"El amor quiere ser, por el mayor tiempo posible, plenitud de placer. Es cuando el deseo florece por dentro y se prolonga en las manos, los dedos, los muslos, las cinturas, las caricias y el pulso ansioso, el universo de la piel amorosa, reducidos los amantes al encuentro del mundo, a las voces que se nombran en silencio, al bautizo interno de todas las cosas. Es cuando no pensamos en nada para que esto no termine nunca. O cuando pensamos en todo para no pensar en esto y darle su libertad y su más larga brevedad al placer cuando le damos la razón a San Agustín, sí, el amor es more bestiarum, pero con una diferencia: sólo los seres humanos hacemos el amor dándonos la cara. Para el animal no hay excepciones. Para nosotros, la excepción animal es la regla humana.¡Cuando es mayor la felicidad del amor? ¿En el acto del amor o en el salto adelante, en la imaginación de lo que sería la siguiente unión amorosa?¿La alegría fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad? Este placer del amor nos deja asombrados. ¿Como es posible que el ser entero, sin desperdicio o abandono alguno, se pierda en la mirada en la carne y en la mirada del ser amado y pierda, al mismo tiempo, todo sentido del mundo eterior al amor? ¿Como es posible? ¿Como se paga este amor, este placer, esta ilusión?Los precios que el mundo le cobra al amor son múltiples. Cuando amamos, todo el mundo huye de nuestra mirada. Sólo tenemos ojos para el ser amado.El crepúscuo interior nos enseña también, con el tiempo, que se puede amar la imperfección del ser amado. No a pesar de ser imperfecto, sino por ser imperfecto. Porque una cierta falla, un defecto conmensurable, nos hace más entrañable a la persona querida. No porque nos haga creer nuestra propia superioridad, sino por el contrario, porque nos permite admitir nuestras propias carencias y, estrictamente, emparejarnos.Voluntad o costumbre, generosidad o imperfección, belleza y plenitud, intimidad y separación, el amor, acto humano, paga, como todo lo humano, el precio de la finitud. Si del amor hacemos la meta más cierta y el más cierto placer de nuestras vidas, ello se debe a que por serlo, o para serlo, debe soñarse ilimitado solo porque es, fatalmente, limitado. El amor solo se concibe a sí mismo sin límite. Al mismo tiempo los amantes saben (aunque apasionadamente se cieguen negándolo) que su amor tendrá límites, si no en la vida, en la muerte.Si fuesemos infinitos, seríamos Dios, dice el poeta. Pero queremos al menos amar infinitamente. Es nuestro acercamiento posible a la divinidad. Es nuestra mirada de Adiós y nuestra mirada de Dios."
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment