Monday, November 19, 2012

la eternidad en un recuerdo

Al final, lo único que nos llevaremos consigo en ese momento inevitable en que la muerte nos alcance serán nuestros recuerdos. Y presiento que en ese momento, aquellas memorias que vendrán a nuestra mente serán solo los buenos momentos que compartimos con todas y cada una de las personas que quisimos en nuestra vida.
La única forma de sobrellevar el pasado, con todos esos momentos de tristeza y decepciones que todos tenemos guardados en algún rincón de nuestra mente es ir olvidándolos poco a poco. Aprendemos de ellos y los dejamos ir, como un pesado e inutil lastre que solo necesitamos dejar atrás.
Lo único que prevalecerá siempre son esos momentos perfectos de nuestra adolescencia, de nuestra juventud, esos instantes en los cuales fuimos eternos por un momento fugaz. El recuerdo de nuestros amigos, de nuestras parejas, de nuestra familia. Los momentos que compartimos con todas esas personas que pueblan nuestro pasado y presente.
Tal como John Lennon lo dijo, existen lugares que recuerdo. Algunos prevalecen. otros se han ido para siempre pero no han desaparecido pues viven y vivirán por siempre en mi memoria. El recuerdo de todas las personas importantes con las que he tenido la suerte de compartir un tramo del camino.
Cuando pasamos por momentos dificiles, por temporadas en las cuales no es posible ver ninguna salida y nos sentimos desorientados, como seres tambaleandose en la oscuridad, lo que viene después es el descubrir que la vida es mucho más simple de lo que creíamos.
Todo se reduce a tratar de ser feliz, por el mayor tiempo posible, en donde quiera que nos encontremos. Se trata de consagrar nuestra vida a algo que nos apasiona. Atesorar como nuestras más preciadas posesiones, nuestras memorias. El recuerdo de todos aquellos instantes en que fuimos simple y sencillamente felices. Y no olvidar la deuda que guardamos con aquellas personas que contribuyeron a forjar esos recuerdos.
En esta vida, por el simple hecho de ser falibles, cometeremos errores. Lastimaremos y seremos lastimados. Todos tenemos nuestras cicatrices.
Pero no concibo peor error en el mundo que guardarle rencor a aquellas personas que  han partido, que nos duelen, que extrañamos, solo por el hecho de recordar su ausencia con esa nostalgia propia de aquellas épocas que se han ido para siempre. Puede que se hayan ido. Pero existieron. Y eso es lo único que importa.
En esta vida no tenemos mayor tesoro que el recuerdo de las personas que amamos en el pasado y en nuestro presente. Y no existe mayor esperanza y emoción que la promesa siempre presente que la vida nos depara en nuestro futuro.
Escribimos para no olvidar. Para eternizar un momento de nuestras vidas.
Es la madrugada del 20 de Noviembre del 2012.
He llegado a tomar la eterna decisión de atesorar los recuerdos de las personas que he querido, olvidar los malos entendidos y por sobre todas las cosas, no cargar nunca con la pesada e inútil carga del rencor.
La vida es muy corta para guardarle rencor a los demás, pero lo suficientemente larga para edificar una infinidad de recuerdos  de instantes perfectos. Esas memorias son nuestro atisbo de la eternidad. Son la razón por la cual vale la pena vivir.

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