corporaciones
dictan a que debes aspirar, como debes lucir y que es lo que se
espera de ti, los golpes al torso desnudo de tu oponente son tu opción más
autentica para poderte sentir vivo de verdad.
Antes del club solo quedaba
soportar el insomnio por la noche y la somnolencia durante el día. La vida
era una copia, de una copia, de otra copia.
Fight Club no es solo una feroz
crítica a la sociedad moderna, a la frivolidad del consumismo y al hecho de
existir sin vivir realmente. Es una película llena de frases e ideas increíblemente
inteligentes y originales que hacen que te plantees esta realidad en la cual estamos inmersos bajo una óptica distinta a la cual la habíamos observado antes.
“Es solo cuando perdemos todo,
que somos libres de hacer cualquier cosa”. Fight Club te acerca un poco más a “tocar
fondo”. Jack se acerca al fondo hasta casi poder observarlo mediante una herida
causada por sosa cáustica en el dorso de la mano. El espectador lo hace al
tomar toda la filosofía de la película y observar su propia vida bajo esa
lente.
ALMOST FAMOUS
- Cameron Crowe -
"The only true currency in this bankrupt world is what you share with someone else when you're uncool."
Lestar Bangs (P.S. Hoffman)
- Almost Famous -
Almost Famous narra la historia de “William
Miller”, un adolescente de tan solo 15 años de edad que se embarca bajo una
identidad falsa como corresponsal de la revista Rolling Stone en la gira de la
banda Stillwater, con el objetivo de escribir un artículo para la revista.
William Miller es en realidad el propio Cameron
Crowe, quien filmó esta película semiautobiográfica en el 2000. Crowe ganó el Oscar
por el guión que escribió para esta película, que suele ser amada por muchos,
menospreciada por otros tantos e indiferente al resto.
Aquellos que pertenecemos al grupo de los que
aman incondicionalmente esta película, solemos haber visto Almost Famous
innumerables veces, ser capaces de citar los diálogos y haber visto la versión
extendida del filme, la cual viene en algunas versiones especiales y se titula –irónicamente-
“Untitled”.
Mucho se puede discutir sobre cual es la trama
principal de Almost Famous. Algunos podrán decir que se trata de la aventura de
William, quien con 15 años de edad consigue escribir su primer artículo para la
Rolling Stone. Otros podrán decir que la trama principal se basa en la banda –Stillwater-
la cual es un conjunto ficticio en el cual Cameron Crowe claramente
mezcló elementos estéticos, musicales y anecdóticos de algunas de las bandas más
importantes de inicios de la década de los setenta (Led Zeppelin, The Who,
Lynyrd Skynyrd, Allman Brothers, etc... etc.... etc....) con las cuales el
mismo viajó de gira como corresponsal de la revista. Otros más pueden decir que
se trata de una película sobre la amistad. Y finalmente otros pueden decir que
se trata de una historia de amor entre William y Penny, Russell y Penny o el
correspondiente triángulo amoroso resultante.
Quizás todos tengan razón. La película
desarrolla todas esas tramas y otras más que no nombré. Pero por encima de
todas las cosas, existe un elemento conductor que comparten todos los
protagonistas y que, en mi opinión, resulta ser el mensaje entre líneas que la
película transmite. Y que es la razón por la cual tantas personas se
identifican con la película. Todos los protagonistas comparten el mismo amor y
la misma pasión absoluta por la música.
“They don't even know what it is to be a fan. Y'know?
To truly love some silly little piece of music, or some band, so much that it
hurts.”
Dice Sapphire –una de las
groupies lideradas por “Penny Lane” (Kate Hudson) mejor conocidas como las “band
aids”- cerca del final de la película.
Esta película describe mejor que
ninguna otra película que yo haya visto,
lo que significa amar la música hasta ese punto, hasta el punto en el que duele
(Tal como dice Sapphire), hasta el punto en el cual una canción puede sacarte lagrimas y hacerte
revivir el momento y lugar exacto en el que te encontrabas cuando la escuchaste
por primera vez. Ese estremecimiento inexplicable que te producen tus canciones
favoritas desde el primer acorde. La emoción que encierra ser parte de la
audiencia que contempla un concierto de rock –ya sea en la primera fila o en la
última butaca del estadio. La forma en que los gustos musicales que compartimos
con las personas que queremos y que vamos conociendo en nuestro camino nos
hermanan de una forma incapaz de describirse con palabras.
Todos aquellos que ya han visto
la película recuerdan la famosa escena de “Tiny Dancer”. Quiza sea esta la
escena que mejor refleja la forma en la cual la música elimina nuestras
diferencias y hace más placentero nuestro paso por la vida.
