Tuesday, July 22, 2014

personal Top 5 Cine

 2001. A SPACE ODYSSEY
- Stanley Kubrick -

HAL: "I'm afraid. I'm afraid, Dave. Dave, my mind is going. I can feel it. I can feel it. My mind is going. There is no question about it. I can feel it. I can feel it. I can feel it. I'm a... fraid. Good afternoon, gentlemen. I am a HAL 9000 computer. I became operational at the H.A.L. plant in Urbana, Illinois on the 12th of January 1992. My instructor was Mr. Langley, and he taught me to sing a song. If you'd like to hear it I can sing it for you."


Solo un genio como Stanley Kubrick habría sido capaz de aceptar el reto de llevar al cine el libro de Arthur C. Clarke que le da título a esta película. Y solo el pudo haber logrado crear esta obra maestra inmortal en 1968. Un año antes de que el ser humano pisara siquiera la luna por primera vez. 
Debo comenzar diciendo que sin lugar a dudas, mi director de cine favorito es Stanley Kubrick. Aún cuando esta lista no tiene ningún orden en particular me fue difícil dejar fuera  por lo menos otras dos de sus películas (A clockwork orange y The shining).
Creo que leer el libro, ya sea  antes o después de ver la película es imprescindible para poder comprender en toda su magnitud esta obra de arte.
La película (y el libro por supuesto) son un viaje épico a través de la historia del ser humano y sobre todo una reflexión fría – y por momentos aterradora – sobre nuestro origen, nuestro posible destino y sobre todo sobre nuestra propia naturaleza.
 Stanley Kubrick, como es bien sabido, ostenta la fama de ser posiblemente el director de cine más perfeccionista y obsesivo que alguna vez se haya colocado detrás de una cámara.
Siempre que vuelvo a ver 2001 me pregunto que es lo que podría haber hecho con esta película si hubiera tenido la oportunidad de filmarla el día de hoy, teniendo a su disposición todo el arsenal de efectos especiales de los cuales carecía  en la época en que la filmó. Y pese a que no deja de ser interesante imaginar una versión actual de 2001, siempre termino llegando a la misma conclusión: La belleza visual de esta película es atemporal. Es absolutamente perfecta e insuperable tal como la filmó en 1968.
Stanley Kubrick tenía un estilo absolutamente inconfundible. Eso le otorga el derecho a  pertenecer a ese reducidísimo club de directores cuyas películas pueden ser reconocidas por su audiencia con solo observar los ángulos y encuadres de la cámara por no más de  quince segundos. Tras un breve instante como ese, y aún sin saber ningún otro dato sobre la película que se este viendo, cualquier fan de Kubrick puede reconocer su sello.
Cuando pienso en la perfección técnica de todas y cada una de las escenas de esta película son muchos los posibles adjetivos que me vienen a la mente. Sin embargo, de entre todos ellos, el que más se acerca a describir que es lo que me hace sentir el admirar la belleza visual de esta película –no importa cuantas veces vuelva a verla- es éste: Intimidante.
Básicamente se reduce a eso. Me resulta intimidante  que un genio como Kubrick haya podido concebir la belleza estética –fría y aterradora- que caracteriza a 2001 de principio a fin.
No se trata solamente de la perfección absoluta de cada una de las tomas, de cada ángulo, de cada encuadre, de la edición, de la forma maestra en que unió la música del filme con las escenas... 2001 es una película larga pero eso es simple y sencillamente porqué dura exactamente el tiempo necesario para provocar en el espectador la sensación de haber contemplado una obra maestra de principio a fin. No dura un segundo más ni un segundo menos que eso. Stanley Kubrick era un director comprometido únicamente con su visión creadora y por tanto, poco le interesaba la posible recaudación en taquilla de sus obras. Es por eso que 2001 es lenta por momentos. Pero no es lenta en un sentido molesto o de una forma que vaya en detrimento de la narración de la historia. Es lenta porque de haberse filmado de otra forma, no habría conseguido el impacto emocional que generan sus calculadas pausas y el ritmo a través del cual Kubrick va desarrollando la trama.
La película se basa no en el libro de Arthur C. Clarke que lleva el mismo nombre que la película (el cual fue escrito al tiempo que la obra fue filmada, ya que la creación de 2001 en su conjunto debe atribuirse a Kubrick y  a Clarke en la misma proporción). Originalmente Kubrick tuvo la idea de llevar al cine un relato corto de Arthur C. Clarke llamado “El Centinela”, que aborda la trama de HAL y de las posibles y aterradoras consecuencias que la inteligencia artificial trae de la mano. Después de que Kubrick decidiera contactar a Clarke para comunicarle su idea es que comenzó la colaboración entre ambos que llevaría finalmente a la culminación de la obra en su conjunto (tanto cinematográfica como literaria)
2001: Odisea en el espacio es evidentemente una de esas películas que deben verse más de una vez. De hecho debería  verse las veces que  sea necesario. 


