Wednesday, September 21, 2011

la última carta





La última carta por jugar. La última carta que escribir.




El dolor es una emoción humana por excelencia. No refiriendome al dolor físico inflingido por una herida o ena enfermedad, sino al dolor como sinónimo de melancolía. Ese dolor que tortura la mente de quien la padece, ya sea por medio de la angustia o la tristeza.




Solos los seres humanos experimentan ese dolor. Los animales sufren dolor físico, más no experimentan melancolía, por lo menos ya hasta donde sabemos, en un nivel tan intenso como el ser humano.




Irónicamente, los ancestros del actual homo sapiens eran igualmente incapaces de experimentar ese dolor. Fue en el momento en el cual el ser humano adquirió inteligencia, que fue capaz de sufrir el dolor derivado de la melancolía, de la tristeza y de la angustia.




El suicido no existe en los animales. Porque el acto del suicidio es el más claro ejemplo del ir en contra del instinto de sobrevivencia. Los animales, que son regidos unicamente por sus instintos, son incapaces de incurrir en algo que va en contra del más básico de todos los intitntos, el de conservación y sobreviviencia.




El ser humano por el contrario también es regido por sus instintos, sin embargo, además de sus instintos básicos cuenta por supuesto co esa cualidad que le da precisamente su condici+on humana: su inteligencia. Su capacidad de razonamiento.




Se argumentara que el suicidio no es un acto de inteligencia. Evidentemente. Pero con "inteligencia" no me refiero a esa capacidad de razonamiento enfocada a la resolución de problemas básicos de la vida cotidiana, o a las capacidades del ser humano de crear (arte) y de explicar las leyes que rigen el mundo que le rodea (ciencia), sino simplemente al hecho de ser capaz de razonar y degenerar pensamientos infinitamente más complejos que el resto de las especies.




La ironía es que sea precisamente la característica humana más elevada, la que le permita al ser humano incurrir en el acto mas antinatural de todos cuantos existen.




El suicidio evidentemente nunca es el resultado de un razonamiento adecuado. Es el reflejo de una patología. La depresión provoca que los pensamientos del enfermo se tornen en su contra con tal violencia, que son capaces de derrotar los instintos más básicos de su especie y de cualquier ser vivo en general. La vida se proteje a sí misma. Tal es el intinto de conservación de sobrevivencia y de procreación: proteger la vda propia y engendrar otro ser vivo, trascender la propia muerte mediante el paso de nuestra carga genética a la siguiente generación.




Solo después de que el ser humano cae en un estado patológico como la depresión (Que no es el único, pero es del cual hablo en este caso), sus pensamientos se vuelcan en su contra y le hacen llegar a ese punto en el cual el enfermo se encuentra dispuesto a realizar algún acto que termine con su propia vida.


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Cualquier persona que haya sobrevivido una depresión sabe que el desear la muerte mientras se encuentra ésta presente no es la excepción, sino la regla. En parte por el conjunto de los síntomas. Y también porque en sí misma, esta es una característica de la depresión. Nuestros más básicos instintos nos traicionan y nos llevan a desear la muerte.


Por esa razón, es importante nunca olvidar que una persona deprimida no es la persona que conocemos, sino una versión de esa personalidad que se encuentra sufriendo intensamente y que no piensa con claridad, no actúa como normalmente lo haría, ni tiene el juicio ni la lucidez para actuar de otro modo.

En otras palabras, si conocemos a alguien que esta pasando por una depresión es preciso tomar en cuenta que esta padeciendo un trastorno debilitante y doloroso como pocos, y que no podemos tratar a esa persona como la trataríamos normalmente. Porque esa persona que conocemos tan bien, en ese momento esta sufriendo, esta debilitada, y esta librando una batalla interior a traves de la cual su personalidad puede tener cambios tan drásticos que puedan llegar a provocar que por momentos la desconozcamos.

Jamás hay que caer en el error de juzgar a una persona que atraviesa una depresión, o el culparla o sumarle más retos de los que ya esta enfrentando. Es algo fundamental, y sin embargo es precisamente lo que casi invariablemente ocurre.

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