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Inicia con una reflexión sobre el amor de Carlos Fuentes.
"El amor quiere ser, por el mayor tiempo posible, plenitud de placer. Es cuando el deseo florece por dentro y se prolonga en las manos, los dedos, los muslos, las cinturas, las caricias y el pulso ansioso, el universo de la piel amorosa, reducidos los amantes al encuentro del mundo, a las voces que se nombran en silencio, al bautizo interno de todas las cosas. Es cuando no pensamos en nada para que esto no termine nunca. O cuando pensamos en todo para no pensar en esto y darle su libertad y su más larga brevedad al placer cuando le damos la razón a San Agustín, sí, el amor es more bestiarum, pero con una diferencia: sólo los seres humanos hacemos el amor dándonos la cara. Para el animal no hay excepciones. Para nosotros, la excepción animal es la regla humana.
¡Cuando es mayor la felicidad del amor? ¿En el acto del amor o en el salto adelante, en la imaginación de lo que sería la siguiente unión amorosa?¿La alegría fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad? Este placer del amor nos deja asombrados. ¿Como es posible que el ser entero, sin desperdicio o abandono alguno, se pierda en la mirada en la carne y en la mirada del ser amado y pierda, al mismo tiempo, todo sentido del mundo eterior al amor? ¿Como es posible? ¿Como se paga este amor, este placer, esta ilusión?
Los precios que el mundo le cobra al amor son múltiples. Cuando amamos, todo el mundo huye de nuestra mirada. Sólo tenemos ojos para el ser amado.
El crepúscuo interior nos enseña también, con el tiempo, que se puede amar la imperfección del ser amado. No a pesar de ser imperfecto, sino por ser imperfecto. Porque una cierta falla, un defecto conmensurable, nos hace más entrañable a la persona querida. No porque nos haga creer nuestra propia superioridad, sino por el contrario, porque nos permite admitir nuestras propias carencias y, estrictamente, emparejarnos.
Voluntad o costumbre, generosidad o imperfección, belleza y plenitud, intimidad y separación, el amor, acto humano, paga, como todo lo humano, el precio de la finitud. Si del amor hacemos la meta más cierta y el más cierto placer de nuestras vidas, ello se debe a que por serlo, o para serlo, debe soñarse ilimitado solo porque es, fatalmente, limitado. El amor solo se concibe a sí mismo sin límite. Al mismo tiempo los amantes saben (aunque apasionadamente se cieguen negándolo) que su amor tendrá límites, si no en la vida, en la muerte.
Si fuesemos infinitos, seríamos Dios, dice el poeta. Pero queremos al menos amar infinitamente. Es nuestro acercamiento posible a la divinidad. Es nuestra mirada de Adiós y nuestra mirada de Dios."
- En esto creo -
Carlos Fuentes
Estas palabras siempre me han acompañado y me han ayudado a mi propia definición. La muerte no es la ausencia de la vida sino del amor. Si nuestro acercamiento a la divinidad, por usar el termino de Carlos Fuentes y nuestra mirada de Dios es el amor, nuestra acercamiento a la muerte es el desamor. No la ausencia de amor. En todo caso, por más aterrador que sea mirar al abismo y a la muerte a los ojos en el desamor, es quizá preferible que la ausencia del amor y el no haber amado nunca, lo cual equivale a no haber vivido tampoco. Duele infinitamente más, pero en todo caso creo que es mejor el haber amado, aunque una decepción amorosa nos cueste un poco de vida, que el haber evadido el riesgo y no haber amado nunca.
Shopenhauer dijo algo parecido también: El amor es lo contrario a la muerte, su contraparte esencial.
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¿Tiene el arte que ser bello para poder ser considerado realmente arte? por supuesto que no, comenzando por el hecho de que la belleza es un término subjetivo que solo existe para el observador y depende absolutamente de los canones estéticos de la época y el sujeto.
En mi opinión, el requisito que si tiene que cumplir el arte es ser una representación interesante, auténtica y honesta de la verdad.