 THE SILENCE OF THE LAMBS
- Johnattan Demme -


Hannibal Lecter: First principles, Clarice. Simplicity. Read Marcus Aurelius. Of each particular thing ask: what is it in itself? What is its nature? What does he do, this man you seek?
Clarice Starling: He kills women...
Hannibal Lecter: No. That is incidental. What is the first and principal thing he does? What needs does he serve by killing?
Clarice Starling: Anger, um, social acceptance, and, huh, sexual frustrations, sir...
Hannibal Lecter: No! He covets. That is his nature. And how do we begin to covet, Clarice? Do we seek out things to covet? Make an effort to answer now.
Clarice Starling: No. We just...
Hannibal Lecter: No. We begin by coveting what we see every day. Don't you feel eyes moving over your body, Clarice? And don't your eyes seek out the things you want? 

- The silence of the lambs -

 
Las ideas predominantes de una determinada época histórica dictan no solo el contenido temático de las obras artísticas que surgen en dicho periodo de tiempo, sino también la forma en la que el arte se expresa.
El arte siempre ha acompañado al ser humano. Esa sublimación creadora, esa expresión de la realidad que el artista retrata en su obra es una de las características primordiales que nos identifican como seres humanos. Si bien no todos tenemos el don de poder crear arte, por lo menos es seguro que todo ser humano puede percibir, reconocer y reaccionar ante las expresiones artísticas.
Pero el arte no se expresa de la misma forma en una atmosfera de libertad que bajo un clima de represión. En el primer caso, cuando el arte florece sin obstáculos en épocas caracterizadas por la exaltación a la vida y a la libertad de expresión, el arte suele ser más directo, mas inmediato y más vital, que aquellas obras artísticas que surgen en tiempos de censura o represión.
Tomemos como ejemplo del primer caso el renacimiento italiano. Después de siglos de oscuridad, la civilización europea despierta de la edad media para reencontrarse con sus raíces, con su pasado grecolatino. La teocracia medieval comienza a desmoronarse cuando la imprenta de Gutenberg permite el conocimiento masivo de los antiguos textos clásicos de los grandes filósofos griegos y romanos.
Aquel olvidado precepto enunciado por el filósofo griego Protágoras que enuncia que “el ser humano es la medida de todas las cosas” no solo es rescatado del olvido, sino que se convierte en la piedra angular del nuevo pensamiento renacentista.
La belleza del cuerpo humano, la sexualidad y la vitalidad se apoderan de nuevo del arte, que en los cinceles y pinceles de Rafael, Miguel Angel, Giotto y Da Vinci, transformaran a Italia en el gran museo del mundo al que millones de turistas continúan peregrinando año tras año hasta el día de hoy.
Aquella Italia era muy diferente de la que conocemos hoy en día. No era una nación sino un conjunto de ciudades-estado en pleno apogeo económico, en los cuales los grandes Mecenas de los genios italianos del renacimiento promovían y financiaban la creación de obras de arte.
Ahora vayamos al segundo escenario. El arte que surge en épocas caracterizadas también por la presencia de un crecimiento en la economía, pero una brutal represión de la vitalidad y la sexualidad del ser humano dentro de la sociedad. Un caso que se ajusta como anillo al dedo a esta descripción es la Inglaterra del siglo XIX. La Inglaterra caracterizada por el frenético crecimiento económico impulsado internamente por la revolución industrial y externamente por el imperialismo británico.
Si bien aquella Inglaterra no tenía un gobierno totalitario o represor en el poder, sino  una democracia parlamentaria firmemente establecida  desde fines del siglo XVII, lo cierto es que se trataba de una  sociedad regida por una moral férrea en la cual la sexualidad en particular fue reprimida hasta el punto de hacerla desaparecer por completo de toda conversación. Era la Inglaterra victoriana. La sociedad en la cual la sexualidad desapareció oficialmente de la faz de la tierra.
Sin embargo, aún bajo estas condiciones tan aparentemente adversas y poco favorables para el arte, éste siempre termina abriéndose paso de entre la rígida moral de la mayoría, para funcionar como una válvula de escape que libere todas esas pulsiones vitales que permanecen escondidas en nuestro inconsciente, listas para salir a flote – a veces en formas codificadas y crípticas – a través de las obras de los artistas de la época.
Es bajo el gélido clima victoriano que la fantasía  de Lewis Carroll  se desborda en el momento en que Alicia cae dentro de la madriguera del conejo. La maravillosa locura de “Alicia en el país de las maravillas” y “Al otro lado del espejo” pone al mundo de cabeza hasta el grado de convertirse en  la semilla que unas pocas generaciones después llevaría al nacimiento del surrealismo de Bretón, Dalí y Buñuel.
