Todas las personas que he querido a lo largo de mi vida -familiares, parejas, amigos- , todas sin hacer distinción alguna, tienen alguna característica única e irrepetible ante mis ojos que explica el porqué, no solo en su momento, sino por el resto de mi vida, serán especiales, incluyendo a esas personas que siguen aqui y aquellas personas que viven en mi pasado y vivirán por siempre en mi memoria.
Con el paso de los años vamos perdiendo el contacto de muchas de estas personas. Los motivos pueden ser miles. En algunos casos no hay un motivo en particular y es solo el tiempo el cual nos va separando de ellas. En otros casos es alguna pelea o disputa.
Entre más pasa el tiempo, la fuerza que cobran las memorias de los momentos felices que vivimos con esas personas va creciendo. Y vamos entendiendo que nuestra vida al fin y al cabo es la suma de esas memorias. Que por cada momento adverso y dificil que pasamos también hubo momentos felices y son estos los que recordaremos al final.
Por el contrario, entra más pasa el tiempo, esas peleas y esas razones por las cuales nos separamos de alguna persona se van difuminando. Y en algunos casos el recuerdo se olvida por completo y somos incapaces siquiera de recordar el porqué perdimos el contacto de una persona que en su momento fue importante para nosotros por los momentos que compartimos con ellas, por las cosas que les enseñemos y nos enseñaron y esas enseñanzas que obtuvimos con la simple convivencia que mantuvimos durante el tiempo que la vida nos permitió compartir con ellas.
Todos tenemos a nuestras personas especiales. Y esa característica a la que me refería que estas personas tienen ante nuestros ojos engloba muchas cosas. Es la esencia de esa persona, con todas sus virtudes y sus defectos. El querer a alguien -en la acepción más amplia del término y sin hacer distinción alguna- implica el quererla por esas virtudes que a la vez enriquecen nuestra vida, en la misma proporción que por aquellos defectos que tienen.
Los seres humanos somos extraordinariamente parecidos unos a otros. Esos defectos que vemos en otras personas en una gran proporción también los tenemos nosotros, ya sea que estemos conscientes de ello o no. Y en todo caso, por cada defecto que tiene cualquier persona a nuestro alrededor, nosotros podemos tener el mismo y con toda certeza tenemos otros.
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Creo que nadie tiene el derecho de juzgar los defectos o errores de otra persona, con excepción de aquellos que dañen a otra persona. Y las razones por las cuales creo esto son múltiples.
Con frecuencia juzgamos errores que nosotros también hemos cometido en algún momento de nuestra vida, o que no estamos exentos de cometer en el futuro. O juzgamos un error que nosotros también podríamos haber cometido si nuestra vida fuera diferente y nos hubiera tocado vivir determinadas circunstancias por las cuales no hemos pasado.
Cuando juzgamos un error, debemos saber de forma tácita que estamos a la vez aceptando el derecho de las demás personas a juzgarnos por nuestros propios errores del pasado. Por los errores que estamos cometiendo en el presente o con toda certeza cometeremos en el futuro.
Los seres humanos somos falibles y una de las pocas certezas que sabemos es que, a lo largo de nuestra vida, iremos aprendiendo lecciones de nuestros aciertos -y sobre todo de nuestros errores- pero seguiremos equivocandonos no importa que es lo que hagamos. Es parte de la naturaleza humana y es algo de lo que debemos estar conscientes, y entre más pronto lo hagamos mejor.
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Si es cierto que constantemente estamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida, tanto en las buenas temporadas como en las malas, también es cierto que una persona esta necesariamente incompleta si no ha atravesado por tiempos adversos.
Existen aspectos de nosotros mismos y errores en nuestra forma de pensar y actuar que solo nos es posible ver mientras atravesamos los tiempos más adversos. De la misma forma es cierto que existen ciertas características -cualidades, defectos o simplemente rasgos- de las personas que nos rodean que de la misma forma solo podemos conocer en los tiempos difíciles.
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La vida que uno tiene, con todos sus aspectos positivos y sus aspectos negativos, con todos sus aciertos y errores, con todos sus buenos momentos y malos momentos, está dictada únicamente por uno mísmo.
Es este un concepto al cual he llegado -y que, al igual que el resto del contenido de cada texto que he escrito, refleja solo mi opinión- más por las equivocaciones que he cometido que por los aciertos que haya podido hacer.
Es algo en lo que hoy creo gracias a haberme equivocado innumerables veces actuando y pensando exactamente lo contrario.
Y es una de las reflexiones a las que he llegado, tras pasar por los momentos más adversos que me ha tocado vivir.
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Cada persona que nos ha acompañado en nuestro trayecto, ya sea por un día o por seis años, y que es importante para nosotros por las memorias que nos dejaron, son nuestros más preciados tesoros.
Al final, la vida es la suma de todos los momentos que vivimos.
Pero los que recordaremos en el último instante son los momentos más felices que le debemos a todas y cada una de las personas que compartieron un momento de su vida con la nuestra.
AAE
27 de Marzo, 2012
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