¿Existe la verdad? No existe la verdad absoluta, pero si podemos aproximarnos razonablemente a la verdad y el arte es la representación intelectual (la representación elevada y propiamente humana) de la realidad que rodea al artista.
Esto puede evidenciarse en cada rama del arte. 8 de cada 10 personas dirán que el grito de Edvard Munch no es bello. Si es bello o no, depende de quien lo observe. Lo que es innegable es que el grito representa una verdad universal de la naturaleza humana. Lo mismo puede decirse del Guernica de Picasso. ¿Puede considerarse bello la representación abstracta de la masacre de un pueblo entero? Puede que si, puede que no, depende de los gustos ndividuales. lo que no puede negarse es que el Guernica es una representación honesta de los horrores de la guerra y el fracaso de la inteligencia humana.
Lo mismo puede decirse de cada una de las ramas del arte. La complejidad de la obra no es lo que le otorga autenticidad o relevancia. De esta forma, hay personas que prefieren a Bethovenn que a Bach, el arquetipo de la complejidad musical. Y habrá quienes n gusten de Bach pero si del blues o del Jazz, infinitamente más sencillos en su estructura.
El arte es la verdad vista a traves de los ojos del artista. Es la verdad sublimada -no filtrada o reducida- del mundo que rodea al artista. De su realidad. Sea esta una realidad cómoda -como fue el caso de los grandes artistas del renacimiento italiano, que disfrutaron de fama en vida- o una realidad atroz - como es el caso de Van Gogh, quien vendió dos cuadros en su vida y murió en un sanatorio solitario.
Entre los artistas estas quienes son representantes de un movimiento determinado -como Dalí por ejemplo, quien fue un representante del surrealismo al gual que Buñuel o Bretón- y están aquellos artistas que son un movimiento en sí mismos.
Estos artistas suelen ser voces solitarias e incomprendidas en su momento, y frecuentemente no pretenden ser artistas ni retratar nada. Ironicamente, son ellos los que frecuentemente tiene más importancia cultural. Son esas figuras, a menudo trágicas, de las que suele decirse, vienen una vez cada 50 o 100 años.
Con K de Kafka.
Siendo el año 2011, aún no se vislumbra algún escritor que pueda ser el representante más trascendente de la última década. Quizá es necesario el paso del tiempo para poder saberlo. Vivimos recluidos y limitados por nuestro breve paso por el mundo.
Sin embargo, al hablar del siglo XX, si podemos establecer con toda certeza que el escritor más importante del siglo nació en la républica checa. Su nombre: Franz Kafka. Su mérito: A través de su breve obra, retrató como nadie la realidad del ser humano en su paso por el siglo XX.
EL PROCESO
"Alguien debió haber calumniado a Joseph K, porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido..."
De esta forma inicia esa larga pesadilla llamada "El Proceso", probablemente la novela más emb´lemática no solo de su autor sino del siglo en el cual vivió. Como en todas sus obras, lo más importante en las historias de Kafka no es el desarrollo de la trama sino el argumento.
Samsa, el hombre que al dejar de poder trabajar despierta una mañana convertido en un monstruoso insecto. Representa al ser humano del siglo XX, medido por su productividad, despojado de cualquier otra virtud, o por lo menos ignorado en cualquier otro aspecto que no sea su capacidad de trabajar. Gregorio Samsa es cualquier hombre o mujer del siglo XX.
Como si no fuera suficiente, el destino de Josef K es más trágico. Samsa deja de producir y como tal sufre su metamorfosis. Josef K por el contrario, sigue trabajando, lo cual no impide su detención y su proceso, en el cual ya esta condenado desde un principio, de tal forma que el inevitable final que le espera es la ironía más corrosiva que pueda imaginarse: los trámites previos a su ejecución. ¿De que se le acusa? En medio de la pesadilla, nunca se le explica de que se le acusa, ni quien le acusa. No hay defensa posible ya que no hay delito que perseguir, por lo menos no hasta que K descubra de que se le acusa, algo que nunca llega a hacer.