Charles Dickens describe hasta el más mínimo detalle, cada aspecto de la sociedad londinense de la era victoriana, y lo hace principalmente a través de la mirada inocente y pura de los niños. Dickens describe por primera vez en la literatura a los niños no como una especie de adultos pequeños en formación o criaturas que rocen en inteligencia con los animales inferiores, sino como  seres humanos plenos y singulares que  conciben el mundo de una forma totalmente distinta a los adultos. Les dota además del derecho a gozar de su infancia sin verse obligados a ser esclavizados en las fábricas de las grandes ciudades.  
Sin embargo, quizás sean dos los libros más representativos de este arte escapista y catártico que la era victoriana generó inintencionadamente. Esos dos libros en mi opinión son “Drácula” de Bram Stoker y “El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson.
Bajo una lectura superficial, Drácula parece tratarse de una simple novela epistolar de terror, en la cual, un demonio de los Cárpatos se traslada a Londres para aterrorizar a un conjunto de personajes victorianos prototípicos quienes finalmente lo persiguen de vuelta a su castillo en las lejanas y tenebrosas tierras de Transilvania en donde terminan dándole muerte.
Sin embargo no hace falta mucha imaginación para develar los temas que Bram Stoker realmente abordó en su novela, bajo el disfraz de un cuento de vampiros.  
Drácula es una novela de sexo. En una sociedad en la cual el sexo era tratado como un tema que  no existía, Stoker concibió una novela en la cual depositó en su personaje principal -el Conde Drácula- toda la carga de la lascivia, la lujuria y el deseo sexual que pesaba sobre aquellos reprimidos ingleses victorianos. Las vampiresas que acosan a Johnathan Harker al inicio de la novela, cuando es huésped del Conde en su castillo, no es más que la libido masculina de los hombres victorianos, despojada de las cadenas de la sociedad. Lucy representa el deseo sexual femenino. Pero Drácula es también una novela moralista, por lo que Stoker deja muy en claro cual es la suerte que les espera a las mujeres que se atrevan a expresar esa sexualidad de forma irreprimida. Mina, por el contrario, representa el modelo perfecto de la virtud  de la mujer victoriana, que a lo largo de la novela lucha constantemente contra sus deseos reprimidos por satisfacer su sexualidad o atenerse a las reglas morales de conducta de la época en la que vive.
En Drácula podemos ver entre líneas imágenes de penetraciones y de felación, convenientemente disfrazadas bajo elementos distractores como estacas o “heridas en el pecho”. Pero lo cierto es que la síntesis de la represión sexual de la era victoriana esta ahí en la novela, a la vista de todos. Solo hace falta leer entre líneas.
El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr Hyde” es, junto con los libros de Dickens,  la obra maestra de la literatura victoriana. La novela aborda el caso del afable y refinado Dr. Jekyll, y ese otro personaje oscuro, malvado y desagradable a la vista –pese a que nadie pueda determinar con exactitud en que radica la repugnancia que produce su presencia- es decir, Mr Hyde.
No pretendo contar la trama del libro. Basta con decir que la novela aborda un tema más universal que la novela de Stoker –la cual se limita a narrar la represión que pesaba en la Inglaterra victoriana sobre la sexualidad.
Dr. Jekyll representa quienes somos cuando estamos ante la presencia de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros colegas, de nuestra pareja... Mr Hyde, por el contrario, es esa parte oscura y secreta de nuestro ser que todos escondemos en mayor o menor medida de los demás. Nuestros más profundos secretos, nuestros más oscuros deseos, aquello que ocasionalmente hacemos, pensamos y deseamos cuando nadie nos ve.
**
Hannibal Lecter resulta ser un personaje tan fascinante porque en el, la dualidad que une al afable Dr. Jekyll y al siniestro Mr. Hyde (y que tanto atormenta al primero) no existe.
Hannibal es Jekyll Y Hyde al mismo tiempo y sin división alguna.
En el se une el refinamiento y la cortesía de Dr. Jekyll (quien  al fin y al cabo representa al perfecto caballero victoriano) ya no digamos con el desagradable  Mr. Hyde, sino con otro personaje victoriano infinitamente más aterrador que no pertenece  al mundo de la ficción literaria: Hannibal es Dr. Jekyll al mismo tiempo que es  Jack el destripador, ese asesino brutal que aterrorizó el distrito londinense de Whitechapel, acuchillando y degollando prostitutas en la fría niebla de la madrugada. Ese asesino que nunca fue capturado y que enviaba sus cartas a Scotland Yard remitidas “desde el infierno” y firmadas simplemente como “Jack the Ripper”.
Hannibal es el mal personificado, amplificado por una aguda y colosal inteligencia. Es la disolución total entre aquel ser socialmente respetado que anhelamos ser y el posible monstruo que inevitablemente habita bajo nuestra naturaleza humana. Es por eso que el simple hecho de concebir la existencia de un ser como Hannibal en la realidad nos resulte un pensamiento profundamente perturbador.
Posee el genio de Sherlock Holmes, la clase y refinamiento de un perfecto caballero y la brutalidad homicida del Marqués de Sade. Todo concentrado en un solo ser, que representa cada una de estas facetas al mismo tiempo y en todo momento.
Es por eso que el personaje de  Hannibal Lecter puede aterrorizar, repugnar o atraer... pero nunca ser indiferente.

