Escoger la vida implica irónicamente dejar de vivir. En cierto momento, pareciera que uno debe de olvidarse de una vez y para siempre, de todas aquellas cosas que disfruta, para dar paso a una transformación. Se debe escoger la vida adulta, la profesión, el trabajo, el auto, la seguridad social. Se elige ser un ciudadano consciente y respetable de la sociedad. Un contribuyente puntual de la secretaría de hacienda. Un miembro responsable del padrón electoral. Se elige ser uno mas de la interminable fila de nuevos profesionistas que se integran al campo de trabajo. Con mucha suerte, al llegar a ese trabajo, uno pensará que esta haciendo lo que siempre quiso hacer. Con mucha suerte. En la mayoría de los casos se trabajará en lo que se pueda y uno terminará haciendo lo que nunca quiso hacer.
Yo me pregunto si existe la posibilidad de escapar a ese destino. Si existe la menor esperanza de huir. Porque si no hay escapatoria, me pregunto que caso tiene el invertirle tanto esfuerzo a una tarea que solo parece conducirnos a aquello a lo que nunca quisieramos llegar. Es absurdo. Es tan absurdo como imaginar a un grupo de personas que intentan escalar una gigantesca montaña. El ascenso esta obstaculizado por innumerables penalidades. Como nadie conoce el significado de la cooperación, todos parecen estar mas interesados en evitar que los otros lleguen a la meta, que en el éxito propio. Después de un larguísimo camino de miseria, unos pocos consiguen alcanzar la cima, solo para darse cuenta de que del otro lado de la montaña existe un gigantesco precipicio que no parece tener fondo, de modo que el "premio" final de la penosa travesía es un escalofriante salto al vacío.
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