Mientras el proceso se lleva a cabo, K es obligado a recorrer los pasillos laberínticos de las infinitas oficinas del juzgado -un ambienteencerrado, confuso, laberíntico, higiénico y no despojado de cierto aire siniestro, es decir, la definición de aquello a lo que hoy nos referimos con el adjetivo "kafkiano".
El proceso tiene un final que todos conocen, inevitable, sin embargo durante el mísmo, K sigue trabajando como siempre, bajo la atenta mirada de sus compañeros. K es juzgado, no por algo que no cometió, sino por algo que nunca llega a conocer, y el proceso no es más que un mero trámite de una condena que está escrita desde la mañana en que acuden a detenerlo.
Acaso sea posible que "El Proceso" sea la pesadilla más larga jamás contada, y la metáfora de la situación en la cual vive el ser humano a su paso por el siglo XX. Josef K es Kafka por supuesto, pero también representa a todos los demás contemporáneos del escritor checo.
Debemos la publicación de la novela más importante del siglo a su íntimo amigo, Max Brod, quien, en beneficio de la humanidad, desobedeció la última voluntad de Franz, quien al igual que Josef, termina "El Proceso" tras pasar por una larga enfermedad y pone el punto final solo para morir poco después.
El Proceso es la novela la que Kafka dedicó más energías. Al terminar el libro, el mismo kafka también estaba acabado. Antes de morir, le dio a Brod una instrucción muy simple con respecto a su entonces desconocida obra literaria: "Quémalo todo". Felizmente, Brod desobedeció.
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Kafka es el arquetipo del artista del siglo XX. Realiza su obra en las breves pausas de su tedioso trabajo. No espera ningún tipo de reconocimiento por la misma -a diferencia de los grandes maestros del renacimiento italiano. Y al igual que los primeros músicos de blues, o el resto de los grandes autores del siglo (Camus, Samuel Beckett, TS Elliot), realiza su obra sin ningún tipo de esperanza o deseo de darla a conocer, ni mucho menos la expectativa o creencía de que esta tenga algún tipo de valor. Simplemente escribe para sobrevivir y sobrellevar su realidad.
Pero, ¿Que es lo que lleva a una persona a escribir algo tan aterrador y desesperanzador como "El Proceso"? ¿Que tiene que estar viviendo alguien para necesitar escribir alg así con el fin de seguir viviendo?
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Como todos saben, "El Proceso" es publicado por cientos de editoriales. En ocasiones, antes de la novela vienen ensayos o introducciones que normalmente nadie lee. El ejemplar que yo tengo no es la excepción y contiene un prólogo. Resulto ser un análisis brillante de la vida de Kafka y de la relación entre ésta y su obra.
Este fragmento en particular me impactó mucho.
A finales de Julio había regresado de Maryenlyst, donde en vano había tratado de descansar y de olvidarse de Felice Bauer. La noche del 29 de Julio, en Praga, en casa de sus padres, escribía al azar en su diario íntimo. Tenía la costumbre de recurris a este diario para reencontrarse consigo mismo cuando las tribulaciones interiores y la compañ+ia de seguros no le dejaban ejercer libremente su oficio de escritor, y aquella noche la inspiración brillaba por su ausencia y tenía el ánimo por los suelos. Sin convicción le salieron unos renglones sobre un tal Josef K, un joven de vida perezosa y disoluta que sufría las reconvenciones de su padre. La noche del 29 de Julio, el escritor se aburrió enseguida de josef K (...) y acabó escribiendo sobre sí mismo. "No me doy por vencido, a pesar del insomnio, los dolores de cabeza y mi incapacidad general. Son mis últimas fuerzas vitales decididas a un esfuerzo conjunto. Anteriormente observé que no eludo a la gente para vivir tránquilo, sino para poder morir tranquilo. Pero ahora me defenderé. Con un mes, aprovechando la ausencia de mi jefe tengo tiempo." Se ia a defender tercamente y para ello recurriría una vez más a la escritura. Quince días más tarde, Josef se convertiría, como por ensalmo y con fuerza propia, en el protagonista de El Proceso.