 FIGHT CLUB
- David Fincher -

"You're not your job. You're not how much money you have in the bank. You're not the car you drive. You're not the contents of your wallet. You're not your fucking khakis. You're the all-singing, all-dancing crap of the world. "

Tyler Durden (B. Pitt)

“Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no nos agradan”. “Las cosas que posees terminan poseyéndote”. “Esta es tu vida... y está terminando con cada minuto que pasa”. “Veo en el club de la pelea a los hombres más fuertes y más listos que han existido. Veo todo este potencial y lo veo desperdiciándose. Maldita sea. Una generación entera cargando combustible en las gasolineras y sirviendo mesas en cafeterías; esclavos de cuello blanco. La publicidad nos ha hecho querer comprar autos y ropa de marca, trabajando en cosas que odiamos para poder comprar toda esa mierda que no necesitamos. Somos los hijos intermedios de la historia. Sin propósito ni lugar. No vivimos la gran Guerra. No vivimos la gran depresión. Nuestra gran Guerra es espiritual… nuestra gran depresión es nuestra vida. Fuimos criados por la televisión para creer que algún día seríamos millonarios, estrellas de cine y rockstars. Pero no lo seremos. Vamos aprendiendo eso poco a poco. Y estamos muy, pero muy molestos….” Palabra de Tyler.
Douglas Coupland bautizó a la generación de jóvenes de inicios de los años 90 con su novela: “Generación X”. Esos sucesores de los “yuppies” de los ochenta (Acrónimo de “young urban professionals”):  Los jóvenes de Wall Street vestidos con trajes italianos hechos a la medida, adictos a la cocaína y al dinero, y a quienes Bret Easton Ellis también inmortalizaría  en su libro "Psicópata Americano" (que años más tarde sería adaptada al cine en una película  interpretada por Christian Bale en el papel de Patrick Bateman)
A inicios de los 90, la prosperidad económica de la era de Reagan y Tatcher y todas las oportunidades que anunciaba el inicio de la vida laboral se fueron por el excusado. En su lugar solo quedó la apatía, el tedio, el sarcasmo y la opción de laborar en un “McJob” de sol a sol. Trabajos mal remunerados, poco satisfactorios,  y con una nula perspectiva a futuro o prestigio presente. Esclavitud disfrazada.
Aquellos hombres que ocupaban los turnos diurnos de los McJobs en Estados Unidos, eran los mismos que noche tras noche se reunían en un sótano pestilente y mal iluminado, y sin  zapatos ni camisa, peleaban hasta desfallecer.
Personalmente no soy muy aficionado a etiquetar películas, música o libros, clasificándolos bajo ciertos géneros. Es útil para ciertos fines. Pero en la práctica, las únicas personas para las cuales es absolutamente necesario etiquetar sus productos comerciales en géneros -con el objetivo de posicionarlos en un cierto mercado para de esta forma poder  llegar a cierto target demográfico- son aquellas que laboran en disqueras y  compañías cinematográficas. 
Sin embargo en el caso particular de Fight Club resulta interesante hacer el ejercicio de tratar de etiquetar la película en un género. No importa desde que ángulo trates de abordarla. Nunca encontrarás la forma de  hacerlo. Fight Club es un género en sí mismo.
Sucede lo mismo con el libro de Chuck Palahniuk que con la película de David Fincher.
Es increíblemente raro que aún la mejor película posible, filmada por el mejor director en la escena logren superar a un buen libro. Trainspotting de Danny Boyle es excelente. Es un clásico de principio a fin... y aún así no logra superar la genialidad de la novela de Irvine Welsh.
En el caso de Fight Club, David Fincher logra la proeza de superar la brillante novela de Palahniuk, al filmar una película que se convirtió en un instantáneo clásico de culto -aún a pesar de su fracaso en taquilla (Lo cual a fin de cuentas no refleja ni significa absolutamente nada)
