Si alguna duda había al respecto, esta quedó completamente aclarada tras las inmundas elecciones presidenciales que le dieron el triunfo a Enrique Peña Nieto, el candidato del PRI, mediante un evidente e inocultable fraude electoral. Un fraude orquestado por la oligocracia que es en realidad quien gobierna este país: los monopolios televisivos, los grandes empresarios, la cámara de diputados y senadores -es decir, la corrupta clase política mexicana- y los sindicatos voraces que mantienen al país como un rehén desde hace décadas.
Detrás de Peña Nieto, ese candidato prefabricado e impuesto en la presidencia se encuentra el grupo Atlacomulco del Estado de México, la sede y guarida de varios de los más infames y corruptos políticos y empresarios mexicanos.
La sociedad mexicana esta harta de ir a votar sexenio tras sexenio solo para depositar su voto en la urna tal como una persona tira un pañuelo sucio en el cesto de la basura.
Las elecciones en México son una costosísima pérdida de dinero y tiempo. Un disfraz que pretende darle un matiz de legalidad a un proceso que ya no se sostiene de ninguna forma. Ya nadie cree en el Instituto Federal Electoral ni en su tribunal.
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Enrique Peña Nieto
Pocos meses antes de morir Carlos Fuentes dijo que el triunfo de EPN sería un desastre para México, ya que se trata de un candidato muy pequeño.
EPN es la prueba de que un analfabeta funcional puede llegar a la presidencia en este país. Un sujeto incapaz de nombrar tres libros es quien llevará las riendas de un país sumido en uno de los peores escenarios políticos y sociales de su historia.
Prepotentente, profundamente ignorante, vacío. Son algunos de los adjetivos mas suaves que se me ocurren para calificar a Peña Nieto. Un hombre que llegó a la presidencia mediante la compra de 5 millones de votos que consiguió echando mano de todos y cada uno de los peores vicios que arrastra la historia del partido que representa: Acarreo, retiro de credenciales, apoyo de los más corruptos sindicatos del país, condicionamiento del voto y lo más grave y alarmante de todo: lavado de dinero.
¿Que se puede esperar para los próximos seis años? Una catástrofe social.
EPN hereda un país sumido en la innecesaria violencia que su predecesor se encargó de propagar a lo largo y ancho del territorio nacional. Un país dominado por los cárteles del narcotráfico, secuestrado por los monopolios mediáticos y los intereses de los grandes empresarios mexicanos.
Podemos esperar más corrupción, además de otros seis años de nulo crecimiento, violencia generalizada, protección a las mismas figuras de siempre: Elba Esther Gordillo, Romero Deschamps, Azcarraga Jean, Salinas Pliego, Salinas de Gortari, Fernandez de Cevallos, etc...
El escenario es realmente aterrador. El "gabinete" -por llamarlo de alguna forma- de Peña Nieto estará compuesto por ladrones, asesinos y cómplices del narcotráfico.
De Enrique Peña Nieto ni siquiera queda mucho más por decir. Fue un candidato creado como un producto publicitario que llegó a la presidencia apoyado por la cúpula del poder y arropado por Televisa y TV Azteca.
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Felipe Calderón
Calderón pasará a la historia de este país como uno de sus peores gobernantes. Un presidente gris, corto de miras, que se empecinó desde el inicio de su mandato en llenar el vacío intelectual de su gabinete y su propia propuesta política con la llamada guerra contra el narcotráfico. Una cruzada no solamente fallida, innecesaria y estúpida, sino nociva.
Calderón deja la presidencia -y seguramente el país- dejando tras de si una cifra de casi cien mil muertos en seis años.
En un país verdaderamente civilizado y democrático se le haría un juicio político que lo pondría tras las rejas.
Sin embargo, en este país no pasa nada. Por lo menos por un tiempo más.
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La sociedad mexicana
El único aspecto positivo que pudiera asomarse de las pasadas elecciones es que su grado de inmundicia no dejó ningun lugar a dudas: México no es una democracia. Es una plutocracia secuestrada por la clase empresarial y política que utiliza este país como su negocio particular y le importa un comino burlarse de sus ciudadanos. Las elecciones presidenciales del 2006 fueron un escupitajo en la cara a la sociedad mexicana.
Sin embargo, la sociedad va cambiando. El acceso a la información, aunado a las movilizaciones masivas de la ciudadanía en vísperas de las elecciones dejaron entreveer que este país, tanto en la esfera urbana como en la rural, se encuentra harta de su corrupta clase política y su voraz clase empresarial.
Todo tiene un límite. Las elecciones del 2012 deben ser democráticas. De no serlo, la amenaza de un brote de violencia se asoma como una posibilidad aterradora pero muy real.
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