(...)
En su diario íntimo, Kafka había escrito sobre sí mismo: "Si estoy condenado, entonces estoy no solamente condenado a muerte, sino también condenado a defenderme hasta la muerte". No otra cosa hará con mayor o menor fortuna, el protagonista de la novela. También había escrito: "Mi camino no es nada bueno y terminará, por muchocuidado que ponga, como un perro". Y este será, desde luego, el caso de Josef K.
(...)
En 1912, "La condena" había sellado el destino de Kafka. Enamorado de Felice Bauer, en un estado de extrema snsibilidad, gozó del extraño placer de la inspiración creadora en una plenitud que se resiste a ser descrita. Esa lenitud le marcó definitvamente, hasta el punto de que, en su nombre, estaría dispuesto a renunciar a casi todo.
Mediante la escritura, el excéntrico Kafka -que se sentía como un forastero en un mundo enigmático- lograba reconciliar lo interior con lo exterior, lo subjetivo con lo objetivo y comunicable. lo que equivalía a romper, siquiera por momentos, el paralizante aislamiento que le había torturado desde la infancia.
Las experiencias que habían determiando su visión del mundo habían sido muy dolorosas. Ahora, sin embargo, al expresar esa visión, no sufría, gozaba. Y el gozo fue la trampa en la que cayó Kafka. De forma tan irremediable que cuando quiso salir no pudo de ninguna manera. Creyó que gozando de la escritura se liberaría de la angustia.
(...)
En la segunda mitad de 1912, por primera vez enamorado de verdad, por primera vez inspirado al máximo, Kafka estuvo más cerca que nunca de reconciliarse con la vida. Felice contribuía no poco a que se atreviera a correr el riesgo de escribir lo que llevaba dentro. Pensando en ella, Kafka podía creer que sus horribles visiones del mundo eran simples pesadillas -la ingenua Felice situada al margen, demostraba la existencia de otra dimensión de la realidad-, y por lo mismo podía cultivarlas cuando se quedaba a solas con sus papeles. Cuando esas pesadillas se tornaban insoportables y el placer creador cesaba, bastaba con volver la vista hacia Felice, estableciéndose un ritmo de creación que le permitiría -solo en teoría desde luego- durar más tiempo sobre la tierra. Felice parecía capaz -y en esto se equivocó el interesado- de convertir a Kafka en un auténtico ciudadano de la Tierra, con mujer, casa propia e hijos. La conquista de estos triunfos garantizaría la liquidación de esa culpa informe y aplastante que siempre había torturado a Kafka. Pero cuando Kafka comprendió que Felice, por medios directos o sinuosos, le laejaría de sí mismo -de la escritura- , huyó del matrimonio como pudo. Podría huir de Felice pero no de sí mismo.
(...)
Renunciando a Felice, daba por fracasado su mayor esfuerzo de adaptación a la realidad, se sentía expulsado del mundo de las personas "normales" y al mismo tiempo sin el menor deseo de reconciliarse con el. , sin el menor deseo de transigir y sediento en cambio, de su fatal destino individual.
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Kafka fue el escritor del siglo XX, sin embargo, las penas y grilletes que cayeron sobre el ser humano de su siglo permanecen firmemente fijos en el ser humano que vive en al año 2011.
Al mirar detenidamente, pocas cosas han cambiado. El ser humano pierde gran parte de su valía ante la sociedad en el momento en el cual, por el motivo que sea, deja de ser productivo en su medio. No importando si lo que le impide funcionar es algo que escapa del alcance de la víctima, como es el caso de una enfermedad.