Cuando se ve Fight Club por primera vez, se tiene la oportunidad rara de poder observar una película que no se parece a absolutamente nada que puedas haber visto antes o que vayas a ver después.
¿De que trata la película? No abordaré en absoluto la trama principal de  Tyler y Jack –ni mucho menos hablaré de  la vuelta de tuerca al final de la película que te deja boquiabierto. A fin de cuentas ésta es una película a la que se está obligado a ver por lo menos una vez. Es parte ya de la cultura popular. Haberla visto y tener una opinión de ella es ya cultura general.
Dejando a un lado la trama principal que gira en torno a la historia que protagonizan Brad Pitt y Edward Norton, Fight Club es un ataque salvaje al consumismo que rige la sociedad hoy en día. Es una sátira de esta vida moderna en la cual,  catálogos que llegan por correo pretenden venderte muebles suecos que "te definirán como persona”. De botes de basura atiborrados de productos chatarra con el logo impreso de las verdaderas dueñas del mundo: las corporaciones multinacionales. De esta sociedad en la cual el comfort, el dinero y el status constituyen la nueva versión de la  Divina Trinidad.
En Fight Club escuché por primera vez a un personaje -de cine o televisión- decir que tu eres algo más que el contenido de tu cartera, que el título y los diplomas que cuelgan de tu pared, del auto que conduces y de tus pantalones khaki. We are the all-singing, all-dancing crap of the World.
Tyler Durden (B. Pitt) conoce a Jack (E. Norton) a bordo de un avión. Como primer tema de conversación elige el contarle como es posible fabricar Napalm casero usando nada más que jugo de naranja y gasolina.
Jack es un hijo más de la generación X. Aquellos jóvenes de inicios de los años noventa a los cuales la sociedad lanzó a la cloaca “por haber perdido en la lotería demográfica de la historia y haber nacido en el momento equivocado” (Tal como dice Coupland en Generación X, en boca de uno de sus personajes)
¿Cuál es el objetivo del club de la pelea? Ninguno. No hay ningún premio al final de la noche. Si hay reglas. La primera y segunda de ellas: “No hablarás del Club de la Pelea”.
Los miembros del club acuden noche tras noche a ese sótano oscuro y pestilente, repleto de manchas de sudor seco y sangre cicatrizada, con el único fin de sacudirse el sopor de su asqueroso día de trabajo y poder sentirse vivos por los breves instantes en que pelean hasta desfallecer con otro miembro del club. Se trata de sentirse vivos a costa de lo que sea. Y en una sociedad en la cual las grandes corporaciones dictan a que  debes aspirar, como debes lucir y que es lo que se espera de ti, los golpes al torso desnudo de tu oponente son tu opción más autentica para poderte sentir vivo de verdad.
Antes del club solo quedaba soportar el insomnio por la noche y la somnolencia durante  el día. La vida era una copia, de una copia, de otra copia.
Fight Club no es solo una feroz crítica a la sociedad moderna, a la frivolidad del consumismo y al hecho de existir sin vivir realmente. Es una película llena de frases e ideas increíblemente inteligentes y originales que hacen que te plantees esta realidad en la cual estamos inmersos bajo una óptica distinta a la cual la habíamos observado antes.
“Es solo cuando perdemos todo, que somos libres de hacer cualquier cosa”. Fight Club te acerca un poco más a “tocar fondo”. Jack se acerca al fondo hasta casi poder observarlo mediante una herida causada por sosa cáustica en el dorso de la mano. El espectador lo hace al tomar toda la filosofía de la película y observar su propia vida bajo esa lente.


