El concepto de Utopía proviene de la novela de Tomas Moro, ese brillante escritor ingles al que Enrique VIII decapitó e hizo colgar su cabeza en las almenas de la Torre de Londres. Una desaveniencia con respecto al divorcio del rey. Nada de importancia.
No es mi objetivo el hablar sobre ese mundo idílico que imaginó Moro (Y que curiosamente es parecido en muchos aspectos al mundo ideal que años después Marx y Engels imaginarían en su estado comunista) sino sobre donde decidió ubicarlo el escritor inglés. La utopía, ese mundo paradisiaco que imagino Moro, se encuentra situado, según las raíces etimológicas de la palabra, en ninguna parte. En la nada.
Y así es como se usa el término hasta la actualidad. Al referirnos a una utopía tambien nos refrimos a algo inalcanzable. El mundo que imagino Moro se perdió en la noche de los tiempos, pero no la palabra y sus implicaciones. El ser humano esta siempre en busca de la utopía -o de un mundo utópico- el cual varía de una cultura y época a otra pero es siempre constante en un punto: ese mundo ideal siempre se encuentra fuera de nuestro alcance. No por su lejanía. Sería esto un concepto más esperanzador que el que en realidad tiene la palabra ya que si fuera la lejanía lo que nos impidiera la utopía, por lo menos la esperanza de alcanzarla permanecerá viva. Pero no es así. Lo que nos impide llegar a la utopía no es la distancia -many years ago, in a galaxy far, far away...- sino su inexistencia. No podemos alcanzar algo que no existe en ninguna parte.
Trasladando esto a un ambiente mas terrenal y cotidiano, tomemos por utopía el alcanzar nuestras metas particulares y específicas. Personales. Subjetivas.
Lo primero que habríamos de hacer para tener la oportunidad de conseguir dicha meta es no considerarla utópica -que de hecho en nuestro vocabulario se va cada vez más convirtiendo en sinónimo de "imposible" o "irrealizable".
La utopía sin embargo, y siguiendo la novela de Moro, constituye un lugar mejor - lo cual no era muy dificil de imaginar, supongo, en la Inglaterra de Enrique VIII- que en el cual vivimos actualmente. Esta es la parte del concepto que debemos conservar, sin embargo, una buena forma de comenzar a forjar ese lugar o estado mejor que buscamos alcanzar es no situarlo en la distancia, ni en un futuro lejano -ni mucho menos en la nada, como lo hizo Moro- sino en el aqui y en el ahora.
De esta forma la utopía se ubica solamente en el presente si es que en verdad esperamos que ésta se realice. El situarla en un futuro constituye la mejor forma de postergar infefinidamente su consecución.
En este punto radica el porque admiro a personajes históricos como Mahatma Gandhi o el Ché Guevara.
Mahatma Gandhi inició su carrera en la historia universal como un gris abogado hindú, graduado en Inglaterra, que regresó brevemente a su país natal para trasladarse en poco tiempo a Sudáfica. Es impactante el contraste entre este Gandhi y el Gandhi que recuerda la historia universal, un ser casi sobrehumano, que fue admirado por igual por orientales y occidentales, hindús, cristianos, judíos y musulmanes (Con algunas excepciones claro está). Creo que uno de los puntos más importantes que llevaron al pequeño Gandhi que llegó a Sudáfrica como un abogado inexperto y tán tímido que a menudo era incapaz de hablar en pleno juicio, fue el hecho de que su indignación ante el trato que recibían los africanos y los hindús por la minoría sudafricana blanca le llevó rápidamente a la acción. Tomando extractos del pensamiento de Thoreau y Tolstoi para la formación de su propia ideología, dio un paso más allá de Tolstoi -que solo imagino su mundo ideal y lo plasmó en El Reino de Dios está en Vosotros- y se dedicó casi inmediatamente a llevar a la práctica los preceptos emanados de Tolstoi -principalmente contenidos en dicha obra- y los principios ideológicos de Thoreau, qye dejó plasmados en el Tratado sobre la desobediencia civil -Thoreau, al igual que Gandhi también fue un pensador activo que fue varias veces a la carcel siguiendo sus principios ideológicos y contribuyendo a que Gandhi posteriormente afirmara que en un estado injusto, el único lugar posible para un hombre justo es la carcel.
El principal discípulo del Mahatma -el reverendo Martin Luther King- también siguió este precepto, el cual pronunció en su famoso discurso al pie del memorial a Lincoln: "Con esta fe, seremos capaces de luchar juntos, de ir a prisión juntos, sabiendo que seremos libres un día".
Gandhi, quien incialmente iba a pasar en Sudafrica menos de cuatro meses, terminó quedandose 22 años, los cuales dedicó a la lucha no violenta en contra de la represión hacia los hindús y africanos nativos.
De esta forma Gandhi nunca colocó sus ideales en el futuro o en la lejanía, sino siempre en el presente. Fue un ser activo por excelencia que logró hazañas inenarrables por medio de métodos tan aparentemente endebles como la satyagraha, su doctrina de la no-violencia.
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Es este un punto importante que distingue a los verdaderos líderes ideológicos de los líderes religiosos.
El líder religioso ubica siempre su utopía en el mismo lugar que Moro: en ninguna parte, es decir, en la nada. ¿Donde está el paraíso? Quizá en el Vaticano lo sepan, pero el resto de la humanidad, por lo que se, no.
Los líderes activos como Gandhi ubican su utopia en el día a día, haciendo ese objetivo, de entrada, realizable. Porque se argumentará que Hitler también fue un lider activo y con razón, pero no hay que olvidar que hitler, si bien también llevó rapidamente sus dementes preceptos a la práctica, también basaba sus acciones en la consecución de esa aberración llamada Germania: el estado ario, cuya capital sería Berlin, el cual sería reconstruido hasta erigir los delirios megalómanos de Albert Speer.
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