La enfermedad, la pérdida de la salud o sea cual sea el termino que desee usarse son quizá la prueba mas irrebatible de que lo que controlamos a nuestro alrededor es casi insignificante, comparado al verdadero rector de nuestras vidas: el azar. Podemos tenerlo todo el día de hoy, perderlo todo mañana por un accidente o una enfermedad. Y no existe nada que podamos hacer para evitar esa realidad. Mas que evadirla y no pensar en ello o refugiarse en el consuelo de protecciones artificiales e inexistentes, como el encomendarse a una entidad sobrenatural con el fin de que ésta nos salve de la desgracia.
Al final el resultado es el mismo: terminaremos con la enfermedad usando todo lo que esté a nuestro alcance o la enfermedad será la que termine con nosotros.
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el dolor negro
Descrita por primera vez por Hipocrates de Cos, la bilis negra, la melancolía, el dolor del alma, es tan antigua como la humanidad. A pesar de haber sido descita ampliamente en todas las épocas, a pesar de haber inspirado innumerables tratados académicos, obras literarias, pictóricas, músicales o filosóficas, la melancolía: la tristeza patológica, el síndrome que actualmente conocemos como depresión, continúa siendo la enfermedad grave mas menospreciada de todas. Continúa siendo un estigma sobre aquel desgraciado que la padece.
La depresión es una doble muerte en vida. Por un lado, quien la padece sufre constantemente una tristeza carente de sentido, ya que no esta motivada por ninguna causa, y a menudo de tal intensidad que es imposible describirsela con palabras a aquel que no la ha experimentado.
La depresión es la pérdida de todas las pulsiones vitales. Es un llamado prematuro que la muerte deja caer sobre una persona que en circunstancias normales aún no debería morir. Enfermedad curiosa, la depresión le va arrebatando la vida a su víctima aunque el funcionamiento de sus sistemas parece normal. No es evidente ningún dolor físico. Es peor. El dolor es interno. El sufrimiento es permanente. La mente de una persona deprimida se encuentra constantemente torturada, a tal punto que el enfermo poco a poco va debilitandose y va perdiendo una a una todas las posibles defensas con las que cuenta para defenderse de ese abandono gradual de las funciones vitales.
La depresión es un vampiro que va drenando lentamente la vitalidad de su víctima, hasta que ésta que reducida a un despojo humano, vivo en el sentido más básico, muerto en el sentido propiamente humano del término.
La persona con depresión se encuentra debilitada física y mentalmente. A menudo el daño es tan grande y su personalidad ha sido tan mancillada que el enfermo es dificilmente reconocible para quienes conocieron su verdadera esencia. A la persona que era antes de que la enfermedad cayera sobre ella.
No solo eso. El deprimido debe soportar el ver como todas las personas a su alrededor se van alejando una a una, hasta dejarlo solo.
La depresión es una pulsión de muerte y como tal, ahuyenta a la vida. La depresión aisla a su víctima y la despoja no solo de sus propias defensas, sino del apoyo que otras personas puedan darle.
Nunca hay que olvidar que la depresión es una enfermedad que más tarde o temprano tiene un solo destino, que es la muerte del enfermo.
En ese sentido se trata de una enfermedad tan grave como cualquier otra. No hay nada que la persona pueda hacer para sacudirse de encima el peso de la melancolía. La depresión es implacable, y como un parásito tenaz, una vez que se instala en su víctima se aferra a ella y se alimenta de su vitalidad hasta que acaba con ella.
Franz Kafka escribió: "Si estoy condenado, estoy entonces condenado no solo a muerte sino a defenderme hasta la muerte".
La enfermedad es implacable. No solamente provoca efectivamente una insoportable sensación de soledad en su víctima, sino que poco a poco, efectivamente la va dejando sola hasta que esta soledad no es una percepción sino una realidad.
Tal como Samsa, el mundo no comprende la depresión. Afirma comprenderla en la teoría, sin embargo, en la práctica, a menudo el enfermo tiene que "probar" la veracidad de su sufrimiento llegando hasta el suicidio. Mientras tanto tiene encima que soportar toda una serie de prejuicios e ideas falsas preconcebidas en torno a la depresión.