 ALMOST FAMOUS
- Cameron Crowe -

"The only true currency in this bankrupt world is what you share with someone else when you're uncool."

Lestar Bangs (P.S. Hoffman)

- Almost Famous -


Almost Famous narra la historia de “William Miller”, un adolescente de tan solo 15 años de edad que se embarca bajo una identidad falsa como corresponsal de la revista Rolling Stone en la gira de la banda Stillwater, con el objetivo de escribir un artículo para la revista.
William Miller es en realidad el propio Cameron Crowe, quien filmó esta película semiautobiográfica en el 2000. Crowe ganó el Oscar por el guión que escribió para esta película, que suele ser amada por muchos, menospreciada por otros tantos e indiferente al resto.
Aquellos que pertenecemos al grupo de los que aman incondicionalmente esta película, solemos haber visto Almost Famous innumerables veces, ser capaces de citar los diálogos y haber visto la versión extendida del filme, la cual viene en algunas versiones especiales y se titula –irónicamente- “Untitled”.
Mucho se puede discutir sobre cual es la trama principal de Almost Famous. Algunos podrán decir que se trata de la aventura de William, quien con 15 años de edad consigue escribir su primer artículo para la Rolling Stone. Otros podrán decir que la trama principal se basa en la banda –Stillwater- la cual es un conjunto ficticio en el cual Cameron Crowe claramente mezcló elementos estéticos, musicales y anecdóticos de algunas de las bandas más importantes de inicios de la década de los setenta (Led Zeppelin, The Who, Lynyrd Skynyrd, Allman Brothers, etc... etc.... etc....) con las cuales el mismo viajó de gira como corresponsal de la revista. Otros más pueden decir que se trata de una película sobre la amistad. Y finalmente otros pueden decir que se trata de una historia de amor entre William y Penny, Russell y Penny o el correspondiente triángulo amoroso resultante.
Quizás todos tengan razón. La película desarrolla todas esas tramas y otras más que no nombré. Pero por encima de todas las cosas, existe un elemento conductor que comparten todos los protagonistas y que, en mi opinión, resulta ser el mensaje entre líneas que la película transmite. Y que es la razón por la cual tantas personas se identifican con la película. Todos los protagonistas comparten el mismo amor y la misma pasión absoluta por la música.

“They don't even know what it is to be a fan. Y'know? To truly love some silly little piece of music, or some band, so much that it hurts.”

Dice Sapphire –una de las groupies lideradas por “Penny Lane” (Kate Hudson) mejor conocidas como las “band aids”- cerca del final de la película.
Esta película describe mejor que ninguna otra  película que yo haya visto, lo que significa amar la música hasta ese punto, hasta el punto en el que duele (Tal como dice Sapphire), hasta el punto en el cual  una canción puede sacarte lagrimas y hacerte revivir el momento y lugar exacto en el que te encontrabas cuando la escuchaste por primera vez. Ese estremecimiento inexplicable que te producen tus canciones favoritas desde el primer acorde. La emoción que encierra ser parte de la audiencia que contempla un concierto de rock –ya sea en la primera fila o en la última butaca del estadio. La forma en que los gustos musicales que compartimos con las personas que queremos y que vamos conociendo en nuestro camino nos hermanan de una forma incapaz de describirse con palabras.
Todos aquellos que ya han visto la película recuerdan la famosa escena de “Tiny Dancer”. Quiza sea esta la escena que mejor refleja la forma en la cual la música elimina nuestras diferencias y hace más placentero nuestro paso por la vida.
Pero creo que la música va más allá de ser una compañía ocasional. Para muchos de nosotros, la música es un elemento tan importante de nuestras vidas que no podemos siquiera concebir nuestros días sin su presencia.
No me cabe duda que Cameron Crowe es una de esas personas. Y tengo el presentimiento de que escribió esta película para todos aquellos que al igual que el, necesitan de la presencia constante de la música para poder disfrutar esos pequeños instantes de la vida que terminan finalmente convirtiendose en nuestros recuerdos más preciados.