Pero creo que la música va más allá
de ser una compañía ocasional. Para muchos de nosotros, la música es un
elemento tan importante de nuestras vidas que no podemos siquiera concebir
nuestros días sin su presencia.
No me cabe duda que Cameron Crowe
es una de esas personas. Y tengo el presentimiento de que escribió esta película
para todos aquellos que al igual que el, necesitan de la presencia constante de
la música para poder disfrutar esos pequeños instantes de la vida que terminan finalmente convirtiendose en nuestros recuerdos más preciados.
AMERICAN HISTORY X
- Tony Kaye -
"So I guess this is where I tell you what I learned - my conclusion,
right? Well, my conclusion is: Hate is baggage. Life's too short to be
pissed off all the time. It's just not worth it. Derek says it's always
good to end a paper with a quote. He says someone else has already said
it best. So if you can't top it, steal from them and go out strong. So I
picked a guy I thought you'd like. 'We are not enemies, but friends. We
must not be enemies. Though passion may have strained, it must not
break our bonds of affection. The mystic chords of memory will swell
when again touched, as surely they will be, by the better angels of our
nature.'
- American History X -
Personalmente no creo que ni el
cine ni ningún otro tipo de manifestación
artística tengan la obligación de “transmitir un mensaje”, de “enseñarle algo a
su espectador” o de ser “políticamente correcta”. Sin embargo si alguien decide utilizar el arte
con el fin de realizar una obra que ataque dogmas dañinos y prejuicios
obsoletos –como es el caso del racismo y la intolerancia- creo que
también está en su derecho de hacerlo. No solo eso. Cuenta en el cine con una
herramienta invaluable con la cual poder producir una obra poderosa que logre
contrarrestar la estupidez que necesariamente acompaña a estas ideologías
derivadas del odio.
Esta es una de esas películas cuya trama y calidad están a
la altura suficiente como para tener el potencial de cambiar la forma de
pensar de quien la ve. Y encontrar una obra artística –de cualquier género- que
reúna estas características es raro.
American History X es violenta y
por momentos brutal. Es incómoda. El simple hecho de observar el horror que
representa la existencia moderna de reuniones de partidarios de la ideología
nazi es suficiente como para sentir náuseas. Las escenas que muestran ataques
raciales gráficos y verbales también son difíciles de digerir, dada la crueldad
del acto en si y de la insultante estupidez de quienes los llevan a cabo.
Sin embargo en esta película se
da una rara conjunción de elementos que hace que la película no solo sea un
gran filme, sino una obra cultural y socialmente relevante, en un mundo plagado
de estupidez como es éste en el cual vivimos.
Esa conjunción de elementos
corresponde a la calidad de las actuaciones, a la elección del elenco, al
momento en que la película fue estrenada, a la trama y al mensaje que transmite
finalmente.
Toda la violencia y brutalidad de
la película están justificadas. No es ésta una de esas películas que abusan de la
violencia gratuita para llenar el vacío de la historia. Se trata de una película
que aborda las ideologías neonazis presentes en las pandillas de la costa oeste
de los Estados Unidos –y en último término de la profunda estupidez y odio que
se esconden siempre detrás del racismo en la sociedad. Por esa razón, la
violencia presente en la pantalla no es gratuita. Es un elemento imprescindible
para poder transmitir el horror detrás de la realidad que la película pretende
mostrar a su audiencia.
Resulta muy difícil contar
cualquier elemento de la trama de la película sin contarle demasiado a aquel
que no la ha visto, por lo cual me abstendré de hacerlo.
Basta con decir que esta
es una de las películas anti-racistas más poderosas que se hayan filmado
(Resulta divertido entrar a Youtube y
observar la cantidad de comentarios racistas que acompañan los videos que
muestran escenas de la película.... Aparentemente, los racistas que decidieron
ver la película son lo suficientemente estúpidos como para no entender siquiera
que esta película no glorifica el nazismo ni el racismo en ninguna de sus
formas, sino que los condena desde todo ángulo)
Esta película retrata muchas
cosas más: el poder que una simple amistad tiene para contrarrestar hasta el odio más profundo y arraigado, la profunda estupidez que caracteriza el núcleo de las ideologías
racistas y el verdadero ridículo al que se exponen –sin darse cuenta siquiera-
aquellas personas que rigen sus vidas bajo la bandera del odio, la influencia
de un padre en la forma en que sus hijos –por inteligentes que sean- conciben el mundo, las raíces de ese odio
absurdo en detalles aparentemente triviales de la vida cotidiana o la profunda
injusticia del sistema penitenciario de los Estados Unidos –y la forma en la
cual el racismo institucionalizado en las prisiones contribuye a criminalizar a
la población de hispanos y afroamericanos.
American History X es una
película cuya trama y escenas no se olvidan nunca después de haberla visto.
No comments:
Post a Comment