Las personas que nunca han padecido una depresión a menudo niegan su existencia. No hay nada peor para un deprimido que el tener que soportar que las personas que le rodean le juzguen y duden de la veracidad de su sufrimiento ya que no hay una herida visible ni un dolor físico detrás, sino solo el espantoso dolor que pesa sobre el alma (la mente, la psique) del enfermo.
Existen muchas aberraciones que persisten hasta la fecha en torno a la depresión. La depresión a menudo es aceptada en personas poco productivas. Pero si el enfermo es una persona que tenga a su cargo un alto nivel de responsabilidad, la depresión se convierte también en un lastre que termina por destruir sus capacidades. Porque la depresión detiene la productividad de su víctima, y en este mundo, eso es un lujo que nadie puede darse.
El nivel de ignorancia que termina deviniendo en crueldad, que padece una persona con depresión es de tal magnitud, que antes de que alguien crea en su sufrimiento debe escuchar argumentos tan imbéciles como el que un psiquiatra por ejemplo no puede deprimirse, lo cual es tan estúpido como el afirmar que un cardiólogo es inmune a las cardiopatías por la profesión que eligió.
Antes de que la persona aquejada con depresión llegue a ser aceptada como lo que es: una persona enferma, a menudo tiene que soportar que se dude su honestidad, que se le acuse de fingir o simplemente que se le ignore o se le abandone a su suerte, justo cuando la persona, aún con las dificultades que esto le representa, necesita con mas urgencia la ayuda, la compañía y la empatía de las personas que le rodean.
Antes de sucumbir a la muerte, el deprimido habrá que soportar el convertirse en un monstruoso insecto, improductivo y carente de todo valor para la sociedad que le rodea, incapaz de comprender que esa improductividad es temporal. De cualquier forma, aunque no fuera temporal, vivmos en un mundo tan despojado de empatía que termina al final de cuentas por medir la valía de una persona por su productividad laboral.
La depresión no mata al enfermo, sino una sobredosis, una bala o una hoja de afeitar, que atacan a su propio ser. motivadas por la soledad, la desesperación, la desesperanza y la decepción que el deprimido ha pasado por los largos meses que ha durado su enfermedad.
No se necesita ser un personaje trágico de una novela romántica como el werther de goethe, para llegar a la conclusión de que la única solución posible a ese sufrimiento es el terminar con su propia vida. La depresión es tan aterradora, que quien la padece, prefiere terminar con su propia vida y dejar de existir para siempre, a seguir sufriendo esa pesadilla constante que le rodea.
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La depresión existe desde que el hombre es hombre y la interpretación que este le ha dado ha variado de una época y lugar a otro. En la Alemania (Que entonces no era Alemania) de Goethe, en medio del sturm und drang, la melancolía esta relacionada con un cierto aire de romanticismo. Era vista como la representación de un alma sensible ante los problemas de la vida y el amor estaba intimamente ligado a la melancolía, al grado de que aquel que amaba, era capaz de preferir la muerte al desamor. El caso más conocido de esto es el werther de Goethe, quien al comprender que Lotte nunca le amará, es incapaz de resistir ese dolor y prefiere sacrificar su vida.
Una constante a lo largo de la historia es el interpretar erroneamente como un castigo divino o terrenal, la aparición de los síntomas de una depresión. De esta forma, el estigma para aquel sumido en una depresión ha exisitido desde siempre, y ahí radica la crueldad de la enfermedad. El deprimido no solo tiene que soportar ese dolor paralizante que le corroe el alma, sino el desprecio, el abandono o la indiferencia de las personas que le rodean. Nada contribuye mas a que los síntomas se agraven que este otro aspecto de la depresión.
Se trata de un demonio tan cruel que no solo se contenta con drenar lentamente la vida de su víctima, sino que también la aisla del mundo que le rodea.
En mayor o menor grado, este aislamiento es una constante de la depresión. Habrá quien requiera más tiempo de evolución del padecimiento para llegar a el o habrá quien desde el inicio del padecimiento se aísle. Pero no hay que olvidar que es la norma y no la excepción.