AMERICAN HISTORY X
- Tony Kaye -

"So I guess this is where I tell you what I learned - my conclusion, right? Well, my conclusion is: Hate is baggage. Life's too short to be pissed off all the time. It's just not worth it. Derek says it's always good to end a paper with a quote. He says someone else has already said it best. So if you can't top it, steal from them and go out strong. So I picked a guy I thought you'd like. 'We are not enemies, but friends. We must not be enemies. Though passion may have strained, it must not break our bonds of affection. The mystic chords of memory will swell when again touched, as surely they will be, by the better angels of our nature.' 

- American History X - 


Personalmente no creo que ni el cine ni  ningún otro tipo de manifestación artística tengan la obligación de “transmitir un mensaje”, de “enseñarle algo a su espectador” o de ser “políticamente correcta”.  Sin embargo si alguien decide utilizar el arte con el fin de realizar una obra que ataque dogmas dañinos y prejuicios obsoletos –como es el caso  del racismo y la intolerancia- creo que también está en su derecho de hacerlo. No solo eso. Cuenta en el cine con una herramienta invaluable con la cual poder producir una obra poderosa que logre contrarrestar la estupidez que necesariamente acompaña a estas ideologías derivadas del odio. 
Esta es una de esas películas cuya trama y calidad están a la altura suficiente como para tener el potencial de cambiar la forma de pensar de quien la ve. Y encontrar una obra artística –de cualquier género- que reúna estas características es raro.
American History X es violenta y por momentos brutal. Es incómoda. El simple hecho de observar el horror que representa la existencia moderna de reuniones de partidarios de la ideología nazi es suficiente como para sentir náuseas. Las escenas que muestran ataques raciales gráficos y verbales también son difíciles de digerir, dada la crueldad del acto en si y de la insultante estupidez de quienes los llevan a cabo.
Sin embargo en esta película se da una rara conjunción de elementos que hace que la película no solo sea un gran filme, sino una obra cultural y socialmente relevante, en un mundo plagado de estupidez como es éste en el cual vivimos.
Esa conjunción de elementos corresponde a la calidad de las actuaciones, a la elección del elenco, al momento en que la película fue estrenada, a la trama y al mensaje que transmite finalmente.
Toda la violencia y brutalidad de la película están justificadas. No es ésta una de esas películas que abusan de la violencia gratuita para llenar el vacío de la historia. Se trata de una película que aborda las ideologías neonazis presentes en las pandillas de la costa oeste de los Estados Unidos –y en último término de la profunda estupidez y odio que se esconden siempre detrás del racismo en la sociedad. Por esa razón, la violencia presente en la pantalla no es gratuita. Es un elemento imprescindible para poder transmitir el horror detrás de la realidad que la película pretende mostrar a su audiencia.
Resulta muy difícil contar cualquier elemento de la trama de la película sin contarle demasiado a aquel que no la ha visto, por lo cual me abstendré de hacerlo.
Basta con decir que esta es una de las películas anti-racistas más poderosas que se hayan filmado (Resulta divertido  entrar a Youtube y observar la cantidad de comentarios racistas que acompañan los videos que muestran escenas de la película.... Aparentemente, los racistas que decidieron ver la película son lo suficientemente estúpidos como para no entender siquiera que esta película no glorifica el nazismo ni el racismo en ninguna de sus formas, sino que los condena desde todo ángulo)
Esta película retrata muchas cosas más: el poder que una simple amistad tiene para contrarrestar hasta el odio más profundo y arraigado, la profunda estupidez que caracteriza el núcleo de las ideologías racistas y el verdadero ridículo al que se exponen –sin darse cuenta siquiera- aquellas personas que rigen sus vidas bajo la bandera del odio, la influencia de un padre en la forma en que sus hijos –por inteligentes que sean-  conciben el mundo, las raíces de ese odio absurdo en detalles aparentemente triviales de la vida cotidiana o la profunda injusticia del sistema penitenciario de los Estados Unidos –y la forma en la cual el racismo institucionalizado en las prisiones contribuye a criminalizar a la población de hispanos y afroamericanos.
American History X es una película cuya trama y escenas no se olvidan nunca después de haberla visto.

No comments: