“I don´t have to say anything about these things I write, I just write them. I have nothing to say about them. I am not writing for any reason.”
Bob Dylan
- Extracto de una entrevista concedida a la revista Time, 1966
Michel de Montaigne nació en Gascuña, en 1580. Cuando publicó la obra por la cual es universalmente recordado, titulada simplemente Essais, probablemente ignoraba la trascendencia que su obra tendría en el futuro de la literatura universal. Dicha trascendencia se le debe al contenido de sus textos, pero por encima de esto, al formato que utilizó para plasmar sus pensamientos, lo que temrinaría dándole título a todo un nuevo género literario: el ensayo.
Montaigne plasmó sus ideas y su concepción del mundo de una forma enteramente nueva. No recurrió a una novela, al cuento o a la poesía para poner en boca de sus personajes sus opiniones. En su lugar, las describió a título personal, planreandose cuestiones como ¿Quien soy? ¿Que puedo hacer? ¿Como es el mundo visto por mí?
El ensayo es entonces un tratado breve, personal e informal que puede abordar absolutamente cualquier tema posible.
El poder del ensayo literario siempre me ha parecido fascinante. Es la forma en la que escribo y es también el género literario que más leo.
Probablemente, el primer ensayo que me mostró el impacto y el alcance que puede tener este género fue la primera vez que leí El laberinto de la soledad de Octavio Paz.
Recuerdo que no solo me impacto la lucidez y la genialidad con la que Octavio Paz disecciona la cultura mexicana, sino el darme cuenta que dificilmente otro género literario es capaz de transmitir la contundencia de las ideas de un autor como lo es el ensayo.
Existe una diferencia fundamental entre el ensayo literario y los textos dogmáticos que pretenden dictar las normas de conducta con las cuales debe regirse un individuo.
Un ensayo puede abordar cualquier tema posible. El único límite es la imaginación humana.
Entre esos temas, necesariamente existirán ensayos en los que el autor aborde su opinión sobre alguna determinada norma de conducta. Sin embargo existe una diferencia fundamental entre esta opinión vertida en un ensayo y los principios contenidos en un texto dogmático como puede ser la Biblia o el Corán.
El autor del ensayo esta vertiendo su opinión, sin tratar de imponerla a nadie ni asegurando que esta sea infalible o inmune a la crítica. Los textos dogmáticos por su parte dictan las reglas con las cuales debe supuestamente regirse un individuo, afirmando que dichas reglas son únicas e infalibles. El autor del ensayo es una persona que esta expresando una opinión. Y el supuesto autor de dichos textos dogmáticos es Dios, y ya que en mi opinión, Dios es un concepto que solo existe dentro de la mente del ser humano, no deja mucho margen a la discusión.
En su vasta obra, Montaigne abordó una infinidad de conceptos desde una perspectiva tan brillante que aún hoy son citados y recordados. Pero de la misma forma, incluyó en sus ensayos, puntos tan poco atractivos para la posteridad como:
"No puedo dormir de día; No puedo ingerir nada entre comidas ni desayunar nada muy temprano..."
Thoreau escribió su Tratado sobre la desobediencia civil con la intención de plasmar su opinión, al igual que lo hizo Tolstoi al escribir su último libro "El reino de Dios está en Vosotros". El hecho de que Gandhi haya utilizado estos dos textos como base para formar su propio pensamiento es incidental. Cuando esto sucede es por elección del lector, sin intención del autor. Algo muy diferente a lo que frecuentemente ocurre con los textos dogmáticos, los cuales a menudo dictan los principios con los que las personas rigen su vida por imposición al lector, con toda la intención del autor (Dios), y ya que en su defensa, no existe, podemos delegar esa culpa a sus supuestos representantes terrenales.
Un ensayo no pretende imponer ninguna norma. Solo expresa una opinión.
No comments:
Post a Comment