Una persona con depresión se aisla por muchas razones diferentes, y en este terreno, como en todo que toca a la mente humana, las variables son infintas e impredecibles. En ocasiones la persona se siente débil y no desea salir de casa. En otras, además de experimentar tristeza, también experimenta una irritabilidad exagerada (disforia) que le va aislando de los demás (las personas que le rodean frecuentemente no saben que esa irritabilidad es un síntoma de un trastorno) y le lleva también a la persona a preferir el aislamiento al riesgo de herir a las personas que le rodean.
Los rasgos de personalidad influyen también, sin embargo, nunca hay que olvidar que los rasgos de personalidad que definen los trastornos de personalidad del eje II psiquiátrico, son poco relevantes en una persona con depresión.
Un psiquiatra debe reconocer esos rasgos, y emplearlos unicamente como una forma de facilitar el abordaje de su paciente, jamás con el fín de juzgarlo -que es en donde puede acercarse al peligro de incurrir en los juicios fáciles y frecuentemete injustos de un sacerdote, por poner un ejemplo. Esto no solamente es válido en una depresión grave, sino en en cualquier persona con depresión y con cualquier padecimiento psiquiátrico en última instancia.
Los rasgos de personalidad del cluster que sean siempre deben ser vistos como una herramienta para ayudar al paciente, ya sea para abordarlo de una forma mas eficaz y oportuna, o para guiar un proceso psicoterapéutico. Son una herramienta, jamás un arma. Y de hecho un buen médico -psiquiátra en este caso- solo abordará esos rasgos en el consultorio frente al paciente, y los dejará a un lado al quitarse la bata y salir del consultorio. El abordar esos rasgos en cualquier otra situación es una desviación de la meta final de la psiquiatría y la medicina en general, que es el beneficiar, no dañar y no juzgar al paciente. Desafortunadamente, es éste el error más frecuente en el cual suelen caer los psiquiatras, quienes suelen abordarlos no solo con sus pacientes sino con su misma familia, amigos, compañeros, colegas etc... lo cual es válido -porque hasta cierto punto es inevitable que la formación psiquiátrica determine esta visión- siempre y cuando el psiquiatra no incurra en hacer juicios de valor de ningún tipo sobre nadie. Es en estos casos en donde el psiquiatra cae en el riesgo de acercarse a la arrogancia de un sacerdote.
En el caso de la depresión, los rasgos de personalidad son importantes en la medida que pueden influir en el riesgo de una persona -predispuesta de forma biológica- en caer en cuadros depresivos. Pero una vez instalado el cuadro, el abordaje cambia de forma drástica. Durante e inmediatamente después de un cuadro depresivo, los rasgos de personalidad le ayudan al médico a predecir el riesgo de que la persona incurra en autolesiones o en intentos suicidas, en como abordarlo en consulta y en como abordar a su red de apoyo para hacerla una aliada y no la principal enémiga del paciente - lo cual ocurre con frecuencia.
Por supuesto, esto no es constante y se va modificando en función del tiempo de evolución del cuadro y su gravedad.
Personalmente, creo que nunca hay que olvidar que los pensamientos y conductas suicidas en cualquier depresión son una constante, aún en el caso del más leve cuadro. Evidentemente, a mayor tiempo de evolución o gravedad del cuadro, la conducta suicida debe ser considerada un riesgo constante en cualquier momento. De hecho, durante una depresión grave o inmediatamente después de la remisión de los síntomas más aparatosos, los rasgos de personalidad practicamente carecen de cualquier validez. Es aqui cuando el intento de abordar los rasgos de personalidad de un paciente entra en el terreno más peligroso, ya que de poco nos sirven en beneficio del mismo, por lo que con frecuencia es aqui cuando se incurre más en el riesgo de emitir juicios.
Nunca hay que olvidar que alguien que cursa con una depresión grave jamás debe ser abordada desde la perspectiva de sus rasgos de personalidad, ni durante el episodio ni inmediatamente después del mismo.
No hay que olvidar que una persona con una depresión grave, con frecuencia y a diferencia de un cuadro leve, lleva muchísimo más tiempo de evolución de sus síntomas, los cuales a su vez son más severos. Se encuentra debilitada no solo en el aspecto físico, por la deprivación de sueño o alimento. Se encuentra debilitada en su juicio, en su capacidad de raciocinio y tolerancia a retos.
Lo anterior, en una depresión grave, es válido durante e inmediatamente después de que la persona cursa con el cuadro afectivo.
La depresión, cuando llega a tal severidad, es una vivencia tan intensa y tan aterradora, que necesariamente cobra un precio. Y esto no solo a nivel del daño cognitivo que produce un cuadro afectivo. Una depresión grave es capaz de cambiar la forma de ver la vida de una persona. Lo cual tiene un aspecto positivo, en cuanto a que aquel que sobrevive una depresión grave puede canalizar esa experiencia en afrontar los retos del futuro con más calma -por nombrar un ejemplo.
Y es aqui donde esa experiencia puede canalizarse para beneficiar un proceso psicoterapéutico. Pero durante el cuadro e inmediatamente después, el abordaje de estos rasgos no solo es inutil, sino a menudo cruelmente innecesario.
Porque una persona con depresión no experimenta la realidad como una persona sin ésta, sencillamente porque se encuentra en un estado patológico. Por lo cual el juzgar sus actos, palabras, errores u omisiones no solo es inútil, sino que se presta con mucha facilidad a emitir juicios inexactos y sobre todo carentes de toda posible relevancia clínica.
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En este mundo, aquel que sufre una depresión, tiene que pasar por situaciones que rayan en el surrealismo. Tarde o temprano, cuando una depresión llega a ser grave, llega el día en cual la persona es incapaz de levanrse de la cama. No solo no puede ya acudir a su trabajo. No puede salir de su cuarto.
Sin embargo, en este mundo nadie puede darse el lujo de dejar de trabajar o de faltar. Por lo que cuando esa persona explique que la razón por la cual no se presentó a su trabajo es que se siente tan mal como para ser incapaz de levantarse de su cama, se le pedira una justificación "oficial" que ampare su falta. O se le reclamará el no haber ido al lugar correspondiente a pedir un estúpido papel que ampare su falta.
La persona que reprende y pide esto no se da cuenta del increíble absurdo que está diciendo. Básicamente, lo que le está pidiendo al deprimido es que le explique porque no se levantó de la cama y se dirigió a una instancia burocrática por una justificación.
Y que es lo que se supone que tendría que haber dicho esa persona: "Vengo por una incapacidad; ¿Motivo?; Me siento tan mal que no pude levantarme de la cama en la mañana, estoy pasando por una depresión y pienso constantemente en la muerte."
En este mundo, hasta el perder los deseos de vivir o el desear la muerte requiere ser justificado por un burócrata. ¿Que puede interesarle a una persona con depresión que se debate entre el resistir a esos pensamientos infernales que poblan su mente en haber acudido a una clínica para obtener un papel que le evitara problemas en el trabajo cuando lo que piensa es en la muerte?
Cuando la vida pasa a un segundo plano y entra en juego el perder los impulsos vitales o el desear la muerte -que son 2 cosas diferentes que a menudo se toman como una sola cosa, cuando en realidad implican ideas distintas con repercusiones también completamente distintas- todo deja de importar. Todas las preocupaciones terrenales adquieren un matiz de trivialidad y de irrelevancia absoluta cuando lo que esta en juego es el soportar el dolor interno que lleva a la persona a desear la muerte o el sucumbir ante ese pensamiento.
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La casa a la orilla del mar es la casa de mi infancia. Ese departamento en lo alto de una pequeña colina que conducía directamente a la playa y al oceano.
Es el recuerdo de mi infancia.
Es el recuerdo de mi infancia.
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